Sobre la santidad de los santos

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Por David Taylor, 5 de marzo de 2007


Aunque no me hice nunca miembro de la Obra, mi relación con el Opus Dei fue lo bastante larga como para que me planteasen y casi exigiesen -y repetidas veces- mi incorporación como numerario, cosa que no ocurrió porque dejando aparte la transparencia burda de sus intenciones, mis padres siempre nos enseñaron a mis hermanos y a mí a formular algunas preguntas claras a quien demanda algo de nosotros, y a exigir respuestas también claras, a la vez que nos educaron rectamente dentro de un tipo de cristianismo sencillo, sincero y coherente, incompatible con el fondo y la forma del que yo pude observar –también repetidas veces– dentro de la institución que nos ocupa. Debo decir que desmontar los argumentos de mis captadores fue bastante sencillo.

No he intervenido en el pasado en los debates de los demás contertulios en Opuslibros, por entender que yo no estuve realmente dentro del Opus Dei y no me corresponde a mí opinar, pero querría hacerlo ahora porque me llamó la atención un post de Vis, hecho el 14 de febrero pasado, que titulaba “Un par de tópicos” y en el que decía :

“…Sigo y me interesa seguir siendo católico practicante. Por eso me es un dilema creer que san Josemaría sea santo; que la Iglesia —notablemente Juan Pablo II— se haya prestado a canonizar a quien ofrecía constancias de merecerse un largo purgatorio. ¿Fue un timo a la Iglesia, la Iglesia se dejó timar o fue un contubernio con el Opus Dei?
No soy precisamente ingenuo o idealista. Pero esto sacude los pilares de mi fe en la Iglesia como institución y de Juan Pablo II con san Juan Pablo Magno.
Alguien acláreme, por favor…

Esto no es algo que se refiera estrictamente al Opus Dei, y por tanto aquí sí puedo dar mi modesta opinión, puesto que vista esta sincera pregunta se imponen efectivamente un par de aclaraciones sencillas.

En primer lugar, es necesario darse cuenta de que Iglesia somos todos los cristianos, no solamente las jerarquías eclesiásticas, cosa que frecuentemente se olvida o no se considera en su justo valor, de modo que si hubo timo, no fue toda la Iglesia la timada, sino una parte – y una parte bastante minoritaria, vistas las amplias reacciones que ha provocado la santidad del nuevo santo.

En segundo lugar, la santidad de los santos supone un reconocimiento oficial de las virtudes heroicas de cierta persona, pero tal santidad no es impuesta, sino propuesta, a los cristianos como ejemplo de vida cristiana modélica, pero no es dogma de Fe ni mucho menos. Viene a ser algo así como las apariciones de Fátima, que la Iglesia reconoce, pero respecto a las cuales da libertad de creer o no creer, según la recta conciencia de cada uno, pero nada más.

El proceso de beatificación y canonización de monseñor José María fue lo bastante irregular como para levantar serias sospechas y hacer abrigar serias reservas a los cristianos de a pié. El cómo fue eso posible, es decir, qué intereses lo movieron o qué llevó a permitir llevarlo formalmente a cabo a quien tenía facultad y hasta deber de impedirlo es ya otro tema, y no nos ocupa en este momento. Baste decir que su santidad no nos es impuesta, y que en uso recto de nuestra libertad podemos creer o no hacerlo, y por ello tomar a monseñor José María como ejemplo en nuestra vida o por el contrario, si así nos lo parece, como algo que no deba ser imitado en modo alguno.

Respecto a los santos de la Iglesia, que no son todos los que están es algo para mí tan claro como que no están todos los que son. De hecho el Día de Todos los Santos es el reconocimiento explícito de le Iglesia de que hay muchos Santos anónimos que no están reconocidos como tales, sin que ello vaya en detrimento de su santidad real, si hemos de creer que la santidad consiste en llevar una vida ejemplarmente cristiana capaz de ser ejemplo, luz y guía para los demás. Debo decir que tengo la suerte –inconmensurable– de haber tratado a dos santos de este tipo, uno de los cuales rechazó en los primeros tiempos del Opus Dei la invitación de monseñor José María en persona para hacerse miembro de la Obra.

Respecto al cómo fue posible llevar a cabo semejante proceso respecto a monseñor José María, de semejante manera y levantando las serias dudas que ha levantado entre muchos cristianos sencillos, solamente podemos añadir que la Escritura está llena de serios avisos respecto al escándalo –que en la Escritura es siempre confundir y apartar a los hombres de la Fe y el camino reales– y que media docena de jerarquías eclesiásticas deberían recordar, tanto respecto a este tema como a otros muchos, lo que dicen los Evangelios con terrible seriedad respecto a los escándalos y las ruedas de molino, puesto que tal vez no sea solamente Vis el que haya visto sacudidos los pilares de se Fe. Dios juzgará a todos en su día, pero con más severidad a aquéllos que debiendo cuidar su grey con esmero, la ponen en peligro y abusan de su ignorancia usándole a Él como excusa para satisfacer quién sabe qué intereses. Ello incluye tanto a las jerarquías superiores de la Iglesia, como al Opus Dei, como a los otros cristianos del pueblo.

Quede nuestro amigo Vis tranquilo, y siga creyendo en la iglesia de Dios, no en la de algunas jerarquías y grupos, que en el tema de la santidad no son todos los que están, por muchos tribunales que se reúnan y muchas actas que se rellenen. La verdad es como el aceite, y saldrá a la a superficie algún día.


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