Amablemente fría y los 5000 kilómetros

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Por Shiraz. (ex numeraria por 12 años), 19.01.2024


Frunció sus ojos, y terminantemente, mi primera directora me dijo:

  • Ahora va a cambiar tu trato con los hombres, debe cambiar porque tu vocación así lo exige. Como si estuvieras casada, tienes que ser amablemente fría en tu trato y no quedarte nunca sola con ellos, nada de abrazos, ni saludar de beso.

No acababa de asimilar bien lo que me estaba indicando cuando me aseveró...

  • Tienes que vivir bien la pureza, aquí en la casa vas a dormir en un dormitorio de tres… porque en la Obra hay dormitorios de tres, de cuatro o de más, pero nunca de dos… Comprendes porqué, ¿verdad? En algún momento probablemente duermas en un dormitorio individual pero mientras seas nueva vocación vas a compartir la habitación. Todas las numerarías dormimos sobre una tabla ligeramente forrada, para someter la sensualidad a diferencia de los varones.

En ese momento, si yo no me había imaginado en mi corta vida de 20 años lo que era un trío sexual, pues en ese instante vinieron a mi mente los escenarios posibles al respecto. Por otro lado ¿por qué el fundador había dispuesto esto para las mujeres y no para los varones?

En otra de mis charlas de formación inicial que la directora se encargó de impartirme, con una actitud imperativa me indicó que las numerarias no teníamos amigos varones, porque la amistad entre hombre y mujer no existía, porque siempre en algún momento de cualquier relación entre hombre y mujer alguno de ellos o los dos se llegaban a gustar.

Aquel argumento y mandato me impresionó tanto que lo recuerdo palabra por palabra con todas las gesticulaciones de la directora, la cual en varios momentos de los vividos como nueva vocación bajo su mandato y bajo sus charlas de formación inicial, me recalcaba que ella era numeraria electora, explicándome que especialmente tenía el encargo de que el espíritu del Opus Dei se viviera exactamente como lo había “visto” el fundador, tal cual ella lo había aprendido en el Colegio Romano.

En aquel entonces estaba en el tercer año de mis estudios universitarios, realmente no tenía amigos varones, sin embargo, mis mejores amistades con varones, irónicamente, las hice durante mi tiempo cono numeraria y en todos mis trabajos externos.

Con el tiempo me di cuenta de que entre un hombre y una mujer sí puede darse una amistad, y, si en algún momento hay una atracción hasta puede hablarse con sensatez y transparencia, sin rasgarse las vestiduras.

Tuve la fortuna de trabajar por muchos años en trabajos externos, pasé por todo tipo de experiencias con varones.

En mi primer trabajo, un compañero me mandó decir a través de una de mis mejores amigas, que no le importaba que fuera numeraria, que le concediera una cita para convencerme de que el mundo era mejor. A lo cual -a través de la misma emisaria- le indiqué que no me interesaba y que me dejara en paz. El susodicho entendió, y al final, él y mi amiga se hicieron novios y se casaron. Ya después hasta bromas hacíamos de aquel suceso.

En otro trabajo, un compañero -por iniciativa propia- me enseñó desde cero a manejar un software, que era indispensable en aquel momento. Entre nosotros se dio una amistad sincera y transparente, hubo muchas horas de diálogo personal, de conversaciones de esas que te esponjan el alma, pero nunca hubo otra intención, y eso se sentía y se percibía.

Sin embargo, si por cuestiones de trabajo me quedaba sola con algún varón en algún lugar público, sentía que el ojo vigilante de la directora estaba ahí, porque una de las frases determinantes que decía ella era:

  • La directora sabe toooodo, todo lo que pasa en la casa y todo lo de todas.

Lo decía poniendo una expresión de vanagloria que, tan solo recordarla, me causa asco.

En uno de los centros que viví cuando terminé el centro de estudios, la directora era especialmente vanidosa y coqueta (consciente o inconscientemente) a tal grado que en una ocasión que estaba tratando con un proveedor bastante atractivo, la susodicha le dirigió una mirada coqueta con un movimiento corporal sorpresivo que hizo que el hombre se pusiera nervioso. De inmediato, ante las presentes, la subdirectora le aplicó la corrección fraterna en vivo y en directo y al poco tiempo la quitaron de directora. Ya fuera del Opus Dei, la citada directora se casó con uno de los proveedores de la última de las casas en las que tuvo el cargo de directora.

Esa directora me permitió enseñarles a varias numerarías auxiliares algunas cuestiones de maquillaje y peinados, porque siempre me ha encantado este tema. Hasta me di a la tarea de maquillar y peinar a varias de las numerarías auxiliares, que estaban encantadas, pero una de las que maquillé y peiné, que trabajaba de doncella sirviendo los platillos en centro de estudios de varones y a la delegación de varones, me confesó que se incomodó, que le habían sorprendido las miradas de los residentes y del director, quien con ojos fulminantes había sometido a todos a que guardaran la vista ante su notorio interés.

Recuerdo que cuando pasábamos a la limpieza del centro de estudios de varones había un cuarto pequeño en la zona, que me tocaba limpiar junto a las numerarías auxiliares. La primera vez que entré me sorprendió ver un tendedero improvisado con varios calzoncillos y calcetines tendidos. Pregunté a una de las auxiliares por qué no los pasaban al servicio de lavado, me dijo que habitualmente antes lavaban la ropa que enlodaban durante las excursiones y cuando la desmanchaban la pasaban al servicio de lavado.

Ilusamente, hasta hace poco, creía este argumento hasta uno de mis amigos exnumerario, que vivió allí, me explicó que a ellos les indicaban, cuando manchaban sus calzones con poluciones nocturnas, que era su deber lavar sus calzones para que “por delicadeza” no pasaran así a la administración. ¿No hubiera sido más delicado que lavaran toda su ropa interior de una vez y no por partes, y no pasarla a la administración?

A mí me llegó a incomodar muchísimo eso de guardar la vista dentro de los modos y modales opusimos. Cuando se trataba de cruzar unas cuantas palabras con sacerdotes a su llegada o salida de los centros, me sentía incómoda y nerviosa. Esto se me incrementó después de que durante uno de los “semestres” durante mi centro de estudios, me confesé con un sacerdote que me hizo una serie de preguntas inverosímiles sobre cómo estaba viviendo yo la pureza. Para mí fue evidente que este sacerdote se recreaba en los planteamientos que me hizo, nunca en toda mi vida me he topado con otro sacerdote así. En aquel momento me quedé asqueada de lo que me dijo y no dije nada en la charla.

En uno de los trabajos internos que tuve, en donde trataba con supernumerarios y numerarios, hubo un numerario con el que había mucha empatía laboral y por mi parte he de confesar que fue “mi amor platónico“ o, cómo dirían las nuevas generaciones, “mi crush”. Cuando en aquel trabajo interno me indicaron (por recorte de personal) que buscara un trabajo externo, este numerario me llamó por teléfono a mi oficina para ver de qué modo me podía ayudar, aconsejándome con argumentos que pudieran convencer a las directoras de la delegación para que continuara, o sugiriéndome otras opciones de trabajo. El detalle que tuvo conmigo de preocupación auténtica y solidaria me pareció algo invaluable que siempre recuerdo con cariño. Dicho sea de paso, hace varios años que este numerario se salió, está casado y nunca se enteró de que fue mi “crush”.

Por mi parte confieso que al día de hoy se me dificulta un poco el trato con los ex numerarios varones, tal vez sea porque todavía tengo que superar la barrera de los mentados y machacados 5000 kilómetros.

Gracias a mis vivencias y experiencias respecto a mi trato con varones les aseguro que nunca fui amablemente fría, lo que brindé fue una amistad cordial, sincera y cálida, prueba de ello es que tengo más amigos varones que mujeres; y que, durante mi salida del opus, todos los que se dieron cuenta me arroparon, cuidaron y aconsejaron cual hermanos solidarios.

Con el tiempo pude comprobar y desengañarme de esa mentira que me dijo aquella primera directora inquisitiva:

  • En una persona normal el sexo debe ocupar un quinto o sexto lugar en tu cabeza.

Para los del Opus Dei el sexo y todas las cuestiones en torno al tema, siempre ocupan un primerísimo lugar para estar castrando y sometiendo mental y actitudinalmente a quienes pertenecen a esta secta.



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