Reestructuración territorial del Opus Dei

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Por Antonio Moya Somolinos, 3.02.2021


Hace tiempo prometí en este medio hacer un comentario sobre esa carta de Ocáriz a sus chicos explicándoles lo que son, o lo que él dice que son, o lo que ellos dicen que son, o lo que ellos creen que son. Me refiero a la carta de 28 de noviembre pasado en la que Ocáriz va exponiendo lo que son los distintos tipos de socios-miembros. Ahora sale Ocáriz con un mensaje el 30 de enero sobre una reestructuración territorial de sus efectivos. Como tengo tendencia a enrollarme demasiado, comentaré las dos cartas a la vez, a ver si de esa manera sintetizo un poco.

La carta de 28 de noviembre no pasa de ser un panfletillo en donde aparentemente se dice “más de lo mismo”. Digo aparentemente, porque en OpusLibros no han pasado desapercibidos dos detalles interesantes a los que el propio Ocáriz o los directores del Opus se acogerán cuando haya numerarios sorprendidos por lo que se les avecina sin que ellos lo hayan notado.

Una de las ideas es que los numerarios no tienen por qué vivir en centros (hacer “vida de familia”, como se dice eufemísticamente de puertas para adentro)…

Desde mis tiempos en que, siendo adscrito, recibí las charlas del B10, me quedó clarísimo que los numerarios viven en los centros. Es más, en aquellos años incluso se fomentaba que los adscritos se fueran a vivir al centro antes de incorporarse al centro de estudios. Que los numerarios siempre han vivido en centros es algo que nunca se ha puesto en duda. Isidoro Zorzano, en cuanto le fue posible, dejó Málaga y se incorporó a la “vida de familia”, en la que hay una serie de “reuniones de familia” a las que nunca se debe faltar: La oración de la mañana y la misa, el almuerzo, la tertulia de después de comer, el rosario siempre que se pueda y sobre todos los sábados, la cena, la tertulia después de cenar, el tiempo de la noche, el círculo, las bendiciones, las consagraciones, las reuniones y despachos, etc.

Qué duda cabe que a medida en que nos hemos ido haciendo mayores y hemos tenido compromisos profesionales, etc., hay cosas que se han relajado algo. Sin embargo, recuerdo que hasta hace pocos años el director permanecía despierto por la noche y esperando en su despacho si había algún residente que llegaba algo tarde a casa por un motivo excepcional que le había llevado a cenar fuera.

Dentro de estas normas no promulgadas, hay una que dice que los directores de los centros no pueden permanecer más de 24 horas fuera de la ciudad en donde viven.

Cuando mi padre murió en el año 2000 me propuse viajar a Madrid un fin de semana al mes para acompañar a mi madre, viuda y viviendo sola. Aunque lo conseguí, no fue sin algunas protestas del director, ya que alguno de esos viajes coincidía con alguna “fiesta de familia” y además, en esos viajes me alojaba en la casa de mi madre en vez de en un centro de Madrid, que era lo políticamente correcto para un numerario que va a ver a sus padres a otra ciudad, ya que “su familia” es el Opus Dei, y no sus padres, pues estos no pasan de ser su “familia de sangre”, mientras que el Opus Dei es su “familia de vínculo sobrenatural”. Yo muchas veces me preguntaba si el sacramento del matrimonio de mis padres no era suficiente vínculo sobrenatural…

Podría decir muchas cosas, poner infinitos ejemplos que todos conocen, los de dentro y los de fuera: LOS NUMERARIOS VIVEN EN CENTROS. Y punto. Durante decenas y decenas de años, el único numerario “raro” era Rafael Calvo Serer. Había otro raro: Alberto de la Hera. Fuera de estos casos, no conozco numerario que no haya vivido en el centro. Es más, cuando un numerario dejaba de vivir en el centro, era señal de crisis: Ese numerario, o volvía humillado pidiendo ser readmitido “en la vida de familia” a cambio de un sometimiento total, en lo razonable y en lo no razonable, o al cabo de un tiempo dejaba de ser del Opus Dei. Dejar de hacer “vida de familia” para un numerario era la antesala de irse. Esto ha sido siempre así. Otra cosa es que en el futuro se piense que debe haber más numerarios que no vivan en los centros, pero lo normal siempre ha sido que vivan.

O sea, que no venga ahora Ocáriz a descubrirnos cosas que no se sabían. Lo que pasa es que, por las razones que sean – que las vamos a mencionar – a Ocáriz y a los directores del Opus Dei les conviene echar numerarios a la puta calle sin que dejen de estar apuntados al equipo.

Otra idea: Dice Ocáriz que san Josemaría decía que la proporción entre los agregados y los numerarios debía ser de dos a uno, esto es, dos agregados por un numerario.

¡Venga, Ocáriz! Cuéntale esa milonga a los chinos, que del Opus Dei no saben mucho.

En mis 42 años en el Opus Dei jamás he oído ni visto cosa así, y la vida misma lo dice: ¿Cuánta es y cuánta ha sido en cualquier lugar la proporción entre numerarios y agregados?

Mira, Ocáriz: Córdoba, que es una provincia en la que siempre ha habido muchos agregados, no pasa de tener una proporción de dos numerarios por agregado. No te quiero ni contar en otros lugares. Cuando vivía en Almería, éramos unos 20 numerarios y solo había 4 agregados. Y en grandes ciudades no te quiero ni contar. Tú lo sabes bien, para qué te lo voy a decir

Y otra cosa: El problema fundamental de los agregados es el de la vivienda. Lo sé porque he tratado de este tema con unos cuantos. Un agregado es un tipo algo desubicado. La idea del Opus Dei es que “se abran en abanico”, pero la realidad es que los amigos de los agregados y de los numerarios se van casando, formando familias y dedicando el tiempo libre a sus hijos o sus mujeres o a fomentar el trato con otros matrimonios afines a ellos, y poco a poco los numerarios y los agregados se van haciendo mayores y cada vez más solitarios. En el caso de los numerarios, al vivir en el centro, tienen un ambiente en el que recogerse. Pero el agregado va siendo cada vez más un solitario, y no digamos cuando fallecen sus padres. Su tendencia es a hacerse una piña con otros agregados, que al fin y al cabo son sus más iguales, con lo que el “abrirse en abanico” cada vez se queda más en una utopía. En Córdoba, desde hace varios años hay una residencia de agregados, que es como un “quiero y no puedo” respecto de lo que sería un centro de numerarios.

Es lógico que los agregados terminen agrupándose ellos solos, pues no es humano ese plan de ser solitarios por vocación cuando “no es bueno que el hombre esté solo” (no me refiero solo al matrimonio, aunque también, pues a la vuelta de los años, los agregados terminan viéndose desde fuera como “el tío soltero”. En el caso de los numerarios, desde fuera se les ve como más raros todavía, como unos monjes urbanos que son medio monjes sin serlo. En fin, una cosa rara).

La afirmación de que san Josemaría veía una proporción de dos agregados por un numerario contradice algo que Ocáriz menciona varias veces a lo largo de esa carta: Que el discernimiento acerca del lugar que cada cual ha de ocupar en el Opus Dei (numerario, supernumerario, agregado) corresponde al interesado. Los que hemos estado 42 años en el Opus Dei sabemos que eso no es cierto, y que a un pitable que los directores “ven como numerario” lo machacan hasta que pita como numerario, y los que “valen menos”, de agregados o supernumerarios. Esto está expresado incluso en documentos internos de esos que está prohibido colgar en OpusLibros pero que circulan por Internet como Pedro por su casa dado que la sentencia que prohibió colgarlos no tiene efectos retroactivos sobre quienes descargaron y difundieron esos documentos antes de la misma. A estas alturas esos documentos los conoce absolutamente todo el mundo.

Joder, qué ingenuos sois, coño.

Me parece que estoy en un bucle.

Las dos ideas que he comentado hay que ponerlas en relación con la carta programática de Ocáriz tras ser nombrado prelado. En ella decía que para fomentar la vida de familia, se iban a fusionar centros y potenciar apeaderos, esto es, centros en los que no viven numerarios.

Ya dije en mis artículos de verano de 2018 que si siempre en el Opus Dei se ha procurado dividir para fomentar el ambiente familiar, parece un contrasentido que para fomentar ese ambiente familiar lo que se deba hacer ahora es fusionar centros. La única explicación es que cada vez hay menos numerarios, y en vez de que haya centros con 6 ó 7 numerarios por centro, al fusionar dos, se llega a los 12 ó 14 que es lo que siempre tuvieron, lo que había en mis tiempos, centros de 16 numerarios, y cuando se iba a rebasar ese número, para favorecer el ambiente familiar, se dividía en dos centros.

En estos cuatro años hemos asistido al cierre de bastantes centros. Es un problema demográfico: no pita gente y otros se mueren o se van, luego los centros se quedan vacíos y hay que cerrarlos o fusionarlos. Lógico. Pero esto es lo habitual hoy día: A los jesuitas, dominicos, franciscanos, salesianos, etc., les pasa exactamente igual, y no lo ocultan. Los únicos que mienten ante este fenómeno son los del Opus Dei, que en sus datos oficiales siempre dicen tener cada vez más gente. Creo que ya van por más de 93.000.

Una idea interesante: ¿En qué se diferencia un numerario que no haga “vida de familia” de un agregado? En nada. En la práctica, en nada. Por experiencia propia lo digo.

Luego lo que pretende Ocáriz en su carta es preparar el terreno para decirle a no pocos numerarios que se busquen un piso y se vayan a vivir fuera del centro. Mantener un centro, con el servicio doméstico cobrando – no como antaño – cuesta un pastón. Quitándose de encima unos cuantos numerarios de esos que piensan, llevaría a cerrar unos centros más, pero económicamente la cosa estaría mejor. El siguiente paso podría ser una pequeña modificación de Estatutos por la que un numerario podría pasar a agregado. En cuanto al celibato, es lo mismo; en cuanto a los cargos de gobierno, pasarían a agregados los numerarios pensantes y culoinquietos, es decir, los que nunca tendrán cargos de gobierno importantes, y el problema económico y estructural se resolvería o paliaría, amén de concluir que san Josemaría era un verdadero profeta al advertir muchos años antes esa proporción de dos agregados por cada numerario.

Evidentemente, con una escalada así, el mensaje de Ocáriz en el mensaje de 30 de enero encaja perfectamente.

Es una perogrullada que las estructuras organizativas deben estar al servicio de las organizaciones, de modo que una estructura excesiva puede ser menos eficiente que una estructura más pequeña. Ya lo decía Helenio Herrera, que de fútbol sabía mucho y sostenía que un equipo de 10 jugadores es más eficiente que uno de 11. La conclusión lógica de una idea así es que lo primero que hay que hacer al comenzar un partido es llamarle hijoputa al árbitro, de modo que al quedar expulsado un jugador, su equipo, ya de 10, está en mejores condiciones de ganar el partido.

Ahora bien, perogrulladas aparte, si una estructura se queda grande, lo que realmente le pasa a esa organización es que está en una fase de contracción, no de expansión. O sea, que va mal, ya que el Opus Dei siempre ha aspirado a ser más, a que pite más gente, a crear más “puntos de ingnición”.

Oye, Ocáriz, explícame: Si cada vez sois más, 80.000, 90.000, 92.000, 93.000; ¿Qué coño hacéis fusionando y cerrando centros y fusionando regiones? Si cada vez hay menos agregados, ¿Cómo es que el objetivo es que estos dupliquen a los numerarios? La única manera de duplicarlos es conseguir que haya todavía menos numerarios, y eso se consigue, de facto, poniéndoles en la puta calle – como hicieron conmigo el 12 de diciembre de 2015 a las 4,30 de la tarde - y diciéndoles que “ya no hace falta pedir la dispensa de la vida de familia a la delegación, porque como eso ahora es competencia de los consejos locales, son estos los que lo deciden, de modo que a las delegaciones solo se les comunica”. Esos numerarios errantes son, de facto, agregados.

Si para dejar de “hacer vida de familia” había que pedir “dispensa”, quiere decir que, por lo menos hasta ahora, se ha entendido que para los numerarios es obligatorio vivir en el centro, “hacer vida de familia”, ya que según se nos decía siempre, esa “vida de familia irradia en los agregados y supernumerarios el espíritu de familia que ellos han de vivir en sus casas”.

De todas formas, Ocáriz, se te ha olvidado un detalle. En un centro de numerarios hay una cosa que se llama sinergia. Esto quiere decir que lo que cuesta económicamente a un numerario vivir en el centro es menos que lo que le costaría si viviera por su cuenta en un piso. ¿Quién paga eso?

Cuando a mi me pusieron en la puta calle el 12 de diciembre de 2015, al montarme la vida por mi cuenta, no tuve más remedio que tener que echar mano de mis bienes patrimoniales – y menos mal que los tenía – pues vulnerando el artículo 24.2 de los Estatutos de la prelatura, no recibí del Opus Dei ni una peseta para afrontar mi nueva situación propiciada por los directores del Opus Dei.

Copio dicho artículo: “Siempre que sea preciso, atendidas las circunstancias, la Prelatura tiene el deber de subvenir a las necesidades materiales de los Numerarios y de los Agregados”.

Montar una casa como la mía, de 70 metros cuadrados solo, es decir, algo modesto, además del alquiler mensual, el agua, la electricidad, el Internet, etc., salvo que pretendamos vivir como trapenses, que aparte del hábito, apenas tienen una o dos mudas; cuesta un dinero. Desde los muebles, hasta los cubiertos, el friegaplatos, la thermomix, el televisor, etc. Es decir, todo lo que hace que yo me sienta en mi hogar cuando llego a mi casa.

Después de cuatro años viviendo en ella, todavía sigo montándola, aunque a un ritmo menor que al principio. Nunca he recibido ni una sola peseta del Opus Dei después de estar 42 años entregando a principios de mes todo mi sueldo.

Por mi parte, no os lo pienso reclamar. Podéis meteros por ahí vuestro sucio dinero, pero que quede claro que cometeréis una injusticia grave, vulnerando los Estatutos de la prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei, que son Derecho Pontificio, si mandáis fuera del centro a un solo numerario y no cumplís con vuestro DEBER de SUBVENIR SUS NECESIDADES MATERIALES derivadas de haberlo puesto en la puta calle.

Sois el vivo ejemplo de lo que dice el Papa de la “práctica del descarte”: A quien ya no sirve a vuestros manejos, lo descartáis como se descarta un jugador de mus de la porquería que le llega en la primera mano. Sois la antítesis de la caridad de Cristo.

Adenda

Un pequeño comentario que querría añadir.

Tengo noticia de que a no pocos mayores de las dos secciones se les está diciendo más o menos desde hace tiempo que ellos ya han cubierto el camino y que ya han hecho todo lo que la Obra y la Iglesia esperaba de ellos. A partir de ahora, deben estar tranquilos y dar por hecho que más o menos “cursum consumavi”. Que no se preocupen de nada y a vivir.

Esto es una estrategia más, diferente del descarte puro y duro, practicado descaradamente en los últimos años y que tanto rechazo ha creado, sobre todos porque los descartados no se han conformado con callarse, sino que al menos se han quejado.

De una u otra manera, lo que late debajo de esto es que al Opus Dei le pesa su pasado. Le pesa su fundador, al que están reinventando continuamente, le pesa su historial opresivo psicológicamente sobre tantos y tantos heridos o muertos a sus espaldas, le pesan los mayores, que aunque van muriendo, toda vía quedan unos cuantos, que no entenderían una reforma que la situación a la que han llegado demanda a voces. Le pesan los mayores pero menos, muchos de ellos fanáticos y con cerebro de mosquito, que no ven tres en un burro. Les pesan las publicaciones internas, que circulan por Internet irrefrenablemente, les pesa el propio Consejo General, muchos componentes de las comisiones regionales, etc. Les pesan sus costumbres, les pesan sus Estatutos, les pesan sus obras corporativas, les pesan sus problemas económicos, les pesan sus inmuebles a nombre de sociedades interpuestas, etc. Les pesa todo.

Para una reforma que no se note, hace falta que muchos se vayan, que otros no se enteren y que los que queden no piensen.

Dentro de este panorama creo que es donde están las medidas que se contemplan en la carta programática de Ocáriz y en las de 28N y 30E.



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