Me 'cuesta' esa virtud

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Por Fande, 13.02.2009


Me hice una lista de cosas, situaciones, realidades del Opus Dei con las que nunca estuve de acuerdo, o que nunca me gustaron, en mayor o menor medida. De algunas estuve siempre muy consciente, de otras no tanto. Y la respuesta fue siempre la misma: “'es algo que te cuesta”.

Pero, ¿qué significa la palabra costar? Hasta ahora no me había detenido a pensar en esto. Se habla de que las cosas pueden costar dinero, o costar trabajo, o incluso pueden costar tiempo. En el Opus Dei –pero esto no está claro–, cuando se dice que algo cuesta, va implícita –me parece– la palabra “trabajo” o “lucha”, como cuando por ejemplo alguno dice que le cuesta [trabajo] “vivir” la puntualidad (porque la expresión se completa con el infinitivo “vivir”)...

La palabra costar tiene una clara alusión económica, pues se usa ante todo en las transacciones de productos por dinero. ¿Cuánto cuesta una manzana? Ahí la palabra implícita es “euros”: ¿cuántos pesos cuesta una manzana? La verdadera dimensión de costar es "algo por algo": cinco euros por una manzana. Se da algo y se recibe algo, una transacción. Es un precio que se debe pagar para llegar a poseer o posesionarse de algo.

En el OD está dicha mentalidad comercial muy metida: se ve a las virtudes como objetos de transacción: cada virtud tiene un precio, que es relativo a cada persona – o subjetivo: a ti te cuesta más vivir la puntualidad que a mí. Esas virtudes jamás se adquieren, porque toda la ascética está fundamentada en un dogma: el hombre siempre puede más y más, hasta el infinito. Así que siempre se puede “mejorar” –otra palabra tan manida– en cada una de las virtudes. (Y esto es paradójico, porque se califica a alguien de “persona selecta” cuando se considera que tienen virtudes, pero en la vida espiritual el acento se está poniendo siempre mucho más en los defectos y puntos de lucha, y no tanto en las virtudes ya poseídas, de manera que si se consideraba que X era una persona “virtuosa”, al momento de comenzar su dirección espiritual como miembro del OD, la adquisición de virtudes se convertirá en una lucha ad infinitum, y cada virtud en una pequeña utopía.) De manera que las virtudes son como objetos tan caros, que uno jamás podrá “comprarlos” definitivamente, por más trabajo y lucha que invierta, y, así, toda su vida pasará diciendo que la puntualidad es una virtud que me "cuesta" mucho. De hecho, ésta es, habitualmente, la carta de presentación cuando uno cambia de director espiritual.

Total. Me hice una lista de cosas que, estando dentro, pensé –o me hicieron pensar– que me costaban mucho y que, ahora, pasado el tiempo, veo que el punto era que simplemente no estaba de acuerdo con ellas y nunca las acepté (porque, es importante decirlo, el OD no se preocupa por razonarte las cosas y convencerte, sino de seducirte y lavarte el cerebro por la vía afectiva, de manera que hagas las cosas mecánicamente, porque “así se vive”, “así lo quiso nuestro fundador”, “así está escrito”, “es de buen espíritu”, y justificaciones mediocres –quiero decir: circulares– de esta misma ralea, sin un referente más allá –quiero decir: convincente y racional (¿por qué no existe tal referente?)– que actúe de una vez por todas. Y claro: con el paso del tiempo uno termina por preguntarse qué chingados está haciendo ahí dentro y por qué chingados está uno haciendo todas estas cosas.



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