La realidad supera la ficción

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Por Mepasedelisto, 29.07.2011


Me he estado pensando mucho en escribir esta carta. Por una lado no cuento nada grave viendo los testimonios que os llegan, pero por otro creo que puede ser de gran ayuda para otras familias en situaciones parecidas a la nuestra, y por qué no, puede que alguien me de un consejo que me sirva para mover ficha, pues estoy en un momento que no sé que derrotero coger.

Antes de nada decir que no soy creyente, eso no quiere decir que sea un ateo recalcitrante y que todo lo que huela a Iglesia o cristiano me provoque úlceras y sarpullido, todo lo contrario. Mis padres me educaron en la religión Católica, no eran de misa diaria y rosario pero si eran creyentes e intentaron que nosotros lo fuéramos, aunque tampoco presionaron mucho. Me bautizaron, hice la primera comunión, pero cuando dije que no me confirmaría no intentaron convencerme. Mi mujer es católica y por ella me casé por la Iglesia y por ella bauticé a mis hijos. Respeto y apoyo a la Iglesia cuando considero que lleva razón y la defiendo cuando me parece que sufre ataques sin sentido, pero no creo, por más que quiera no tengo fe...

El caso es que cuando llegó el día de escolarizar a nuestro primer hijo, una amiga de la familia, supernumeraria, nos habló de un colegio que habían abierto el año anterior en XX (Suroeste de Madrid). Sabíamos que era de la Obra, pero ante el panorama tan horrible que nos presentaban de la educación pública en nuestra ciudad, y que era el colegio más cercano que teníamos, apuntamos al niño. Yo sabía, a grandes rasgos qué era el Opus Dei, y no me hacía ninguna gracia. Mi mujer los había oído nombrar, pero su referencia más próxima era esta amiga y la verdad sea dicha, esta mujer es un encanto y jamás nos ha hecho la más mínima indicación sobre moralidad o religión que nos hiciera sospechar de lo radical que se puede llegara ser en cuestión de religión o moralidad. Por otro lado, a pesar de no ser creyente, si quiero que mis hijos tengan una formación religiosa. Yo la tuve y nunca diré que no me haya servido de nada.

No voy a entrar en temas tales como la separación de niños y niñas, que no estoy de acuerdo, o cómo funciona el colegio a nivel académico, del que sí estoy contento, aunque reconozco que no es Eton ni el SEK.

Ya desde el primer trimestre hay reuniones de padres en un ambiente muy cordial y casi siempre surge el quedar algún día, en un futuro, para una excursión o algo similar. Nada concreto, pero te toman la palabra. Te queda la sensación de que son muy simpáticos y cercanos.

Mi mujer, al poco tiempo, había hecho amistad con un grupo de madres. Quedaban de vez en cuando e incluso quedamos todos los matrimonios para cenar, el cine o alguna excursión.

Poco a poco, se quedaba para ir a Misa (yo me excusaba como podía) o para alguna charla o te proponían un retiro o ir a los círculos de padres/madres. Los ofrecimientos eran cada vez más frecuentes y venían acompañados del consejo de turno, como “la importancia de acudir para completar la formación cristiana”, “para poder educar a nuestros hijos en valores” o “para entender la línea educativa del Colegio”. Esto venía sucediendo sobre el segundo y tercer año de entrar el niño. Ahí es cuando por mi cabeza empecé a pensar que no todo era tan espontáneo como parecía. Los matrimonios encargados de los cursos son todos de la Obra, tanto en el de chicos como en el de chicas. Los cursos sobre familia o de educación a los hijos, aunque los daba un/a docente, siempre llevaba la voz cantante un matrimonio de supernumerarios y sobre todo, que dos de esos matrimonios con los que habíamos hecho amistad también eran de la Obra. Nos lo dijeron para tranquilizarnos (nadie les pidió que lo hicieran) “como soy amigos nuestros nadie va a molestaros para que “pitéis”. Yo, inocente de mi, pregunté que qué era eso de pitar. Cuando uno lleva tiempo, es curioso observar como siempre hay alguien de la Obra cerca de aquellas familias que son ajenas al Opus, que les explica, les cuenta, les aconseja a moverse por el colegio. Habrá excepciones, pero del los que conozco no falla ni uno.

El tiempo pasaba y cada vez notaba más presión. A mi mujer la llevaban a Misa entre semana siempre que podían o a círculos de madres. Ella se encontraba bastante incómoda, las primeras veces decía sentirse observada, como un bicho raro. Es verdad que a la segunda vez que iba todo el mundo conocía tu nombre y te saludaba, pero había algo de artificial en esas reuniones. Poco a poco fue cortando estas visitas.

En mi caso, también había presión por ir a los círculos de padres, yo decía que si, pero que no tenía tiempo, cosa que la mayoría de veces era verdad. En una ocasión dije que haría todo lo posible por ir al de ese miércoles y se corrió la voz. Las muestras de afecto y entusiasmo fueron tales, que ya no podía fallar, me hicieron sentir que si no acudía al círculo, iba a decepcionar a un montón de gente aunque alguna de esas personas me las estaban presentando en ese mismo momento.

Fui dos veces y no fui más. No por nada, pero como he dicho más arriba no soy creyente y no siento nada acudiendo a estas reuniones. Pero el caso que unas de esas personas que me presentaron en el círculo, cuando me veía por la calle me saluda con una efusividad fuera de lo normal, incluso hacía lo imposible por acercarse e intercambiar unas palabras. Pero, de buenas a primeras, dejó de saludarme. Y no se trata de un mal entendido, lo que digo es que ha pasado por mi lado, saludar yo y el seguir caminando sin contestar. Me ha pasado tres veces así que lo del despiste no vale. ¿Será por no ir a los círculos? Lo comenté con un padre del colegio de las chicas y me dijo que a él le había pasado algo parecido.

Decidimos alejarnos un poco de todo este ambiente. No acudíamos a las reuniones de padres con tanta asiduidad, e incluso dejamos de ir a excursiones o salidas. Eso trajo que desde nuestro círculo de conocidos del colegio se nos hiciera una serie de consejos, por no decir advertencia o directamente amenazas; “hay que ir a los círculos, esto es un colegio católico y como tal hay que actuar”, “les estáis dando a vuestros hijos una información contradictoria no yendo a los círculos y no participando de las actividades del Colegio” o los más fuertes, “en el colegio se toma nota de los padres que participan y los que no” o “nuestra amistad se puede ver afectada si no actuáis como se espera”. ALUCINANTE, pero cierto, a buen entendedor, pocas palabras bastan. Ni en mis peores pensamientos podía imaginar semejante presión y manipulación.

No caímos en su trampa. Ahora sólo nos vemos en el colegio y se nota una frialdad y tensión que corta el aire. Por un lado cogía a los dos niños y los hubiera sacado de allí, pero ellos están a gusto. Pienso que viendo que nada pueden sacar nos dejarán por imposible, pero no sé.

Para terminar dos aclaraciones. Hago referencia a dos colegios. Uno es el que van las niñas y los niños durante la etapa de educación infantil. Después de infantil, los chicos pasan al otro.

En ninguno de los dos colegios que han estado mis hijos he tenido el más mínimo problema ni con profesores/as, ni con la dirección o con los sacerdotes. En algunas cosas podré estar o no de acuerdo, pero no les puedo hablar mal de ellos.




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