El duelo como Numeraria Auxiliar

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Por GD, 30.03.2022


Gracias a Agustina y a todos ustedes por crear y mantener este sitio web. Ha sido un lugar seguro para visitar y escuchar sus historias y experiencias y saber que ya no estoy sola con mis experiencias.

La emoción abrumadora que sentí cuando era NAX fue un dolor extremo. El dolor estaba a mi alrededor...

En lo personal experimenté el duelo por haber perdido mi infancia, mi adolescencia, mis hermanos, mis amigos, mi libertad y tanta diversión que se suponía que debía haber tenido. Lamenté profundamente el futuro que quería tener, enamorarme, casarme, tener hijos, ver a mis hermanos y amigos hacer lo mismo, vivir una vida.

Me apenaba mucho saber que pasaría el resto de mi vida limpiando, cocinando, sirviendo, etc. Pero sobre todo por ser una sirviente POR EL RESTO DE MI VIDA. Me apené cuando mi estatus de NAX se reforzaba cada vez que me dirigía a numerarias como 'Señorita'. Me apenaba cuando me comportaba como un joven infantilizada, cuando veía a mis compañeras NAX haciendo lo mismo y siendo alentadas a comportarnos así por las numerarias, porque éramos las ‘Hijas pequeñas' del Padre. Sufría cuando me ponía el uniforme, todas las mañanas, recordándome cuál era mi lugar y dónde estaría por el resto de mi vida.

Sufrí por no poder tomar una decisión sobre mi vida, qué ponerme, cuándo/qué comer, cuándo levantarme, salir, qué decir, qué pensar, etc.

Me afligía cómo me avergonzaba la Corrección Fraterna continua, a veces dos veces por hora, día tras día, semana tras semana....

Me apené cuando todas y cada una de mis interacciones con mi familia fueron coordinadas y dirigidas. Me apené cuando estaban devastados por mi decisión de vivir como NAX. Me apené cuando mi familia sufrió y no se me permitió ayudarlos de ninguna manera.

Lamenté la pérdida de la oportunidad de desarrollarme, de mejorar mi situación, de recibir una educación, de expandir mi mente, de leer libros, de aprender sobre la gente, la política, los países, las culturas, de aprender a conducir, de mirar televisión, de leer periódicos, escuchar y bailar música, etc. Sufrí porque sabía que por el resto de mi vida mi persona, mi mente, mi voz, mis opiniones, mi trabajo, mi familia, mi tiempo, nunca se iban a respetar.

Me apenaba vivir en nuestras habitaciones austeras, con armarios desnudos y comiendo en comedores desnudos, sintiéndome humillado comiendo sobras de comida. Me apenaba cuando me ponía ropa de segunda mano gastada. La vergüenza era intensa.

Me apené cuando vi a otros NAX luchando y sufriendo con sus vocaciones. Me apené al ver su angustia. Me apené por cada una cuando las vi acosadas, intimidadas e manipuladas para que se quedaran. Me apené porque no podía ofrecerles ni una pizca de compasión. Me apené cuando no aparecieron en la mediación de la mañana, en la Misa y vi su silla vacía en el desayuno. Me apené durante mucho tiempo por su ausencia/compañía y me apené en silencio porque nunca más se mencionaron sus nombres. Me apené cuando nuestras cargas de trabajo aumentaron a medida que cada NAX se iba para recuperar su libertad.

Nuestro dolor fue silencioso. Todas lo llevábamos, nunca hablamos de ello, nunca lo reconocimos. Pero juntas, como NAX, lo sabíamos, lo sentíamos en nuestros corazones y almas y algunas se apoyaban mutuamente con amabilidad y comprensión, cuando podían.

Me apené por cada una de las NAX que dejé atrás el día que me fui. Me apené por nunca poder hablarles de nuevo por el resto de nuestras vidas. Me apené por las vidas que han perdido en esta horrible organización. Me apeno por todas las vidas arruinadas y destruidas, no solo entre las NAX.

He pasado mi vida lidiando con mi dolor. Siento que es fundamental decirlo, comprenderlo, hablarlo y reconocerlo y Opus Libros nos ha dado la oportunidad de decirlo y ojalá sanar.


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