El ciego y el radiador

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Por Satur, 10 de octubre de 2005


A veces en Orejas se originan disputas que son auténticos diálogos de sordos y que, en mi opinión, no llevan a ninguna parte. ¿Qué importará si se cierran centros por tal o cual razón, o si no se cierran, como Paco Herrera, que no estaba muerto, que estaba de parranda?; ¿qué importa si hay ex que deciden asistir a un medio de formación, o colaborar con el Betis, antes la opus, de monitor, dando conferencias o leyendo las lecturas en la parroquia San Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás?. Pues fenomenal, oyes.

Más que diálogo de sordos es como el ciego que entra en una casa y al tocar el radiador grita “ ¡¡¡PERO, QUIÉN COÑO HA ESCRITO ESTA GILIPOLLEZ!!!. Aquí, en Orejas, se asoman muchos que, derrepenete, depronoto, leen una cosa y le pasa como al ciego… y así no hay manera: unos tocan el radiador, otros ven un radiador.

Cuentan que en la primera comisión que la ONU formó para tratar de negociar un alto el fuego entre Israel y Palestina un comisionado propuso, con una candidez fantástica, que el problema entre los estados se solucionaba si “se llevaban como buenos cristianos”. Hala, chúpate esa, marquesa. Y, clairo, la comisión se terminó en ese mismo instante.

Lo de “clairo” es de un chiste que no me resisto a de contar.

- Mááma, mááma, ¿el pápa tiene peine?
- Pos clairo que sí, hiho, clairo que sí.

No sé si se pilla…”peine – clairo”, ¿se pilla?....

Es un chiste, lo reconozco, malo malo malo, de los que pegan a los chistes pequeños.

Aquí sucede un poco así, como el de la ONU: que hay gente que quiere que nos llevemos como buenos cristianos, cuando la verdad es que aquí hay de todo: heridos, mutilados y tatuados por su experiencia en el Betis, antes la opus, o gente que tiene síndrome de Estocolmo, o no, sencillamente es que quiere llevarse bien con su mundo pasado por las razones que sean, desde las más interesadas, hasta por quedar bien con los papás, los hermanos o la suegra, pasando porque la soledad en ocasiones es insoportable y necesitamos que alguien nos escuche, nos comprenda y nos diga que vamos bien. También por vanidad. Incluso hay quien va con toda la sinceridad.

Y muchos han perdido la fe, o permanecen stand by, o hacen lo que pueden. Hay de todo. Hace unos días un señor que firma Ancasti nos decía adiós y terminaba con esta frase “y aquí aparecen opiniones contrarias a la doctrina de la Iglesia (bodas entre homosexuales) y faltas de caridad. Lo siento. Adios”. Adios, Ancasti.

Ancasti dice que Orejas se responsabiliza de todo lo que aquí se escribe y que no ataca a la Iglesia, pero él ve que sí. Pues, nada: otro que tocó el radiador. Porque es cierto que escriben de todo tipo de ideologías y todo tipo de colores, pero eso no significa que yo apruebe esas opiniones. Esto es un foro abierto, muy abierto, y no, por ejemplo, Libertad Digital, donde no espero leer un artículo de Carlos Carnicero, o en la SER escuchar al padre Loring soltando un ladrillo del treinta y tres. Eso es en Radio María. Y en Orejas, aunque el tema es el Betis, su mundo, sus neuras y sus fobias, se mezclan asuntos de todo tipo. La mayoría de los testimonios son historias personales y hay quien no se corta un pelo y te dice lo que hay: que si es homosexual, o lesbiana, o que ojalá se pudran todos, que a la hoguera con ellos y que se la pique un pollo…

También de los que escriben a favor hay perlas que son para mear y no echar ni gota. Es la pasión.

¿Cómo me comportaría yo si sé que mi madre me dice “me dolió más que dejarás el opus dei que la muerte de tu hermana”?. No es fácil seguir de pie después de un balazo de ese tamaño. Y esas cosas pasan. Es duro pensar así: preferir la muerte repentina, extraña y sorpresiva de una chica joven, tu hija, a que tu hijo deje de ser numerario. Es muy duro, pero se da. Son cabezas muy ideologizadas donde la fe se manifiesta por criterios donde el amor está muy lejos. ¿Cómo me comportaría yo?. Quizás quisiera demostrarle que sigo siendo el mismo numerario que fui, y asisto a medios de formación, voy a un curso de retiro, a Misa diaria, rezo el Rosario con ella cuando la voy a visitar, le presento una novia que cuando sonríe parece decir “Pax”, y nos casa un sacerdote de la prelatura, son testigos dos numerarios de la delegación y tenemos hijos, muchos hijos, que borren el pecado de mi traición, de mi falta de generosidad, de dejar la mano del arado y echar la vista atrás… y mamá contenta, mamá feliz, porque ve que su hijo, en el fondo, es el que siempre fue.

Esas cosas pasan. Y nadie tiene derecho a juzgar a ese hombre, aunque no lo entendamos.

Me escribió un viejo amigo de entonces. Se acababa de enterar que había dejado el Betis y el que se lo comentó, un numerario muy guapo, fashion total, con los palos de golf permanentemente puestos en el coche, por si acaso, le dijo “se ha ido en buen plan”. El tío, que me leyó en Orejas, me comentó “joé, menos mal que estás en buen plan, que si no…”.

Y es verdad que estoy en buen plan. Me fui de cara. No sé irme de otra manera, me educaron para hacer el imbécil sin ponerme colorado. No pedí nada. Me dolió el silencio- ¡qué duro es ese silencio!. Pero, bueno, tenía a Dios en alguna parte de mi bolsillo y el corazón era un acerico muy rojo con pocos alfileres, esa es la verdad. Siempre que he tenido que abandonar un hombre, una doctrina, o una pasión de mujer en algún cruce de caminos porque pensaba que ya era hora de ser “ese otro” que sabía debía de ser, he procurado evitar todo tipo de vulgaridad o de traición. Intenté despedirme con la máxima delicadeza, precisamente porque sabía que esa iba a ser la última vez.

Y, de un modo misterioso, siempre han venido conmigo, y en lo más secreto de mi alma les he sido fiel en la memoria, incluso a quienes no me hicieron feliz. Hubo un tiempo en que una parte no pequeña de mi –no hablo de sexo cuando digo “una parte no pequeña”– se comprometió con esas personas, y con esos ideales, con esos modos y esas costumbres. No puedo renegar de algunos gestos, de sonrisas, de complicidades, de momentos fantásticos que tienen nombres y apellidos. No quiero renegar. Más aún todavía ya de sí: quiero permanecer agradecido a todo lo que un día amé y luego me destrozó. Sea el Betis, un amigo, o amores que mejor no hablar.

Se sufre más, quizás, pero es un sufrimiento sin poso de amargura. No es poco. Hay que sembrar flores en las ruinas, si no, vaya vida.

Lo escrito no quita que hay cosas en el Betis que no, que no y que no. Lo diga el Papa, lo afirmen todos los obispos del mundo y Napoleón en minifalda.

Que no.

Anéldota para mi amigo Agustín, el mexicano pinche.

Salía la semana pasada de una Residencia de Tercera Edad en La Granja -Segovia- y a dos kilómetros me encuentro con una anciana que me hace señales -la verdad, me parecía más loca que otra cosa. Seguí mi camino. Al rato mi otro yo pensó que quizás necesitaba ayuda, así que regresé. Efectivamente, la mujer estaba agotada y le quedaba un buen trecho hasta la Residencia. Le acompañé y al llegar le dije

- Oiga, esto no es gratis, o sea, que me tendrá que pagar algo. No sé el qué, pero algo.
- No tengo nada, pero le puedo pagar con un avemaría
- ¡¡¡Muy bien!!!. Me parece un buen precio por el favor. Sólo le pido que lo haga por un amigo. Se llama Agustín y vive en México.

Y, ante mi sorpresa, allí mismo, delante de mi, recitó el avemaría en voz alta y en el Santa María dijo "Santa María, madre de Dios y madre de Agustín, ruega por nosotros....".

Curioso: en todos mis años en el Betis jamás había escuchado un avemaría así. Lo digo por si hay alguno del Club que me lee, que se lo apunte para una charla.

Ojalá te haya llegado, Agustín, amigo.


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