El caso Maciel como antecedente

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Pasado unos días de los hechos, me he puesto a pensar sobre el sentido y la trascendencia de la decisión que tomó la Iglesia con el caso del padre Maciel. Entiendo que este escrito no pretende ser un estudio profundo ni agotar todas las posibilidades. Es un intento de interpretación –tal vez prematuro y equivocado- teniendo en cuenta que puede ser un antecedente importante para el caso de la prelatura Opus Dei.


Una jugada de carambola

Se trata una interpretación desde lo político, más que desde lo moral. No es acerca de lo que está bien o mal, sino acerca de los cambios sobre la realidad que una decisión busca provocar. Es más una descripción que una valoración. Entender desde la óptica del gobernante. Quien gobierna y toma decisiones, lo hace como político, no como juez ni como moralista. Lo cual no quiere decir que no tenga en cuenta la moral, pero es posible que la perciba desde un lugar muy distinto al cotidiano y esto cause perplejidad...

Lo difícil de entender es que la Iglesia tome decisiones políticas antes que morales. Pero es que decisiones morales las toma cuando hace de juez. Cuando es gobernante, actúa desde otro lugar. En la política, la eficacia de la acción está por encima de cualquier otro criterio (cada gobernante tiene su propia definición de qué es lo eficaz).

Después de haber sometido los resultados de la investigación a atento estudio, la Congregación para la Doctrina de la Fe, bajo la guía del nuevo prefecto, Su Eminencia el cardenal William Levada, ha decidido --teniendo en cuenta tanto la edad avanzada del reverendo Maciel como su débil salud-- renunciar a un proceso canónico e invitar al padre a una vida reservada de oración y penitencia, renunciando a todo ministerio público. El Santo Padre ha aprobado estas decisiones.

Independientemente de la persona del fundador, se reconoce con gratitud el benemérito apostolado de los Legionarios de Cristo y de la asociación «Regnum Christi».
(párrafos finales del comunicado de prensa vaticano)

La decisión del Vaticano ha tenido varias lecturas, principalmente creo que han sido cinco (aunque por supuesto, pueden y deben haber más). Cinco son las que se me ocurren ahora, aunque sólo tres han sido el objetivo de la decisión: lograr que en esos sectores todos queden felices, o al menos satisfechos.

Desde una perspectiva ética, es posible pensar que se trata de una decisión injusta para todos los sectores involucrados. Pero creo que ha sido más bien una decisión política, conveniente para muchos.

Haciendo un diagrama de los tres sectores a los que se dirigía la decisión, se puede entender así:

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La decisión dejó felices a todos (estos tres) porque: la prensa (opinión pública) vio la decisión como un castigo, el Vaticano se vio a sí mismo como justo y misericordioso, y los legionarios consideraron la decisión como la Cruz de Cristo.

Él [padre Maciel], con el espíritu de obediencia a la Iglesia que siempre lo ha caracterizado, ha aceptado este comunicado con fe, con total serenidad y con tranquilidad de conciencia, sabiendo que se trata de una nueva cruz que Dios, el Padre de Misericordia, ha permitido que sufra y de la que obtendrá muchas gracias para la Legión de Cristo y para el Movimiento Regnum Christi.
(fragmento de la declaración de la Congregación de los Legionarios de Cristo)

Cada uno elabora, de un mismo hecho, su propia interpretación conveniente o adecuada. Esto es a nivel de lo que podríamos llamar la representación de la realidad que cada sector hace. En los hechos, pueden suceder otras cosas, como una gran crisis interna en los legionarios, al margen de lo que diga su optimista comunicado de prensa.

Sectores excluidos

Pero aquí no aparece un cuarto participante, posiblemente el más importante: las víctimas. Digo ‘posiblemente’ porque como no se ha llegado al final del juicio, no sabemos exactamente si el acusado es culpable o víctima de todo esto, y si las víctimas lo son, o son más bien victimarios. Esto simplemente para plantear cómo ha quedado la cuestión a nivel teórico al menos.

Finalmente, falta un quinto participante, lo que podría denominar otros católicos o católicos con un cierto nivel de pensamiento crítico, que se permiten con libertad analizar la decisión del Vaticano (un sector muy variado, porque algunos lo harán de manera negativa mientras que otros no). En este mismo lugar se podrían ubicar aquellos que sin ser necesariamente católicos, analizan la decisión desde una perspectiva independiente y puramente ética.

En definitiva, el Vaticano hizo su jugada sin tener en cuenta que en la mesa de villar había una cuarta y hasta una quinta bola.

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Dejar contentos a todos sería más difícil ahora, con cinco participantes. Hacer carambola así, no es tan fácil. Por eso, creo, el Vaticano planteó un juego de tres sin tener en cuenta al resto.

Las víctimas –quienes presentaron los cargos- dijeron en una interesante entrevista en la CNN en Español, conducida por la periodista Aristegui, que se enteraron de la decisión por los periódicos, que nunca fueron notificados de nada. Y lo más importante, es que esta decisión no resolvía lo principal: que se demostrara si decían o no la verdad. Por lo cual han quedado profundamente insatisfechos, al menos estas dos personas que fueron entrevistadas y que pienso representan el parecer de no pocos. Por cierto, hay entre las víctimas quienes se han ilusionado con la medida del Vaticano y se unen a la visión de la prensa.

Entre los que llamaría otros católicos, están aquellos que piensan que la decisión ha implicado una virtual injusticia para todo el mundo, porque el acusado ha quedado sin un veredicto final, lo cual da pie a pensar cualquier tipo de cosas, las víctimas han quedado sin respuesta, insatisfechas, el resto del público que ignoraba todo asunto ha sido destinatario de un mensaje lleno de ambigüedad, a su libre interpretación, y el Vaticano finalmente ha quedado como el actor principal de este desenlace, es decir, ha quedado muy mal parado.

La política como ética

Pero este enfoque tiene un error: interpretar éticamente la jugada del Vaticano. En última instancia hay una ética, pero que no coincide con la ética del llano. Es más bien una ética política, que la aplican quienes gobiernan, y supone como bueno el sacrificio de unos pocos en beneficio de unos muchos. No es mi intención justificarla, sólo describirla.

Contrariamente a lo que podría pensarse, todos han quedado contentos (los otros tres sectores, mayoritarios) o al menos pueden resolver de manera satisfactoria el mensaje del Vaticano. Fue una jugada de carambola, de un solo golpe pegó acertadamente a la vez en todos los objetivos que buscaba. ¿Qué objetivos eran esos? No lo sabemos, pero desde la apariencia algo se puede deducir.

Para llevar a cabo esa jugada de carambola, parece que fue necesario hacer un movimiento inexplicable o que no se puede sustentar por si mismo de manera convincente. Fue necesario mover la mesa para torcer la trayectoria original de la bola y que todo saliera como se quería.

En concreto, la decisión recurre a la edad y la salud del acusado como razón para suspender el juicio. Desde cierta perspectiva ética, no se entiende cómo esos motivos puedan ser razonables, al contrario: como bien me hacía notar un amigo, se deja a un hombre mayor a la sombra de la sospecha por tiempo indeterminado, y por supuesto, se deja a quienes se presentan como víctimas, sin un juicio justo.

Ahora vienen las razones reales de conveniencia.

La Iglesia no quiere que los católicos en general se inquieten y prefiere cortar el «proceso de conocimiento» (lo cual da pie para creer que se podrían saber cosas que alarmarían al pueblo llano).

Tampoco le interesa una prensa que se inmiscuya en la intimidad de un tema tan delicado, por lo cual, tal vez, considera conveniente impactar primero y dar una noticia en apariencia escandalosa. El Vaticano prefiere provocar el escándalo y no que se lo provoquen (basta ver lo que sucedió en Estados Unidos con los casos de paidofilia). Para eso, mejor adelantarse. Y la prensa, al parecer, siguió de largo por el desvío que se le construyó.

No le interesa tampoco involucrar a la institución de los Legionarios como tal, y para ello ha permitido que interpreten la decisión de manera tal que se sientan las víctimas de semejante proceso. La ambigüedad permite múltiples soluciones, que de otra forma serían contradictorias.




Las víctimas como tal, quienes presentaron los cargos, no son «masa crítica» dentro de esta gran jugada. Es decir, no hay peligro de «reacción» o escándalo de mayores consecuencias (sí en el caso de la prensa o de las expectativas de los católicos en general, que no les afecta directamente lo de Maciel y sí les afectaría ver a la Iglesia misma involucrada en un encubrimiento, si así sucediera). Tampoco los católicos independientes que piensan por sí mismos o aquellos que esperaban una solución ética propiamente son «masa crítica».

El Vaticano tenía una bomba y lo que buscaba era desactivarla, que no le explote. Este es el objetivo ético desde el punto de vista del gobernante (por supuesto, esta afirmación puede ser ampliamente criticada y rebatida).

Los católicos en general no quieren que un caso particular llegue a manchar la imagen del Vaticano. Si fuera necesario, prefieren ignorar lo sucedido, excusarlo de alguna forma. No quieren problemas. Por eso no cuestionan la decisión, más bien la ven como un hecho más y no hacen ninguna interpretación. Lo dejan todo en manos de la Santa Sede.

La prensa en general –al menos, un sector importante- resalta el aspecto escandaloso del asunto. Y los legionarios, como ya se dijo, dan a entender que son objeto de un gran calvario.

En resumen, el Vaticano queda bien parado frente a la prensa, impide que su imagen quede supuestamente comprometida con una investigación a fondo y los Legionarios agradecidos con cerrar el caso y que no se sepa más nada (según sus críticos, jamás aceptaron tal investigación), al tiempo que reinterpretan todo favorablemente.




Esta es la lectura política: es decir, cuantitativa, que se define por las estadísticas y los números, no por la verdad de los hechos sino de las consecuencias. Y las consecuencias son manipulables, no así lo sucedido. Es decir, se puede arreglar lo que va a suceder, no lo que ya no tiene remedio. Esta es la justificación ética del gobernante.

Lo que se quiere evitar es que explote la bomba. Y esto sí está justificado éticamente. Es extraño, pero el mensaje que pareciera traslucirse en este tipo de decisiones políticas es que sería ético no tener en cuenta la ética en ciertas circunstancias, para evitar una mal mayor.

En lo concreto, habrá que ver qué sucede. Puede ser que esta medida acarree una crisis mayor a la esperada entre los Legionarios y el núcleo de personas que confían en esa institución. O tal vez no. El tiempo lo dirá.

Difícilmente la prensa en general critique al Vaticano. Tampoco los católicos en su mayoría, quienes prefieren dar por cerrado el asunto. Y si hay una crisis entre los Legionarios, será un problema que ellos solos tendrán que solucionar.

Conclusiones

Tal vez se conozca la verdad en algún momento, pero no será dentro de poco tiempo. Lo será cuando se trate ya de un tema histórico –por no decir académico- y no tenga repercusiones de tipo político, es decir, gravemente conflictivas para quienes gobiernan.

Creo que algo parecido puede llegar a suceder con el caso Opus Dei. Por eso me parece sumamente interesante seguir los próximos pasos que puedan darse con respecto al padre Maciel.

El Opus Dei es otra bomba de tiempo –no está claro el momento en el cual se puede activar- y me da la impresión –espero equivocarme- que será desactivada de la misma manera: las víctimas serán dejadas de lado y mediante una nueva carambola se resolverá políticamente sólo el conflicto institucional, que es el que le preocupa y le quema al gobierno central de la Iglesia.

Podría suceder que el Vaticano esté esperando a que la Obra misma desactive la bomba que armó, llevando a cabo reformas internas y esperando a que las víctimas se cansen o se desalienten. Pero también las víctimas, con sus reclamos y de diferentes maneras, pueden contribuir a acelerar el proceso de crisis institucional. Y a la Obra no le veo la misma habilidad que tiene la Santa Sede para jugar al villar.

En cualquier caso, el Vaticano está preparado para, si fuera necesario, nuevamente hacer carambola.


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