Cifras para la reflexión

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Por Unomas, 5 de septiembre de 2007


En los despachos entre la comisión y las delegaciones, manejábamos de vez en cuando las siguientes cifras: mortandad (es decir, gente que se va o a quien se aconsejaba que se largara) entre el pitaje y la admisión, 50%; entre admisión y oblación 50%; entre admisión y fidelidad, 50%; a partir de la fidelidad, otro 50%. Esto da un resultado de continuidad, siendo optimistas, del 6%.

En mi experiencia personal en el Opus, las cifras de permanencia son menores aún, no alcanza ni el 3% en el caso de los numerarios. De hecho, en algunos de los centros en los que he vivido, a los pocos años los cuates que dejamos de ser del Opus hemos sido todos menos un cura. (Éramos doce en un caso y en otro 18, por tanto, sólo en ese corte, no se llegaba al 1%).

Pero aun aceptando las cifras oficiales, resulta que una organización que se compromete con su gente, como ‘buena madre’, asume que en el mejor de los supuestos sólo el 6% de la gente seguirá.

De esas gentes, en el caso de los numerarios, al menos la mitad (llega al 60% en muchos casos) tienen enfermedades psiquiátricas de consideración. He convivido con enfermos por personalidad bipolar, paranoicos (muchos), esquizofrénicos de diversa consideración e innumerables con depresión. Algunos hubieran tenido esos problemas dentro o fuera del Opus, pero frente al 10-15% de enfermos de la población normal, el Opus por lo menos triplica el porcentaje. Algo tendrá que ver.

Por tanto, y en el mejor de los escenarios, una organización que convoca gentes para que sean santos y maestros de santos genera una población de 94% de chavos que se van y un 3% mínimo de enfermos psicológicos o psiquiátricos.

¿Qué pasa con el otro 3%? Muchos de los normales lo son porque pasan ampliamente de las normativas impuestas, corren su vida y gestionan políticamente su permanencia. Sólo unos pocos siguen creyendo en tanta normativa y tanta praxis y mantienen una cierta normalidad psicológica. Algunos se quedan porque el tema les funciona y otros, como me han platicado unos cuantos, porque prefieren no pensar mucho y acomodarse a una vida a la que nunca podrían aspirar si no fuese con muchos más medios económicos.

El porcentaje de gente normal a quienes el sistema Opus les funciona no creo que llegue al 1% de quienes nos acercamos creyendo en el proyecto. El Opus tiene grandes problemas y el mayor de ellos es que no asume que los tiene (quizá no pueden porque creen en la absoluta perfección de su montaje). Quienes siguiendo dentro confiesan que el Opus tiene un problema (que son bastantes) lo hacen en voz baja y echan la culpa a la juventud de la organización o a personas particulares. Porque aceptar que es preciso repensar todo el sistema pocos se atreven a reconocerlo. Si lo hacen serán condenados al ostracismo.

Cuando don Álvaro dio su famosa charla en Tajamar (en la lejana España) quedó claro que él había visto el problema y consideraba preciso encontrar soluciones. Pero, a partir de ese momento, en vez de aceptar que la Obra se desintegraba (palabras parecidas se platicaron en aquella sesión), se pasó al discurso de ~todo va muy bien~, ~seguimos siendo los mejores~.

Cuando el Opus se desintegra, en vez de replantearse lo que no funciona para ver si es posible arreglarlo, se construyen un nuevo edificio para oficinas centrales en Roma, frente a la sede de Villa Tevere. Como alguien dijo en esta web es como preocuparse por arreglar un reloj de pared mientras se está hundiendo el Titanic. Quien mucho tuvo retuvo, dice un refrán de la madre patria, pero cada vez (salvo plata) retienen menos.


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