Los rasgos sectarios que vi en el Opus Dei

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Por Montaraz, 25/05/2018


A pesar de que salí hace ya algunos años, me decido a contar ahora mi experiencia en el Opus Dei.

Provengo de una familia de clase media del norte de España. Soy el hermano pequeño. Dentro de mi familia hay algún miembro de la Obra, pero ni mi padre ni mi madre lo son. No quiero concretar dónde vivo ni otros detalles para preservar en lo posible mi privacidad.

Estudié en un colegio del Opus y empecé a ir al club con diez años aproximadamente. Al principio lo veía como mera diversión: deporte, excursiones, convivencias...

Fue pasando el tiempo y el componente religioso cobraba cada vez más peso. Aún recuerdo mi sensación de extrañeza cuando asistí a la primera meditación, la total oscuridad del oratorio con el sacerdote débilmente iluminado por una lamparilla. Las canciones en latín de la bendición nos producían sorpresa y risa. Por aquel tiempo (yo tendría unos trece años) el numerario que nos llevaba a todos los planes, por el que sentía un gran cariño, me habló de entregar mi vida a Dios, que Dios me quería para Él, que yo tenía vocación. Aquella conversación fue perfectamente programada por los directores del club: fue durante una convivencia de varios días fuera. Cuando volví a casa, dije llorando y angustiado que Dios me llamaba, que me lo había dicho el numerario (obviaré su nombre). A mis padres no les hizo gracia, pero seguí yendo por el club. Proponer una llamada así a un niño de trece años me parece de vergüenza.

Durante tiempo esquivé las invitaciones a entregarme a Dios que me hacían y en algunos momentos me alejé de allí. Sin embargo, cuando estaba ya en la universidad, conocí a un numerario con el que conecté estupendamente y finalmente pité como supernumerario con veinte años aproximadamente. Los meses anteriores a hacerme del Opus, hicieron una campaña de acoso y derribo: me invitaban constantemente a comer o cenar a su casa (pisazo en el centro de la ciudad), estaban a todas horas pendientes de mí, me demostraban su cariño... Una vez que pité todas estas atenciones disminuyeron de forma exponencial.

Creía en el Opus Dei. Lo cierto es que me esforzaba por vivir las normas del plan de vida y me sentía bastante a gusto. Hacía mi retiro anual y mi convivencia todos los veranos. Iba a misa a diario y me confesaba semanalmente. También procuraba acercar a amigos a Dios. La idea de hacerme santo en la vida ordinaria me fascinaba. Ellos me enseñaron a rellenar tablas con las normas del plan de vida. Al final del día yo ponía una equis en cada norma que había cumplido. No me enseñaron a examinarme de cuánto había amado a los demás.

Yo veía cosas en el Opus que no me gustaban y las decía en la charla. Algo que siempre me llamó la atención fue el tema de la pobreza. Observaba los pisazos en que viven los numerarios, la ostentación de algunas casas de retiro (Islabe es un escándalo), los coches de 100.000 Euros de algunos supernumerarios, la ropa de marca que se estila en el Opus... y me preguntaba qué hay de pobre en todo ello. Cuando lo comentaba en la charla, me decían que las cosas estaban pensadas para durar y que los numerarios eran paupérrimos pues no poseían nada de aquellas mansiones y lo daban todo a la Obra. Los supernumerarios con coches de lujo necesitaban esos vehículos para trabajar y también daban mucho dinero a la Obra. Todo tenía una justificación y a mí me reprendían por mi mal espíritu. "El que obedece nunca se equivoca". Esta máxima se me quedó grabada a fuego." Tienes que ser más dócil", me repetían también.

Otro tema que siempre me produjo quebraderos de cabeza fue el clasismo y la endogamia que se vive. Yo, que soy de familia sencilla, me he visto desplazado y me han hecho el vacío supuestos hermanos del opus que pertenecen (o se esfuerzan por pertenecer) a una clase social superior a la mía. Que te desprecien tus supuestos hermanos duele.

Con todo, estuve dentro unos cinco años. Hoy día, puedo enumerar con claridad los rasgos sectarios que vi en ese tiempo. Probablemente, el Opus podría catalogarse como secta. Lo que está claro, y para muestra uno puede leer cientos de testimonios en esta página, es que la Obra destruye y fagocita a muchas personas.

En el Opus se instrumentaliza la amistad. Lo importante es meter a gente (incluso adolescentes que están comenzando a vivir) a la Obra y para ello se usan a menudo métodos poco limpios. Además, al igual que el cazador elige la pieza más grande, en el Opus hay pitajes más apetecibles que otros. Recuerdo que en una convivencia de verano, el numerario de turno nos dijo que "de cien almas nos interesan las cien", pero a la hora de priorizar el apostolado, si tuviéramos que elegir entre el decano de la universidad o el conserje, empezáramos siempre por el decano. Este comentario me escandalizó profundamente. He constatado que los fichajes más golosos para el Opus son aquellas personas muy poderosas y ricas o los muy inteligentes. Si no llegas a fin de mes y Dios no te ha dado muchas luces, interesas muy poco, pues muy poco puedes aportar al engranaje malvado de la secta.

El miembro de la Obra debe mostrar una lealtad absoluta hacia la vocación y hacia la institución. "La vocación no se toca". José María Escrivá garantiza a sus miembros la salvación de su alma si son fieles. En muchas sectas, el gurú asegura la salvación a sus adeptos y la perdición si abandonan el grupo. Asimismo, importa mucho más la institución que las personas que la componen. En mis años allí apenas hablé de cómo me sentía. Cuando salí, muchos dejaron de hablarme y se dijeron mentiras y medias verdades sobre mi persona que aún hoy perduran. He de decir que algunos miembros sí siguen siendo amigos míos y no me han dado la espalda.

El fundador es mitificado hasta el extremo. Se le llama "nuestro Padre" para diferenciarlo del Padre a secas. Su biografía ha sido hábilmente retocada para mostrar sus superpoderes y escamotear de mala manera sus miserias, que son numerosas. Su canonización me parece un chiste. El poder del Opus en la Iglesia, una mala broma. No conozco ningún otro caso de un sacerdote que haya adquirido un título nobiliario. Me parece de locos. Es decir, soy marqués de Peralta, vivo en un palacio, como manjares, me relaciono con lo más selecto del lugar, me creo un iluminado y, sin embargo, soy fiel seguidor de Jesús de Nazaret. Leed los evangelios, por favor.

El estilo del Opus es endogámico: las relaciones se limitan en muchos casos sólo a personas de la institución. En su mayoría, la gente pertenece a una clase social alta y así lo hacen saber con su forma de vestir, los sitios que frecuentan, etc. Considero que el Opus es de una endogamia elitista. Cierto que también hay gente "sencilla", pero no es la norma. Este elitismo les hace creerse los mejores. En una tertulia escuché a un sacerdote decir que el Opus Dei era un instrumento de Dios para salvar a la Iglesia.

Por otra parte, siempre me ha causado estupor eso de santificarse "en medio del mundo". ¿Acaso el mundo es el club de golf y la urbanización de lujo? ¿Por qué no hay pisos de numerarios en los arrabales? ¿Cómo habrá sentado en el Opus la elección del papa Francisco? En lugar de vivir rodeado de lujos, el papa ha optado por la sencillez. ¡Qué gran ejemplo para el prelado y compañía!

¿Por qué esa obsesión enfermiza con la separación por sexos? He conocido a muchos numerarios que no saben relacionarse de manera normal con una mujer. El tema de la administración merecería un capítulo aparte. Considero, por tanto, que muchos miembros viven en una realidad paralela, aislados del mundo real en una jaula de barrotes dorados.

Ahora voy a contar algo muy grave que he sufrido en mis carnes. Como decía antes, yo me confesaba todas las semanas. Entraba al despacho del sacerdote y me sentaba en el sillón a charlar un rato con él. Antes de confesarme le contaba cómo me iba el plan de vida y también algunos pecados que había cometido. Finalmente, me ponía de rodillas y repetía de manera breve lo que le había contado hace un momento. Recibía la absolución y me iba a rezar la penitencia. Lo grave es que el sacerdote contaba a los numerarios la conversación que habíamos mantenido lo cual considero una especia de violación del secreto de confesión. Cierto es que no se lo contaba de rodillas previo Ave María Purísima, pero yo consideraba confidencial todo lo que dijera en su despacho. Aquí podemos ver el control mental que se sufre en el Opus.

Además, los directores reciben la información de los miembros por parte de otros numerarios que violan la intimidad de la persona. Es un control enfermizo y cercano a las sectas más turbias.

Cuando dejé la Obra, estuve bastantes años alejado de la Iglesia ya que asociaba erróneamente a Dios con el Opus. ¡Cuánta gente se aleja por culpa de esta organización! En la actualidad, he vuelto a practicar y he conocido una religión menos encorsetada y más cercana al prójimo, como creo que nos enseñó Jesucristo. He perdonado a las personas que me hicieron daño y considero que no lo hicieron queriendo; probablemente consideraban que el bien mayor era el Opus Dei y tenían que defenderlo a toda costa.

Termino ya. Espero que este texto pueda ayudar a alguien. A ti que me lees, si estás pensando en hacerte de la Obra, mi consejo es que no lo hagas. Si estás dentro y te sientes en una mentira, alienado y anulado como persona, tal vez sea el momento de mandarles a ya sabes dónde.



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