La beatificación de Escrivá

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Publicado en “El País”, 1992.


Al leer afirmaciones de monseñor Javier Echevarría, secretario general del Opus Dei, hechas públicas, extraídas de su testimonio prestado en las actas del proceso de beatificación de monseñor José María Escrivá, considero imprescindible responder, también públicamente, a imputaciones que allí se me hacen.

Primeramente se hace la infundada y vil afirmación de que yo había intentado pervertir “a unas cuantas mujeres con las peores aberraciones”. Enseguida se cuenta que monseñor Escrivá, ante mi reacción a su noticia de que yo no podía volver a Venezuela, dedujo “que había cuestiones más importantes que las ya conocidas”.

Las gravísimas afirmaciones con que se me calumnia no tienen fundamento, son rigurosamente falsas y por demás vagas; en especial la segunda, que no resulta más que una deducción basada en la aflicción que me causaron las palabras de monseñor Escrivá.

Descréditos, difamaciones y calumnias son parte de una campaña que sutilmente montó el Opus Dei para impedir que algunos de los que conocimos de cerca de monseñor Escrivá dijéramos verdades que pudieran poner reparos al proceso de beatificación y eventual canonización del fundador del Opus Dei. Por ser secretas las actas del proceso, los representantes de la Obra han procedido con insidia: pretendieron descalificar a testigos no convenientes a su causa ocultándoles las imputaciones que les hacían, negándoles el derecho de réplica. Así ha procedido monseñor Echevarría al emitir afirmaciones que, hoy hechas públicas, exigen mi respuesta.

Lo más grave de esta cuestión es que el Opus Dei pretende hacerle creer al Santo Padre que cualquier cosa dicha en contra de la Obra o de monseñor Escrivá o de su eventual beatificación es una ataque a la Iglesia. Y esto es falso, no existe ninguna campaña difamatoria contra la beatificación de monseñor Escrivá y no hay tampoco ningún grupo organizado para llevarla a cabo. Estar en desacuerdo con la imagen que el Opus Dei proyecta de su fundador y con las tácticas de que se vale para silenciar tal desacuerdo, no implica ni de cerca ni de lejos un ataque a la Iglesia.

Soy católica practicante y, por serlo, me preocupa una causa que pudiera traer confusión a los católicos, a todos los cristianos y, en general, a quienes, religiosos o no, miran con respeto la conducta de la Iglesia de Roma.- María del Carmen Tapia. Santa Bárbara. California