Vida y milagros de Monseñor Escrivá de Balaguer/Días de rosas y espinas

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DIAS DE ROSAS Y ESPINAS


Al estallar la guerra civil el padre y el reducido grupo de estudiantes que le seguían acababan de trasladarse al "noble palacio" de que habla Pérez Embid, situado en la calle Ferraz,16. El libro de Gutiérrez Ríos, aun que muy vago e impreciso, ha venido a arrojar alguna luz sobre este período de la vida del padre. El biógrafo de Albareda cuenta que Isidoro Zorzano le traía a éste noticias del padre Escrivá, al que llamaba "nuestro amigo". "Nuestro amigo está bien. Me ha dado recuerdos para ti. Está en una casa oculto. Estuve con él ayer." Según parece unos milicianos se incautaron del "noble palacio" que estaba situado junto al cuartel de la Montaña. Y Zorzano añadía: "Nuestro amigo está sufriendo mucho, pero repite constantemente "Omnia in bonum" (Todo es para bien)."

Todo era para bien, como sin duda iba a demostrarse más adelante. Pero, entretanto, Escrivá y los suyos pasaron más de un año de tribulaciones. Al parecer, el padre Escrivá halló refugio en los primeros días en un asilo y en seguida en la Embajada de Honduras. Estos datos son de Artigues, y Gutiérrez Ríos no los menciona. Dice que don José María estaba refugiado en casas particulares donde celebraba la misa y daba ejercicios. [Durante los meses que siguieron al estallido de la guerra, Escrivá se ocultó en varias casas de amigos suyos o de los miembros de la Obra. Llegó a estar escondido en un frenopático haciéndose pasar por loco, para lo cual le decía al personal de servicio: "¡Soy el doctor Marañón!". Posteriormente se refugió en el Consulado dc Honduras, en la Castellana. Honduras no tenca entonces embajada en Madrid sino solo un consulado que era al mismo tiempo la residencia del diplomático salvadoreño, nombrado cónsul de Honduras, don Pedro Jaime de Matheu Salazar. Este período de la vida de Monseñor ha sido descrito con mayor precisión por Andrés Vázquez de Prada en su libro "El fundador del Opus Dei".] El 8 de septiembre de 1937 Albareda entró en el Opus Dei. Su padre y su hermano habían sido fusilados en Caspe y otro hermano suyo se disponía a pasar a pie la frontera. No he encontrado dato alguno relativo a la suerte que corrieron doña I)olores y la hermana del padre Escrivá, Carmen, aunque es probable que estuviesen en Barcelona, adonde se trasladó don José María en octubre, pasando antes por Valencia. Isidoro Zorzano, que era de nacionalidad argentina, se quedó en Madrid y también, según parece, Alvaro del Portillo. La intención del grupo al hacer el viaje a Barcelona era preparar, con ayuda de los amigos de Albareda, el paso a Francia por Andorra. Según dice Gutiérrez Ríos, el padre Escrivá estaba preocupado por los que se habían quedado atrás. Luego llegaron otros estudiantes. Perdieron mucho tiempo con los trámites de falsificación de documentos y buscando a los enlaces que debían ponerles en contacto con los guías. La operación costaba mucho dinero y tuvieron problemas. Un autobús les llevó finalmente de Barcelona a la zona del Pirineo por donde iban a pasar la frontera.

Formaron al parecer dos grupos, que se encontraron en el pueblo de Peramola. Estaban presentes, aparte del padre y de José María Albareda, un estudiante de medicina llamado Juan, que probablemente es Juan Jiménez Vargas, actualmente profesor en Pamplona, y tres estudiantes de arquitectura, Paco, Pedro, que quizá sea el procurador general, Pedro Casciaro, y Miguel, que probablemente es Miguel Fisac. A la mañana siguiente se pusieron en marcha, se metieron en los bosques de Rialp y se cobijaron en una pequeña iglesia para pasar la noche. Este episodio es importante porque, aunque Gutiérrez Ríos no lo menciona, fue en este lugar donde sucedió un hecho al que en la Obra se atribuye, con ese pudor con que los opusdeístas se refieren a los milagros del padre, un carácter sobrenatural. En un momento dado, mientras los demás descansaban en el interior de la iglesia, que estaba destrozada con señales de fuego y trozos de retablo desperdigados, don José María se levantó y entró en la sacristía. Al poco rato, volvió llevando una rosa de madera en la mano. Todos se quedaron en suspenso y, aunque nadie dijo nada, se interpretó que la Virgen se le había aparecido dentro de la sacristía y le había dado la rosa. Se han dado otras versiones, como la de que encontró la rosa medio enterrada en la nieve, pero ésta que sitúa el milagro en la sacristía parece más exacta. La Obra ha dejado este episodio en la ambigüedad, pues el hecho puede muy bien interpretarse en el sentido de que monseñor recogió una rosa desprendida de un retablo cuando entró en la sacristía. Pero en el colegio romano, en Bruno Buozzi, hay un cuadro que algunos visitantes han podido ver, en el cual aparece monseñor arrodillado recibiendo una rosa de manos de la Virgen. [La pequeña iglesia donde Escrivá recibió esta "señal del Cielo" es la de Pallerols. Andrés Vázquez de Prada menciona, entre los expedicionarios del paso del Pirineo, además del Padre Escrivá, José María Albareda, Pedro Casciaro, Francisco Botella, Tomás Alvira y Juan Jiménez Vargas. No menciona a Miguel Fisac, aunque habla de "y otro estudiante". Esto se debe probablemente al deseo de borrar de la historia del Opus Dei el nombre de una persona que, como Fisac, abandonó la Obra años después de este episodio. La exclusión resulta más llamativa aún si se tiene en cuenta que fue el padre de Miguel Fisac quien corrió con los gastos de toda la expedición.]

El resto del episodio del cruce de la frontera tiene menos interés. Los guías que les conducían se llamaban Pere y Antoni. Cada uno de los expedicionarios se encargaba un día de redactar el diario. Don José María decía la misa. Estuvieron cinco días en los bosques de Rialp, coronaron después el monte Obens, descendieron por la otra vertiente, cruzaron ríos, estuvieron a punto de ser descubiertos varias veces y siempre andando de noche, llegaron finalmente a Escaldes, en Andorra, el día 2 de diciembre de 1937. Entraron en España el día 12, después de haberse detenido en Lourdes y en San Juan de Luz. El nombre de Rialp, desde entonces, está ligado al Opus Dei. Cuando Rafael Calvo Serer y otros miembros fundaron la que había de ser la editorial de la Obra, le pusieron por nombre Rialp y adoptaron el símbolo de la rosa, que aparece en todas la publicaciones.

En el clima de intensa religiosidad y ardor bélico nacionalista que reinaba en Burgos en los años de la guerra vivieron el padre Escrivá y los suyos, realizando frecuentes viajes a otras ciudades de la España nacional. Hay recuerdos de él en Valladolid, en Salamanca y en Pamplona, donde pasó las Navidades de 1937, hospedándose en el palacio episcopal y vestido con una sotana que le había prestado el obispo. Celebró la Navidad en un restaurante de la plaza del Castillo en compañía de Albareda y los dos estudiantes, Pedro y Paco, que le habían acompañado en el paso de la frontera.

Poco después, don José María se trasladó a Burgos, adonde había ido también Albareda después de pasar por Zaragoza. Dice Gutiérrez Ríos que su biografiado "encontró Burgos mucho más cambiado que Zaragoza. La quietud de la ciudad castellana se había transformado en intensa actividad; había también muchas banderas y uniformes, como en Zaragoza. Era difícil encontrar alojamiento". Encontró una habitación en una pensión más bien modesta de la calle Santa Clara, adonde fue también unos días después el padre Escrivá con los estudiantes que habían sido enrolados en el ejército en servicios auxiliares y destinados a Burgos. Albareda trabajaba en la Secretaría de Cultura de la Junta Técnica donde se encontró con Ibáñez Martín en un encuentro que puede calificarse de histórico dadas las consecuencias que trajo consigo para el ulterior desarrollo del Opus Dei y su papel en la España de la posguerra.

El padre Escrivá, según contaba Albareda, se quedaba en la pensión escribiendo. En la pensión de Santa Clara, 51, por tanto, debió comenzarse la redacción de Camino sobre la base de las "Consideraciones espirituales" que había publicado en Cuenca en 1934. La continuó en el Hotel Sabadell, donde tenía una habitación que tenía un mirador con dos butacas y una mesita de mimbre. Escribía las máximas y se la mostraba a los estudiantes diciendo: "Mirad esto; a ver si se entiende." Tenía además reuniones con otros sacerdotes de los muchos que entonces vivían en Burgos. Pasaron por el hotel, según Gutiérrez Ríos, don Casimiro Morcillo, don Angel Sagarminaga, don Antonio Rodilla. Las máximas nuevas de Camino con respecto a "Consideraciones" y las pequeñas modificaciones que se introducen en las que se incorporan a la redacción definitiva permiten apreciar el incremento del ardor bélico-religioso del autor. Máximas nuevas son, por ejemplo, la 308 que, al preguntar qué es la paz, dice:

La paz es algo muy relacionado con la guerra. La paz
es consecuencia de la victoria.

Y la 311:

¡La guerra! -La guerra tiene una finalidad sobrenatural -me dices- desconocida para el mundo: la guerra ha sido para nosotros...
La guerra es el obstáculo máximo del camino fácil. Pero tendremos, al final, que amarla, como el religioso debe amar sus disciplinas.

También son nuevas en Camino aquellas otras máximas que utilizan la imagen de la guerra para describir las vicisitudes de la vida espiritual. Por ejemplo, la 307:

Ese modo sobrenatural de proceder es una verdadera táctica militar. Sostienes la guerra, las luchas diarias de tu vida interior, en posiciones que colocas lejos de los muros capitales de tu fortaleza.

Más expresiva aún es la 905:

El fervor patriótico, indudable, lleva a muchos hombres a hacer de su vida un "servicio", una "milicia". No me olvides que Cristo tiene también "milicias" y gente escogida a su "servicio".

Es interesante comprobar también, en esta comparación entre las dos redacciones del libro de máximas, que, por ejemplo, la virtud de la Santa Audacia que se menciona en "Consideraciones espirituales" se "refuerza" considerablemente en Camino al pasar a llamarse la "Santa Desvergüenza". El ardoroso clima de la guerra tuvo como se ve una decisiva influencia en la formación del pensamiento de monseñor Escrivá.

La primera edición de Camino, que he podido consultar en la Biblioteca Nacional, aunque su contenido es prácticamente el mismo que en ediciones posteriores,[algunos ex-miembros de la Obra me han dicho que el Padre Escrivá corrigió, en las siguientes ediciones, alguna desafortunada expresión que venía a oscurecer su pregonado "ecumenismo". Según ellos, en una de las máximas se decía que los católicos "debemos rezar, y no como esos protestantes de corazón seco"] nos ofrece, en su presentación, todo el clima nacional-católico en que el Opus Dei dio sus primeros pasos tras su período de "vida oculta". Lo firma José María Escrivá, es decir, los dos nombres no se han juntado todavía y no existe aún el apellido de Balaguer. Va fechado en Valencia MCMXXXIX, con el Imprimatur de 8 de septiembre de 1939 firmado por un compañero de tertulia de Escrivá en el Hotel Sabadell, don Antonio Rodilla. Al terminar la máxima 999 dice:

Se acabó de escribir este libro en Burgos, día de la Purificación de la Bienaventurada Virgen María, año de 1939, III Triunfal. Año de la Victoria.


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