Vida y milagros de Monseñor Escrivá de Balaguer/Flojo en latín

FLOJO EN LATIN


Habíamos dejado al jovencito José María Escrivá cuando estudiaba en el colegio de los escolapios de Barbastro. En el curso 1911-12 José María se examiné en Huesca, pero en el curso siguiente los alumnos de Barbastro pasaron a depender del Instituto de Enseñanza Media de Lérida. No he visto el expediente de sus estudios en Lérida, pero sí en Logroño, donde aparece matriculado ya en el curso 1915-16. Su expediente no tiene mucho que comentar. Hay un pequeño detalle que no debe pasarse por alto. Su nombre aparece escrito en el expediente con B (con B de Barcelona, como se dice en España), tal como aparece en su partida de bautismo: José María Escriba, aunque él firma sus expedientes con el nombre escrito con V de Valencia, tal como se escribe ahora y se escribía ya entonces en su familia. En las notas que obtiene en sus estudios hay algún sobresaliente, varios notab1es y hasta algún premio. Pero se observa, en sus notas, una clara insuficiencia en una asignatura que llegará a ser trascendental para él. Va mal en latín. No cosecha sino tristes aprobados en una época que, como es notorio, no se caracterizaba por un excesivo rigor a la hora de las calificaciones.

Esta insuficiencia en las letras latinas va a pesar decisivamente en la vida y en la obra del padre Escrivá. La arrastra cuando entra en el seminario de Logroño y la seguirá padeciendo en el de Zaragoza. "Iba flojo en latín", dicen sus compañeros de una y otra ciudad. No he podido saber exactamente el año en que José María Escrivá entra en el seminario menor de Logroño. Habiendo yo solicitado ver su expediente, el señor obispo de Calahorra-Logroño me contestó que no era posible ver el expediente de una persona sin su autorización expresa. Me consta que en el viejo archivo del seminario logroñés hay un documento fechado en 12 de noviembre de 1918 por el cual el administrador apostólico de Barbastro transfiere al obispo de Calahorra toda la jurisdicción que le corresponde por razón de origen sobre el joven José María Escriba y Albás. Lo que significa que, probablemente, entró en el seminario menor de Logroño en ese año de 1918, a los dieciséis de su edad. La mayor parte de los que deseaban cursar la carrera eclesiástica entraban de niños en el seminario y así, no tiene nada de extraño que un cura que fue compañero suyo en Logroño me dijera: "Era una vocación tardía, es de los pocos curas que saben hacerse la corbata." Y añadía: "Y no tiene idea de latín."

La fórmula con que, aún hoy, se saludan los socios de la Obra es "Pax", a lo que el saludado responde: "In aeternum". Esta fórmula es en el Opus Dei una especie de santo y seña con que los miembros se reconocen. Durante el día, los socios deben recitar una serie de oraciones y muchas de ellas están en latín. "Serviam", dicen en la oración para antes de acostarse, tendidos en el suelo o, en otro momento del día repiten, besando la tierra: "Non nobis, domine, non nobis, sed nomine tua da gloriam". O bien recitan el salmo "Miserere". Las paredes están siempre adornadas con reposteros o placas con inscripciones en latín. En latín se dice también a menudo la misa, a pesar de la norma general que, después del concilio Vaticano II, ha impuesto la costumbre de decirla en la propia lengua. El rosario se reza también en latín. Existe en el Opus Dei una verdadera obsesión por la tradicional lengua litúrgica de la Iglesia. Y no es difícil adivinar que esto no se debe sólo a un especial gusto por la antigua liturgia o a una resistencia ante las innovaciones introducidas en estos años. Se debe también, y quizá sobre todo, por todos los indicios, a la intensa preocupación que el padre Escrivá, y con él la Obra, manifiestan por demostrar el gran dominio que en aquella casa se tiene de la lengua sagrada. Las máximas de Camino están llenas de frases latinas, de expresiones que el autor invita a repetir como jaculatorias. Existen ediciones del libro en latín. El punto 193 de las Constituciones dice textualmente:

Estas Constituciones, las instrucciones publicadas y las que puedan en lo futuro publicarse, así como los demás documentos, no han de divulgarse; más aún, sin licencia del Padre, aquellos de dichos documentos que estuvieren escritos en lengua latina, ni siquiera han de traducirse a las lenguas vulgares.

Las que generalmente se tienen por constituciones del Opus Dei, aunque la Obra no las ha reconocido expresamente como suyas, fueron mantenidas en el más absoluto secreto hasta que Jesús Ynfante las reprodujo -tal como hemos dicho- como apéndice a su libro "La prodigiosa aventura del Opus Dei. Génesis y desarrollo de la Santa Mafia", publicado por Editorial Ruedo Ibérico y aparecido en 1970. Para que se vea los extremos a que llega en el Opus la sacralización de la lengua latina, cuando en una ocasión, un periodista que trabajaba en el tema de la Obra, pidió a uno de sus miembros que le mostrara las Constituciones, éste respondió muy en el estilo opusdeísta: "No las entenderías. Están en latín." Mi particular impresión es que monseñor Escrivá y sus "hijos", al defender de una forma tan tenaz el uso de la cada vez menos vigente lengua ritual están desmintiendo una vez más, como suelen hacerlo en tantos otros aspectos, aquella notoria insuficiencia que monseñor padeció en sus primeros años. Los traductores que hicieron la versión española de las Constituciones para el libro de Jesús Ynfante afirman en una nota que el original está escrito "en un latín que, ya dentro de la barbarie burocrática del latín eclesiástico, parece especialmente hórrido y torpe, salpicado incluso de algunas faltas gramaticales". A pesar del tan repetido bache que monseñor sufrió en su formación latina, parece aventurado afirmar que la redacción de las Constituciones se deba a su pluma, pues hay que admitir que, en estos años, habrá tenido ocasión de practicar ampliamente, a juzgar por el uso exhaustivo que se hace del latín en el seno del Opus.

Pero, para volver al estudiante de los años en que la familia Escrivá vive en Logroño, es muy interesante anotar que el escueto aunque laudatorio biógrafo del padre, don Florentino Pérez Embid, apunta en su ensayo que José María Escrivá estudió en el colegio de los maristas de Logroño, el colegio de San José, que se encontraba entonces en la plaza del Mercado, no lejos de la tienda de tejidos "La Ciudad de Londres", donde trabajaba su padre. Comprobé personalmente este extremo visitando al director del colegio, quien me dijo que efectivamente Escrivá había estudiado en el colegio, aunque en aquella época los exámenes se realizaban en el Instituto de Enseñanza Media, y que, en el año 1967, el colegio había enviado a monseñor a Roma el diploma acreditativo de su condición de antiguo alumno, con motivo de las bodas de oro de su promoción.

Dice también don Florentino Pérez Embid que, en el colegio de los maristas, José María Escrivá coincidió con un muchacho de familia argentina, Isidoro Zorzano, que había de ser uno de los primeros discípulos del padre cuando éste fundara su Obra y que debió compartir sus aspiraciones adolescentes. No poseemos muchos datos de la vida de Zorzano. Sabemos que se hizo ingeniero industrial y que trabajó en Málaga. Por un tiempo, en los años inmediatamente anteriores a la guerra, fue director de la residencia que el padre había fundado en Ferraz, 16, en Madrid. Durante la guerra, su nacionalidad argentina le permitió permanecer en la capital de la España republicana, mientras el padre Escrivá y otros discípulos cruzaban el Pirineo camino de Burgos. Isidoro Zorzano murió en Roma en 1943 y poco tiempo después de su muerte se abrió el proceso para su beatificación, que sigue en curso aunque la Obra no parece ahora demasiado interesada en hablar de este tema.

Durante el tiempo de su permanencia en Logroño, el empleado textil José Escrivá ve aumentar su familia con el nacimiento del hijo menor, Santiago, el actual marqués de Peralta tras la cesión que su hermano le hiciera del título. Cuando nace Santiago, en 1920, su hermano José María se encuentra ya estudiando en el seminario de Zaragoza. En 1924 muere el padre. Don Manuel Ceniceros que, como he dicho, trabajaba entonces como aprendiz de "La Ciudad de Londres", fue personalmente a la estación a esperar al joven seminarista, quien llegó a Logroño en el rápido procedente de Zaragoza. Años más tarde, en 1940, el fundador del Opus Dei estuvo en Logroño para ocuparse del traslado de los restos de su padre. Ignoro dónde se encuentra hoy la tumba de don José Escrivá. Es probable que esté en Roma, donde murió años más tarde su hija Carmen y donde presumiblemente fueron trasladados los restos de su esposa doña Dolores Albás [Actualmente la tumba de don José Escrivá y Corzán, la de su esposa Doña Dolores Albás, que murió en 1941, y la de su hija Carmen, fallecida en 1957, se encuentran en la misma cripta del palacete de Bruno Buozzi 73, en Roma, donde está enterrado el fundador]. Por otra parte, la familia Escrivá posee un panteón en el cementerio que acaso ha alcanzado mayor prestigio social en nuestra época: el cementerio del pueblo de El Pardo, aunque acaso este panteón pertenezca a don Santiago.


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