Sobre la nueva casta de directores mediocres del Opus Dei

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Hacer el mal muy mal

Por EscriBa, 24 de noviembre de 2006


Sigo aquí disfrutando y aprendiendo en este foro maravilloso de OpusLibros. No escribo últimamente pero me mantengo en la web entre bastidores. Comienzo con una cita:

“Los hijos míos tienen que ser piadosos, doctos, alegres y... pillos: santos y pillos” (A solas con Dios, n. 28).

Hace unas semanas un Director de la Delegación debió de ver en mí a su paño de lágrimas personal y me estuvo enumerando todos los problemas que aquejan a nuestra gran parcelita de poder enclavada en España. Le escuché atentamente y la impresión que tuve es que la directiva del Opus Dei tiene, actualmente, un asombroso parecido con el camarote de los hermanos Marx. Una impresión que, por otro lado, no es nueva.

El problema principal que oprime el alma de este hermano mío es que el Gobierno Local del Opus Dei en toda la Región se ve obligado a colocar en cargos de dirección a unos chapuceros indecorosos que exhiben una estupidez ilimitada y arrogante. Imberbes que no llegan a la categoría –tan siquiera- de “tonto útil”. Los infinitos desatinos que cometen son inenarrables porque carecen de la más elemental santa pillería y oprimen a la gente bajo un gobierno espartano fundamentado en el fanatismo más elemental –puro y macizo- de ese que no busca coartadas. El problema que preocupa al Opus Dei no es el fanatismo sino el grado elemental de los fanáticos...

¿Qué hay de esa habilidad tan ejercitada por la Obra de dar una apariencia noble y cristiana a los actos interesados y arbitrarios del gobierno de la institución?, un arte que se pierde porque el Opus Dei carece de personas capaces de ejercer este funesto oficio.

Es bien cierto que para muchos de los peones del Gobierno Regional la visión sobrenatural se reduce a añadir a cada indicación una referencia a la voluntad divina. Con añadir a un mandato la frase “porque Dios lo quiere” uno ya ha conseguido la visión sobrenatural que el Opus Dei exige. Este enjambre de inútiles ni siquiera ha aprendido esta sencilla táctica de divinización de lo institucional. Deplorable.

Hay sectores dentro de la Obra muy preocupados con esta situación (porque en el Opus Dei hay sectores diversos) y que desean que se opere un cambio. Pero nadie alza la voz para detener esta burocracia, no hay coraje, sino que se continua así. De modo que no hay en el horizonte la más mínima señal de reacción ante la crisis, sino que –por el contrario- el desorden y la anarquía parecen estimular más toda clase de desenfrenos.

Estuvimos charlando hasta que esta persona se encontró lo suficientemente tranquila como para retomar su labor empujando la pesada rueda de molino que –semper ut iumentum!- mueve los engranajes oxidados de la burocracia gélida en las entrañas del Opus Dei.

Como todos los regímenes totalitarios el Opus Dei ha llegado a una situación de estancamiento y de retroalimentación. Después de haber creado el imperio sólo interesa ahora conservarlo, se busca la permanencia del sistema a cualquier precio. Por otro lado, la situación de la Obra no tiene fácil solución ya que para enderezar el rumbo habría que parar en seco la rueda del Opus Dei y en la Obra se sigue siempre para adelante sin cuestionar nada y sin revisar nada.

Desde los años 80 el Opus Dei español se ha refugiado decididamente en sus cuarteles de invierno: en sus centros, colegios y actividades; y la mayoría de sus esfuerzos apostólicos los dedica a mantener este entramado de instituciones. Es, en cierto modo, una gran carga que el Opus Dei se ve obligado a arrastrar porque cada vez tiene mayores dificultades para mantener esta infraestructura. Un lastre y una desesperada esperanza. Desde el punto de vista económico podría calificarse como un agujero negro, pero no hay otra salida: es necesario tener una cantera propia de vocaciones que no se van a conseguir en medio del mundo. Los efectivos que absorben todas estas labores son mayores cada día y muchos miembros que podrían desarrollar un trabajo brillante en ambientes externos a la Obra se ven obligados a quemar sus mejores años profesionales en estas tareas.

El material que llega a esta estructura lo hace por una opción ideológica de sus padres, si un niño estudia en Fomento no es porque allí vaya a tener una educación más esmerada sino porque sus padres optan por la Obra.

En una ocasión, hace tiempo, un ilustre gobernante del Opus Dei me planteó, en privado, la siguiente cuestión:

-¿Quiénes piensas que perseveran más, los que pitan antes de cumplir los 18 años o los que pitan después?

Yo respondí que los que piden la admisión siendo ya mayores de edad, pero no. El índice de perseverancia es mayor entre aquellos que han sido seducidos a temprana edad. Este dato constituye el gran acicate para continuar con el modelo de captación de menores. Y hay que presionar a los menores de edad, hay que ejercer una auténtica coacción. No invento, no interpreto, no opino; expongo lo que se dice de puertas adentro.

El argumento es el siguiente: si la sociedad presiona a la juventud para que se emborrache, para que se drogue, para que utilicen su cuerpo como un instrumento de placer, ¿por qué no vamos nosotros a presionar a los jóvenes sobre los que tengamos influencia para que piten? Así como la sociedad impone a un chaval que mantenga relaciones sexuales a temprana edad y eso es malo, ¿por qué nosotros no podemos imponerles algo que es para su propio bien: la vocación a la Obra? Porque la tolerancia no puede ser un juego: si nosotros tenemos que ser tolerantes con la inmoralidad imperante en la sociedad, ¿por qué hay quienes no aceptan nuestro proselitismo?, ¿acaso es legítimo presionar para el mal y no para el bien?

Sobran los comentarios.

Luego, durante una numerosa tertulia, este jerarca del Opus Dei tan versátil se dedico a perforarnos con una impresionante batería de edificantes anécdotas sobre la vida de Escrivá de Balaguer, como aquella en la que un cardenal se encaprichó de una preciosa alfombra de Villa Tevere.

La materia prima que llega a esta estructura proselitista del Opus Dei es la que es y con ella hay que trabajar para trasformarla en los miembros del futuro. Si en los colegios de la Obra de la Delegación tenemos a tantos chavales, pues será con estos con los que tengamos que ingeniárnoslas para que piten el día de mañana. Nadie va a salir a la calle a buscar a cabezas soberanas para atraerlas al ambiente selecto de la Obra donde puedan encontrarse a gusto. En la Obra el proselitismo vive de las rentas de los supernumerarios: sus hijos.

El prestigio (anzuelo de pescador, en palabras del Escrivá de los años 50) se sustituye por la red barredera (en palabras del Escrivá de los años 70), lo que pasa es que no nos podemos permitir el lujo de llevar a cabo una selección de los peces que nos proponemos pescar. En lugar de intentar pescar por la cabeza una pieza apetitosa (un buen atún) nos tenemos que resignar a pescar una descontrolada caterva de chanquetes desorientados con nuestra red de barra italiana que arrastra y destroza todo lo que encuentra a su paso. Si a esto añadimos que la pesca se realiza utilizando la inmadurez de los menores de edad, tendremos un proselitismo a lo caballo de Atila, que allá donde pisa no vuelve a crecer la hierba.

La selección. Un tema interesante y fundamental en el Opus Dei. A mi me enseñaron que el Opus Dei es una severa palestra donde algunos escogidos del mundo reciben la llamada de iluminar a la muchedumbre. El método de trabajo consistía entonces en atraer a aquellas personas con más aptitudes y –sólo con ellas- hacer proselitismo. A mi me explicaron que tenia que ser ¡guía, jefe, caudillo!..., que obligues, que empujes, que arrastres, con tu ejemplo y con tu palabra y con tu ciencia y con tu imperio (Camino 19). Ahora no. Hoy en día la Obra no hace prosélitos entre la gente que quiere: valiosa, selecta, prometedora; sino con la que puede. En este sentido creo que de la necesidad se ha hecho virtud porque actualmente la Obra presume mucho de tener miembros corrientes (vulgares) y se presenta a la opinión pública como una asociación más. Así de pragmático es el Opus Dei y así de cambiante su “carisma”.

Hace no mucho estuve en Pamplona paseando al amparo de los frondosos árboles del Campus de la Universidad y pensaba en el legítimo orgullo que la Obra siente de ella. Reflexionaba sobre la importancia de esta labor que permite que el Opus Dei pueda seleccionar a los mejores jóvenes de España y constituir un semillero de vocaciones escogidas. Se me antojaba la Universidad de Navarra como el último reducto donde la Obra puede permitirse elegir a las personas. Horas después, tras mantener una conversación, me di cuenta de mi error. Hasta no hace mucho los directivos de esta Universidad se jactaban de puertas adentro de tener el doble de solicitudes que de plazas ofertadas para cada nuevo curso académico. Pero el número de solicitudes de plazas está descendiendo de un tiempo a esta parte y –como se desea que el numero de alumnos se mantenga en torno a 14.000- se han visto obligados a renunciar a la selección para admitir nuevas matriculas.

Esta política de encerramiento y de autoprovisión de vocaciones ha llevado a la Obra a tener que situar en cargos de dirección a aquellos a quienes pescó alocadamente pensando sólo en aumentar el número de miembros y sin salir de su propia charca. Esta perseverancia en el error táctico está teniendo sus consecuencias lógicas: el Opus Dei ahora tiene que poner a gobernar a aquellos miembros que consiguió seducir por razón de su inmadurez y que son totalmente incapaces.

No es lo mismo arengar a los chavales de un club, o recorrer el mundo persiguiendo al Papa con una guitarra, o blanquear dinero en una fundación del Opus Dei, que ser Director. Para gobernar cualquier cosa se necesita capacidad, para emprender nuevas empresas, para dar solución a los problemas, etc. Engañar es un arte que no está al alcance de cualquiera y para ser Director del Opus Dei hacen falta grandes dosis de talento manipulador, de cinismo.

Y es que el mal puede hacerse bien o mal. En este sentido pienso que la nueva generación de directores hace muy mal el mal que institucionalmente se les exige que cometan. Siempre hemos visto como cualquier actuación de la Obra ha contado con una justificación oficial, hasta la rocambolesca historia del Marquesado de Peralta tiene su coartada. Pero esta nueva hornada de directores no se preocupa de procurarse una justificación (por estrafalaria y artificial que sea) sino que actúan sin ninguna diplomacia, ni tacto, ni estilo, ni nada. ¡Qué arte ha tenido siempre la Obra para adular a quienes le interesa y para machacar a sus enemigos, silenciosamente! Por ejemplo, la anécdota de la alfombra y el cardenal terminó con una alfombra igual a la de Villa Tevere comprada ad hoc, por indicación del Padre, en el despacho del cardenal. Eso sí, de tamaño menor.

Por eso la vieja guardia esta muy preocupada porque, además, estos insensatos muchas veces delatan a la propia institución aireando cosas que no conviene que se sepan. Así que a día de hoy tenemos el Gobierno de la Obra en España poblado de viejas glorias y –por debajo- la nueva casta de directores mediocres.

En otra ocasión un añejo supernumerario (Catedrático de Universidad) vino a mi indignado y me expuso que sentía auténtica vergüenza al traer a un compañero de trabajo por el Centro porque ¿¡cómo va a decirle él a un colega del trabajo que asista a una charla de formación cristiana impartida por un numerario que es un inútil!? Evidente. Una persona inteligente, cuidadosa, recia y trabajadora es difícil que se deje mandar (mangonear) por personas infantiles que –desde que pitaron- no han hecho otra cosa sino vivir del sistema y gandulear.

Por esto los mejores se van.

En marzo de 2002 nos llegó una nota de Comisión indicándonos que la calidad de los asistentes a la ceremonia de canonización de Escrivá daba igual, que lo único importante era conseguir una cantidad de personas superior a la de la beatificación. Si hubiera marcado con un círculo rojo todos los errores ortográficos de esa nota, parecería que el papel tenía sarampión.

Bastante poco serio ¿no?, porque si ya es difícil ver la voluntad de Dios en indicaciones de gobierno como esta, mucho más si el conducto reglamentario lo adorna con un racimo frondoso de abultadas faltas ortográficas. Por cierto, dentro de la Obra nos enteramos de que el Papa había decidido canonizar al fundador a través de la prensa, aunque se nos había dicho que los miembros seríamos los primeros en saberlo, antes que la opinión pública. Un buen día de febrero de 2002 llegó un fax desde Villa Tevere a la Comisión adelantando la esperada noticia, varios días antes del anuncio oficial público. Pero nadie se enteró, a nadie se le ocurrió mirar el fax a ver si había algún nuevo envío. Decididamente: poco serio.

Si, como nos ha informado una persona en esta web, un miembro de la Prelatura puede decir abiertamente que visita OpusLibros en la Confidencia y no le reprenden, entonces tendré que dar la razón a este burócrata de almas hermano mío: en el Opus Dei los Directores son tontos de remate, auténticos campeones de la estupidez, de esos que chorrean estulticia. ¿Dónde quedó esa aristocracia de la inteligencia?

Los mejores se van... y algunos de ellos hacen magníficos escritos para ayudar a muchas personas a través de esta web. Felicito a Marcus Tank por su impresionante estudio Los métodos pastorales del Opus Dei y le agradezco el honor que me hace al dedicármelo.

¡Un fuerte abrazo a todos los amigos que comparten este foro!

Que nadie se preocupe por mi, estoy muy bien. Hay una cosa de las que enseñó José María Escrivá que tengo muy presente: no tengo vocación de mártir.



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