Sobre el comienzo de los agregados

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Por Gervasio, 9/04/2012


En una colaboración de 4 de junio de 2007 titulada “Qué familia la del Opus Dei!” escribí: Antes de que el fundador tuviese la brillante idea —me parece que es de los años cuarenta, aunque él tendía a retrotraer las fechas mucho— de las numerarias auxiliares, se le había ocurrido que se ocupasen de las tareas domésticas agregados. Primero se llamaron supernumerarios internos, luego oblatos y últimamente agregados. La terminología oblatos es la que más sugiere la idea de sirvientes. En las antiguas casas religiosas de varones esos sirvientes constituían una clase: la de los oblatos. A ello apostilló Nacho Fernández, en “Sólo hubo dos ‘supernumerarios internos’” de 4 de junio de 2007, que los únicos así denominados fueron Paco Navarro y Rafael Poveda y que ninguno de los dos, ni por sus respectivas profesiones ni por sus habilidades, daban el perfil adecuado para el desempeño de tareas domésticas; ni nunca las desempeñaron, ni les propusieron desempeñarlas. Y añade en “El pitaje del primer agregado” de 8 de septiembre de 2008: El comienzo del acercamiento de Paco al Opus Dei fue hacia 1947, aunque el pitaje (la incorporación) no se produjo hasta comienzos de 1950. Ya lo he contado varias veces. El título con que se incorporó fue de “supernumerario interno”, lo mismo que Rafael Poveda, pero duró poco, pues pasó a ser denominado “oblato”, y el primero con este nombre fue Paco Uceda...

Quien sí parece haber tenido por función las tareas domésticas es Gonzalo Larrocha, botones de la residencia DYA en la calle de Ferraz 50. Pedro Casciaro dice al respecto: En la Residencia había dos chicos que trabajaban como “botones” —a final del curso, tres— y atendían el comedor y la limpieza de la casa; de la cocina se ocupaba una señora mayor, que venía sólo algunas horas al día. De todo lo referente al lavado y planchado de la ropa se encargaban unas buenas religiosas, las Esclavas del Amor Misericordioso, que vivían en el nº 17 de la misma calle Ferraz. (Cfr. La pobreza del Opus Dei,) Oí narrar al fundador que por aquel entonces, los numerarios e incluso el propio Escrivá, habían colaborado alguna vez sacando cera.

No lo hacíamos tan bien como la Administración, pero tampoco lo hacíamos mal del todo, comentaba con cierta guasa.

No cabe duda de que durante algún tiempo tareas tan típicas de las numerarias auxiliares como atender el comedor y limpiar la casa la ejercitaron profesionalmente varones. Cuando Escrivá fue nombrado “inspector” —o algo así— durante su estancia en el seminario, pusieron a su disposición un fámulo. De allí debió de tomar la idea. Estaba acostumbrado a fámulos y no a fámulas.

En sus Apuntes sobre la vida del fundador del Opus Dei, y en Rasgos de buena amistad, (Scripta Theologica, 34, 2002/1 p. 112) Salvador Bernal, entre las diversas categorías de personas de las que el fundador era amigo —catedráticos, artistas, escritores, periodistas, etc.— también enumera y obreros, como Gonzalo Larrocha, botones de la Residencia DYA en la calle de Ferraz. Se ve que, como no encontraba un obrero propiamente dicho, decidió convertir en “obrero” o un “botones”. Este tipo de artificios es muy típico del Opus Dei. Algunos recordaréis el numerito que motaron unos supuestos “mineros asturianos”, cuando Sanjosemaría en olor de multitudes visitó Pamplona en 1967. Alborotaban por las calles vestidos de mineros, con cascos y linternas frontales. De mineros no tenían nada; pero servían para hacer creer que el apostolado del Opus Dei había calado incluso en aquellos mineros, levantiscos y anticlericales, que entonces aparecían continuamente en la presa española y extranjera.

Es a esos “botones” de la residencia de Ferraz a los que me refiero, como posibles miembros del Opus Dei encargados de tareas domésticas. No llegaron a cuajar en agregados. Por su función se parecen mucho más a las mujeres llamadas insirvientes y posteriormente numerarias auxiliares. Tampoco llegaron a cuajar como numerarios auxiliares. Hay agregados coadjutores; pero esos son los agregados que se ordenan sacerdotes, que así son llamados para diferenciarlos de los sacerdotes diocesanos que se hacen del Opus.

Paco Navarro, Rafael Poveda y los agregados que vinieron después, proceden de un planteamiento distinto al de la necesidad de disponer de personas del Opus Dei encargadas del servicio doméstico. Pertenecen a una época muy posterior a la de la residencia de la calle de Ferraz. Cuenta Lázaro Linares (Cfr. Venga a nosotros tu reino”) en “Un relato de mi vida en el Opus Dei” que Paco Navarro, que militaba en la Acción Católica, en 1943, tuvo noticia por la prensa de la ordenación de los tres primeros sacerdotes numerarios: del Portillo, Múzquiz y Guernica. Le interesó lo que de ellos leyó, especialmente porque los tres eran ingenieros. Le costó bastantes indagaciones dar con esos sacerdotes del Opus Dei; pero finalmente, en 1948, se personó en Diego de León 14, para hablar con José Luis Múzquiz. Pero no estaba disponible. Lo atendió Amadeo de Fuenmayor, que lógicamente le dio a conocer lo que era el Opus Dei, que le atrajo mucho. Pero no pitó como agregado hasta abril de 1950. ¿Por qué tardó tanto? A mi modo de ver, porque hubo que forjar una nueva categoría de miembro: la de agregado.

En 1947, año en que se produce la aprobación provisional del Opus Dei como instituto secular, parece ser que todavía no había agregados. Sería muy interesante conocer las constituciones del Opus Dei aprobadas provisionalmente en 1947. Es de suponer que difieren bastante de las aprobadas en 1950, que son de las que disponemos. Así como el reciente descubrimiento y difusión de las normas del Opus Dei como pía unión, que Guillaume todavía está glosando, han resultado muy esclarecedores, también lo sería el descubrimiento y difusión de las constituciones del Opus Dei correspondientes a la aprobación de 1947, así como otros documentos relativos a esa época. En Almudi.org leemos: 1947, 24 de febrero. La Santa Sede otorga la primera aprobación pontificia.1950, 16 de junio. Pío XII concede la aprobación definitiva del Opus Dei, que permite que sean admitidas en la Obra personas casadas, y que se adscriban a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz sacerdotes del clero secular.

Los agregados de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz también parecen provenir de ese intersticio 1947-1950. Las historias oficiales del Opus Dei están muy fantaseadas. Una de esas fantasías consiste en afirmar que José María Somoano, fallecido en 1932, fue uno de los primeros sacerdotes agregados; un agregado avant la lettre. En su época no había tal figura. En rigor, ni pudo ni puede ser calificado de tal. En “El pitaje del primer agregado”, antes mencionado, Nachof afirma: El primer sacerdote diocesano que pitó de agregado de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz fue Enrique Pelach, que con el tiempo fue obispo en Perú. Los primeros sacerdotes diocesanos pitaron en 1954, aproximadamente.

Salvador Bernal escribe cosas tan peregrinas como esta: Don Josemaría se había planteado salir de Zaragoza porque, con su corazón dispuesto a secundar el querer divino, pensaba que eso que Dios le pedía —pero aún ignoraba— podría cumplirlo más fácilmente en una ciudad como Madrid (Ibid.). Aparte de que Madrid no suele ser considerada una ciudad, sino una villa, no se ve por qué cuando Dios nos pide algo que no sabemos lo qué es, debemos trasladarnos a Madrid. Imaginaos que alguien entra en la habitación del director de turno y le dice:

— ¡Pax! Me tengo que ir a Madrid, porque no sé lo que Dios quiere de mí. Sé que quiere algo; pero no sé muy bien qué. ¡Por lo tanto, me voy a Madrid! ¡Pax!

No hay más remedio que reescribir la historia del Opus Dei, si queremos enterarnos de algo. Don Josemaría se fue a Madrid, porque quería ser doctor en Derecho —que es un título que habilita para la docencia—, y en aquella época sólo cambia doctorarse en la Universidad madrileña. Atribuir el traslado a Madrid al deseo de secundar un querer divino que no sabía qué era, es pura música celestial.

Con los agregados pasa lo mismo. ¿Por qué hay en la Obra una categoría de miembros llamados agregados? Si empezamos con que “el Señor le hizo ver a don Josemaría en un determinada momento que era conveniente instaurar una nueva categoría de socios” o cosas por el estilo no nos enteraremos de nada. Hay que encontrar el rationale de la existencia de agregados. Alegar un rationale también es necesario —e incluso más— si atribuimos nada menos que al querer divino su existencia. La premisa de que todo lo que Escrivá ideaba provenía de Dios, obliga a hacerse cargo de qué cáspita el Señor le pedía o le comunicaba; obliga a hacerse cargo de qué es un agregado.

¿Qué es un agregado? En Almudi.org leemos: Los agregados se diferencian de los numerarios en que no viven en centros del Opus Dei: los agregados, igual que sus conciudadanos, viven en su domicilio particular. Hay quienes viven solos, quienes viven con sus padres o hermanos, y quienes viven junto con otros agregados en residencias establecidas al efecto. Según este criterio de diferenciación, no muy concorde con los estatutos de 1982 (Cfr. n. 10), gentes como Gonzalo Larrocha serían numerarios o agregados según lo suyo fuese o no pernoctar en un centro de la Obra como casa propia. No sabemos —yo al menos— dónde vivía Gonzalo Larrocha y los demás botones de la residencia Ferraz. Es de suponer que viviesen en sus respectivas casas, pues incluso los numerarios vivían en las casas de sus padres en aquella época. Tampoco sabemos si alguno de aquellos botones llegó a pitar y, si pitó, en calidad de qué pitó. Parece que no cabe, como en el caso de los sacerdotes agregados —tal se hace con José María Somoano—, sostener que Larrocha fue un agregado avant la lettre; que fue un agregado sin ser consciente de ello.

A diferencia de lo que sucede con las mujeres, no hay en el Opus Dei, al menos actualmente, una categoría de miembros varones del Opus Dei caracterizada por estar dedicada a las tareas domésticas. Si Gonzalo Larrocha tuviese que pitar hoy día, no podría hacerlo como numerario auxiliar, porque no existe tal subespecie de numerario. Podría hacerlo como agregado o como supernumerario. En cualquier caso, la cuestión es más teórica que práctica. El servicio doméstico masculino uniformado —tipo botones— parece haber desaparecido de las viviendas del Opus Dei después de la guerra civil. Ese servicio doméstico es un precedente de las numerarias auxiliares más que de los agregados. En un determinado momento alguien —a elegir, según gustos, entre Nuestro Padre, Dios mismo, o don Álvaro— dispuso que el servicio doméstico de los centros del Opus Dei recayese sobre mujeres y no sobre los varones (Cfr. Estatutos 1982, n. 8 § 2).

Cuando faltan mujeres de la sección femenina para atender un centro de la Obra, como sucede con frecuencia, nunca lo vi atendido por empleados del hogar, sino invariablemente por empleadas del hogar. También en el caso de que no puedan ser del Opus Dei se escoge mujeres. Sólo antes de la guerra civil española esa atención estaba encomendada a varones. Había unos empleados del hogar de los que el fundador llegó a pensar que podrían constituir una modalidad de socios para tareas domésticas. Algo así es lo que recuerdo haber oído a un antiguo sacerdote de la Obra q.e.p.d. No me parece que haya que atribuir al buen Dios que el servicio doméstico en la Obra tenga que ser prestado por mujeres; pero no lo puedo afirmar con seguridad. ¿Convendrá trasladarse a Madrid?




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