Separación entre espíritu y praxis: causas y posibilidades de cambio

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Por Idiota, 25.02.2005


Querid@s amig@s:

En primer lugar, quisiera expresar mi adhesión (casi total) a la argumentación de Aquilina (20.02.05) e Isabel Nath (23.02.05), a quienes agradezco su exposición. De esta adhesión se puede deducir que comprendo, pero no comparto, la argumentación de E.B.E. (23.02.05). La Obra se puede interpretar como "algo institucional", y esa institución se constituye en dos pasos: uno es "a priori", a partir del Fundador, como estructura al servicio del "espíritu" primigenio nacido en 1928 (o más tarde, según Joan Estruch); otro es "a posteriori", a partir de nosotros, como estructura que sólo puede existir si tiene miembros.

En el primer caso, nos preguntamos si el "espíritu" ya estaba de tal manera al servicio de la futura institución que estaba, por tanto, pervertido desde el principio. Mi respuesta sería que el "espíritu", en la medida en que recoge antiguas y modernas aspiraciones del cristianismo, no lo está: esas aspiraciones se concretarían en una vocación al seguimiento de Cristo vivida en medio del mundo a través de una sólida vida de piedad y del ejercicio de toda una serie de valores de inspiración cristiana...

En el segundo caso, nos preguntamos si nosotros, los (ex-)miembros, ya estábamos de tal manera al servicio de la institución que nosotros (y nuestras obras) estábamos pervertidos desde el principio. Mi respuesta sería que nosotros, en la medida en que tratábamos de vivir las antiguas y modernas aspiraciones del cristianismo que anidaban en lo más profundo de nuestro corazón, tampoco lo estábamos, como bien dicen Aquilina e Isabel Nath. Y, sin embargo, tanto desde el punto de vista del "espíritu" como desde el punto de vista de los (ex-)miembros, se ha generado una praxis, incompatible de hecho con el "espíritu", que ha producido innumerables males y sufrimientos. ¿Cómo ha sido posible esto? ¿Se puede hacer algo para cambiarlo?

No quisiera entrar ahora en la discusión de las posibles influencias individuales y sociales que condujeron al Fundador y a la Obra, desde el principio, a cultivar una praxis en muchos aspectos mucho más restrictiva que la de muchas órdenes religiosas. Examinando atentamente ensayos como los de Joan Estruch e incluso hagiografías como la de Andrés Vázquez de Prada, cualquiera puede sacar sus propias conclusiones.

Como buen amigo de teorías abstractas, voy a tratar de aplicar a la Obra algo que leí hace poco. Hay autores que clasifican los fenómenos observables en el mundo real en tres tipos:

  1. Fenómenos naturales, que no son ni el fin de acciones humanas ni la consecuencia de acciones humanas (por ejemplo, el tiempo: la lluvia, etc.)
  2. Fenómenos humanos, que son el fin de acciones humanas y la consecuencia de acciones humanas (por ejemplo, un pastel)
  3. Fenómenos de la "tercera fase", que no son el fin de acciones humanas, pero sí que son la consecuencia de acciones humanas, es decir, fenómenos que se producen "sin querer pero queriendo" o "queriendo sin querer" (por ejemplo, un sendero en el césped de un impoluto jardín municipal).

En el caso del sendero, parece claro que se ha producido como consecuencia de acciones humanas, es decir, porque muchas personas han ido pisando el césped por el mismo sitio. Ahora bien, ninguna de las personas que han pisado el césped tenía la intención de crear un sendero; el sendero no era el fin de esa acción. La gente pisa el césped para acortar el camino y llegar antes y menos cansada a alguna parte. O sea que el sendero en el césped es, en cierta manera, un "daño colateral", una "consecuencia indeseada", un "voluntario indirecto". Y si alguna vez preguntamos a los que pisan el césped por qué están haciendo un sendero, nos mirarán con extrañeza e incluso negarán que lo estén haciendo.

Hagamos ahora el mismo ejercicio mental con la Obra utilizando uno de los más clásicos ejemplos: la familia "de sangre".


Paso 1: el "espíritu" puro:

"El espíritu y la vida de la Obra enseñan a amar el cuarto mandamiento del Decálogo como un dulcísimo precepto, con muchas manifestaciones de afecto a padres y hermanos: Consagración a la Sagrada Familia, oración diaria, indulgencias; triduos dedicados a fomentar la piedad de las familias; detalles, llenos de delicadeza humana y sobrenatural, en el trato con los padres y hermanos, etc." (Glosas sobre la Obra de San Miguel, 78)

Estamos de acuerdo, ¿no? Yo sí, aunque la palabra "vida" ahí me parezca un poco sospechosa.


Paso 2: otro aspecto del "espíritu", relacionado con la "entrega":

"Los Numerarios han de recibir, desde el principio, la formación necesaria para comprender que su dedicación al servicio de Dios en la Obra es plena y les pide un efectivo desprendimiento de su familia de sangre, acompañado, a la vez, de un mayor cariño hacia ellos, lleno de visión sobrenatural y de celo apostólico." (idem 78)

Cuando estábamos emocionados, esto nos parecía estupendo; ahora vemos ahí, como mínimo, una contradicción; alguno lo considerará una expresión del más puro cinismo.


Paso 3: concreción práctica de los pasos 1 y 2:

"De ordinario, los Numerarios no abandonan sus tareas apostólicas o su lugar de trabajo —sobre todo si el lugar es lejano—, para participar en determinados acontecimientos o sucesos familiares —el matrimonio de un pariente, una primera Misa, etc.—, que ocasionan gastos de tiempo y de dinero que un padre de familia numerosa y pobre no se puede permitir." (idem 79)

A ver... ¿a cuántos de vosotros os han dicho "Te necesitamos aquí", cuando no había ninguna necesidad que impidiera un viaje?

"Después de que se haya tomado la determinación oportuna, el interesado contesta a su familia, sin trasladar a los Directores la responsabilidad —que no tienen— de la decisión." (idem 79)

O sea que "Se" (y no el interesado) toma la decisión (¿quién es el señor Se?), pero los Directores no tienen ninguna responsabilidad. El que no esté empezando a calentarse, que levante la mano...


Paso 4: Paso a la realidad (un testimonio entre muchos):

"Aquel año, mis padres cumplían sus bodas de plata. Volví a pedir permiso, prueba patente de la madurez y libertad con la que las personas actúan en la Obra. Estaba mal visto decir esto: "que se pedía permiso", porque en realidad, según decían, no se pide permiso, "se consulta, se comenta lo que se piensa sobre un asunto"..., pero luego, debes hacer lo que se te dice, y no en virtud de la obediencia, sino porque eres libre de elegir, y eliges lo que Dios quiere, que es lo que se te dice. Total una complicación, que esconde un retorcimiento absoluto de conciencia.
Bueno, pues tras mi consulta, me dijeron que se debía consultar, a su vez, a la delegación. Después de varios días, la directora me comentó que lo normal en estos casos era no ir a esta celebración, pero que como yo no tenía problemas de apego a la familia, sí podría pasar el día con mis padres. Así que, en virtud de la pobreza, me pusieron en un avión la víspera de la celebración por la noche, con el cometido de volver al día siguiente del aniversario por la mañana.
Ni que decir tiene que lo pasé fatal y hubiese sido mejor ni aparecer. Nadie en mi familia entendió mi forma de actuar. Les parecí absurda y provocadora. Me comentaron si era ministra y no disponía de más tiempo... Mis hermanos no me dirigieron la palabra, ni para saludarme, ni al estar, ni para despedirme. Yo había hecho méritos para ganarme la fama de fanática impertinente, y acabé de colocar la guinda.
" (Carmen Charo, Recuerdos del camino, cap. 5)

Ahora, repítanse experiencias de este tipo varias veces en la vida de muchas personas, hasta que acabemos convencidos de que la Obra separa a sus miembros de sus familias. Parece claro que ese convencimiento se ha producido como consecuencia de acciones humanas, es decir, porque muchas personas han sufrido este mismo tipo de experiencias. Ahora bien, ninguno de los directores que han participado en una decisión de éstas, tenía la intención de crear ese convencimiento; ese convencimiento no era el fin de esas decisiones. Los Directores toman esas decisiones con el fin de salvaguardar el "espíritu de desprendimiento" visto en el paso 2. O sea que el convencimiento de que la Obra separa a sus miembros de sus familias es un "daño colateral", un problema de comprensión que tienen los que no conocen el "espíritu de la Obra". Y si alguna vez preguntamos a los directores por qué están separando a los miembros de sus familias, nos mirarán con extrañeza e incluso lo negarán sacando a colación el paso 1.

El resultado es una especie de "diálogo de sordos":

-Director (D): Debes amar a tu familia.
-Cualquiera de nosotros (N): Pues déjame ir a verla.
-D: Pero, como debes estar desprendido de ella, es mejor que no vayas.
-N: Pero si no voy, pensarán que ya no les quiero.
-D: Existen otras muchas posibilidades de demostrarles tu cariño.
-N: Pero la mejor manera es ir a verlos.
-D: Ya se ve que no estás desprendido de ella; si lo estuvieras, no insistirías tanto.
...

Este "diálogo de sordos" se perpetúa en la discusión pública sobre este tipo de temas:

-"OPUS": ¡Cuánto amamos a nuestras familias "de sangre"! (ver paso 1)
-"ANTI-OPUS": ¡Mentira cochina! (ver paso 4).
...

Y, si lo miramos bien, comprobaremos que, en la mayoría de los casos, los directores eran buenas personas y lo hacían con la mejor intención del mundo (avalada por documentos como las citadas glosas) y "por nuestro bien", quizás siguiendo el viejo refrán que asegura que "quien bien te quiere, te hará llorar". ¡Nos habrán visto llorar y habrán pensado que nos estaban queriendo mucho!

Por tanto, ¿no sería mejor tirar todos esos libros de glosas y vademécumes a la basura y dejar una cuestión de este tipo al recto criterio y a la libre iniciativa del interesado? A fin de cuentas, todo "padre de familia numerosa y pobre" decide por sí mismo ese tipo de cosas; es más bien el "hijo de familia numerosa y pobre" el que no puede decidir, por lo menos hasta llegar a cierta edad. Y, en un caso extremo, si es necesario, el director siempre puede pegar un telefonazo: "Oye, tío, ¿qué pasa que llevas tres meses en las Bahamas?"

Y, ¿a dónde iríamos a parar? Pues a un Opus Dei lleno de personas libres y responsables; con gente más o menos aprovechada, más o menos entregada, más o menos "santa"; no "santos" por la imposición uniformadora de unas reglas exteriores mejor o peor interiorizadas, sino "santos" a través del uso libre y responsable de la inteligencia y de la voluntad. ¿Qué preferís?

Todo esto no pasa de ser pura especulación. ¿Qué posibilidades reales hay de que se produzca un cambio? En mi opinión, sólo se puede esperar un cambio en la medida en que se vaya desmoronando. No serán, pues, las críticas de los ex-miembros o los dictados de la Jerarquía, los que hagan cambiar la Obra; los cambios que se produzcan como reacción a estos estímulos no pasarán de ser pura cosmética. Los únicos cambios reales serán resultado de un desmoronamiento interior, perceptible ya en bastantes regiones. Ante la disyuntiva de cambiar o desmoronarse, la Obra acabará eligiendo el cambio (como, según Joan Estruch, lleva haciendo toda la vida, ver Ángel, ¿Qué nos hicieron?, cap. 2 y 3); eso sí, afirmando siempre que, o bien no han cambiado más que aspectos coyunturales, o bien que las cosas siempre han sido así (y no faltarán textos del Fundador para avalar tal afirmación).

Y así, contestando por fin a Crespillo (30.01.05), pienso que, aunque es difícil, no es imposible provocar un cambio, haciendo ver a los directores regionales y centrales las funestas consecuencias prácticas, los fenómenos de la "tercera fase", que están provocando la buena voluntad y la inteligencia anulada de los directores locales y de los numerarios de a pie. Llegará un momento en el que los directores regionales y centrales no tendrán otro remedio que verlo, bien porque el número de miembros, sobre todo de "numerarios de a pie", vaya descendiendo poco a poco, bien porque se vayan formando grupos de miembros que, de forma delicada pero firme, renuncien a prestar un apoyo indiscriminado e incondicional a las barbaridades mandadas desde arriba. Y, a mi modo de ver, esta última posibilidad bien podría ser la que escogieran los supernumerarios, ya que no dependen de una manera tan radical de la Obra. ¿Qué pasaría si un grupo promotor formado por supernumerarios acudiese a la Delegación o a la Comisión correspondiente, por ejemplo, denunciando las prácticas proselitistas del colegio o club que promueven y negándose a buscar o entregar más donativos hasta que éstas cesaran? A lo mejor no lo verán estos ojos que se comerá la tierra, pero es una posibilidad, ¿no?




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