Semejanzas y diferencias entre el "Itinerario jurídico del Opus Dei" y la "Edición crítico-histórica de Camino"

Por Josef Knecht, 16/04/2012


El epílogo con que Guillaume (13.04.2012) concluye su encomiable edición y comentarios de los Reglamentos del Opus Dei como Pía Unión (1941) merece mi más absoluta aprobación. El libro de Amadeo Fuenmayor, Valentín Gómez-Iglesias y José Luis Illanes, El itinerario jurídico del Opus Dei. Historia y defensa de un carisma (ed. Eunsa, Pamplona 1989) es un fraude porque no se atiene al rigor científico, sino que, doblegándose a los intereses de la “versión oficial” del Opus Dei, lee y maneja las fuentes históricas del propio Opus Dei con una metodología manipuladora que falsea la historia jurídica de la Obra de Escrivá.

Me pregunto si merece un juicio semejante el trabajo del profesor Pedro Rodríguez, autor de la edición crítico-histórica de Camino aparecida en el marco de las publicaciones del “Instituto Histórico San Josemaría Escrivá”: Josemaría Escrivá de Balaguer, Camino. Edición crítico-histórica preparada por Pedro Rodríguez, ed. Rialp, Madrid 2002 (Instituto Histórico Josemaría Escrivá – Roma: Obras completas del beato Josemaría, serie I, volumen 1)...

En primer lugar, no cabe duda de que también el profesor Rodríguez tuvo que doblegarse a la “versión oficial” del Opus Dei acerca de su fundador presentando Camino (1939) como si contuviera ya la futura “teología del laicado”, la “llamada universal a la santidad”, la “autonomía de las realidades temporales” que serían proclamadas años más tarde por el Concilio Vaticano II (1962-1965). San Josemaría Escrivá fue, según esa versión oficial, un precedente del Vaticano II a consecuencia de lo que Dios le hizo “ver” el 2 de octubre de 1928. Rodríguez, siendo un numerario fiel al Opus Dei, no puede contradecir esa tesis, sino que ha de aportar argumentos en favor de ella. Su edición crítico-histórica va en esa dirección; por eso, en una anterior colaboración (03.02.2012) reproché exceso de “anacronismo” en el estudio de Rodríguez.

Sin embargo, debo reconocer que Pedro Rodríguez no manipula el texto de Camino como los autores del Itinerario jurídico hacen con sus fuentes y, además, se esfuerza en contextualizar bastante bien en sus coordenadas históricas los puntos de Camino; recuérdese, por ejemplo, mi reciente comentario (09.04.2012) al punto 115 de Camino. Teniendo en cuenta que este es un libro muy conocido, las posibilidades de manipular su texto son nulas y las de forzar su pensamiento, pocas. Otra cosa sucede con Surco (1986) y Forja (1987), que, por tratarse de obras póstumas de Josemaría Escrivá (1902-1975), su sucesor Álvaro del Portillo (1914-1994) pudo meter mano en la definitiva redacción de esos libros antes de su publicación: recuérdese el artículo de Oráculo del 26.10.2007 y el de Giovanna Reale del 09.11.2007.

Tengo la sincera impresión de que Rodríguez, pese a su obligado anacronismo, no es tan descaradamente manipulador como los tres coautores del Itinerario jurídico y se ajusta mejor a la mente del autor de Camino. Una prueba de ello es que Rodríguez no oculta la seria admiración de Escrivá por la espiritualidad ignaciana ni tampoco claras influencias del pensamiento de Pedro Poveda en el fundador del Opus Dei, cuyos textos honradamente compara. De esta forma, la originalidad de Escrivá es algo relativizada o, mejor dicho, ubicada en su contexto histórico-literario y no adquiere una rotundidad tan enorme como sugieren los tres coautores del Itinerario jurídico, empeñados en insistir por activa y por pasiva en que Escrivá fue siempre fiel a lo que “vio” el 2 de octubre de 1928, cuando en realidad dio auténticos bandazos en el itinerario jurídico de su Obra. El modo de proceder del profesor Rodríguez se atiene mejor al rigor científico.

Tres años después de la aparición de la edición crítico-histórica de Camino, se publicó la monografía de un profesor de la Universidad Ramon Llull de Barcelona, doctor en Filología Hispánica: Armando Pego Puigbó, La escritura encendida: cuatro españoles en la Iglesia del siglo XX (Edimurtra, Barcelona 2005). Esos cuatro españoles son san José María Rubio S.J., san Pedro Poveda, san Josemaría Escrivá y el padre Pedro Arrupe S.J. El profesor Pego, especialista en literatura mística contemporánea, plasma en ese libro sus estudios acerca de esos cuatro destacados autores de literatura espiritual en lengua castellana. Los trata con inmenso respeto; de Camino llega a decir que es “la obra fundamental del escritor cristiano de más éxito del siglo XX” (pág. 146): sin duda, un gran elogio. Para estudiar Camino, se basa principalmente en la edición crítico-histórica de Pedro Rodríguez, a quien sigue muy de cerca.

Pues bien, me consta que el libro del profesor Armando Pego, aunque parezca increíble, no goza de la aprobación de los directores del Opus Dei, ya que no se ciñe con exactitud a la “versión oficial” que éstos han diseñado de su fundador. Pego no presenta a Escrivá como un pionero del Vaticano II, sino que lo circunscribe demasiado a las circunstancias históricas de los años 30 haciéndolo depender de Pedro Poveda (1874-1936) en muchos aspectos de su pensamiento. En realidad, aplica un método similar al del profesor Pedro Rodríguez en su edición crítico-histórica, con la sola diferencia de que no incurre en anacronismos como hace éste. Con el libro del profesor Pego asistimos a una situación peculiar: por mucho que elogie y admire a Escrivá y lo sitúe debidamente en su contexto histórico-literario, no cumple bien todos los requisitos establecidos por la institución Opus Dei acerca del “mito” de san Josemaría y, por eso, no se incluye en la literatura oficial que los directores del Opus Dei –y el Instituto Histórico San Josemaría Escrivá– han elaborado acerca de su fundador, tremendamente original, según ellos, por la inspiración divina del 2 de octubre de 1928.

El estudio de Pego pone en evidencia que la edición crítico-histórica de Camino elaborada por Pedro Rodríguez puede ser utilizada más o menos en contra o al margen de algunos intereses de la propia “versión oficial” del Opus Dei. La sinceridad de Rodríguez en este trabajo, aunque haya sido compatible con cierto anacronismo, permite que se “vea el plumero” en el mito de san Josemaría. Eso no pasará con las ediciones crítico-históricas de Surco y de Forja por la sencilla razón de que esos dos libros ya han sido escrupulosamente pulidos y manipulados antes de su publicación, de modo que sus futuras ediciones crítico-históricas serán como “coser y cantar”; el único escollo podría consistir, según propuso Giovanna Reale (09.11.2007), en exigir al Instituto Histórico San Josemaría Escrivá la edición fotográfica de los manuscritos del propio Escrivá a partir de los que se redactaron esas dos obras póstumas, con el fin de comparar qué escribió Escrivá con su puño y letra y qué se publicó en las ediciones de Surco y de Forja.




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