Se modifican los documentos internos pero no 'el espíritu'

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Por Compaq, 20 de junio de 2005


Estando de acuerdo plenamente con el escrito de Tartarín, quisiera hacer un comentario colateral, cuando menciona los documentos internos y dice que ya no están en vigor. Sabemos que se hicieron de algunos de ellos una nueva edición tras el último Congreso General, a finales de 2002. Pero es importante que no parezca que el Opus Dei ha modificado su “espíritu” o que las nuevas ediciones de esos documentos han cambiado las normas y la praxis del Opus Dei. Ya sé que esa no es la intención de Tartarín pero creo conveniente aclarar, basándome en las propias palabras del Fundador y también de su primer sucesor, Alvaro del Portillo, el nulo margen que ambos dejaron para cambiar nada en el Opus Dei.

En el documento interno “De Spiritu et de Piis Servandis Consuetudinibus” (Del Espíritu y de las Costumbres), fechado en 1990 y vigente al menos hasta finales de octubre de 2002 –no sé si este documento tiene una nueva edición-, trascribo del prólogo firmado por Don Alvaro, lo siguiente.

Al dar a la imprenta esta nueva edición del volumen De spiritu et de piis servandis consuetudinibus, me parece necesario haceros unas consideraciones, al hilo de cuanto oímos comentar a nuestro santo Fundador en momentos de mucha alegría, y de no poca inquietud en su alma, pero sin que perdiera jamás la paz sobrenatural y humana. Se había dado, en 1950, un paso fundamental en la historia jurídica de la Obra, pero aún quedaba un largo camino que recorrer, hasta llegar a la solución que se acomodara perfectamente a la naturaleza del Opus Dei. Su alegría era muy grande, insisto, porque en el Codex aprobado entonces ya se perfilaban con más fuerza el carácter secular, los fines y el futuro régimen de la Obra, y se daba un reconocimiento explícito a nuestro espíritu, a las Normas y Costumbres, que había deseado incluir en esos Estatutos. Para referirse, pues, a estos aspectos que os acabo de mencionar, nuestro amadísimo Fundador escribió en 1950:

1) sólo si se estudia, también nuestro Codex iuris particularis —que está plenamente imbuido de aquel espíritu sobrenatural que el Señor quiso para el Opus Dei—, se puede alcanzar una visión plena y clara de la Obra, que Dios suscitó el 2 de octubre de 1928, en servicio de su Iglesia Santa y de todas las almas;
2) en ese Código nuestro quedan plenamente definidos la naturaleza, los fines y el régimen del Opus Dei, así como el espíritu y los modos específicos de nuestro apostolado;
3) también ahí se establece cuál es la sólida formación que hemos de recibir durante toda la vida, para que, participando plenamente de los afanes de nuestra época, podamos ser instrumentos de Dios en medio del mundo;

Tras esta primera parte del prólogo, escrito –repito- en 1990 (el Opus Dei era una Prelatura Personal desde 8 años antes), D. Álvaro incomprensiblemente, no se refiere a las Constituciones de 1982 por las que fue aprobado y reconocido para otorgarle el nuevo cambio jurídico (de Instituto Secular a Prelatura Personal), sino al codex iuris particularis Constituciones de 1950 (por las que pasó de "Pía Unión" a Instituto Secular).

El fundador dice “sólo si se estudia también nuestro Codex iuris particulares [...] se puede alcanzar una visión plena y clara de la Obra”. En dicho codex iuris particularis, -los estatutos de 1950 –lo repite D. Alvaro citando al fundador- es donde está “el espíritu sobrenatural que el Señor quiso para el Opus Dei”. D. Alvaro lo recuerda a sus hijos en 1990. ¿Qué es lo que no recogen los estatutos de 1982 para que se tenga que referir a los de 1950?

Los estatutos de 1982 fueron hechos públicos por el Vaticano y la Prelatura (sólo en latín) y lo debieron y deben proporcionar a los obispos donde esté instalado el Opus Dei. En cambio, los de 1950 fueron y son secretos. Que los publicara Jesús Ynfante en su libro “La prodigiosa ascensión del Opus Dei – Génesis y desarrollo de la Santa Mafia” en los años 70 y se volvieran a publicar en la revista “Tiempo” en 1986, no quiere decir que sean públicos –el Opus Dei nunca los dio para su publicación- sino que alguien los consiguió, a pesar del Opus Dei. Y aunque el fundador repitiera a menudo que "en el Opus Dei no había secretos", sí que los había y los hay. Si no los hubiera, todos los reglamentos internos estarían publicados en sus webs y se les proporcionarían a los "pitables" y a sus padres, y estarían a disposición de cualquier persona que quisiera conocer el Opus Dei. Porque ser numeri@ o agregad@, no es "ser un cristiano corriente en medio del mundo", ni "hacerse santo a través del trabajo", ni vivir "la libertad de los hijos de Dios". Y para descubrir que no es eso, se necesitan varios años de vivir el día a día en la Obra hasta que ya, en muchos casos, ni el cuerpo ni la mente, soportan tanta contradicción y terminan por romperse.

Volviendo a los posibles cambios en "el espíritu", de nuevo se hacen improbables leyendo los estatutos de 1982 -esos sí que no admiten nuevas ediciones ya que son los que aprobó la Santa Sede para la erección de la Prelatura-, en el último apartado: Disposiciones finales. En el último punto de las mismas (sólo hay dos puntos), que pone punto y final al texto, dice:

2. Este Codex, en tanto en cuanto que ya están incorporados todos los fieles del Opus Dei, tanto sacerdotes como laicos, además de sacerdotes, Agregados y Supernumerarios, de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, comienza a tener vigencia desde el día ocho de diciembre de 1982. Todos ellos están obligados con las mismas obligaciones y guardan los mismos derechos que tenían en el régimen jurídico precedente, a no ser que los preceptos de este Códice establezcan otra cosa expresamente o que se deriven de aquellos preceptos que procedían de las normas derogadas por este nuevo derecho. (El resaltado es mío).

Si a todo lo anterior, añadimos las palabras de D. Álvaro incluidas en este texto del tomo VI de las Meditaciones internas, 15 de septiembre, Aniversario de la Elección del Padre, páginas 222 y 223, ¿quién se atrevería a cambiar algo?:

El aniversario de la elección del Padre es buen momento para que cada uno reafirme delante de Dios el compromiso de no permitir ni tolerar —ni en la propia vida ni en la de los demás miembros de la Prelatura— nada que pueda empañar el espíritu de la Obra. Meditemos de nuevo las palabras que escribía el Padre, a los pocos días de haber sido elegido para suceder a nuestro Fundador: en este momento solemne e irrepetible, yo suplico ardientemente a Dios que mantenga siempre su misericordia sobre nosotros y que, a pesar de nuestras miserias pasadas y presentes, nos conceda con abundancia la gracia para permanecer fieles, leales, hasta la muerte si fuera preciso. Y ruego también que si, a lo largo de los siglos, alguno —no ocurrirá, estamos ciertos—, quisiera perversamente corromper ese espíritu que nos ha legado el Padre, o desviar la Obra de las características divinas con que nuestro Fundador nos la ha entregado, que el Señor lo confunda y le impida cometer ese crimen, causar ese daño a la Iglesia y a las almas. [Del Padre –D. Alvaro- Carta 30-VI-1975, n. 39]. El destacado es mío.

Ante las palabras del fundador y de D. Álvaro -su sucesor-, sobre un posible cambio del “espíritu” de la Obra, no creo que nadie en la Obra se atreva a intentarlo, "porque lo corrompería". Se impide incluso una posible “reforma”, tal y como hizo Santa Teresa en su institución y otros muchos santos de la Iglesia al enderezar lo que se había torcido o ya nació manifiestamente mejorable. Entendiendo como entiende el Opus que estamos ante una revelación divina (recomiendo el escrito de E.B.E. "La Obra como Revelación"), todos los sucesores de Escrivá están atados de pies y manos aunque vieran la necesidad de enmendar la plana al fundador en algunos aspectos. Por eso todos y todas que intentan, desde dentro de la Obra, hacer ver que las cosas no se hacen bien, acaban fuera de ella: obedecer o marcharse. Sólo cabría una intervención del Papa tras una investigación seria de la Congregación de los Obispos. La maldición que dirige D. Alvaro: “que Dios le confunda y le impida cometer ese crimen” no parece ser muy alentadora para nadie de dentro.


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