Régimen de esclavitud de los que trabajan al servicio del Opus Dei

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Por Trinity, 7.04.2006


Me parece que Mabel pone el dedo en la llaga en su escrito sobre las incongruencias de la Prelatura en materia de pobreza. Aunque cabría hacer una matización: en España actualmente las Numerarias Auxiliares sí tienen sueldos y seguridad social.

Quienes no tienen sueldo ni Seguridad Social son los que trabajan en tareas internas y los sacerdotes numerarios. Procuran que los sacerdotes agregados de la Prelatura, como no viven en Centros, tengan sueldos y coticen a la Seguridad Social. Pero los anteriormente citados viven bajo un régimen de esclavitud económica que les impide replicar cuando discrepan de alguna decisión de gobierno y que les pone en una lamentable situación de precariedad cada vez alguno decide abandonar la institución.

En su escrito sobre las expectativas -creadas por los directores y luego incumplidas- en materia de asistencia a los miembros, de apostolado de amistad sincera y de obediencia libre, 'Jo nos ha hecho el favor de destacar algunos ejemplos del doble lenguaje que vienen empleando los que dirigen la Obra. Este otro, que ahora comento, es uno más de los muchos que podrían ponerse sobre las incongruencias de los Directores del Opus Dei.

En efecto, el n. 24 § 1 de los Estatutos de la Obra establece que todos los fieles de la Prelatura deben asumir los necesarios seguros o planes de pensiones que prevén las leyes civiles para casos de desempleo, enfermedad, vejez, etc. Da la impresión de que sólo se preocupan de estas cuestiones para que nadie resulte gravoso a la institución: de otro modo, la Prelatura no infringiría sus propias leyes cuando le toca vivir la justicia social con sus empleados: Consejos vendo, que para mí no tengo…

Ni siquiera en los Institutos religiosos sucede esto. El Código de Derecho Canónico vigente determina que los que legítimamente salgan de un instituto religioso o hayan sido expulsados de él, no tienen derecho a exigir nada por cualquier tipo de prestación realizada en su instituto (c.702 §1). Pero la misma norma canónica añade: Sin embargo, el instituto debe observar la equidad y caridad evangélica con el miembro que se separe de él (c.702 §2). Es de justicia elemental.

Ahora bien, ¿se respetan esos mínimos a los sacerdotes y laicos que trabajan al servicio de la Prelatura? El n. 34 de los Estatutos de la Obra se limita a consignar esto: Quien, por cualquier razón, abandonara 'la Prelatura' o de ella fuera dimitido, nada podrá exigir de ella por los servicios a ella prestados, ni como compensación por el propio trabajo profesional en ella ejercido o por causa de cualquier otro título o modo. Ya se ve que esto sí lo prevén con toda precisión. Pero luego no se reconoce ninguna obligación, ni siquiera equitativa, por tantos servicios generosos de sus fieles —sacerdotes o laicos— prestados durante años o décadas de años, a pesar de que la salida conduzca a la indigencia más penosa a los que se atreven a afrontarla.

¿Este proceder institucional puede considerarse cristiano o, simplemente, justo? La reciente Encíclica Dios es amor pone, a mi juicio, en evidencia su incompatibilidad eclesial. Pero que cada uno juzgue.

En todo caso, con independencia de la falta de caridad y de justicia que esto supone -y que mina de raíz la vitalidad cristiana de la Obra-, me parece que este proceder constituye una gran torpeza estratégica. El Fundador estableció que no fuera admitido como Numerario nadie que no tuviera resuelto su sostenimiento económico, para garantizar su libertad y su rectitud de intención en la perseverancia. Por eso, ahora, al haberse cargado de laicos y sacerdotes que no tienen más remedio que seguir dentro para no acabar en la indigencia, el estamento dirigente y formador del Opus Dei se ha ido llenando de individuos que carecen de libertad para expresar discrepancia o iniciativa, y que, si superan la mediocridad, la doblez existencial en que se ven obligados a vivir les empuja al desgaste psíquico o al cinismo.

No juzgo la interioridad de ninguna de esas personas. Pero sí la estructura de injusticia en la que, consciente o inconscientemente, viven inmersos. ¿Sabrá la Iglesia que esto es lo que hacen los dirigentes de la Obra, amparándose en la aprobación eclesial concedida al erigirla en Prelatura personal? Es probable que no y sería bueno pensar cómo denunciarlo. En todo caso, Dios sí lo sabe y no parece que vaya a bendecirlo.



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