Renovación en el Opus Dei

Por Chispita, 1.05.2006


El Cristianismo es permanente renovación.Es el discípulo que busca parecerse y acercarse a su Maestro y Señor. Pero renovación no implica "sustituir o disolver la Iglesia, sino (...) sacarla a la luz con su primitiva fuerza y pureza" ( Ratzinguer, J. El nuevo pueblo de Dios. Esquemas para una eclesiología, Herder, Barcelona, 1972.Reimpresión, 2005, p. 299.).


Un momento decisivo.

Hoy la Iglesia ha de renovarse, para hacer atractivo y eficaz su mensaje a las nuevas generaciones, que se están formando en la práctica lejos del mensaje de Cristo. Las últimas conclusiones de la Conferencia Episcopal Española, las continuas encuestas de instituciones públicas y privadas, hablan de ese alejamiento de grandes masas. El momento es tremendo y la responsabilidad gravísima. No podemos engañarnos con falsos triunfalismos, con asambleas y reuniones multitudinarias de los "de siempre" y ocultar en números, en organizaciones la realidad de la secularización creciente de la sociedad occidental, del desecanto de Dios, de la búsqueda del poder, del placer y de la riqueza como nuevos dioses...


El caso del Opus Dei

Lo mismo podríamos decir del Opus Dei. Todo esto se puede aplicar al Opus Dei, pues ¿no nos dicen que es una partecica de la Iglesia? Las conclusiones enormemente interesantes de muchos de los colaboradores de esta web han dejado claro -tras un largo rastro de dolores y descubrimientos amargos - la crisis por la que atraviesa la Obra y sus síntomas, cada día más claros. También se ha hablado en esta web de una posible renovación de la Obra de San Josemaría Escrivá, renovación que deberá venir forzosamente en tanto que los actuales esquemas de secretismo, falta de claridad, falta de confidencialidad, imposiciones arbitrarias, segregación del conjunto de la vida de la Iglesia, proselitismo con chicos y chicas inmaduros, planteamientos anteconciliares en relación a los medios de comunicación, falta de secularidad, chantages emocionales, etc. están provocando una disminución del número de personas jóvenes con lo que se pone en juego la subsistencia de toda la cadena formativa que de ellos depende y la renovación generacional de la Institución, que se va viendo abocada a un progresivo proceso de gerentocratización, de modo que los centros cada vez están habitados por gentes más maduras y ancianas.

Como otras Instituciones, la Obra fundada por Monseñor Escrivá necesitará renovarse o resignarse a ser una fuerza insignificante en la Iglesia crecientemente impopular, estimada como una secta, y merecedora por tanto de una revisión de su situación canónica actual como Prelatura Personal.

Y esta renovación es urgente pues existe en la Institución un culto al pasado representado por las decisiones y actuaciones de la ortopraxis de la etapa de Monseñor Escrivá y sus sucesores, que, fuertemente anclados en una visión anteconciliar y muy influenciada por la vida de los religiosos del periodo anterior a la II Guerra Mundial, la tienen paralizada, incapacitada para dar el salto al mundo actual, un mundo que dice querer, pero del que desconfía. De ahí la tendencia a refugiarse en un pasado dorado y a construir un mundo paralelo de connotaciones peligrosamente sectarias.


La "conversión" de la Obra de Dios.

El Cristiano necesita de la renovación. Un desprenderse de lo viejo que le separa de su Señor, y de su Maestro. Una renovación que siempre será interior y logicamente exterior, pues en el Hombre lo espiritual y lo corporal están íntimamente unidos. El cristiano - si es sincero- se pregunta si su vida y su actuación corresponden con el modelo que Cristo le ha proporcionado. Al analizarse, al hacer un esfuerzo de sinceridad, cae en la cuenta de la necesidad de una profunda conversión, una conversión que no puede dilatar, pues siente en su interior el Amor de Dios que le llama con fuerza .

Conversión significa apostar por la verdad. Rehuir la oscuridad y buscar la Luz. "La conversión es el acto por el que elegimos la reciprocidad del amor, la disponiblidad a dejarnos formar por la verdad, para llegar a ser "cooperadores de la verdad", como dice San Juan ( 3 Jn 8)". ( Ratzinguer, J. El Camino Pascual BAC, Madrid, 2005, p. 27) La conversión del cristiano implica la búsqueda de la verdad que hace libres. Implica, por tanto, no engañarse ni engañar, ni ocultar ni tapar. Y más adelante detalla Ratzinguer lo que significa conversión: "Conversión significa renunciar a construir la propia imagen, no esforzarse por hacer de sí mismo un monumento, que acaba siendo con frecuencia un falso Dios. Convertirse quiere decir aceptar los sufrimientos de la verdad. La conversión exige que la verdad, la fe y el amor lleguen a ser más importantes que nuestra vida biológica, que el bienestar, el éxito, el prestigio y la tranquilidad de nuestra existencia".

Podemos preguntarnos si esto ocurre en la Prelatura, pues en ella se hace una continua y saludable invitación a la conversión personal, pero no se advierte una "conversión institucional", una reflexión humilde sobre los errores, los abusos, un dialogo abierto y sincero a todos los niveles, pues la disidencia y la mera disquisición es calificada de ruptura con el sacralizado modus operandi establecido en otra etapa histórica por Monseñor Escrivá, olvidando que un carisma no puede quedar canalizado y sellado por la personalidad de una persona, aunque haya sido su Fundador, pues éste, al fin y al cabo fue hijo de su tiempo, de sus circunstancias, de su carácter... y de sus carencias formativas.

De acuerdo con estas palabras de Ratzinguer, se impone en la Institución una búsqueda de la verdad a nivel teorico y de praxis, a nivel colectivo e individual de las personas que forman los núcleos dirigentes, puesto que si la gente buena no quiere ningún contacto con la Institución o les decepciona con el paso de los años, o sufren grandes desequilibrios; si se practica el secretismo y la ocultación de documentos que podrían edificar a muchos fieles; si se aconseja la mentira "piadosa" o el disimulo; si se presiona y se chantagea de modo indirecto, entonces es que el Amor de Dios, oficialmente predicado, no está en la ortopraxis diaria de la Institución y ésta no cumple la Misión fundacional del 2 de Octubre."La verdadera reforma- señala Ratzinguer refiriendose a la Iglesia pero que aquí podemos adaptar a esta partecica in Ecclesia- es aquella que trabaja por lo verdaderamente cristiano, que está oculto, y por lo cristiano se hace dirigir y formar" (op. cit.p. 301). El problema en la Prelatura es atreverse a confrontar el Evangelio con la vivencia cotidiana de ese Evangelio. Se trata de explorar los rincones de opresión, de ocultamiento de la verdad, de rigidez que existen y buscar la simplicidad y la pureza del carisma recibido por Monseñor Escrivá, purificándolo y limpiándolo de los modos de trabajo y de concreción del espíritu emanados de una mente preconciliar que nunca asumió con alegría el Concilio, con lo que se produjo el comienzo de la sectarización que empaña la actuación de la Obra. Se trata de que las viejas formas, estructuras y modus operandi que impiden que florezca la Institución sean eliminados, en aras del surgimiento del hombre nuevo que hace las cosas -apostolado, relaciones personales, etc- con el espíritu de Libertad que Cristo nos ha ganado en la Cruz, y no por convenciones, presiones, reglamentos, etc y que por ello al no verse coaccionado, forzado, investigado, y reportado en su conducta, canta un cántico nuevo, porque verdaderamente en él, y en el ambiente que le rodea puede percibir el Amor de Dios y la armonía que éste proporciona.

Se trata de ahondar en la sinceridad y "abandonar una pereza que soslaya las decisiones irrevocables y no quiere desprendrse de la bella apariencia de lo pasado", señala Ratzinguer en El nuevo Pueblo de Dios,op. cit. p. 300). Es decir se trata de que haya una reflexión sobre si se se está dispuesto a una aceptación radical de la radical apuesta cristiana por la Verdad y la Caridad y a modificar las conductas y los planteamientos de ortopraxis diaria que ello conlleva, pues ello no pretende sino la revitalización de una Institución que debe cambiar para ser útil a la Iglesia, a las personas y al Mundo. Es decir, a una Institución cristiana como la Obra, se le está exigiendo no ahora sino desde hace muchos años "un plus de cristiandad" (op. cit. p. 301). O sea no se puede decir que se está en la Iglesia y se es cristiano cuando en la praxis se realizan actuaciones lejanas a la Verdad y la Justicia y a la Caridad que son esenciales del Cristianismo.


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