Reescribir la historia

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FALSA REALIDAD INSTITUCIONAL

Autor: Thomas Cook, 9 de enero de 2004


Entre los temas que se han tratado hasta el momento echo de menos uno que considero una grave falta por parte del Opus Dei. Es la afición que tiene por presentar de manera falsa la realidad institucional o incluso reescribir la historia

Trataré de explicarme con ejemplos de cosas que he vivido personalmente.

Soy español y al poco tiempo de pitar como numerario me fui a vivir a una región X. En dicha región, la oficina de información de la prelatura, en la que yo también trabajaba, afirmó durante décadas que el Opus Dei tenía unos mil miembros en el país, mientras que la realidad es que no eran ni 600.

Cuando le pregunté a uno de los encargados de aop cómo se había acordado ese número como cifra oficial, me dijo que nunca llegó a haber mil miembros en ese país. Sin embargo, a finales de los años setenta, la labor era tan floreciente que se pensó que en poco tiempo se podía alcanzar el millar de miembros. Así, al imprimir un folleto, en lugar de poner la cifra real, se emitió una previsión errónea, y de esta manera la región se quedó oficialmente con sus mil miembros soñados.

Hace dos años, cuando yo ya me había ido de la Obra, una agencia de noticias local sacó a relucir el tema y la Comisión emitió un comunicado en el que admitió que sí, que la región X tiene 600 miembros. Sin embargo, al mismo tiempo, señaló que en la cifra de mil se encontraban incluidos también los cooperadores. Mentira como una casa para salir al paso. Me consta que los cooperadores eran más, entre otras cosas porque yo mismo cuidaba la base de datos.

Es muy posible por eso que en la cifra oficial de miembros de la prelatura que difunde el Anuario Pontificio no sólo se encuentren el Padre y Federico Trillo, sino también todavía Satur, Galileo, el Crítico Constructivo, yo y hasta el Oreja de Turno. Me lo podría imaginar, aunque bueno, es mera especulación.

Otro ejemplo pequeño que me marcó. En una ocasión la oficina redactó un comunicado de prensa sobre una misa del 26 de junio en una parroquia de la ciudad y en él varios numerarios estimaron que habían asistido más de 200 personas, lo cual, para el país pagano que era, podía considerarse ya un éxito. En esas, vino el consiliario tachó la cifra, puso encima 500 y dijo: "Eso lo responsabilizo yo". Me quedé perplejo. Qué quería responsabilizar? Una mentira.

Por otro lado, el que alguna vez haya escrito algún artículo para "Crónica" se dará cuenta de la manipulación a la que puede llegar a ser sometido el texto original. Cuando hice el servicio militar, escribí un par de folios sobre la gente a la que me encontraba en misa en un templo próximo al cuartel y las conversaciones que luego surgían a raíz de ello. Sin embargo, al verlo publicado en la revista, no me podía reconocer en absoluto. No parecía la vida de un numerario de veintialgo años. Eran más bien las historias del superhéroe Numerator que a las cuatro semanas de empezar la mili ya había conocido a trescientos mil tíos de los que la mitad más o menos tenían vocación.

Pregunté qué había pasado con el texto y me dijeron que el corresponsal de "Crónica" de la delegación había recibido otro artículo de otro numerarío que había comenzado el servicio militar a la vez que yo. Entonces, como en la misma edición sólo se podía publicar un artículo sobre la mili de alguien, en lugar de descartar uno de los dos textos, se decidió por fusionar los dos en uno y así es que surgió la fantástica historia de San Numerator, soldado, superhéroe y apóstol.

En el caso de la revista "Obras" he llegado a ver cosas más graciosas. Por ejemplo, que las mujeres han organizado un congreso o un seminario y que luego todo ha sido traducido al masculino y publicado en la revista como si hubiera sido una actividad de los hombres. Lógicamente, después de estos dos ejemplos dejé de tomarme en serio las publicaciones internas y me tomé como un deporte encontrar más casos similares.

En una ocasión salí muy cabreado del entierro de un numerario. Este trabajaba para una fundación eclesiástica que enviaba ayuda al Tercer Mundo. Es muy poco común que un numerario laico trabaje en servicio eclesiástico, aunque hay muchas excepciones. En las charlas en el centro de estudios y en muchas otras ocasiones se nos dijo que en el caso de este hombre el obispo encargado de esa fundación le había pedido al Opus Dei un abogado bien formado y por eso la Obra lo había cedido. Es algo que me extrañó sobremanera, entre otras cosas porque al miembro en concreto le hicieron la vida imposible en el trabajo por ser del Opus Dei. Total, se muere el numerario y uno de sus compañeros de trabajo en el entierro va y lee el primer documento que encontró sobre él en el archivo del personal de la fundación: una carta del tío del numerario al obispo diciendo que tiene un sobrino muy buen católico al que le encantaría servir a la Iglesia a los pobres trabajando para él. ¿Pero no era el obispo el que se había puesto en contacto con la Obra para que le cedieran un abogado? ¿Por qué necesitaba una carta de recomendación

Con la duda me fui echando chispas a un sacerdote de la Comisión y le pedí que me aclarara el tema. Resultó ser que como esa fundación envía cada año muchos millones para fomentar proyectos católicos en todo el mundo, Escrivá consideró que ahí tenía que trabajar uno de sus hijos, para que el dinero fuera a parar también a proyectos de la Obra. "Es una cuestión de justicia", dijo Escrivá, según ese sacerdote.

Estoy de acuerdo en que las instituciones tienen derecho a mantener ciertos temas de manera confidencial. Para explicarlo, en la Obra se utiliza esa odiosa formulación de que "en una familia, no todo lo que saben los padres tienen por qué saberlo también los hijos". De todas maneras, creo que eso no autoriza a mentir. Además, esas mentiras constituyen a mi parecer una falta de lealtad y de confianza por parte de la Obra frente a sus miembros.

Personalmente, me encantaría que alguno de los antiguos de la Obra, sea todavía miembro o no, escriba alguna vez la verdadera historia del Opus Dei. Me resulta por ejemplo flipante el hecho de que la Obra haya conseguido borrar completamente de su historia oficial al que fue su primer consiliario en España, que colgó la sotana y huyó al extranjero, donde se casó. Además, luego va Pilar Urbano en su libro y te hace una historia preciosa de cuando Escrivá se fue a Roma, reunió a sus hijas en Madrid y les presentó al que dejaba al frente de la Obra en España. Lógicamente, le cambia el nombre.

O por ejemplo no paras de oír el comentario que hacía el fundador de que en la primera residencia de estudiantes, en Moncloa, sus primeras hijas de la administración no habían comprendido el espíritu de la Obra y se le convirtieron en una especie de monjas. Y luego vas, pones a un cura histórico contra las cuerdas, y te cuenta que la administración acabó con la mitad de residentes en el cuartel de la Guardia Civil por promiscuidad, que por aquel entonces era delito.

O también, mientras en la historia oficial parece como si a Escrivá le hubieran perseverado todos sus hijos de las primeras horas, luego te pones a contar nombres de curas que se fueron de la Obra y te das cuenta de que de hay hornada de curas en las que han llegado a quedarse sólamente dos.

Lo dicho, ojalá pudieramos leer algún día un libro sobre la historia de la Obra en el que se cuente la verdad. Seguramente, ensalzaría las cualidades humanas de mucha gente fiel dentro de la Obra que tuvo que hacer frente a esos percances, encubrirlos por órdenes supremas y sacrificarse todavía más para ocupar el puesto de los que se fueron.