ROMA: Me negaron el cambio de director espiritual

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Por Maltasolo, 31.10.2020

No soy un lector habitual de esta web. De hecho sólo la había leído un par de veces. La última el año pasado. Entro de nuevo a raíz del artículo de El País sobre el embargo de documentos internos de la Obra.

Estuve durante más de diez años en la Obra. Los tres últimos en Roma. Estudiando teología en Colegio Romano de la Santa Cruz.

Como mis más íntimos saben, siempre me refiero a ese tiempo como los años vividos en el infierno. Porque para mí lo fue. De hecho, sólo se acabó cuando me planté y dije que me quería ir de inmediato de allí. No quería ordenarme sacerdote, sólo recuperarme: mental y físicamente estaba agotado...

Sólo quiero reseñar que dicho infierno, por triste que pueda resultar, se originó por el hecho de haber tenido un Director que me hizo mucho daño. Creo poder decir que fui maltratado psicológicamente en sentido estricto.

Durante el primer año, el tema pude sobrellevarlo gracias a que la charla de dirección espiritual la tenía con otra persona. Le llegué a manifestar mis problemas con dicho Director cuando la situación se hizo insostenible, pues tenía que desahogarme con alguien. Y ello a pesar de que sabía que ese desahogo sería contado a ese Director por parte de la persona que me llevaba la dirección espiritual. Así fue, y las cosas se torcieron aún más para mí.

Lo peor ocurrió al año siguiente, donde para mi sorpresa me indicaron que hiciese la charla de dirección espiritual con ¡ese Director! Realmente nunca alcancé a saber la razón de por qué me pusieron en ese trance. Tal vez por un intento un poco cruel de fortalecerme con esa prueba. Sólo recuerdo lo que pensé nada más enterarme: "esto me va a destrozar". Como efectivamente así fue.

Sólo hay que imaginar el desgaste psicológico de tener que hablar semanalmente de cosas íntimas con aquélla persona que te maltrata psicológicamente. Y soportar la pregunta periódica de por qué estaba tan mal. Cuando tanto él como yo sabíamos que era por su maltrato.

Un único detalle: un día, al ver lo abatido que estaba y lo incómodo que me encontraba teniendo que contarle mi intimidad, me comentó: "ánimo, que no soy tan malo". Con una sonrisa en la boca.

En ese momento no pude más. Tras leerme la Instrucción de la Obra donde se hablaba de la libre elección del director espiritual, solicité cambiarme a otra persona. Me fue denegado. No lo entendí, pues aparte de que me estaba destrozando, pensé que estaba en mi derecho. Pero el resultado fue que tuve que seguir abriendo mi intimidad cada semana a la persona que me maltrataba, sabía que yo pensaba que lo hacía, y encima conocía ahora que yo quería cambiarlo.

Aguanté día a día. Consumiéndome por dentro, y no pudiendo dormir más de tres horas al día por la tensión. Tras pedirlo repetidas veces, me dejaron acabar mi doctorado y marcharme de Roma. Recuerdo aún las palabras del Director Espiritual del Colegio Romano poco antes de marcharme: "Tenías razón. Nunca tenías que haber pasado por esto". Me lo dijo a título personal. Supongo que sería una disculpa a su manera. Pero era tarde.

En la actualidad soy una persona feliz. Tras un tiempo en el que conseguí recuperarme por mis medios y mucho esfuerzo, ahora tengo una vida de éxito tanto en lo personal como en lo profesional. Nunca he querido que mi etapa en la Obra me marcase, y por ello he vivido totalmente al margen.

Pero he de reconocer que tras la noticia en El País y, por medio vuestro, la lectura de la carta del Prelado del 2 de octubre, me he sentido indignado.

Las personas más cercanas a mí saben que siempre he dicho que mis tres años en Roma no se los deseo ni a mi peor enemigo. De hecho, mantengo lo que dije al marcharme: prefiero morirme en este instante a pasar por lo mismo. Día a día. Semana a semana.

Sólo oír la palabra dirección espiritual hace saltar dentro de mí todas aquellas charlas y confidencias a quien me maltrataba. Porque no lo pude elegir, y porque me denegaron poder cambiarlo. Cuando se supone que era mi derecho su eleeción.

No lo cuento sólo como experiencia. Por primera vez me salto mi firme compromiso de no dejar que la Obra siga marcando mi vida, y me tenéis a vuestra entera disposíción si mi testimonio sirviera, también a nivel legal eclesiástico o civil, para cualquier asunto.


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