Qué vio san Josemaría el 2 de octubre de 1928?

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Por Raúl López, 27.11.2009



Introducción

La segunda década del pasado siglo marca a las sociedades europeas de una inestabilidad tan profunda que enlazaría con las conflagraciones primera y segunda de nuestra Historia. Recordemos que después de la Segunda gran Guerra emergen numerosos estados nacionales, consolidándose la Rusia soviética que amenazaba al mundo capitalista como una potencia organizada políticamente (sindicatos, partidos políticos), además del potencial económico. Se trataba, según algunos, de la amenaza "roja". Las ideas marxistas calaron hondo entre los trabajadores, entre las clases medias-bajas de todos los países. Por ende, el sistema económico capitalista se encontraba en crisis por las contradicciones propias de su sistema.

España, una vez más, ajena a las vicisitudes de la vieja Europa, se vio afectada en la economía por lo que el ambiente político adoptó un clima de calentamiento. Ello supuso el ascenso de fuerzas radicales como anarquistas, socialistas y comunistas. Es decir, asistimos a unas condiciones explosivas.

La Iglesia no es ajena a esta situación. Se iniciaba una ameneza a su status, aún cuasifeudal y anacrónico. Y otro pero: aparecen ideólogos que intentan compatibilizar las ideas socialistas con la filosofía cristiana...

En este contexto, la Iglesia es dirigida por el cardenal Sarto (san Pio X, 1903-1914). Piadoso, clerical, escolástico, intransigente. Introdujo el Gregoriano; inició la reforma del derecho canónico, rescató el catecismo italiano del siglo XVII, famoso Catecismo de san Pio X; etc. Sus palabras: "Es preciso que desaparezca la impiedad que representa la sustitución de Dios por el hombre..."

Giacomo della Chiesa (Benedicto XV, 1914-1922) sucede a Sarto. Finaliza el código de derecho canónico. Aristócrata. Diplomático. Hombre decidido. Durante su pontificado tienen lugar las apariciones de Fátima. Para el estudio que nos ocupa, es de suma importancia su encíclica "Maximum illid" que trata y desarrolla la actividad evangelizadora en el mundo. Se abren los caminos a las fundaciones. Tiempo antes, con san Pio X, será gran impulsor en este sentido en nuncio Vico. Entre muchos otros aparecen en escena el jesuita Francisco Ayala, Ángel Herrera Oria; Pedro Poveda. Años después, Josemaría Escrivá.

Antecedentes

Josemaría (para no entrar en disquisiciones, en adelante emplearé este nombre y así evitar errores e interpretaciones), desde su infancia, se mostró como un niño/jóven tímido, vergonzoso. Él mismo lo relata, "me escondía debajo de la cama y me negaba a salir a la calle... luego, mi madre con cariño me decía: Josemaría, vergüenza sólo para pecar" (entre otros, Carta, 24-III-1931, n. 39). No era, pues, una persona abierta a las relaciones sociales. Tenemos pocos datos de amigos de la infancia. Los amigos de su hermana Carmen los consideraba suyos, también. A estos les contaba historias inventadas por él mismo. Parece ser que pasaba mucho tiempo con su padre (paseos, en la tienda de "comestibles") y con los que más trataba era con los vecinos, hijos de un notario de la ciudad. Siendo esto así, se nos hace necasario reflexionar sobre tres aspectos relevantes:

  1. Timidez.
  2. Pocas amistades.
  3. Capacidad de fabulación.


No es cierto que el joven Josemaría tuviera interés por cursar los estudios de la carrera de arquitectura. Es verdad que durante toda su vida había desarrollado gran capacidad para configurar y decorar construcciones y edificaciones. No olvidemos que desde niño, en Barbastro, vivió en dos casas; además las poblaciones cercanas a Barbastro, propiedades familiares; en Logroño; y, en Madrid, un sin fin de ellas.

Don José Escrivá, descubrió que su "heredero" (Aragón había asimilado al tradicional "hereu" catalán) no tenía dotes para la continuación del negocio familiar. Esto, sumado a la relación de amistad con los hijos del notario supusieron importante paso para el futuro profesional de Josemaría. Al menos, lo que se deseaba.

La familia Escrivá-Albás se trasladó a Logroño después del revés económico: en primer lugar, el padre; en septiembre de 1915 llegó el resto de la familia a la capital riojana. El jóven Josemaría, desasosegado, no sabía enfrentarse (incluso, se resistía) a su nueva situación: había salido de Barbastro sin despedirse, como él mismo dijo en alguna ocasión (el verano lo había pasado en Fonz, población cercana de Barbastro). Así pues, inicio de una nueva vida, dificultad para entablar relaciones: se vislumbraba un futuro incierto.

Recordemos: pontificado de Benedicto XV; la amenaza "roja"; ideologías cristianas prendadas de cultura socialista; etc. En la tradición doméstica española las clases medias-bajas ven en la Iglesia la única salida para optar a formación, estudios (y aligeración económica familiar) por medio de los seminarios. Esta es la solución para muchos (como siguió siendo después). Esta es la salida que don José ve para su hijo: la carrera eclesiástica (su madre, doña Dolores Albás, pensaba, como sabemos, que su hijo podía hacer una buena carrera en la Iglesia y llegar a obispo). Además, en las familias paterna y materna ya había ejemplos similares y, ¿por qué no, además, la carrera de leyes, inoculada desde su amistad con la familia del noratio de Barbastro?

Haciendo un inciso, he de aclarar que, como rimbombantemente quieren hacer los hagiógrafos, Josemaría no tuvo ningún tío directo Obispo de Ávila. Se trataba de José María Blanc Barón, tío de doña Dolores y con el que apenas tenían contacto, como con el resto de los familiares.

Todo el puzle que conformó la personalidad de Josemaría comienza a tomar forma. Introvertido y fabulador; angustiado y concienzudo; inteligencia natural; educación cristiana...

El carmelita José Miguel de la Virgen del Carmen (en el siglo, Mariano Domínguez Alonso, Besade, León, 16-VII-1884/Oviedo, 23-IX-1942) es un hombre afable, elocuente y amante del confesionario. Josemaría tiene continuos encuentros con él y los valores del joven sacerdote prenden en el futuro santo. ¿Serán esas las huellas que recibió Josemaría? Sus aspiraciones no iban por el convento, pero sí cuajó en él la deslumbrante personalidad de ese hombre de Dios (posteriormente, fundador de los carmelitas de Rénosa), la afabilidad, la elocuencia, el confesionario, la fundación...

Todo ello nos lleva al seminario de Logroño. Posteriormente Zaragoza. Finalmente, Madrid. Los intermedios son llamativos: escaso contacto con sus familiares oscenses; nacimiento de su hermano Santiago; muerte de don José; interés por sobresalir (en los estudios y en encargos con mando) entre sus compañeros de Zaragoza; enemistad con un tío canónigo; venta de las propiedades; discreto (desconocido) paso por Perdiguera (Zaragoza), después de su ordenación sacerdotal.

Madrid - fundación

El cura de provincias, llegado de la capital aragonesa, se rodea de los círculos clericales del momento. Imparte clases para poder mantenerse y reunir a la familia. Se introduce en instituciones con relativa solvencia en el momento; asiste a la Universidad Central; contacta con jóvenes sacerdotes, como él, con encargos diocesanos: José María Somoano Berdasco, Lino Vea-Murguía, José María Vegas Pérez. Por medio de Somoano, conoce a María Ignacia García Escolar. Luis Gordon Picardo, aristócrata gaditano, empresario y sobrino de la marquesa de Onteiro (Leónides García de San Miguel), primera benefactora de Josemaría. Además, inunda con escritos al obispo de la diócesis.

Así pues, el caldo estaba a punto. El papado lo ostentaba Pio XI (1922-1939): un año después de su advenimiento se crea la Acción Católica, con resultados tan extraordinarios. Josemaría no tenía un pelo de tonto y comprendía que era ese el momento y el marco adecuado para su fundación (seguramente su secreta aspiración más íntima e importante).

Tomando como ejemplo a instituciones religiosas (por mucho que les pese, ya que nunca han querido ser comparados con los religiosos) y órdenes militares, va dando forma a su fundación, aún sin nombre pues, como sabemos, fue el jesuíta Valentín Sánchez Ruíz quien le inspiró el nombre de Opus Dei.

Contradicciones posteriores demuestran que Josemaría no vio el Opus Dei el 2 de octubre de 1928: no había ni mujeres, ni sacerdotes. Posteriores fundaciones dan cabida a estos grupos. Ciertamente a estas fundaciones se las quiere dar un carácter integrador a la primigenia. No obstante, por mucho que quieran rizar el rizo, no llegan a convencer.

Sin embargo, Josemaría, aquél día, en su retiro espiritual, sí "vio". Aquél sacerdote de provincia, afincado en Madrid, que había dejado atrás una infancia y juventud pobres en relaciones; que había pasado de la abundancia moderada a la pobreza; que el número limitado de amigos que frecuentaba no crearon lazos importantes; que las ilusiones de la juventud se vieron difuminadas para acabar en el seminario; que por una y mil causas no existía un nexo familiar fuerte ni emocional; que en el Madrid de los años veinte del pasado siglo, no encontraba hueco, ni salían adelante los estudios, ni conseguía, una vez más, hacer amigos.

Josemaría "vio" el momento de dar ese paso, dar forma a una fundación (tan de moda entonces) para así dejar atrás la carencia de amigos; las dificultades enfrentadas en la soledad; el anonimato; la insuficiencia de familia (él se crearía una propia).

El Opus Dei, a los largo de los primeros años fue adquiriendo forma, como sucede en toda institución, en toda fundación. En los inicios allí no "veía", como dice "bendije a aquellos tres, y yo veía a trescientos, a trescientos mil, treinta millones, tres mil millones..." (Apuntes, 25-I-1933). Mi opinión es que no los veía, sino que esa era su ilusión, cosa muy distinta.



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