Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado I 9

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APARTADO I Charla nº 9

Lectura y comentario del Evangelio

El Santo Evangelio es "Luz Eterna" (Camino, n. 416); "fuente clara" (cfr. Camino, n. 570), para guiar nuestros pasos sobre la tierra, siguiendo las huellas de Cristo; y aguas vivas, inagotables, para saciar nuestra sed de Dios.

El cumplimiento de esta Norma puede hacerse con todos los textos del Nuevo Testamento. Es una lectura meditada. A veces puede bastar leer un versículo y emplear el tiempo restante en meditarlo. En algunas ocasiones, incluso, convendrá detenerse más tiempo en el Evangelio que en el otro libro de lectura espiritual. No es necesario hacer las dos lecturas seguidas.

"Si lees el Evangelio como os he enseñado, metiéndote en las escenas como un personaje más, admirando la confianza con que los discípulos trataban a Jesús, podrás hacer lo mismo que ellos; contarle tus cosas y escuchar lo que te quiera decir. Verás como notas si el Señor está contento de ti, o si no lo está" (De nuestro Padre, cn 1974, p. 1152).

La lectura del Evangelio ha de influir a lo largo del día (cfr. Camino, n. 2).

Los medios para nuestra labor de almas? "el Crucifijo y el Evangelio.

-¿Acaso te parecen pequeños?" (Camino, n. 470).

6. El comentario del Evangelio: Costumbre en nuestros Centros, para nutrir con la palabra divina, la oración del tiempo de la noche. Modo de hacerlo.

Alma sacerdotal y mentalidad laical

Todos los fieles cristianos, gracias al Sacramento del Bautismo, participamos en el Sacerdocio de Jesucristo. Esa participación recibe el nombre de sacerdocio común o sacerdocio real, distinto -no sólo en grado, sino en esencia- del sacerdocio ministerial que tienen quienes han recibido el Sacramento del Orden.

El mundo es el lugar propio, donde Dios nos ha puesto para que nos santifiquemos y lo santifiquemos. Tenemos motivos fortísimos para amar apasionadamente el mundo: motivos sobrenaturales y humanos. Con el mismo corazón amamos a Dios y a todas las almas, y todas las cosas buenas del mundo; las malas, nos duelen: queremos al mundo, bueno, limpio, dando gloria a Dios. Sentimos la necesidad de conducir toda la creación a Dios para que la luz divina ilumine todas las cosas del mundo revelando su sentido sobrenatural. Tenemos el afán de ser puente, mediadores entre el mundo y Dios: corredentores con Cristo.

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3. De este modo, de una misma raíz, brotan el alma sacerdotal y la mentalidad laical; no como cosas contrapuestas entre las que habría que alcanzar una especie de "justo medio". Nuestro espíritu exige alma verdaderamente sacerdotal y mentalidad plenamente laical.

"Todos en la Obra tenemos alma sacerdotal: primero, porque en el bautismo hemos sido hechos -como proclama San Pedro- linaje escogido, sacerdocio real, gente santa, pueblo de conquista para publicar las grandezas de Aquel que os saco de las tinieblas a su luz admirable; y luego, porque la vocación al Opus Dei ha fortalecido aún más esa participación en el sacerdocio de Jesucristo, que es propia de todos los cristianos. Algunos reciben el sacerdocio ministerial, pero todos, ¡todos!, de las dos Secciones, tenemos alma sacerdotal" (Del Padre, cn 1979, p. 366).

"¿Y en qué se manifiesta? En alabar constantemente a Dios, en darle gracias, en ofrecerle el trabajo, los sacrificios y pequeñas mortificaciones de la jornada con espíritu de reparación, en pedir su ayuda con celo por la salvación de todas las almas.

"Esto se realiza de modo particular en la Santa Misa, que es -en frase de nuestro Padre, recogida luego con las mismas palabras por el Concilio Vaticano II- el centro y la raíz de la vida interior. La Víctima principal del Santo Sacrificio es Jesucristo, que se ofrece a la Trinidad Beatísima por manos del sacerdote. Es la Hostia pura, Hostia Santa, Hostia inmaculada, la Víctima gratísima a Dios. Junto a esta ofrenda de valor infinito, ponemos en la patena las pequeñas cosas que componen nuestra vida: actos de amor, alegrías y penas, dificultades, propósitos, deseos de mejora, obras bien acabadas y hasta nuestros fracasos, que nos sirven para ser más humildes.

"Cuando en la Santa Misa, unidos al sacerdote, pedimos a Dios Padre que se digne aceptar el sacrificio de su Hijo, nos referimos precisamente a estas hostias espirituales, pues la inmolación de Jesucristo es siempre agradable a Dios. Que no nos olvidemos ningún día de ofrecer estas ofrendas espirituales, bien unidos al Sacrificio del Señor. Así haréis de toda vuestra jornada una Misa -como repetía nuestro Padre-, y ejercitaréis el sacerdocio real" (ibid., pp. 366-367).

Viviendo el espíritu de la Obra, cuanto más hondamente sacerdotal sea nuestra alma, tanto más amaremos el mundo temporal. La secularidad, en efecto, es una característica esencial del espíritu del Opus Dei. Nel bel mezzo della strada, "mientras desarrolláis vuestra actividad en la misma entraña de la sociedad, participando en todos los afanes nobles y en todos los trabajos rectos de los hombres, no debéis perder de vista el profundo sentido sacerdotal que tiene vuestra vida: debéis ser mediadores en Cristo Jesús, para llevar a Dios todas las cosas, y para que la gracia divina lo vivifique todo: con mucho gusto gastaré cuanto tengo y me entregaré a mí mismo por las almas (2Cor 12,15)"(De nuestro Padre,texto de 1955, citado en Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer y el Opus Dei, Eunsa, Pamplona 1982, p. 293).

Mentalidad laical: ver Conversaciones, nn. 117 y 118.