Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado I 25

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APARTADO I Charla nº 25

Alegría

"Nuestro camino es de alegría, de fidelidad amorosa al servicio de Dios. Alegría que no es el cascabeleo de la risa tonta, puramente animal. Tiene raíces muy hondas, es algo muy profundo. Pero es compatible con el cansancio físico, con el dolor -porque tenemos corazón-, con las dificultades en nuestra vida interior, en nuestra labor apostólica. Aunque alguna vez parezca que se viene abajo todo, no se viene abajo nada, porque Dios no pierde batallas" (De nuestro Padre, cn XII-1962, p. 11).

"La alegría es consecuencia de la filiación divina, de sabernos queridos de nuestro Padre Dios, que nos acoge, nos ayuda, y nos perdona siempre" (ibid.); y tiene nuestros nombres escritos en el Cielo, si somos fieles.

El Señor "nos quiere felices en la tierra, a sus hijos en el Opus Dei. La alegría nos corresponde como un tesoro inherente a nuestra vocación" (De nuestro Padre, Catequesis en América II, p. 36), que es una llamada al Amor, con mayúscula.

"Si alguna vez estáis tristes, id enseguida al Director o a aquel con quien charléis, y al confesor. ¡A ver, qué pasa aquí!" (ibid.). Porque; "¿No hay alegría? -Piensa: hay un obstáculo entre Dios y yo. -Casi siempre acertarás" (Camino, n. 662). "Os examinaréis y descubriréis que es una tontería, una envidieja, unos celitos." (De nuestro Padre, Catequesis en América II, p. 36). Y si se trata de una dificultad de mas categoría: "Me habéis oído decir que la cruz deja de ser cruz, y el sacrificio deja de ser sacrificio, en cuanto lo lleva Cristo. Pero a veces, hijos míos, nosotros somos tan tontos que nos queremos poner en lugar de Dios. Y, entonces, sí que la cruz es nuestra. En cambio, si amamos con sacrificio, Dios mismo carga con la cruz, que es de El. Y a nosotros no nos pesa, y somos felices con las contradicciones que no nos inventamos" (ibid.).

Amar las contradicciones. Omnia in bonum! "Si alguna vez vas por la calle y te cae una teja encima y te abre la cabeza, tú, contento: es que tu Padre Dios quiere que vayas con la cabeza abierta" (De nuestro Padre, cn 1983, p. 102).

"Feliz cuando te maltratan y te deshonran. Mucha gente a alborotar: se ha puesto de moda escupir sobre ti, que eres 'omnium peripsema', como basura.

"Cuesta, cuesta mucho. Es duro hasta que -por fin- un hombre se acerca al Sagrario y se ve considerado como toda la porquería del mundo, como un pobre gusano, y dice de verdad: Señor, si tú no necesitas mi honra, ¿yo, para qué la quiero? Hasta entonces, no sabe el hijo de Dios lo que es ser feliz: hasta llegar a esa desnudez a esa entrega, que es entrega de amor; pero fundamentada en la mortificación, en el dolor" (De nuestro Padre, cn VI-1955, p. 12).

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"Por lo tanto, nos os quejéis. ¡Adelante! Si el pan está duro, quiere decir que tenéis buenos dientes. Si no, el Señor os daría papilla o biberón. Os da comida sólida porque la podéis masticar" (De nuestro Padre, Catequesis en América II, p. 33).

"Servite Domino in laetitia (Ps 99,2), servid al Señor con alegría. ¿Vosotros creéis que en la vida se agradece un servicio prestado de mala gana? No. Sería mejor que no se hiciera. ¿Y nosotros vamos a servir al Señor con mala cara? No. Le vamos a servir con alegría, a pesar de nuestras miserias, que ya las quitaremos con la gracia de Dios" (De nuestro Padre, Cuadernos 3, p. 185).

"¡Qué alegría sentirse tan metido en Dios! Endiosado. ¡Qué alegría, al ver toda la pequeñez -toda la miseria, toda la debilidad de nuestra pobre naturaleza humana con sus flaquezas y sus defectos- dispuesta a ser fiel a la gracia del Señor, y así ser instrumento para cosas grandes!" (De nuestro Padre, cn VI-1958, pp. 6-7).

Recogimiento; tiempo de trabajo de la tarde y tiempo de la noche

Con nuestra vocación, hemos recibido la llamada a ser contemplativos en medio del mundo. "Nuestra celda es la calle" (De nuestro Padre, n. 59). "Mientras cumplimos nuestras Normas, estamos metidos en el mundo y, al mismo tiempo, de alguna manera separados y unidísimos" (De nuestro Padre, Meditaciones II, p. 143). De este modo, somos capaces de santificar, de sobrenaturalizar todo lo que hacemos, todo cuanto tocamos.

"Hemos de estar constantemente pendientes del Señor, a toda hora; de lo contrario, estorbamos en la Obra y quizá lleguemos a perder la vocación" (De nuestro Padre, n. 61). Y no nos faltan medios para adquirir el hábito del recogimiento, del incesante diálogo amoroso, con Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, con Santa María y San José, con nuestro Padre y con los Ángeles y Santos.

Entre estos medios, contamos con el tiempo de la noche; "El silencio de la noche, para un alma de Dios, es una necesidad. Yo, al llegar la noche, siento la necesidad total de recogimiento. Hijos míos, el tiempo de la noche es una bendición de Dios" (De nuestro Padre, Meditaciones II, p. 144). Tiempo para centrar la mente, la memoria, la imaginación, en Dios; para crecer en el amor, en el deseo de poseerle. Tiempo para abundar en actos de contrición, de acciones de gracias, jaculatorias, comuniones espirituales, con las que nos disponemos a recibir cada día con más amor, con más fruto a Jesús Sacramentado, y a hacer intensa la oración de la mañana.

4. El comentario del Evangelio -conciso, práctico- es siempre un cauce estupendo para que discurra nuestro diálogo de Amor.

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Cada día hemos de entrar en el tiempo de la noche con renovada ilusión, con afanes de entrega y de abandono en los brazos de nuestro Padre Dios, que velará con ternura infinita nuestro descanso. Todas las semanas nos preguntamos: "¿Procuré que mi primer pensamiento y el último de cada día fueran para Dios?" (Del examen del Círculo breve).

Para facilitar y mejorar nuestra vida contemplativa, contamos además con el tiempo de trabajo de la tarde, en el que también luchamos especialmente para conseguir el recogimiento interior. También será posible -según las circunstancias de cada uno- el recogimiento exterior, evitando las conversaciones innecesarias, y luchando por vivir con generosidad las Normas de siempre.

"Puede ser oportuno dedicar el tiempo de trabajo de la tarde a un ocupación determinada, que constituya como el centro de nuestro trabajo, evitando la dispersión en muchas actividades sueltas; y convendrá intensificar durante ese tiempo la práctica de las mortificaciones pequeñas, tan propias de nuestro espíritu, sobre todo de aquellas que faciliten el cumplimiento intenso, fiel, acabado y amoroso de nuestro trabajo ordinario" (De nuestro Padre, Meditaciones II, p. 145).

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