Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado II 3

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APARTADO II Charla nº 3

I. Vida interior

a) Para tener vida interior es necesario el sacrificio: amar el esfuerzo, el dolor que comporta el cumplimiento de la Voluntad de Dios (cfr. Amigos de Dios, 130), siendo cada uno alter Christus:

"De Miguel Ángel se cuenta que rara vez modelaba en barro el boceto de una estatua; cogía un bloque de mármol y aseguraba: la estatua está ahí, y yo la voy a sacar (...). Ser santo, ser feliz en la tierra y conseguir la felicidad eterna -que en eso consiste la santidad-, es ser Cristo. De modo que es necesario que cada uno de vosotros y yo seamos, al final de nuestra vida, como un crucifijo: muy parecidos a Jesús, amables como El. Pero eso sólo se logra a fuerza de golpes, con violencia, dejando actuar al Señor, no protestando" (De nuestro Padre).

b) "Ningún ideal se hace realidad sin sacrificio" (Camino, n. 175). "Cuando hay amor, hay entereza; capacidad de entrega, de sacrificio, de renuncia" (Es Cristo que pasa, n. 75): es la otra cara del amor, también del amor humano.

c) Se es feliz -aunque parezca paradójico- en la medida en que se pierde el miedo al dolor (cfr. Camino, n. 217): la Virgen hubo de sufrir mucho, y su vida fue siempre muy feliz.

El espíritu de penitencia -dolor por las ofensas hechas a Dios y deseo de repararlas- se ejercita también buscando positivamente la mortificación, el sacrificio: "¿Qué vale, Jesús, ante tu Cruz, la mía; ante tus heridas mis rasguños? ¿Qué vale, ante tu Amor inmenso, puro e infinito, esta pobrecita pesadumbre que has cargado Tú sobre mis espaldas?" (Amigos de Dios, n. 310); (cfr. Camino, n. 182).

Además de hacerlo por espíritu de penitencia, que lleva a reparar la ofensa a Dios, debemos vivir también la mortificación, para reprimir las tendencias desordenadas del corazón (huellas del pecado original y de los pecados personales): soberbia, pereza, sensualidad, etc. (cfr, Rom 7,22 ss.). La mortificación nos conduce a prescindir incluso de algunas cosas lícitas. El campo de la mortificación es muy amplio: guarda de la vista, alejar los pensamientos inútiles, dominar los afectos desordenados (amor propio, reacciones de soberbia, etc.) (cfr. Camino, n.173).

2. Motivos para buscar el sacrificio

Además de lo que ya se ha dicho, esos motivos podrían resumirse así:

"Los miembros del Opus Dei cultivan en su vida el espíritu de mortificación y de penitencia, con un ascetismo sonriente, como medio de purificación y de verdadero y sólido progreso espiritual; como demostración práctica del amor a Jesucristo, qui dilexit me et tradidit semetipsum pro me, que nos amó y se entregó

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hasta la Cruz por cada uno de nosotros; y, finalmente, como preparación para todo apostolado y para la perfecta ejecución de cada apostolado" (De nuestro Padre). Hemos de ser corredentores con Cristo.

3. Características de nuestro espíritu de mortificación y penitencia

Sin mentalidad o complejo de víctima; el nuestro es un ascetismo sonriente (vid. cita anterior).

Habitualmente no se tratará de grandes mortificaciones (cfr. Camino, n. 204), sino de pequeñas mortificaciones, que han de ser constantes como el latir del corazón (cfr.Camino, n. 173).

Expiaciones voluntarias y expiaciones pasicas (cfr. Camino, n. 221 y 691).

Mortificación interior (potencias, afectos, sentidos internos) y mortificación exterior (o de los sentidos).

La penitencia corporal nos ayuda a conseguir la armonía entre el alma y el cuerpo, evitando que el cuerpo esclavice al alma (cfr. Camino, n. 214). Nuestro Padre, que practicó grandes penitencias y ayunos, nos ha dado el criterio de buscar sobre todo la mortificación en lo pequeño y ordinario, con constancia. Corresponde al Director moderar la mortificación corporal que hemos de hacer. Mortificaciones corporales acostumbradas.

II. El horario.

"¿Quieres de verdad ser santo? -Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces" (Camino, n. 815).

Su importancia: haz lo que debes; necesidad de ajustarse al plan de vida con flexibilidad y con fortaleza.

Debe incluir las Normas y Costumbres de la Obra, la vida en familia, el trabajo, los encargos, el descanso, para poder realizarlo todo con orden (cfr. Camino, n. 76-80).

3. Las Normas son lo primero: el mejor tiempo para Dios; en caso de dificultad, adelantarlas.

III. 1. Las Cartas al Padre son una manifestación de cariño y confianza filial,"y una Costumbre de la Obra. Somos una familia y todo lo que nos alegra o nos apena, le alegra o apena al Padre:

"¡Si supierais la ilusión con que las espero! Las leo todas con el mismo cariño y todas me ayudan a hacer oración" (De nuestro Padre).

2. Escribirlas con espontaneidad y sencillez: son cartas de familia, escritas periódicamente, para felicitarle con ocasión de una fiesta de familia, o para contarle algo, con la ilusión de darle alegrías.