Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado II 16

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APARTADO II Charla n° 16


I. Apostolado

1. El trato apostólico con los demás hemos de basarlo en la amistad y en la confidencia. Este apostolado de amistad y confidencia es facilitado por el prestigio profesional y el ejemplo.

Seguimos el ejemplo del Señor: vos autem dixi amicos. La amistad con las personas que nos rodean ha de ser sincera, leal, profunda. No puede reducirse a simple instrumento. Hacemos con la amistad lo mismo que con todas las cosas humanas: la elevamos al orden sobrenatural, sin destruir -al contrario- su naturaleza y su valor; la enriquecemos con destellos divinos y la convertimos en conductora del amor a Dios.

Es claro que el prestigio profesional –lealmente conseguido con un trabajo serio y constante- se requiere tanto para ser santos como para atraer a otros a la santidad, especialmente a los mejores.

El ejemplo arrastra; en muchos aspectos es más elocuente que las palabras.

2. El ambiente de nuestros Centros -elemento importantísimo de formado- ha de reflejar fielmente el espíritu de la Obra: la piedad recia; el afán de ganar almas para Dios; el amor al trabajo, que lleva al aprovechamiento intenso del tiempo. Todo esto en un clima amable, familiar, fraterno, que induce a la comprensión, a la disculpa, a la convivencia alegre, a la delicadeza en el trato, a la corrección, sencillez y elegancia. Ha de palparse el tono humano y sobrenatural de la Obra de Dios. Un atractivo de los Centros de San Rafael: la sala de estudio.

3. De cien almas nos interesan las cien. Somos para la muchedumbre. "No nos reservamos nada. Pero Dios ha querido para la Obra un espíritu exigente, que pueda ser levadura para toda la masa. Es preciso por eso hacer una selección de almas que puedan servir a Dios con el tono -sobrenatural y humano- que nuestra vocación demanda: selección llena de visión sobrenatural, de amor a la Santa Iglesia, a la Obra y a todas las almas. Porque queremos llegar a muchos, hemos de cuidar primero la calidad; después, habrá número. Atreverse con los mejores.

4. Parte importante e indispensable de nuestra labor apostólica es llevar a los amigos, a los compañeros, etc., a los sacerdotes de la Obra. "En el apostolado, al conducir a las almas por los caminos de la vida cristiana, se llega al muro sacramental. La función santificadora del laico tiene necesidad de la función santificadora del sacerdote, que administra el sacramento de la Penitencia, celebra la Eucaristía y proclama la Palabra de Dios en nombre de la Iglesia" (Conversaciones, n. 69). "Nuestro Padre decía a menudo que la misión de los seglares en la Obra es análoga a la que realizan los pescadores, cuando empujan los peces hacia la costa para que sea más fácil capturarlos. Vosotros debéis llevar las almas al sacerdote, que está en la orilla para

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administrar los sacramentos" (Del Padre). Matar de trabajo a los sacerdotes.

5- La labor de San Rafael es el apostolado que hacen los miembros de la Obra con la juventud. Es como el semillero de la Obra; la "niña de nuestros ojos", que nunca puede faltar. Los chicos de San Rafael no adquieren ningún vínculo "jurídico, pero "de hecho, forman parte de esta familia sobrenatural, que es el Opus Dei: voluntariamente quieren recibir su calor, adquirir al menos su espíritu básico propio y colaborar en la tarea espiritual con los socios que integran la Obra" (De nuestro Padre). La labor de San Rafael tiene una estructura elástica, pero definida, con unos medios tradicionales -esenciales- permanentes, que siempre se pondrán por mucho que cambien las circunstancias de lugar y tiempo: Dios los ha querido, de una vez por todas. Círculos, Catequesis, Visitas a los pobres de la Virgen, retiros, cursos de retiro, meditaciones.

"El Señor, por la labor de San Gabriel, llama con llamada vocacional a multitud de hombres y de mujeres, para que sirvan a la Iglesia y a las almas en todos los rincones del mundo" (De nuestro Padre). "Lo mismo que entre los primeros seguidores de Cristo, en nuestros Supernumerarios está presente toda la sociedad actual". Gentes que proceden "de todas las profesiones y oficios, de todas las condiciones sociales, de las situaciones más diversas, que se dan o pueden darse en ese entretejido de mutuos servicios que es la sociedad humana: porque todo ese conjunto de interrelaciones vivas ha de ser penetrado por el fermento de Cristo" (De nuestro Padre). Todos con plenitud de vocación. "No deberá haber ningún pueblo donde no irradie nuestro espíritu algún Supernumerario" (De nuestro Padre).

Además de los retiros y Cursos de retiro, uno de los medios que amplían y hacen más eficaz la labor apostólica de los Supernumerarios son las tertulias -para las Supernumerarias, también los Roperos-, donde se tratan con criterio cristiano las más diversas cuestiones de actualidad.

Base de la labor de San Gabriel es la labor de Cooperadores, de vital importancia. Los Cooperadores son aquellas personas -católicas o no, sacerdotes o laicos- que, sin una vocación especial, ayudan con su oración, con su limosna o con su trabajo a los apostolados de la Obra. Los Cooperadores pueden ser activos o sencillamente Cooperadores, según ayuden o no con su trabajo a nuestros apostolados. Cuando no son católicos -o están alejados de la Iglesia- se les llama Cooperadores no católicos. No hay límite en el número de Cooperadores que puede tener un Centro de San Gabriel. "Aumentad su número sin miedo -decía nuestro Padre-: cuantos más, mejor".

II. Costumbres

1. Saludar al Ángel Custodio del Centro al entrar y al salir, (cfr. Camino, n. 563-570).

2. Invocar a los Patronos de las diversas labores apostólicas al iniciar un trabajo de los que caen bajo su patrocinio. Ellos "amplifican" nuestras peticiones ante el Señor.

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III. Salud

El cuerpo es como un borriquillo que conviene que esté sano, para poder trabajar mucho y bien en servicio de Dios y de todas las almas. Debe hacerse, al menos, una revisión médica anual.

Con el fin de trabajar mucho y bien, debemos descansar lo justo, lo que tenemos indicado: el paseo semanal y la excursión mensual. Dedicar al sueño ni más de ocho horas, ni menos de siete y media. Cualquier extraordinario en esta materia debe consultarse. Nuestro Padre nos enseñó que, para nosotros, el descanso es un deber.