Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado I 23

APARTADO I Charla nº 23

Aprovechamiento del tiempo

"El tiempo es un tesoro que se va, que se escapa, que discurre por nuestras manos como el agua por las peñas altas. Ayer pasó, y el hoy está pasando. Mañana será pronto otro ayer. La duración de una vida es muy corta. Pero, ¡cuánto puede realizarse en este pequeño espacio, por amor de Dios!" (Amigos de Dios, n. 52). En el corto espacio de tiempo que Dios nos concede, los hombres podemos salvarnos o condenarnos, ayudar o no a muchísimas almas que dependen de nuestra conducta, de nuestro aprovechamiento del tiempo.

No hay tiempo que perder, nos urgen las almas; urge la santidad personal y el apostolado. Es más que oro, el tiempo; es gloria. Cada instante encierra un valor de eternidad, gravita sobre la vida eterna personal, es un talento del que habremos de rendir cuenta a Dios Nuestro Señor. No podemos hacer como aquel que "fue e hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero que había recibido.

"¿Qué va a hacer ahora ese hombre, si ya no tiene instrumento de trabajo? Se va a tomar sólo la comodidad de devolver lo que recibió. Se va a dedicar a matar el tiempo, se dice en castellano. ¡Qué pena, hijo mío! Tener como ocupación la de matar el tiempo, que es un tesoro de Dios; no trabajar por las almas; no poner en acto, en movimiento, en este gran negocio sobrenatural, todas las condiciones tuyas, que no son tuyas porque te las dio el Padre del cielo; descansar, despreocuparte. Yo no creo que haya en el Opus Dei ningún calculador que pueda perseverar, como ese hombre de la parábola, que fríamente se dedica a no hacer nada. No, hijo mío, hay que trabajar, y así no se mata el cielo" (De nuestro Padre, cn VIII-1963, p. 25). "¡A nosotros no nos puede sobrar el tiempo: debemos administrarlo bien, para cumplir todos nuestros deberes!" (De nuestro Padre, Cuadernos 3, P- 170).

3- Hay que llegar a todo: a las Normas, que son lo primero, y por eso siempre hay tiempo para ellas; al encargo apostólico; al trabajo, que es medio de santificación y apostolado; a los deberes del propio estado, etc.

No basta, para aprovechar el tiempo, hacer cosas buenas. Es preciso hacer lo bueno que en cada momento nos pide Dios: cumplir el pequeño deber de cada instante, hacer lo que se debe, estar en lo que se hace. Pero aún falta una condición: la rectitud de intención: hacerlo todo para la gloria de Dios, por Amor.

Aprovechar el tiempo es llenar el minuto, los sesenta segundos, de lo que Dios nos pide. Es preciso examinar con frecuencia, si la oración llena efectivamente los treinta minutos de la mañana y los treinta minutos de la tarde; si, por ejemplo, al estudiar, realmente estudiamos todo el tiempo que debemos estar y estamos delante del libro; y si en el trato con nuestros amigos, llegamos pronto al fondo de la amistad, a la confidencia, a la conversación sobre las relaciones con Dios y la Confesión sacra-

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mental.

Dominar una ciencia, una técnica, un arte, requiere dedicar muchas e intensas horas. En igualdad de condiciones, el que aprovecha el tiempo, llega; el que no, no.

También es necesario para que el tiempo de trabajo rinda el máximo, el oportuno descanso. Hemos de cumplir, con mortificación, si hace falta, todas las indicaciones que tenemos en Casa sobre el descanso: el paseo semanal, la excursión mensual, las horas de sueño.

"Madre nuestra, que has visto crecer a Jesús, que le has visto aprovechar el tiempo, enséñame a aprovechar el tiempo en servicio de las almas y de la Iglesia" (De nuestro Padre, en VIII-1963, p. 26).

Humildad

La humildad -andar en verdad- es la base y fundamento de todas las virtudes y sin ella no hay ninguna que lo sea. La verdad es que Dios es Todo, y nosotros somos nacía. Cuanto somos lo hemos recibido de Dios. No hay jamás motivo alguno de soberbia: "¿Tú, soberbia? -¿De qué?" (Camino, n. 600; ver nn. 601, 613, 599, 593, 597).

"¡Cuánto cuesta vivir la humildad! Porque la soberbia muere veinticuatro horas después de haber muerto el individuo (...) Tened miedo a la soberbia, y acudid entonces deprisa, con el corazón contrito, a la Confesión y a la Confidencia, para que os ayuden a salir del error" (De nuestro Padre, n. 72).

"Dios no quiere el mal, pero permite que nos sintamos capaces de todos los errores, para que seamos humildes. Y sólo sobre esa humildad se puede edificar la santidad cristiana" (De nuestro Padre, n. 70).

El camino de la humildad es un examen de conciencia sincero, profundo, exigente; y la sinceridad salvaje en los medios de dirección espiritual personal. "Debéis ser personas –os lo recuerdo siempre- que no se maravillen cuando sientan que llevan dentro de sí una bestia" (De nuestro Padre, cn 1972, pp. 533-534).

"No dejéis de hablar, cuando suceda algo que no quisierais que se supiese. Decidlo enseguida. Mejor antes y, si no, después; pero hablad. No olvidéis que el pecado más grande es el de soberbia. Ciega muchísimo. Hay un viejo refrán ascético que reza así: lujuria oculta, soberbia manifiesta.

"Nunca me cansare de insistiros en la importancia de la humildad, porque el enemigo del amor es siempre la soberbia: es la pasión más mala, es aquel espíritu de raciocinio sin razón, que late en lo íntimo de nuestra alma y nos dice que nosotros estamos en lo cierto, y los demás equivocados. Cosa que sólo por excepción es verdad" (ibid., p. 534).

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Como la humildad es la verdad, hemos de exclamar también con San Pablo: "Omnia possum in eo qui me confortat! (Phil 4,13): es el reconocimiento de nuestra ineficacia y del poder infinito de Dios; de nuestra poquedad y de la grandeza del Señor, por quien trabajamos; de nuestra ignorancia y de su Sabiduría, de nuestra indigencia y de las riquezas insondables que hay en Dios y que El nos entrega abundantemente" (De nuestro Padre, n. 77).

"Os mando a todas partes del mundo con un complejo de seguridad -de superioridad-, porque es Dios Nuestro Señor quien quiere que hagáis esa labor. Convenceos de eso, haced la oración por vuestra cuenta con estas palabras que ahora os estoy diciendo. Pensad: yo valgo poco yo puedo poco, yo no tengo los medios. Quizá la Obra -en esa Región- no tiene medios tampoco, pero omnia possum in eo qui me confortat! (Phil 4,13). ¡Adelante! Adelante con tozudez, que es santa y que se llama, en lo espiritual, perseverancia: ya veis que el complejo de superioridad nace de la humildad, de saberse nada y contar con la gracia divina" (De nuestro Padre, n. 69).