Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado II 30

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APARTADO II Charla nº 30


I. La familia de sangre

La caridad es ordenada: el amor al prójimo comienza por los más cercanos. En el orden natural, los vínculos más fuertes son los conyugales y los de la sangre, los cuales imponen, como es lógico, peculiares exigencias de amor. Amar a los padres es un deber natural y de ley divino positiva; nuestro Padre llama al 4° Mandamiento el dulcísimo precepto. A nuestros padres les debemos al menos el noventa por ciento de nuestra vocación. Debemos rezar y mortificarnos por ellos; darles alegrías; interesarnos por sus problemas; contarles cosas que les agraden.

La primera manifestación de caridad es acercar a Dios a los que amamos. Nosotros gozamos de ese medio maravilloso de unión con Dios que es la Obra. Acercar a la Obra a nuestros padres y parientes es señal de cariño auténtico y profundo. Hemos de presentarles, con el ejemplo y con la palabra, con prudencia y pillería santa, la estupenda realidad de nuestra familia sobrenatural.

3- (Para Numerarios y Agregados) Nuestro hogar es la Obra. Tenemos familia: una familia maravillosa, de vínculos so­brenaturales, más fuertes que los de la sangre (cfr. Mt 12, 48). Hemos de tener mucho corazón para nuestras familias, pero libre, desprendido.

Nunca estamos solos: en la juventud y en la vejez, en la salud y en la enfermedad sentimos todo el calor sobrenatural y humano del cariño de nuestros hermanos, hasta los menores detalles.

El amor a nuestros padres no debe ser un obstáculo, al contrario, para la fidelidad absoluta a nuestro camino (cfr. Lc 14,26): "En las familias, casi ningún hijo, cuando es mayor, convive con sus padres: se casan y se van del hogar paterno. Es ley de vida: dejará el hombre a su padre y a su madre, y serán dos en una sola carne (Mc 10,7-8)"(De nuestro Padre)."Cuando el hijo es ya mayor, los padres no tienen derecho a imponer nada; lo contrario es un abuso. No tienen derecho a escoger por su cuenta el camino de nuestra vida; pueden aconsejar, rezar. y dejarnos en paz" (De nuestro Padre). "Tenemos el deber de por nosotros mismos:, mucho más, si se trata de responder librememente a la llamada de Dios" (De nuestro Padre). "Estas quejas de los padres, cuando se dan, son sensiblerías que merecen comprensión y cariño, pero hay que ponerles límites, porque, si no, esa sensiblería llegará a ser enfermiza" (De nuestro Padre).

Alguna vez sucede lo que previo el Señor: inimici hominis domestici eius (Mt 10,37). Entonces, comprender, disculpar, rezar,sonreír y no tolerar que "prueben" la vocación.

(Para Supernumerarios) El matrimonio, para un cristiano, es una auténtica vocación sobrenatural (cfr. Es Cristo que pasa, 23). "Los casados están llamados a santificar su matrimonio

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y a santificarse en esa unión; cometerían por eso un grave error, si edificaran su conducta espiritual a espaldas y al margen de su hogar. La vida familiar, las relaciones conyugales, el cuidado y la educación de los hijos, el esfuerzo por sacar económicamente a la familia y por asegurarla y mejorarla, el trato con las otras personas que constituyen la comunidad social, todo eso son situaciones humanas y corrientes que los esposos cristianos deben sobrenaturalizar" (ibid.).

La familia ha de ser la principal ocupación; es el "negocio" más importante. Es preciso dedicarle el tiempo suficiente. Lo contrario no sería grato a los ojos de Dios y conllevaría graves males. "La atención prestada a su familia será siempre para la mujer su mayor dignidad" (Conversaciones, n. 87). Pero el marido comparte la misma responsabilidad de educar a los hijos y de crear un ambiente acogedor en el hogar.

"Al pensar en los hogares cristianos, me gusta imaginarlos luminosos y alegres, como fue el de la Sagrada Familia" (Es Cristo que pasa, n. 22). "Cada hogar cristiano debería ser un remansode serenidad, en el que, por encima de las pequeñas contradicciones diarias, se percibiera un cariño hondo y sincero, una tranquilidad profunda, fruto de una fe real y vivida" (Ibid.; cfr. Conversaciones, n. 91)-

9. El amor se enrecia en la adversidad. Omnia in bonum! Dios omnipotente es nuestro Padre: nada debe turbar la paz del alma. Confianza, abandono en las manos de Dios.

10. Educar cristianamente a los hijos para que sean san tos. Llevar a la oración el trato con ellos. Conocerlos muy bien, a ellos y a sus amigos, los ambientes que frecuentan, las lecturas que hacen, sus diversiones. Controlar la televisión que ven. Comprobar la formación doctrinal religiosa y ascética que reciben en la escuela, el colegio, etc. Medir con sentido común y con sentido sobrenatural el dinero que se les da, y procurar enterarse de cómo lo usan; organizar adecuadamente el veraneo de la familia: evitar lugares inconvenientes, etc.

II. Sentido de responsabilidad

Como nuestro Padre, no tenemos, -no queremos tener- otro fin que el corporativo, la santidad personal y el apostolado. En consecuencia, hemos de poner el alma en los encargos apostólicos (todos los encargos de los Directores tienen una dimensión apostólica); que no tengan que urgimos el cumplimiento del deber; que los Directores puedan quedar tranquilos al confiarnos una tarea, porque sepan que la hemos tomado como cosa propia y que se hará.

Informar de su marcha; dar cuenta después de haberlos hecho. Evitar las disculpas: el "es que", "creí que", "pensé que", "mañana" y "después". Enterarse bien de lo que nos mandan y poner los medios humanos y sobrenaturales para llevarlo a cabo.

3. Conjugar la obediencia exquisita con la iniciativa inteligente, fruto del diálogo con Dios en la oración.

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III. Doctrina sobre las indulgencias

1. La Tradición y el Magisterio de la Iglesia han enseñado siempre que Cristo en la Cruz ganó un tesoro infinito de gracias, al que se añaden los méritos de Santa María y de todos los santos. Es un tesoro que, mediante el poder supremo de jurisdicción instituido por Jesucristo, la Iglesia se encarga de distribuir en vistas al perdón de las penas temporales debidas por los pecados. La doctrina de las indulgencias se funda en la Comunión de los Santos.

2. Existen dos tipos de indulgencias: plenaria, que perdona toda la pena temporal debida por el pecado, y parcial, que sólo libera en parte. Pueden ganarse para uno mismo o para los difuntos, a modo de sufragio. Para lucrar la indulgencia plenaria es preciso estar en gracia de Dios, confesar y comulgar dentro de la semana anterior o de la siguiente, rezar por el Papa y excluir todo afecto al pecado, aun venial.

3. La Santa Sede ha concedido a la Obra un tesoro importante de indulgencias. Podemos ganar indulgencia plenaria en los aniversarios de la fundación de la Obra (2 de octubre y 14 de febrero); en las fiestas de los Patronos (19 de marzo, 29 de junio, 29 de septiembre, y 27 de diciembre); el día de la Admisión, Oblación y Fidelidad y en los 25, 50, 60 y 75 aniversarios de la Admisión. Nuestros padres y hermanos pueden lucrar indulgencia plenaria en la fiesta de la Sagrada Familia. Los Cooperadores pueden ganar también algunas de estas indulgencias. Además, podemos lucrar muchas otras indulgencias plenarias y parciales que la Iglesia concede a todos los cristianos.