Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado II 10

APARTADO II Charla nº 10

I. Formación humana: su importancia en el espíritu de la Obra

"El Verbo se hizo carne y habitó en medio de nosotros" (Ioh 1,14). Dios asume sin reservas todo lo humano. Por lo tanto, el cristiano, seguidor y discípulo de Cristo, ha de ser "hombre entero y pleno" (Amigos de Dios, n. 74; cfr. Ibid., n. 75).

Las virtudes sobrenaturales se asientan sobre el fundamento de las humanas. Por ejemplo, la virtud infusa de la fortaleza requiere, como base, la fortaleza humana. Es preciso "edificar una vida interior real y auténtica sobre los cimientos profundos de las virtudes humanas" (Amigos de Dios, n. 83). "Cuando un alma se esfuerza por cultivar las virtudes humanas, su corazón está ya muy cerca de Cristo (...) Si el cristiano lucha por adquirir estas virtudes, su alma se dispone a recibir eficazmente la gracia del Espíritu Santo: - y las buenas cualidades humanas se refuerzan por las mociones que el Paráclito pone en su alma" (Amigos de Dios, n. 91-92).

Se comprende así que nuestro Padre nos diga que "es parte muy principal del espíritu del Opus Dei fomentar en la vida, en el carácter de mis hijos, las virtudes humanas: nuestra Madre la Obra nos quiere amigos de la libertad y de la responsabilidad personal, sinceros, leales, generosos, abnegados, optimistas, tenaces, decididos, con rectitud de intención y capacidad de trabajo" (De nuestro Padre).

Algunas virtudes humanas:

a) La sencillez, que es "la sal de la perfección" (cfr. Camino, n. 305). La formación que nos da la Obra tiende a simplificar la vida interior, a reducir el "hombre viejo" que con nosotros nace -complicado y lleno de dobleces-, para ser cada día más jóvenes, más sencillos, como niños delante de Dios. En consecuencia, nuestro espíritu nos lleva a la franqueza en el trato (con nuestros hermanos, con nuestros Directores, con los demás), a la naturalidad, a la lealtad.

b) La sinceridad, con nosotros mismos, con Dios, con los Directores, con todos. Hemos de ser personas de una pieza, "sin doblez ni engaño". Es una virtud humana fundamental en el espíritu de la Obra.

c) La naturalidad. Ser coherentes con nuestra condición de personas corrientes, que desean llevar una vida cristiana hasta las últimas consecuencias, con una entrega total a Dios (cfr. Camino, n. 641; ver ibid., nn. 379-380).

d) Laboriosidad. "El que es laborioso aprovecha el tiempo, que no sólo es oro. ¡es gloria de Dios! Hace lo que debe y está en lo que hace, no por rutina, ni por ocupar las horas, sino como fruto de una reflexión atenta y ponderada. Por eso es diligente" (Amigos de Dios, n. 81). Acabar las cosas con perfección humana. Trabajar como el que más.

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e) Orden. "¿Virtud sin orden? - ¡Rara virtud!" (Camino, n. 79). "Cuando tengas orden se multiplicará tu tiempo, y, por tanto, podrás dar más gloria a Dios, trabajando más en su servicio" (Camino, n. 80). Orden interior (en los pensamientos, en los afectos: Dios-los demás-yo); orden exterior (en el horario, en las cosas materiales, etc.

f) Optimismo. Visión positiva. Es ver siempre -sin cerrar los ojos a la realidad- el mejor lado de las cosas. Nunca deja de cumplirse el omnia in bonum, para los que aman a Dios.

g) Reciedumbre. "Es fuerte el que persevera en el cumplimiento de lo que entiende que debe hacer, según su conciencia; el que no mide el valor de una tarea exclusivamente por los beneficios que recibe, sino por el servicio que presta a los demás. El fuerte, a veces, sufre, pero resiste; llora quizá, pero se bebe sus lágrimas. Cuando la contradicción arrecia, no se dobla (...) Fuertes y pacientes: serenos" (Amigos de Dios, n. 77 y 79).

h) Valentía. No tener nunca miedo a nada ni a nadie: somos hijos de un Padre omnipotente. Sin miedo a la vida, sin miedo a la muerte.

i) Alegría. Es una Norma de siempre, parte integrante de nuestro camino. Es una consecuencia de la entrega de los hijos de Dios. Tiene sus raíces en forma de cruz. El buen humor de nuestro Padre: nos lo ha dejado en herencia. Si se pierde la alegría, acudir a la oración y a la charla fraterna. Hemos de ser sembradores de paz y de alegría.

j) Audacia. La Academia DÍA -Dios y audacia- fue el nombre de la primera obra corporativa. Siempre hemos "de contar, por fortuna, con otro sumando: Dios + 2 + 2..." (Camino, n. 471).

k) Lealtad. "Lealtad humana, hijos míos; que es la base de la fidelidad. De una fidelidad que es felicidad" (De nuestro Padre). Lealtad con Dios, con la Iglesia, con la Obra, con todos.

II. Visitas al Santísimo Sacramento. Saludar al Señor en el Sagrario

Todos hacemos, cada día, al menos una visita al Santísimo Sacramento, rezando ante el Sagrario una estación menor y la fórmula de la comunión espiritual. Le agradecemos así su presencia en los Tabernáculos y su entrega en la Comunión.

Hay que tratar al Señor en la Eucaristía y en la oración, en el Pan y en la Palabra, con amor y confianza. Nuestro Padre llamaba Betania a nuestros Sagrarios (cfr. Camino, nn. 554 y 537).

El Sagrario es el centro de nuestros Centros. "El Sagrario ha de ser un imán. Hemos de sentir la necesidad de acudir allí, muchas veces al día, aunque sea un instante: ¡te quiero mucho, Señor, ayúdame!" (De nuestro Padre). Saludarle siempre al entrar o salir de la casa, e ir allí muchas veces, por lo menos

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con el corazón.

4- "Cuando el centro de los pensamientos y esperanzas de una casa es el Sagrario, ¡qué abundantes los frutos de santidad y apostolado!" (De nuestro Padre).

III. Tertulias

"Los Hechos de los Apóstoles nos dicen que, después de la Resurrección, el Señor reunía a sus discípulos y se entretenían in multis argumentis (Act, 1,3)- Hablaban de muchas cosas, de todo lo que le preguntaban' tenían una tertulia" (De nuestro Padre). Imitando a Jesucristo, nuestro Padre ha querido que en la Obra exista la tertulia, que es un medio de formación, una muestra de verdadero cariño de familia y una palestra donde se ejercitan las virtudes humanas y cristianas, especialmente la caridad fraterna.

Es la alegre reunión de todos para contar los sucesos del día o para escuchar algo de la maravillosa historia de la familia; anécdotas del trabajo profesional o de la labor apostólica, comentarios sobre temas culturales o de actualidad, etcétera. Todo puede llevarse a Dios. Siempre con tono positivo, evitando en absoluto las discusiones y polémicas; hablando "con sencillez, sin rebuscamiento, con un poco de sentido sobrenatural, y sabiendo contar también cosas divertidas" (De nuestro Padre).

3- Asistir con la frecuencia debida, según se viva o no en la sede de un Centro de la Obra.

"Para mí -decía nuestro Padre-, participar en la tertulia es también una manera de hacer oración". Lugar de descanso para reponer las energías gastadas en servicio de Dios. Remanso de paz.

"En Casa hay una tradición en estos veintiocho años -escribía nuestro Fundador en 1956-, que no se ha roto jamás: que por alegrar la vida a nuestros hermanos se canta, se baila y se hace lo que sea. Nunca se ha dicho que no se sabe o que no se puede".