Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado III 49

From Opus-Info
Jump to navigation Jump to search

APARTADO III Charla nº 49

Apostolado de la opinión pública

Como consecuencia de la limitación propia de la persona humana, es prácticamente imposible que alguno pueda enjuiciar por sí solo la multitud de fenómenos sociales, políticos, económicos, científicos, culturales, religiosos, que acontecen en su entorno. Aun los espíritus más agudos e independientes, a menudo forman sus convicciones -incluso las de mayor trascendencia- bajo el influjo de lo que se dice y comenta a su alrededor. La opinión pública, la opinión de la mayoría, lo que se piensa en la calle, influye en gran manera en el individuo, positiva o negativamente según se ajuste o no a la verdad de las cosas y de los hechos.

De otra parte, con el perfeccionamiento técnico de ciertos medios de comunicación social -prensa, cine, radio, televisión, etc.-, la formación de la opinión pública ha quedado en buena parte en manos de unos pocos, los profesionales que rigen de algún modo esos medios de difusión de ideas. Hoy, en un momento, una palabra, un gesto, puede llenar el mundo y decantar el estado de opinión mundial en un sentido o en otro; puede acercar o alejar de Dios a grandes muchedumbres. Aquel cambio tremendo del ¡Hosanna! al ¡Crucifícale!, debido a la manipulación obrada por unos pocos sobre las noticias acerca de las palabras y obras del Señor, puede producirse ahora a escala universal. Y también se produciría con la gracia de Dios, en sentido inverso, en la medida en que hubiese más católicos con sólida preparación humana y doctrinal que colaboren en el apostolado de la opinión pública.

Hoy por hoy, la situación es triste: "Se podría decir, sin demasiada exageración, que el mundo vive de la mentira: y hace veinte siglos que vino a los hombres Jesucristo, el Verbo divino, que es la Verdad" (De nuestro Padre). Se presentan con frecuencia las noticias elaboradas, interpretadas desde ideologías opuestas, radicalmente a la verdad. Se ha perfeccionado la ciencia del mentir hasta límites insospechados, la cizaña se siembra con inusitada abundancia, mientras los amigos de Dios -muchos; no todos, claro es- duermen.

La presencia de los católicos en los medios de comunicación social -urgida con particular vehemencia en los últimos lustros por los Papas- es un derecho y un deber. Por ser ciudadanos como los demás, y por haber recibido un mandato imperativo de Cristo: "Id por todo el mundo; predicad el Evangelio a todas las criaturas" (Me 16,15). Hay que servirse de esos altavoces para llegar con la verdad de Cristo hasta el último rincón; para servir informaciones con veracidad, y contribuir a la formación de la conciencia de tantos hombres, de modo que sean capaces de juzgar los sucesos humanos desde una perspectiva cristiana. "Sólo cuando los hombres se acostumbren a decir y a oír la verdad, habrá comprensión y concordia" (De nuestro Padre).

-128 -

5. Por eso rezaba nuestro Padre: "Jesús, mete en estos hijos míos y en estas hijas mías que me leen, y en mí, una claridad que nunca falte en la vida nuestra, para que la podamos dar a los demás. Explícanos bien, bien, este hecho concreto de trabajar por tu gloria, sembrando la semilla tuya por todos los ambientes a través de esos instrumentos de difusión de las ideas y de los hechos que ocurren en el universo” (De nuestro Padre).

Se comprende bien que el de la opinión pública sea un apostolado al que los miembros del Opus Del deben prestar gran atención, porque "es nuestra misión, os decía, dar doctrina; extender esta luz de Dios hacer esta guerra maravillosa de paz y de amor" (De nuestro Padre). Dar doctrina, es una de nuestras pasiones dominantes. Por esto, aunque sólo algunos -todos los que puedan y quieran- se dediquen libre y profesionalmente a trabajar en medios de comunicación social, los demás hemos de sentir como muy propias esas tareas y hacer todo lo que nos permitan nuestras fuerzas y nuestros talentos, que, en este ámbito, con frecuencia son mayores de lo que pensamos.

Todos podemos colaborar, de un modo u otro, en este apostolado. Para esto será muy bueno pulir incesantemente nuestro modo de hablar y escribir. De cualquier modo, todos podemos escribir con eficacia a directores de periódicos, revistas, radio o televisión, aportando una opinión personal sobre cualquier asunto o dando un criterio recto, felicitando por una determinada actuación, etc.

El Opus Dei no tiene ni tendrá publicaciones, editoriales, como no tiene empresas propias de ningún otro tipo. Pero algunos de sus miembros podrán crearlas junto con otros ciudadanos, como labores personales, o colaborar de mil formas en ellas.

9. Por todo esto, reviste particular importancia el apostolado y proselitismo con profesionales y estudiantes de estas actividades. Tale la pena poner en juego todas las virtudes sobrenaturales y humanas que se requieran: amor de Dios y amistad sincera, comprensión, paciencia, etc., para hacerles ver su enorme responsabilidad; que su palabra, una vez pronunciada o escrita adquiere como una vida autónoma, corre de mano en mano, se comenta, se asimila, es de alcance insospechado.

10. En fin, "ahogar el mal en abundancia de bien es connatural a nuestro espíritu" (De nuestro Padre). Contamos, en esté apostolado -que nuestro Padre puso bajo la tutela de Santa Catalina de Siena- con la inestimable oración de nuestro Fundador: "Escuchad lo que nos dice Jesús, en boca de Juan: Ego ín hoc na-tus , sum et_ad hoc veni in mundum, ut testimonium perhibeam veri- tati (Ioh 18,7); yo para esto nací y para esto vine al mundo, para dar testimonio de la verdad, para librar a la humanidad de La esclavitud del pecado.

Esas palabras del Señor son una promesa de la gran fecunlidad que debe tener la labor de las hijas y de los hijos míos que trabajan profesionalmente en los campos de la información, de La doctrina y de las diversiones. Para que deis abundante testi-

- 129 -

monio de la verdad, rezo cada día con interés particular por nuestro Apostolado de la Opinión Pública.

Se me viene al alma, al escribir estas líneas, como una prueba de cariño, de simpatía y de ayuda espiritual, aquel clamor del salmista: ad annuntiandum mane misericordiam tuam, et verita-tem tuam per noctem (Ps 91,3): Señor, que esos hijos tuyos que han de hacer con tanto sacrificio la opinión pública en el mundo, anuncien siempre -de día y de noche- hechos y doctrinas de misericordia y de verdad" (De nuestro Padre).