Programa de formación inicial (B-10), Roma, 1985/Apartado I 24

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APARTADO I Charla nº 24

Orden

"¿Virtud sin orden? -¡Rara virtud!" (Camino, n. 79). Todas las obras de Dios son y están ordenadas. Cada cosa está en su sitio, en perfecta armonía con el conjunto, y así todas y cada una de las cosas por Dios creadas son un reflejo de su Sabiduría infinita. Sapientis est ordinare.

Debe haber orden, en primer lugar, en nuestras ideas, en nuestra mente. Hemos de saber qué es lo primero, qué es lo segundo, qué es lo tercero. Debemos adherir nuestra mente primero y con toda la fuerza, a las verdades de la fe, que han sido reveladas por Dios y propuestas por el Magisterio de la Iglesia como tales. Después vienen las certezas humanas; y finalmente las opiniones personales. Sería ridículo que en nuestra vida influyeran más las opiniones personales o ajenas, que las verdades de la feo las racionales rigurosamente demostradas.

3. Debe haber orden en nuestros afectos, para amar más aquello que es más amable. Primero Dios Uno y Trino -ex toto corde, ex tota mente-, con la Humanidad Santísima de Jesucristo. Inmediatamente la Santísima Virgen. Dios, los demás y yo: éste es el orden de la caridad. Y a los demás, hemos de amarles también dentro de un orden: nuestro Padre, el Padre, nuestros hermanos, con quienes nos unen vínculos sobrenaturales fortísimos. Después nuestra familia de sangre. Y así hasta llegar a amar, por amor de Dios, a quienes se consideran enemigos nuestros.

Debemos poner orden en las obras: "Cuando tengas orden se multiplicará tu tiempo, y, por tanto, podrás dar más gloria a Dios, trabajando más en su servicio" (Camino, n. 80). Primero las Normas. Después los deberes familiares; los que impone esta bendita familia sobrenatural que es el Opus Dei: "como sucede con un reloj: si cada rueda está en su sitio, si está limpio, el reloj marcha y da la hora" (De nuestro Padre, cn IV-1961, p. 10). Cada uno en su puesto. En la guerra como en la guerra (De nuestro Padre, n. 228). Somos familia y, simultáneamente, milicia. Después el trabajo profesional.

"Si no tienes un plan de vida, nunca tendrás orden" (Camino, n. 76). El trabajo serio, constante, ordenado, es medio indispensable para santificar el mundo y adquirir el prestigio necesario para un apostolado eficaz.

"Algunos trabajos tienen un desorden sólo aparente, porque el orden de ese trabajo es el desorden, que es roca fuerte sobre la cual se puede hacer, cada uno, la construcción de una casa formidable, recia, imponente. Cada uno debe hacer el horario sobre ese desorden, seguro de que el desorden aparente no entorpecerá la labor cristiana de su alma" (De nuestro Padre, cn 1968, p. 121).

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"Eso de sujetarse a un plan de vida, a un horario –me dijiste-, ¡es tan monótono! Y te contestes hay monotonía porque falta Amor" (Camino, n. 77).

Importancia de la puntualidad, para no perder el tiempo y no hacerlo perder. Respetar el tiempo de los demás.

El orden trae consigo la paz -tranquilitas ordinis-, el sosiego que en medio de la diversidad y multiplicidad de quehaceres y acontecimientos -a veces adversos- da el sentido de la filiación divina, la presencia de Dios en todas las cosas, en unidad de vida.

Hodie, nunc. Cosas pequeñas

"La santidad 'grande' está en cumplir los 'deberes pequeños' de cada instante" (Camino, n. 817). De ahí que cada instante presente tenga una importancia colosal; es en el que debemos poner mayor atención, sin olvidar el pasado ni el futuro. Es precisamente la mirada al futuro -la vida eterna- la que nos fuerza a vivir con intensidad el presente. El hodie, nunc.

"Pórtate bien 'ahora', sin acordarte de 'ayer', que ya pasó, y sin preocuparte de 'mañana', que no sabes si llegara para ti" (Camino, n. 253). No importan los "fracasos" de ayer: ahora podemos rehacer nuestra vida; con la humildad de la experiencia y el corazón contrito, podemos santificarnos, alcanzar un amor de Dios muy grande. Y "si necesitamos una profunda conversión, hemos de acometerla cuanto antes. No hay mal que no se pueda remediar, aunque el camino sea largo" (Del Padre, Carta, XII-1976, n. 18).

Cada momento es un nunc coepi (Ps 76,11). Dios nos ama como hijos -ego hodie genui te (Ps 2) -y quiere que participemos más íntimamente en su vida divina. Este es el gran momento. "¡Ahora! Vuelve a tu vida noble ahora. -No te dejes engañar: 'ahora' no es demasiado pronto ni demasiado tarde" (Camino, n. 254). Mañana es cuando podría ser demasiado tarde, porque puede faltarnos. "No dejes tu trabajo para mañana" (Camino, n. 15).

Por eso pedimos tantas veces al día a Santa María que ruegue por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Son los dos grandes momentos de nuestra vida. Y nuestra perseverancia final, encuentra sus raíces en la fidelidad al pequeño deber de este ahora, de este momento. Si hoy soy fiel, seré fiel también mañana.

"¡Mañana!: alguna vez es prudencia; muchas veces es el adverbio de los vencidos" (Camino, n. 251). Pero los cristianos estamos llamados a triunfar con Cristo. "¿Quieres de verdad ser santo? -Cumple el pequeño deber de cada momento: haz lo que debes y está en lo que haces" (Camino, n. 815).

"Un pequeño acto, hecho por Amor, ¡cuánto vale!" (Camino, n. 814). "Las almas grandes tienen muy en cuenta las cosas pequeñas" (Camino, n. 818). "No tengo palabras para expresar el prodigio, la grandeza, de esta llamada de Dios. Nos ha llamado a servirle en la calle, en el trabajo, en todas las labores honestas de los hombres. Y así, encontramos oro puro y esmeraldas y

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rubíes, donde otros quizá no encuentran más que cieno. Y esto, siendo unos pobres hombres (...)" (De nuestro Padre, cn 1968, p. 38).

7. "Que os fijéis en lo pequeño, que estéis en los detalles. No es obsesión, no es manía. Es cariño, amor vigilante, "sentido sobrenatural en todo momento, y caridad. Sed siempre fieles en las cosas pequeñas, por amor, con rectitud de intención, sin esperar en la tierra una sonrisa, ni una mirada de agradecimiento" (De nuestro Padre, n. 178; ver nn. 175-186).