Predicar la vida como un holocausto: ¿La voz de Satanás?

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Por Salvador, 31 de mayo de 2010


Bruno nos hace una divulgación de la sabiduría de Oriente (cierto budismo); una sabiduría que podemos conocerla directamente, y no por referencias, en Occidente, a través de la Biblia y específicamente en el Evangelio. Pero quiero felicitarle por la introducción de la noción de sabiduría.

Si la sabiduría tiene algo que ver, que lo tiene, con ideas como la autorrealización o salvación, ¿qué tipo de sabiduría enseña la Obra?

La sabiduría entendida como el arte de saber vivir bien, los judeo-cristianos la encontramos en la Biblia. Aunque hay que reconocer que hay muchos paradigmas de sabiduría, también en la Biblia...

Quisiera señalar el más antitético de todos que expresa la Biblia, respecto al que enseña el Opus Dei, y que guarda una gran concomitancia práctica con lo divulgado por Bruno, es el Eclesiastés (Cohelet). Comentario sobre el cual dejo para el próximo correo. Y que el tipo de sabiduría bíblico más identificado con el Opus Dei es la interpretación literal de la lectura del sacrificio de Isaac por Abraham (Génesis, 22); que es la sabiduría de la secta de los elegidos (desde luego no la del clan de los compasivos recogida en la Biblia y los Evangelios) y la del holocausto. En este modelo de sabiduría (criterio y conocimiento para vivir) la Obra y sanjosemaría se nos proponen, al tiempo que también se proponía a los miembros, ser el Abraham asesino y parricida.

"Dios le dijo (a Abraham): agarra, por favor, a tu hijo, a tu único hijo, el que amas, Isaac, y vete a la tierra de Moria, y allí ofrécelo en holocausto en lo alto de una de las montañas que te diré.
Abraham se levantó pronto, cargó su asno, agarró con él dos mozos suyos y a su hijo Isaac, partió leña para el holocausto y se puso en camino hacia el lugar donde Dios le había indicado. Al tercer dia, Abraham alzó sus ojos y vió de lejos el lugar (...)
¡Padre! Aquí me tienes, hijo mio, le respondió. Traigamos dijo, el fuego y la leña, ¿ pero donde está el corderito para el holocausto? Abraham respondió: Dios nos proveerá del cordero para el holocausto, hijo mio(...)
Al llegar al sitio donde Dios le había dicho, Abraham levantó un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac, lo puso sobre el altar, sobre la leña. Abraham extendió la mano y agarró el cuchillo para degollar a su hijo.
El ángel de Javhe gritó por segunda vez a Abraham...y dijo: en tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la tierra, porque has obedecido mi voz" (Génesis 22)

Leamos nuevamente con atención el texto e imaginemos la situación:

  • aparentemente un hombre (Abraham) sin sentimientos, o sin emociones, o de emociones y sentimientos completamente subordinados o condicionados a algo incondicionado en su vida (Dios), escucha una voz que le dice que mate personalmente, según el ritual del sacrificio religioso de animales, a su único hijo a quien, además, ama.
  • Abraham atribuye esa voz a Dios y, en virtud, de esa incondicionalidad, no experimenta, aparentemente, ninguna emoción o sentimiento o duda, en matar por su mano a su único hijo querido (pensemos en el niño de 12, 13 o 14 años, Isaac, que es hijo único).
  • Abraham, para asegurarse el resultado, manipula al hijo, entre medias verdades y mentiras (le dice que le acompañe para hacer un sacrificio ritual pero le esconde que él será el sacrificado), para que lo acompañe durante un largo recorrido (¿De qué hablarían mientras tanto?, ¿qué ambiente habría durante esos dos días de viaje? ¡Cuanta simulación por parte de Abraham!).
  • Al final, el niño Isaac se tiende en el altar (¿cómo lo conseguiría?, porque un niño no es tonto: ¿habría impuesto Abraham su autoridad, presuntamente imponente ante su hijo? pues en el relato no hay muestras de violencia, el niño era un niño que confiaba, literalmente, ciegamente en el padre o, por el contrario le tuvo que amenazar o forzar? ¿Hubo violencia?) y Abraham se dispone a matarlo con un cuchillo (nuevamente aparece una frialdad casi psicótica, pues apuñalar a un niño al que atas, con el que has tenido una relación diaria, por el que aparentemente has demostrado afecto, con la decisión e imperturbabilidad de Abraham, parece un fenómeno psicótico).
  • Esa incondicionalidad en la voz (fe) vuelve a ser operativa: una segunda voz, quizás por ello requiere de un segundo grito (¿o es la misma voz que la primera y paraasegurarse de la contraorden exige la garantía de la repetición?) anula la orden dada.
    (¿Qué pensaría el niño Isaac de su padre y de todo lo vivido al volver? Qué impresión tendría de todo ello? ¿Cómo fue la relación del hijo con el padre después de haber visto que su amor no es incondicional, más que por encima del amor o deberes del padre éste es capaz de convertirse en un enemigo o de alguien capaz de matarte? O dado el ambiente familiar religioso ¿lo vivió como un sobresalto incidental?).
  • Es claro que la confianza en Dios (de Abraham) es incondicionada, es decir tenía auténtica fe en Dios (confianza en Dios + incondicionalidad =fe); por lo que la obediencia (escuchar la voz + ejecutarla= fe) a Dios está por encima de todo y de todos. La figura de Abraham es el paradigma de esto; por eso, los judíos, los musulmanes y los cristianos lo llamamos "nuestro padre en la fe". La interpretación literal del pasaje es un modelo simplificado de sabiduría, de criterio de cómo vivir la vida.

Cuando a mis 12 años leí este texto, comentado por un carismático cura de la Obra (que todavía lo es), profesor de religión, instintivamente lo rechacé. Pero como la Biblia no podía rechazarla, pensé que "esto era algo del antiguo testamento", que el nuevo trataba de un Dios-padre amigo. Y en el fondo me reconocía que el argumento era inválido, pues sea un testamento único dividido en dos o sea dos complementarios inspirados por el mismo autor, la solidaridad de los mismos no es soslayable.

El paradigma religioso que la propia Obra me había dado era que, en el fondo, la religión trataba de una cuestión de obediencia ciega, incluso inhumana en términos humanísticos, un abandono completo a las exigencias de la Voz, los cuales serían recompensados. El cristianismo no era un humanismo sino un teocentrismo. Y eso comportaba una gran radicalidad: cualquier instalación en la tibieza, la sensualidad, la descreencia, etc., comportaban una insatisfacción existencial aquí y en el más allá.

Lo que más tarde no discerní suficientemente es la diferencia entre una relación incondicionada entre Dios y la persona (mayormente a través de la conciencia) y la relación incondicionada entre una institución y la persona, lo que he llamado "la fe eclesiástica o fe en la barca". O entre una persona y otra. La sabiduría preconizada por la Obra es la de «obedecer..., camino seguro. —Obedecer ciegamente al superior..., camino de santidad. —Obedecer en tu apostolado..., el único camino: porque, en una obra de Dios (el Opus Dei), el espíritu ha de ser obedecer o marcharse» (Camino, n. 941).

Nuestro error capital consistió en la falta de discernimiento, en “traspapelar”, en confundir la incondicionalidad a Dios con la incondicionalidad a una institución o a un elegido (sanjosemaría). El error de la Obra ha sido el de atribuirse esa incondicionalidad en nombre de Dios, en definitiva, el de hacer de Abraham con Isaac en la lectura literal citada. Y el de predicar la vida como un holocausto.

Kierkegaard, en su conocido "Temor y Temblor" se centra en la narración bíblica del suceso de Isaac. En su defensa de una neo-"ortodoxia" religiosa ("abrahámica") sostiene y defiende la "suspensión de lo ético"; que un deber moral puede suspenderse o invalidarse atendiendo a la obediencia más estricta de Dios. "Cuando Dios ordena matar a su hijo, la inmoralidad del inmoral se suspende mientras dura la situación". "Los valores y las leyes son expulsadas del plano absoluto y pasan al de lo relativo, ya que lo que constituye un deber en la esfera de lo ético, deja de poseer carácter absoluto en cuanto se le confronta con el deber absoluto hacia Dios. ¿Qué es el deber? El deber (para Kierkegaard) es en realidad la expresión de la voluntad de Dios".

La dirección de la Obra defiende y es, a efectos prácticos, y plenamente consciente, “suspensión de lo ético”, por entender que “la Obra es un instrumento de salvación positivamente querido por Dios-en el seno de la Iglesia-…” (Amor a la Obra y humildad colectiva. En Cuadernos 8: En el camino del amor (Roma 1986), porque cree en el carácter sobrenatural de la institución que fue elegida por Dios (ver Instrucción de 1934).

En un paradigma religioso que no sigue el anterior se puede admitir que lo que dice Kierkegaard, solo puede admitirse "de persona a persona", es decir, en relación personal directa con el hombre que por ello deviene "un elegido". (En el ámbito secular se me ocurre el ejemplo de V. Frankl quien antes de la entrada en el campo de concentración de su mujer le ordenó a ésta: haz cualquier cosa para sobrevivir, refiriéndose también a la infidelidad como medio de supervivencia).

Ahora bien, la cuestión es ¿cuando nos encontramos delante de un "elegido". ¿Cómo podemos saber que Dios se dirige a nosotros cuando consideramos que se nos pide sacrificar aquello que más queremos? ¿Fue tan evidente que la voz, o las voces, que Abraham escuchó eran en realidad la voz de Dios o la de ángel de Dios?

En el confuso episodio del censo de David (1 Crónicas 21, 1, también citado en 2 Samuel), se deduce que el rey David escuchó la voz de Satanás creyendo que era divina (a pesar del criterio contrario de Joab). Mahoma dictó el Corán escuchando la voz del arcángel San Gabriel y redactó varios capítulos, los versículos satánicos, que una vez revelados, tras nueva revelación (mejor, tras una verificación de la revelación) se revelaron satánicos; es decir, que Mahoma, confundió la voz de Satanás con la del ángel.

La Voz que se oye, posteriormente la Visión que ve, por sí solas según el receptor ¿garantizan su validez y la procedencia? No, la revelación requiere de alguna manera una contrastación, un discernimiento.

Un exnumerario me comentó que había participado, en el círculo más periférico de los autores del "itinerario juridico del opus dei", como un colaborador subalterno; y que en esa condición participó en una tertulia con varios autores que se prolongó hasta la madrugada en que se desgranaba el discernimiento, la naturaleza y la clasificación de las "visiones" en la historia de la Iglesia a fin de encuadrar la que dice sanjosemaria que tuvo el 2 de octubre de 1928.

Este ex comentó que Amadeo de Fuenmayor, sacerdote, primer consiliario de España y posterior "missus" de Escriva en la Comisión española, miembro de la Obra antes de la guerra civil, solicitó a Roma las notas manuscritas y el material que se guarda en los inmensos archivos de Roma sobre tal visión a fin de incorporarla en el libro. Roma se negó a facilitarle el material. Este exnumerario, que fue residente en el colegio romano, comentaba que el archivo es exhaustivo, que lo recoge todo y que sabe que las carpetas manuscritas de sanjosemaría relativas a ese periodo las destruyó, no así las siguientes.

Cuando la revelación se niega a la "verificación", como la que hizo Joab frente a David o la que sucedió con Mahoma, no solo se impide un eventual discernimiento de la misma, sino que se destruye su misma legitimidad, por eso, no es ilícito elucubrar sobre la misma. La experiencia histórica da demasiados testimonios sobre las falsificaciones de revelaciones de tal manera que parece prudente establecer lo que llamaría una presunción de inautenticidad.

Políticamente pasa lo mismo. Martín Buber, recordando la época de Hitler y Stalin, por poner dos ejemplos representantes de ideologías formuladas con gran aparato intelectual, manifiesta que "hombres honrados mienten, torturan y asesinan para Moloc, un falso absoluto; creen con gran sinceridad que mintiendo, torturando y asesinando prepararan el camino de la justicia social y la paz en el mundo".

Lo que es claro es que las innumerables sectas de los elegidos, por ejemplo, la de la Obra, partiendo de un elegido, y de una revelación dada, marcan a los elegidos del elegido, sea por elección personal u orgánica, una situación de provisionalidad ética, por la suspensión de la misma ante la misión encomendada o revelación. Pero ¿no fue la voz de Satanás quien habla cuando se produce esa suspensión ética, cuando a la luz de la tradición moral se alega el fin para justificar los medios empleados?

Desde luego coincido que una de las mayores locuras es la de seguir imaginarias revelaciones e imaginarios elegidos sintiéndose uno mismo elegido. En la literal interpretación del famoso párrafo de Génesis mi conclusión es que las probabilidades de hacer daño, de hacerse daño, inclusive la de matar, son muy altas. Sin duda una falsa sabiduría.


Recuerdo que en la Obra se me hacía muy difícil leer el Antiguo Testamento. Y algunos libros imposible, por ejemplo, no pude pasar de dos primeros capítulos del Eclesiastés. Me preguntaba qué hace este texto en la Biblia. Porque para una mentalidad opusdeística el texto es lo contrario de la suya, la del mundo de los elegidos y la de ciertos holocaustos. Ahora este texto autobiográfico (de Cohelet) me reconforta. Un texto que se acerca mucho al tipo de sabiduría que divulga Bruno: la radical relatividad o contingencia de la realidad, vivir el presente, aceptación de la realidad sin aditivos.

El Eclesiastés (o Cohelet) es un texto escrito poco antes del 200 a. C. Su redactor no cree en la resurrección de los muertos, ni en el cielo. Se concentra en el aquí y ahora. Su conocido “todo tiene su momento y hay un tiempo para cada cosa” (capítulo 3) lo certifica. Habla, cosa única en la Biblia, del destino, la fortuna y el azar como factores decisivos a la hora de determinar la muerte. Nunca llama a Dios Yahvé. Y escasamente lo cita y, cuando lo hace, lo trata como alguien muy remoto...

Un libro como el “Jesús de Nazaret” del actual Papa tampoco puede gustar a un miembro de la Obra. Pero interesa recordar que Ratzinger, en su libro, defiende como método exegético de lectura del Nuevo Testamento lo que llama la “exégesis canónica”; es decir, que cada parte de un texto bíblico es parte de un todo, el canon, o sea la Biblia como la entendemos los católicos. En conclusión: que, aunque no guste a un miembro de la Obra, la sabiduría del Eclesiastés es válida y legítima. En eso consiste el pluralismo religioso que tan tenazmente niega la Obra.

En los primeros 18 versículos del primer capítulo, Cohelet nos lanza su manifiesto sobre la contingencia y la relatividad de la historia y del ego definido como deseo. Porque la “vanidad de vanidades”, “todo es vanidad” no es un slogan nihilista sino que su referencia son nuestros deseos/voluntad; sean de voluntad /deseo de ser, de tener, de conocer, ya sean eróticos o pertenezcan a la ambición. Trata de la vanidad del deseo. Seguir el deseo no es el criterio para una vida sana. Un budista lo firmaría.

¿Vanidad de vanidades! –dice Cohelet-, “vanidad de vanidades, todo vanidad! ¿Qué saca el hombre de toda la fatiga con que se afana bajo el sol? Una generación va, otra generación viene; pero la tierra siempre permanece. Sale el sol y el sol se pone; corre hacia su lugar y allí vuelve a salir. Sopla hacia el sur el viento y gira hacia el norte; gira que te gira sigue le viento y vuelve el viento a girar.
Todos los ríos van al mar y el mar nunca se llena; al lugar donde los ríos van, allá vuelven a fluir. Todas las cosas dan fastidio. Nadie puede decir que no se cansa el ojo de ver ni el oído de oir.
Lo que fue, eso será;
lo que se hizo, eso se hará.
Nada nuevo bajo el sol.
Si hay algo de que se diga: “mira eso sí que es nuevo”, aun eso ya sucedía en los siglos que nos precedieron. No hay recuerdo de los antiguos, como tampoco de los venideros quedará memoria en los que después vendrán.
Yo, Cohelet, he sido rey de Israel en Jerusalén. He aplicado mi corazón a investigar y explorar con la sabiduría cuanto acaece bajo el cielo. ¡Mal oficio este que Dios encomendó a los humanos para que en él se ocuparan!. He observado cuanto sucede bajo el sol y he visto que todo es vanidad y atrapar vientos.
Lo torcido no puede enderezarse,
lo que falta no se puede contar.
Me dije en mi corazón: tengo una sabiduría grande y extensa, mayor que la de todos mis predecesores en Jersualen; mi corazón ha contemplado mucha sabiduría y ciencia. He aplicado mi corazón a conocer la sabiduría, y también a conocer la locura y la necedad, he comprendido que aun esto mismo es atrapar vientos, pues:
donde abunda sabiduría, abundan penas,
y quien acumula ciencia, acumula dolor”

Ciertamente reconoce que la sabiduría explica muchas cosas (“vi que la sabiduría aventaja a la ignorancia como la luz a la oscuridad, que el sabio ve bien y el loco camino a oscuras”) pero constata a continuación que “una misma suerte les tocará a ambos”. Y sin embargo, la sabiduría y la ciencia no permiten comprender la totalidad y el sentido del universo (“8:17 y he visto todas las obras de Dios, que el hombre no puede alcanzar la obra que debajo del sol se hace; por mucho que trabaje el hombre buscándola, no la hallará; aunque diga el sabio que la conoce, no por eso podrá alcanzarla”). En el fondo, el mundo y el hombre son totalmente impenetrables, un misterio, y solo Dios tiene la llave (11,5).

Niega que la conducta buena o mala (moralidad) del hombre determine las condiciones de vida en este mundo (8:10-14: los malos son honrados en entierros santos, no hay sentencia de mala conducta que se ejecute inmediatamente, por eso los hombres no se cansan de hacer daño, “el pecador comete el mal cien veces y tiene una larga vida” no es cierto que al temeroso de Dios tenga felicidad y que el malo no tenga felicidad).

(No es esta misma descripción de la realidad la que nos describe Mt. 5,45 cuando dice “así sereis hijos de vuestro padre celestial, que hace salir el sol sobre buenos y malos y hace llover sobre justos e injustos”?).

Y sobre la retribución en el más allá es escéptico (6,12: (…) quien informará al hombre sobre lo que habrá después de el bajo el sol?” o en 3:21 ¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?”).

¿Es Cohelet un escéptico total? No, en absoluto. El texto defiende que nuestra breve existencia que disfrutar de todas las cosas buenas de la vida como un don de Dios:

2:24 -25: ”No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma se alegre en su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios. Porque ¿quién comerá, y quién se cuidará, mejor que yo?
3:13 : “y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor”.
3:22 :”Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo, porque esta es su parte; porque ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él?”
5:18 -20:” He aquí, pues, el bien que yo he visto: que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le ha dado; porque esta es su parte. Asimismo, a todo hombre a quien Dios da riquezas y bienes, y le da también facultad para que coma de ellas, y tome su parte, y goce de su trabajo, esto es don de Dios. Porque no se acordará mucho de los días de su vida; pues Dios le llenará de alegría el corazón”.
8:15 -16 “Por tanto, alabé yo la alegría; que no tiene el hombre bien debajo del sol, sino que coma y beba y se alegre; y que esto le quede de su trabajo los días de su vida que Dios le concede debajo del sol. Yo, pues, dediqué mi corazón a conocer sabiduría, y a ver la faena que se hace sobre la tierra (porque hay quien ni de noche ni de día ve sueño en sus ojos);
9:7 -10 Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus obras ya son agradables a Dios. En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza. Goza de la vida con la mujer que amas, todos los días de la vida de tu vanidad que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque esta es tu parte en la vida, y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol. Todo aquello de que seas capaz de hacerlo hazlo según tus fuerzas; porque en el reo de los muertos, adonde vas, no hay obra, ni recompensa, ni ciencia, ni sabiduría. (no es este mandato de implicación máxima en el hoy y aquí, en el presente, cuando Mt. 6,34 aconseja: “no os reocupéis del mañana, que el mañana ya se ocupará de él mismo?).
11:9 Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos.

¿Se nos está proponiendo el sempiterno programa hedonista?. En absoluto. El texto nos dice que la vida es un don menguante pero maravilloso y su secreto es vivir esa alegría del corazón por la vida misma. La mejor participación en “la vida” es vivir el amor de una pareja y la creación en tu trabajo. Disfrutar de ello, aquí y ahora, sin ulterior consideración porque eso es don de Dios. El disfrute, la gracia no consiste en el placer (vanidad de vanidades) sino en reconocer y disfrutar que es un don de Dios. En el círculo que nos da Cohelet (que quiere decir “reunir”, hombre de la asamblea o iglesia) lo que nos pide es visión sobrenatural.

Ante el el dolor, el padecimiento de injusticias, la existencia habitual de sinsentidos que hace que “aborrecí la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu”, propone silencio, aceptación por lo inexplicable y misterioso de la experiencia. Pero, junto con el libro de Job, propone la valoración y aceptación de la recepción de ese don que es la vida misma, que produce alegría a pesar de todos los pesares, y que es posible alcanzarla, al menos, durante temporadas.

Es el único texto bíblico que menciona, como mensaje central, el trabajo. Sanjosemaría fundamentaba la vocación universal a la santidad “del, en y por del trabajo” en Mt. 5,48 (“sed perfectos como vuestro Padre celestial es pefecto”). Una cita extravagante por el contexto si quiere referirse al trabajo.

En su traducción de la Biblia, Lutero tradujo el pasaje de Eclesiástico, 11, 20-21 (no confundir con Eclesiastés) con la palabra “profesión” con la resonancia de un trabajo sin límites, en el sentido de una actitud vital y religiosa de dedicación a una tarea encomendada por Dios. Esa actividad debida, especializada y permanente de un hombre, la Vulgata latina la traducía como “opus”. Las Biblias de lengua inglesa a veces usan “calling” (vocación).

En los cuatro evangelios no se habla del trabajo. La santificación del trabajo aparece, para los religiosos, en su vertiente de monjes, por primera vez, en la regla de san Benito (“ora et labora”), tiene su antecedente en el mundo seglar con los terciarios fundados por San Francisco de Asís y un pleno desarrollo teológico con Calvino. El neo-calvinismo inicial de la Obra debería fundarse, por tanto, en textos del Antiguo Testamento. Curiosamente, el que más lo trata, el Eclesiastés, constituye, en la curiosa terminología de esta página, un libro silenciado. La concepción del trabajo de Eclesiastés no es la calvinista (o teóricamente opusdeista) sino la típicamente judía: una co-creación con la que disfrutar. Pero también la puramente relativa, pues muchas veces es preferible el ocio al trabajo y otras veces recomienda vivirlo con un carácter puramente instrumental (“trabajemos para evitar las penurias del futuro”).

Obviamente, Cohelet no es un texto evangélico, pero es un texto canónico. Como dice el Evangelio “en la casa del Señor hay muchas estancias” Desde luego la habitación de Cohelet es la más lejana a la habitación de la Obra. Que uno quiera encerrarse en la suya, sin aprender de otras, no es signo de sabiduría, sino más bien de empobrecimiento; pero que no se reconozcan o se excluyan otras es signo de locura. El sectarismo es un signo de locura. Y, por último señalar que el judeo-cristianismo tiene su oriente en su seno, aunque sea minoritario o haya sido mayoritariamente silenciado.



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