Padres que dan la espalda a sus hijos

Por CAVERNET, 20 de mayo de 2004


Maty pide que le confirmemos si los padres supernumerarios dan la espalda a sus hijos que no siguen su "camino". Te puedo dar mi testimonio personal de que, efectivamente, es así. Y también otros muchos te pueden dar el suyo.

Sin embargo, dejemos que sea el Opus quien hable por sí solo. Voy a transcibir un párrafo de un libro escrito por Ana María Navarro (miembro del Opus), y publicado en Ediciones Palabra (editorial del Opus).

Este libros, igual que todos los demás de la colección "Hacer Familia", se usan en cursillos que la Prelatura da a los padres para que su hogar sea un hogar cristiano ejemplar. Y se ponen EJEMPLOS y casos prácticos que los padres DEBEN IMITAR Y ASIMILAR.

Este párrafo no tiene desperdicio. Se titula EL DESPIDO (el título ya es elocuente):

"-Me quiero casar por lo civil. Necesito vuestra autorización. Como me vais a decir que no, os pido que me deis la mayoría de edad.

Quien decía esto era Piluca, la segunda de los ocho hijos del matrimonio Galván.

Habló el padre:

-No podemos darte la mayoría de edad. Por dos razones. La primera, porque no estamos de acuerdo con el matrimonio civil. Un bautizado -y tú lo eres- o se casa por la Iglesia, o no se casa. La segunda, porque no podemos sentar un precedente ante tus hermanos. Cuando seas mayor de edad, y te faltan sólo seis meses, podrás decidir tú. Entretanto tendrás que avenirte a las normas de la casa...

-No se trata de esperar por esperar, tenemos ya experiencia matrimonial.

Susto y estupor en los padres. Reaccionando, terció la madre:
-Estaríamos dispuestos a olvidarlo todo. Esto quedaría entre nosotros, si prometes no tener relaciones sexuales hasta que seas mayor de edad y te cases.

-No quiero ser insincera conmigo misma. No estoy dispuesta a cambiar...

-Entonces... -la lentitud de las palabras delataba el peso de su dolor- ... tendrás que irte de casa. No podemos cobijar bajo este techo a alguien que está en una disposición como la tuya..."

[Ana María Navarro, Decisiones familiares, colección "Hacer Familia", n. 10 (Madrid: Palabra, 1992), 61-62]

Este texto está comentado en "Els Fills de l'Opus: la socialització de les segones generacions", de Esther Fernández Mostaza, Editorial Mediterránea, 1998.

El comentario de Esther Fernández es el siguiente:

De la lectura de este diálogo se desprende que la actitud "irregular" de la hija en materia sexual es motivo suficiente para que los padres tomen la decisión de echarla de casa. Y si recordamos el título del caso podremos afirmar que la relación padres-hijos se presenta como una especie de contrato susceptible de ser roto por una de las partes cuando algunas de las convicciones que rigen el orden familiar se transgrede.

Después de la exposición, se presenta el comentario del caso:

"Ésta es una situación que aunque poco frecuente en nuestros días, presenta una escena bastante fuerte, por lo que merece ser comentada. El comentario nos va a dar pie para estudiar lo que hay detrás de la anécdota.

Lo primero que podemos preguntarnos es esto:
-¿Cómo se explica el despido de Piluca?
-¿Hicieron bien o hicieron mal sus padres?" [Ibid, 62-63]

Y así, para responder a lo que podrían ser consideradas como causas explicativas del despido, se dan dos tipos de elementos a fin de estudiar la decisión tomada por los padres:

a) De tipo intelectual:

En primer lugar, nos encontramos ante un conflicto de fidelidades. En los padres, a sus convicciones profundas respecto a los principios morales y a la norma de la Iglesia. En Piluca, a su sinceridad.

En el plano de la responsabilidad social, los padres piensan en los hermanos y Piluca en sí misma. Es un poco el bien común contra el bien privado.

Si tenemos que valorar estos datos para diagnosticar el problema, habría que decir que las "obligaciones" de los padres son más graves que las de Piluca, porque les transcienden". [Loc.cit.]

Así pues, las "obligaciones" de los padres tienen más peso que las de la hija, por interpretar que aquéllas les transcienden, al presentarse como un modelo de actuación ante los otros hijos. Un modelo, por otra parte, que no admite matices.


b) De tipo afectivo:

Da la impresión de que Piluca no les da a sus padres la menor facilidad. Antes bien, se comporta como si quisiera "ponerles contra la pared". Es decir, como si el despido, más que decisión de los padres, hubiera sido provocado por la hija.

Piluca sitúa al mismo nivel a sus razones que las de sus padres. Con lo cual parece que estamos asistiendo a un combate, donde se espera que uno gane y otro pierda.

Esta impresión, junto con la sorpresa, puede quizá explicar la prontitud de la respuestas de los padres. Más que respuesta suena a reacción. Pero es una reacción que tiene detrás un deber de fidelidad.

En el fondo, el problema es una mezcla entre los elementos intelectuales o racionales y los elementos afectivos o sentimentales. De ahí que este caso deje a más de uno incómodo ante la respuesta de los padres". [Ibid., 64]

Asimismo, observamos que lo que se entiende como elementos intelectuales o racionales se encuentra fundamentado en las convicciones (al fin y al cabo, ideas de las que uno está convencido).

Otra cuestión es la de si los padres actuaron mal o bien:

"El efecto inmediato es que Piluca se va a vivir con su novio. Es decir, que se produce lo contrario de lo que los padres querían. Y, además, de algún modo, ese final ha sido provocado por ellos.

¿Son responsables los padres de Piluca de esta última conducta de su hija? En parte sí; en parte, no. Veámoslo.

La sorpresa es probable que hubiera desencadenado en los padres unos sentimientos de ira o de enojo. Si han echado a la hija por eso, son en parte responsables.

Si han ponderado su propia "imposibilidad" de cambiar, y han sido consecuentes no ella, no lo son.

A fin de cuentas, Piluca hace lo que ella quiere, no porque los padres se hubieran molestado con ella. Es decir, que es ella la máxima responsable de sus actos. De ahí que la molestia de los padres no sea razón suficiente para culparles". [Ibid., 65]

Por tanto, si alguien tiene que cambiar de actitud, es Piluca -la hija-. Pero si los padres no consiguen hacer cambiar su comportamiento, la responsabilidad de una decisión como esta no recae en los padres (que se mantienen firmes en sus convicciones), sino en la hija (que transgrede las convicciones sobre las que se asienta el orden familiar). Y así, no es el resultado de la acción lo que decide si sus actores actúan o no correctamente, sino el hecho de prevalecer las convicciones.

"Con todo, esta solución, el despido de Piluca, no es la única posible. Habría probablemente que apelar a la prudencia, que daría un poco más de tiempo a unos y a otra para reflexionar. Pero en ningún caso, la decisión final debería invertir el recto juicio de los padres. Es decir, si ellos no están dispuestos a admitir bajo su techo a una persona que malvive con alguien, no es quién Piluca para hacerlos cambiar de modo de pensar. Tiene derecho a decidir sobre lo ámbitos que les pertenecen, en este caso, la casa. Es así como los padres ejercen su libertad.

Sea como sea, los padres saben que su decisión final tiene un costo, y están dispuestos a pagarlo. Este costo va desde la constatación de la vida que va a hacer Piluca en adelante, lo cual les va a hacer sufrir bastante, hasta la duda de si pudieran haber hecho otra cosa mejor. Además de arrostrar las iras de más de un "bienpensante". [Ibid., 66]

Y el comentario de este caso termina con la siguiente frase, enmarcada y en mayúsculas: "Un hombre sin convicciones es un pelele, marioneta en las manos de los manipuladores". [Ibid., 68]

Este caso ejemplifica lo que, al hablar de la tipología weberiana, Freund define como el partidario de la ética de la convicción: "Es el hombre de principios, de pureza intransigente, animado únicamente por el sentimiento de obligación hacia aquello que considera su deber, sin tener en cuenta las consecuencias que puede ocasionar la realización de su ideal." [Julien Freund, Sociología de Max Weber (Barcelona: Ediciones Península, 1986), 31]

Se trata, pues, de una moral incondicional: del todo o nada. Por el contrario, el partidario de la ética de la responsabilidad tiene en cuenta aquello que es posible, valorando los medios más apropiados para alcanzar su fin, consciente de la misión que debe realizar y de su responsabilidad hacia los demás, así como las consecuencias que de su acción se puedan derivar.


Original