Opus Dei: no recomendable para consumo humano

Por E.B.E., 28.07.2006


Así como existen entidades que controlan la calidad y toxicidad de los alimentos para el consumo humano, la Obra podría someterse metafóricamente a ese mismo procedimiento. Además, creo que se entenderían muchas cosas. Por ejemplo, por qué a nivel masivo su consumo no produce los mismos efectos que se denuncian en esta web.


Por qué hoy tiene aceptación

«El puchero es el mismo. Hijos míos, (…) dad a todos el mismo espíritu en dosis distintas, según haga falta» (del fundador, Meditaciones I, pág. 473).

La clave para entender la aprobación que, en cierto nivel masivo, tiene la Obra es la dosis: los supernumerarios consumen al Opus Dei bastante diluido –aunque no por ello sin consecuencia- y más aún los cooperadores y personas que conocen a la Obra de lejos. En algunos casos, la Obra se presenta con colorante y sabor agradable agregados para que sea más placentero al gusto...

Esto sucede de manera particular con los llamados chicos de San Rafael, a quienes se les suministra un brebaje que no es el que consumirán más adelante, en el caso de que ingresaran a la institución como miembros.

En cambio, en el caso de agregad@s y numerari@s, que consumen esta sustancia en porcentajes extraordinariamente elevados, los efectos se hacen notan al poco tiempo. Según sea la fortaleza, el cuerpo puede resistir por años hasta definitivamente decir basta.

En algunos casos, la minoría selecta, se produce una transformación genética por la cual el cuerpo asimila al Opus Dei hasta intoxicarse completamente, de manera tal que son una misma cosa.

En la mayoría, esta metamorfosis no se termina de completar y en cambio se presenta una situación de agotamiento (reacción química incompleta), por el desgaste de lo viejo (el/la que era) y por la ausencia de lo nuevo (el/la que no fui). Lo que se dice, una crisis de personalidad, que cristaliza en la pregunta: ¿quién demonios soy ahora y qué me ha pasado entonces?

Dependiendo de cada cuerpo, los efectos nocivos se manifiestan de manera distinta.

El objetivo de la empresa que produce esa sustancia (lo confuso es que “Opus Dei” es tanto la empresa como la sustancia tóxica) es dar con cuerpos adecuados que la asimilen bien y de modo duradero, de forma tal de incorporarlos definitivamente a su propio organismo. Pero para ello, pasan por el experimento una gran mayoría de personas que reaccionan con rechazo o sufriendo daños considerables en sus vidas.

Ya lo dice el Vademécum que utilizan ‘los médicos’ de la empresa sobrenatural:

"Resulta inevitable que algunos se vayan. Es una prueba más del vigor sobrenatural, de la salud de espíritu de la Obra. Como todo cuerpo sano, se resiste a asimilar lo que no le conviene y expulsa inmediatamente lo que no asimila. Y no sufre por eso: se robustece." ("Vademecum de los Consejos Locales". Incorporación a la Obra/La perseverancia en la entrega, pág. 48. Roma, 19-III-87).

Lo que no alcanza a reconocer este texto es que no se trata de algunos sino de muchos, demasiados.

En ciertos casos, pasan años hasta que los efectos dañinos se manifiestan de manera contundente, porque la sustancia Opus Dei tiene efectos narcotizantes, que impiden un contacto lúcido con la realidad.

Algunas multinacionales consideran que sus productos son seguros si no mueren más de unos cientos o tal vez miles de personas en un determinado tiempo.

El Opus Dei es considerado seguro porque una gran mayoría lo consume en dosis mínimas y no conoce los efectos que produce en quienes son sometidos a un consumo de grandes proporciones ni tampoco sabe que son coaccionados a ese consumo.

Las dosis

Finalmente, ¿por qué esta distinción en las dosis?

Promover el consumo mínimo es necesario para expandir el mercado (influencia), mientras que las dosis mayores son necesarias para sostener a la empresa, asimilando a nuevas personas a su organismo.

Como todo lo biológico, la Obra envejece y necesita reciclarse, incorporando nuevos alimentos. La Obra es un organismo con una digestión particular, pues se deshace de gran parte de lo que deglute y asimila sólo una pequeña proporción.

El Opus Dei necesita mantenerse en pie (devorar) y luego expandir su zona de influencia (tener buena publicidad). A unos los engorda hasta la saturación (bombardeo) y a otros los deja con hambre (en la ignorancia). Estas dos funciones explican la diversidad de dosis.

De esta manera se generan las dos caras de la Obra, la pública y la oculta.

Contraindicaciones

Si bien no está claro de qué está compuesto el Opus Dei (cada día se conocen de él nuevos elementos), se sabe con seguridad los efectos que ha producido en muchas personas. Además, hay mucha información que hasta el día de hoy permanece en secreto para dar con la fórmula real.

El consumo de Opus Dei en altos porcentajes normalmente produce alguno o varios de los siguientes efectos (sin incluir para nada los efectos morales, que son de otro orden y no siempre se perciben patentes como los efectos biológicos o corporales):

  • Depresión, desde leve hasta el extremo de predisponer al suicidio;
  • Estrés y falta de concentración;
  • Obsesiones y manías varias;
  • Neurosis;
  • Esquizofrenia leve (disociar la realidad, dividirla en interna y externa) que se cura con terapia psicológica y esquizofrenia aguda que necesita de medicación;
  • Baja autoestima;
  • Alucinaciones y fantasías;
  • Exceso de peso (por efecto compensatorio);
  • Pérdida del apetito;
  • Pérdida del sentido del gusto (da lo mismo todo);
  • Dolores de cabeza y jaquecas;
  • Úlceras;
  • Desmayos;
  • Angustia;
  • Culpa;
  • Miedos y preocupaciones aparentemente infundados;
  • Pesadillas y alteración del sueño;
  • Insomnio;
  • Cansancio hasta causar agotamiento;
  • Reducción de la capacidad de raciocinio y de juicio;
  • Pérdida de atención;
  • Debilitamiento del sistema inmunológico (lo que predispone a enfermarse más fácilmente);
  • Ansiedad;
  • Alergias.

La lista no termina aquí. Es posible ampliar.

Estos efectos no siempre desaparecen con la eliminación de Opus Dei en la dieta diaria. Hay casos en los que se ha observado que ciertos efectos permanecen en forma de secuelas y necesitan de un tratamiento especial para curarse la intoxicación.

Debido a la falta de asesoramiento adecuado, no pocas personas pueden creer que el problema estaba en ellas y no en la sustancia que consumían y en la proporción con que lo hacían.

En porcentajes leves, puede producir los mismos efectos ya citados, según sea el grado de acumulación de la sustancia en el propio cuerpo.

Por lo general, es un proceso tan lento que no se llegan a percibir sus efectos hasta muchos años más tarde. En algunos casos de leve consumo, la dosis es tan baja que casi no se ven consecuencias nocivas debido a la acción de los propios anticuerpos.


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