Obra de Dios o chapuza del demonio/El fundador del Opus Dei

OPUS DEI O CHAPUZA DEL DIABLO

CAPÍTULO II. EL FUNDADOR DEL OPUS DEI


Los antepasados de José María Escrivá de Balaguer, marqués de Peralta

No he tenido tiempo de investigar exhaustivamente los antepasados de mi tío José María Escrivá de Balaguer, por línea paterna, y tampoco lo he considerado importante puesto que no afecta sustancialmente a mi relato. Los datos que aporto los he obtenido de las distintas biografías editadas por miembros del Opus Dei, por lo que considero han de ser suficientes.

La familia Escriba-Corzán procedía de Balaguer, un pueblecito cercano a Lérida (Cataluña). No me es posible precisar las generaciones que precedieron al bisabuelo del Fundador. "El bisabuelo nació allí, fue médico y contrajo matrimonio con Victoriana Zaydin, hija de un terrateniente del cercano lugar de Perrua." En esta localidad nació José Escriba Zaydin, que acabó por casarse en 1854 con Constancia Corzán, natural de Fonz, un pueblecito oscense cercano a Barbastro. Ellos fueron los abuelos paternos de José María Escrivá de Balaguer, quien llegó a conocer sólo a su abuela Constancia. El matrimonio tuvo seis hijos, dos mujeres y cuatro varones. El primero murió de niño, el segundo, Teodoro, fue sacerdote y vivió en Fonz hasta su muerte en 1933. Jorge falleció cuando estudiaba medicina a los veinte años, en 1885. Y el más joven, José, nació en 1867. Era representante de tejidos cuando conoció a María Dolores Albás Blanc, de Barbastro, con la que contrajo matrimonio en 1898 después de establecerse definitivamente con otros dos socios, adquiriendo un comercio de tejidos, Sucesores de Cirilo Latorre, que posteriormente se denominaría Escriba, Juncosa y Mur.

Aunque no he perdido tampoco demasiado tiempo en investigar los antepasados por la vía materna, al tratarse de los míos partía con muchas más posibilidades.

Los Albás procedían de Aínsa, un pueblo del Pirineo aragonés que fue capital del antiguo reino de Sobrarbe. La primera casa a mano derecha en la plaza de Aínsa lleva el nombre popular de "casa Albás". Desde hace más de 800 años, la "pardina Albás", a escasos kilómetros de Aínsa, se puede hallar en la carretera del Serrablo. En 1542 aparece por primera vez en el libro de bautismos de Barbastro la primera Albás bautizada allí con el nombre de Isabel.

El Albás del que guardo una noticia en la memoria como familiar se llama Manuel. Se casó con Simona Navarro y se acabarían por convertir en bisabuelos de mi tío José María Escriba Albás y, consecutivamente, en mis tatarabuelos.

Entre los hijos que tuvieron, dos hermanos, Juan y Pascual, se casaron con otras dos hermanas. Pascual Albás Navarro lo hizo con Florencia Blanc Barón, los abuelos del Fundador y mis bisabuelos. Sus hermanos por partida doble fueron los padres de Mariano Albás Blanc, padrino de José María Escriba, sacerdote, fusilado en Barbastro y actualmente en proceso de santificación. Una de las hermanas del tío Mariano, Rosario, fue monja.

Los Blanc, linaje originario del Delfinado (Francia), pasaron a Aragón. El primer Blanc que encierra algún interés para nosotros fue Pedro Agustín Blanc, nacido en Benabarre y que se casaría con Juana Calasanz Gastón, hermana de san José de Calasanz, sacerdote y fundador de las Escuelas Pías. Juana era original de Peralta de la Sal y al casarse se trasladaron a Benabarre, donde aún se conserva la casa de residencia de los recién casados.

En 1547 aparece en el libro de bautismo de Barbastro el primer Blanc Jaime. En 1845 los bisabuelos de mi tío José María vivían ya en Barbastro; los Blanc-Barón, que tuvieron por lo menos estos hijos: Bernardino Blanc Barón, el mayor y al que le correspondía el marquesado de Peralta; José Maria, obispo de Ávila; Luis, revolucionario y anarquista; Andrés; Pabla, monja superiora de las Adoratrices de Barbastro; Felipe, abogado y consejero del ferrocarril Madrid-Zaragoza-Alicante; Dolores, casada con Juan Albás, y Florencia, que contraería matrimonio con Pascual, para terminar corno abuelos del Fundador.

Bernardino, un contratista, se encargó de levantar la Casa de la Moneda de Madrid y el Banco de España. Tuvo cinco hijos, el mayor José María Blanc Baldeliou; Francisco, que tuvo siete hijos; Pilar, Faustino y Teresa. José María Blanc Baldellou era técnico de aduanas en Logroño y le facilitó un empleo al padre del Fundador, José Escriba, tras llevarle a la tienda de tejidos Ciudad de Londres. Fue a su hijo mayor, José María Blanc Iruretagoyena, a quien preguntaría mi tío José María Escrivá si iba a utilizar su mejor derecho en la rehabilitación del marquesado de Peralta.

El marquesado de Peralta es archiducal. Había sido creado por el archiduque Carlos de Austria, haciendo uso de su condición de pretendiente a la Corona de España, según la Real Cédula dada en Viena con la fecha de 4 de marzo de 1718 a don Tomás de Peralta, secretario de Estado, Guerra y Justicia del Reino de Nápoles, y ratificado en el tratado de Utrecht por Felipe V el 18 de julio de 1725.

El 24 de enero de 1968 mi tío José María solicitó la rehabilitación del título de marqués de Peralta y en la misma fecha su hermano Santiago solicitó la rehabilitación de otro título nobiliario, el de barón de San Felipe. El 3 de agosto de 1968 publica el "Boletín del Esiado" el decreto 1851/1968 accediendo a dicha solicitud. Al no aparecer contestación a la petición de su hermano Santiago, se supone que el título de barón de San Felipe le fue denegado.

Con fecha de 17 de septiembre de 1972, después de más de cuatro años de ejercer como marqués de Peralta, tramita lo dicho a su hermano Santiago. No es nada extraño que lo hiciese, ya que el solo hecho de la solicitud causó un verdadero escándalo incluso entre los miembros del Opus Dei, a pesar de los esfuerzos por justificar la decisión.

Con anterioridad a la fecha de requerimiento, había escrito a su primo José María Blanc Iruretagoyena dos cartas comunicando su postura y preguntándole si se opondría en el expediente que se abriría, ejercitando así el mejor derecho que le correspondía. Al no contestarle, envió a visitarle a Madrid a Alvaro del Portillo, para saber su decantamiento final. En el transcurso de la entrevista, José María Blanc, hombre inteligente, buena persona y socarrón, le contestó a Alvaro del Portillo: "Dile a mi primo José María que a mí no me interesan esas cosas mundanas, lo puede solicitar tranquilamente. Ya sabe que yo no estoy para estas banalidades, tengo mi vista puesta en el Cielo."

Nunca supimos los restantes miembros de la familia estos hechos, y desde luego mi tío José Maria jamás dio una explicación, a pesar de que a todos sus familiares Albás-Blanc les correspondia antes, si se estudia con algo de detenimiento el árbol genealógico. La madre del Fundador fue la penúltima hija de Florencia Blanc Barón, a través de quien podía llegarle dicho título.

Andrés Vázquez de Prada, uno de los biógrafos del Opus Dei que conoció y trató a mi tío José María, nos da la versión oficial del porqué rehabilitó el título de marqués de Peralta. En la página 348 de su libro "El Fundador del Opus Dei" nos relata: "Desde las alturas de su filiación divina tornaba a su paternidad fundacional. De la Obra hizo una gran familia de vínculos sobrenaturales, a los que también estaban adheridos, por la sangre y el cariño, las familias de sus miembros: "El noventa por ciento de nuestra vocación -les decía- se la debemos a nuestros padres." Por eso hablaba siempre del cuarto mandamiento como del 'dulcísimo precepto del decálogo". Por eso mandaría renovar en todos los cantos, cada año, la consagración de las familias de sus hijos a la Sagrada Familia.

"En la formación de los suyos volcaba caudales y experiencia. Por falta de consejos no quedaría. Y, como en bodas y bautizos de antaño, arrojaba a voleo máximas y pensamientos: "Yo procuro no tirar calderilla, moneda de cobre, sino monedas de oro. Eran las "grandes monedas de oro del Gran Rey".

"Pues bien, en este sentido los amonestaba a que cumpliesen con fidelidad sus deberes sociales y familiares, y viceversa, que reclamasen y ejercitaran sus derechos de ciudadanía, sin renunciar gratuitamente. Los instaba a vivir esta norma, porque "¡cuántas veces es mucho más difícil ejercitar un derecho que cumplir un deber!"

"Por curiosa inversión de papeles, hacia 1968 le advino una dudosa prueba, que le colocó entre la espada y la pared. No podía volverse atrás sin riesgo de aplicarse lo de: consejos vendo y para mí no tengo.

"Sucedió que dando vueltas en la cabeza al cómo compensar a los suyos, a sus padres y hermanos, por los muchos sacrificios que hicieron para sacar a la Obra adelante, el Fundador decidió rehabilitar los títulos nobiliarios que pertenecían al tronco familiar: "por piedad filial y por justicia".

"No se le daba nada de todo aquello; quería simplemente transmitir el título a su hermano, ejercitando un estricto derecho familiar.

"En este punto cedo la plana a Mons. Alvaro del Portillo: "Lo pensó, lo llevó mucho tiempo a la oración, y actuó con la prudencia de siempre, consultando a personas de la Obra y a otras que no pertenecían a nuestra familia. Habló, por ejemplo, con el Cardenal Dell'Acqua, vicario de Roma e íntimo amigo suyo, que le animó a seguir adelante. Acudió también al Cardenal Larraona -honra para la Iglesia y para España, muerto en olor de santidad-, que le contestó: "Para usted es un deber, porque siempre ha enseñado a sus hijos a cumplir sus obligaciones cívicas y a ejercitar todos sus derechos como ciudadanos; por lo tanto, si no lo hace, les daría mal ejemplo." También expuso su propósito a varios dignatarios eclesiásticos más, y lo comunicó a la Secretaría de Estado del Vaticano. A todos les pareció muy bien. Además, en la parte civil, contaba con el parecer favorable del Consejo de Estado y de la Diputación de la Grandeza. Pero nuestro Padre adivinaba lo que iba a suceder: que surgiría gente envidiosa y murmuradora, de lengua larga y azuzada por el demonio. Veía con perfecta claridad que era como presentar en bandeja de plata, un motivo para que le insultasen. No se le ocultaba que algunos le iban a entender mal y le tomarían por soberbio...

"Precaviéndolos de la campaña que se avecinaría, el 25 de enero de 1968 escribió al consiliario del Opus Dei en España:

Querido Florencio: que Jesús me guarde a esos hijos de España.
En esta vida y no pocas veces, a pesar de mi flaqueza y de mis miserias, me ha dado el Señor fuerzas para saber cumplir serenamente con deberes más bien antipáticos.
Hoy, después de considerarlo despacio delante de Dios y de pedir los oportunos consejos, comienzo a cumplir con uno, que solamente es antipático -para mí- por las circunstancias personales mías: para cualquier otra persona, sería cosa gustosa y sin quiebras.
Desde la altura de mis sesenta y seis años, vienen a mi recuerdo mis padres, que tanto hubieron de sufrir -estoy seguro- porque el Señor tenía que prepararme como instrumento -bien inepto soy- y ahora estoy persuadido de que es la primera vez que, en cosas de este mundo, guardo el dulcísimo precepto del Decálogo. Hasta ahora, pido perdón porque no os he dado buen ejemplo, mi gente me sirvió de medio para sacar adelante la Obra: también Carmen y, de algún modo, Santiago.
Me ha movido también, en el caso actual, a obrar como obro, no sólo lo que parece claramente nuestro buen derecho, sino la posibilidad de ayudar a los hijos de mi hermano. De otra parte, observo rectamente el espíritu de la Obra: ser iguales a los demás. Esto me hacía notar un Cardenal de la Curia, la semana pasada: con la manera de ser del Opus Dei, decía, su conducta es consecuente y razonable.
Ayer os hice decir, por medio de Álvaro, cuando hablasteis por teléfono, que no me importan los comentarios -que no harían, si se tratase de otra persona cualquiera, de otro ciudadano español-, y os ruego que, si dicen o escriben algo molesto, que sea lo que sea, será injusto hagáis oídos sordos. De todas formas, si PRUDENTEMENTE se puede evitar que los haya, mejor sería evitarlos, aunque a última hora da igual.
Ya os he abierto mi conciencia: es, de mi parte, una obligación razonable y sobrenatural.
Un abrazo muy grande, contento, de tanta labor de almas que hacéis en esa queridísima tierra nuestra.
Os quiere y os bendice vuestro Padre.
MARIANO

"Conociendo el ambiente de España, hacía falta ser profeta. Para colmo, hacía lustros que venía lloviendo sobre mojado. El vaticinio no falló. El Fundador hubo de revivir trances que nunca dio por saldados en el curso de su vida. ¡Qué cosas no se escribieron!; ¡qué chismes en las tertulias y en la calle!

"El Presidente General del Opus Dei nunca usó el título nobiliario rescatado. En cuanto pudo, se lo transmitió a su hermano."

Si abrimos la vieja guía oficial de "Grandezas y títulos del Reino" podemos leer:

"Marqués de Peralta. Concesión: 4 de marzo de 1718, confirmada por Real Provisión de Fernando VI de 4 de diciembre de 1758.

"Concesionario: don Tomás de Peralta, secretario de Estado, de Guerra y Justicia del Reino de Ná poles.

"Don Santiago Escrivá de Balaguer y Albás. Consorte: doña Gloria García-Herrero Ruiz.

"Expedida carta en 17 de noviembre de 1972."

Mis felicitaciones a Vázquez de Prada, incluso a mí ha estado a punto de convencerme que mi tío hizo lo que debía. Posiblemente, como relata Alvaro del Portillo, mi tío consultó con altos dignatarios de la Santa Sede y ellos fueron los que le hicieron ver que tenía que dar ejemplo. A lo largo de su vida el Fundador del Opus Dei ha dado verdadera muestra de humildad, y si en este caso alguien pudo, equivocadamente, tildarle de soberbio, es por maldad o por estar mal informado o posiblemente por envidia. Bien es verdad que el demonio no duerme y azuzó contra mi tío sirviéndose de cualquier desaprensivo de lengua larga y murmuradora.

He estudiado con cierto esmero en Barbastro el parentesco que nuestra familia pudiera tener con el obispo de Cuenca Cruz Laplana Laguna, fusilado en 1936 y actualmente también en proceso de santificación. Aunque el parentesco se da, efectivamente, no era muy cercano, contradiciendo ciertas manifestaciones de mi tío José María sobre la relación de sangre. Pero me ha sido imposible de todas todas determinar el parentesco del que también hizo gala con Miguel Servet, aragonés, médico e investigador famoso por su descubrimiento sobre la circulación de la sangre. Mi tío José María manifestó en una tertulia, según relata Vázquez de Prada: "Hay un santo, pariente mío lejano, a quien yo quiero mucho. ¡No te hagas ilusiones!, no soy de madera de santo... otro antepasado mío fue quemado por la Inquisición protestante. ¡Anda! Tampoco soy de madera de herejes... Cada uno es lo que es, independientemente de sus antepasados. Ese santo José de Calasanz, decía: "si quieres ser santo, sé humilde; si quieres ser más santo, sé más humilde; si quieres ser muy santo, sé muy humilde"."

En su humildad, mi tío José María jamás presumió de sus parientes pobres.

La familia humana de José María Escriba Albás

José María Escriba Albás Corzán Blanc vino al mundo en Barbastro el 9 de enero de 1902. Sus padres, José Escriba Corzán y Dolores Albás Blanc, se habían casado el 19 de noviembre de 1898. El 16 de julio nace su hermana Carmen, dos años y medio mayor. En 1905, 1907 y 1909 nacen sus tres hermanas pequeñas, María Asunción, María de los Dolores y María del Rosario. Las tres morirían de niñas en Barbastro. Más adelante, en Logroño, nace el hermano pequeño, Santiago, el 28 de febrero de 1919.

La familia por parte paterna era muy reducida, sin descendencia. El único hermano varón que logró vivir hasta la madurez, Teodoro, era sacerdote, y las dos hermanas debieron de ser solteras o no tuvieron descendencia. Al no residir en Barbastro la relación familiar fue muy corta, a excepción de su tío sacerdote Teodoro, con quien solían pasar algunos veranos.

Sin embargo, la familia de su madre fue más prolífica y vivieron casi todos en Barbastro. Tanto los Albás como los Blanc llevaban varias generaciones, y la circunstancia de que dos hermanos, Juan y Pascual Albás, se casaran con las dos Blanc fortaleció los lazos de convivencia. En Barbastro, "casa Albás" es un enorme edificio de cinco pisos, que actualmente se conserva en su primitivo estado. A esta casa desde siempre se le denominaba en Barbastro "la casa de los chicos", y es de suponer que fuese por la cantidad de hijos que tuvieron.

El primo hermano de su madre, el sacerdote fusilado en Barbastro, fue su padrino de bautismo, siendo su madrina una hermana de su madre, Florencia Albás, casada con Lorenzo Camo de Huesca.

Los hermanos de su madre eran quince. El mayor se llamaba Simón; Candelaria, casada con Lafuente de Teruel; mi abuelo Mauricio, casado con Mercedes Llanas, y quien heredó la casa y la fábrica Chocolates Albás, en donde permanecieron durante un tiempo al arruinarse la familia Escriba Albás.

Al poco tiempo se arruinó mi abuelo. Vicente, sacerdote párroco de Olvena, donde pasaron algunos veranos mi tío José María y su primo Ángel Camo. Tío Vicente después viviría en Zaragoza con tío Carlos, también sacerdote y canónigo del Pilar. Pascuala sería adoratriz; Cruz, carmelita, y Florencio, farmacéutico, este último casado con Carmen Lamartín, y que serían padrinos de bautizo del hermano pequeño del Fundador, Santiago.

El número de primos hermanos de José María Escrivá, sin ser excesivo, era considerable y en su niñez se trataron mucho. Iban al mismo colegio y estaban todo el día metidos en casa de mis abuelos, con quienes aún vivía mi bisabuela Florencia. Tampoco hay que olvidar que tenían una fábrica de chocolates, turrones y caramelos.

El padre del Fundador al arruinarse empezó a buscar trabajo en Zaragoza, en Barcelona, para encontrarlo finalmente en Logroño. Cuando se trasladó a Zaragoza para seguir los estudios en el seminario de San Carlos, y antes de la muerte de su padre, frecuentaba la casa de sus tíos Carlos y Vicente, de su tío Florencio y de mis abuelos, recuperados ya de su ruina y trasladados a Zaragoza.

La decisión de ir a estudiar al seminario de Zaragoza no fue bien acogida. La precaria situación económica que pasaban no era la más propicia para que abandonara su hogar y marchara a otra ciudad; no obstante José María decide trasladarse a Zaragoza y así poder estudiar la carrera de derecho. Según nos relata Vázquez de Prada, "(...) en el verano de 1923, comenzó a preparar sus exámenes como alumno libre, con autorización de sus superiores eclesiásticos. Y lo mismo hizo en el verano siguiente, logrando así el pasar siete asignaturas en la convocatoria especial de septiembre. En el curso 1924-1925 sólo pudo presentarse a Civil II. Pero a partir de entonces tuvo holgura de tiempo para frecuentar las aulas. En 1925, pues, se hallaba con la carrera a medio camino; y asistiendo a clase como alumno oyente, hizo un esfuerzo, de allí en adelante, para rematar las asignaturas. La última la aprobó en la convocatoria extraordinaria de enero de 1927."

Analizando las fechas que nos da el biógrafo y miembro del Opus Dei Vázquez de Prada, vemos que tardó cinco años en terminar la carrera, completamente normal para cualquier estudiante. Sobre todo si tenernos en cuenta que con su ordenación en marzo de 1925 ya había culminado los estudios eclesiásticos.

Los enfrentamientos con sus tíos siempre fueron motivo de sus decisiones intransigentes. El ir a estudiar a Zaragoza para poder seguir la carrera de derecho, no les parecía suficiente excusa ya que era una carrera que se podía estudiar por libre, y por tanto desde Logroño. Este traslado suponía a la familia Escrivá un mayor gasto, en el que tenían que colaborar sus tíos. ¿Era razonable la postura de sus tíos? Bien es cierto que la carrera la estudió por libre aun cuando en la segunda fase asistiese a clase como oyente.

Lo mismo ocurrió al fallecimiento de su padre al trasladarse su familia a vivir a Zaragoza; sus tíos consideraban más conveniente que en Logroño los gastos eran menores y como ya estaba a punto de ser ordenado sacerdote, bien podía ejercer allí su ministerio.

Del carácter y genio de mi tío José María queda relatado hasta por los biógrafos de la Obra. Seguimos con Vázquez de Prada: "Don José María debió pasar muy duras pruebas, sobre todo a causa de los alumnos díscolos y de algún compañero que le zahería sin razón, acaso por el prurito de rebajarle a su mismo nivel. Fue a comienzo de curso, en octubre de 1923, cuando se produjo un penoso incidente. Uno de sus compañeros le dirigió sin más ni más groseros insultos, impropios de un clérigo. De las injurias pasó a los puños y José Maria recibió más de un golpe. El altercado terminó en inevitable pelea, ya que el agredido no estaba dispuesto a dejarse sacudir gratuitamente por el otro seminarista. Ello le valió un castigo, a pesar de ser su adversario quien provoco la riña."

Sería ilustrativo leer la versión de un biógrafo del compañero "agresor". Sólo quiero recordar el refranero español: "Dos no riñen, si uno no quiere." Del carácter irascible de mi tío José María tendremos tiempo de ver algunos ejemplos que detallaré más adelante.

Desde su ordenación en 1925 hasta su marcha a Madrid en 1927 mi tío José María dedica la mayor parte de su tiempo a estudiar y terminar la carrera de leyes. Aun cuando él dio clases en la academia de Amado Loriga, mis tíos tenían que seguir ayudando a su madre.

En 1927 se traslada a Madrid para hacer el doctorado durante casi todo el año; hasta que van a Madrid, su madre y hermanos viven a expensas de mis tíos. La última noche que pasan en Zaragoza, tía Lola, Carmen y Santiago cenan en casa de su tío Florencio Albás Blanc y desde entonces nunca más vuelven a tener noticias de ellos. Tío Florencio y tía Carmen fallecieron con posterioridad a la boda de Santiago, a la que no fue invitado, aun siendo padrino de bautismo

En Madrid viven en 1927 varios familiares suyos, un primo hermano, Carlos Camo Albás, hijo de una hermana de su madre, que es director del Banco Hispano-Americano, en Atocha, por donde mi tío José María pasa frecuentemente por esas fechas según nos relatan sus biógrafos oficiales. También viven otros familiares, hijos de primos hermanos de su madre, como los Blanc, y con los que tampoco tuvo ningún contacto, excepto, en el año 1968, cuando pregunto si ejercitaría su mejor derecho en la rehabilitación del título de marqués de Peralta.

Cuando el fallecimiento de su madre en Madrid, ningún familiar recibió noticias hasta pasadas varias semanas, a pesar de que mi tío José María pasó por Zaragoza el mismo día de la muerte de su madre, ya que como sabemos estaba en Lérida, trasladándose en el coche de Juan Antonio Cremades, gobernador civil en aquellos días.

Tampoco visitará a sus tíos en distintos viajes a Zaragoza, aun cuando pernocte allí. Su tío el canónigo Carlos Albás Blanc solía decir algunas veces: "Este chico, que viene por Zaragoza y no quiere vernos." Esta norma de conducta será la constante durante toda su vida. Jamás quiso saber nada de su familia.

¿Pero hubo una excepción? Sí, la hubo. Y voy a relatarla:

Mi hermana Pili, numeraria del Opus Dei, ya había estado en Roma, allí conoció a mi tío José María, a tía Carmen y a tío Santiago. En muy contadas ocasiones estuvo una sola vez en casa de Carmen y Santiago y desde luego nunca con "el Padre". Una sola vez hizo mención a su parentesco, como a él le gustaba llamar; la primera vez que la vio le dijo: "Eres igual que tu tía Florencia", le dio dos besos y le manifestó: "Esto es una excepción, aquí todas sois iguales." Cosa que puede ser comprensible. Pero lo que ya no es comprensible es que dijese que "él no tenía ninguna sobrina", como manifestó repetidamente cuando mi hermana iba a ir a Roma.

Sigamos con la excepción: en el año 1959 vino a Zaragoza para ser investido "doctor honoris causa" por la Universidad y fue, como ya he relatado, a visitar a mis padres. Muchas veces me he preguntado por qué esa excepción. En principio no lo entendía, ahora sí. Su hermano Santiago tenía novia en Zaragoza e iba a casarse, y habían decidido que algún familiar Albás asistiese a la boda. Ése fue el motivo. Posteriormente, en la petición de mano de su hermano, Pili le preguntó: "¿aviso a los demás familiares?" La contestación fue rápida y tajante: "Ya he dicho que no estoy para nadie."

Este comportamiento con su familia no fue obstáculo para que encargase a mi hermana Pili que recogiese todos los recuerdos y fotografías que pudiera tener su familia para llevárselos a Roma.

Todos los familiares a los que Pili visitó para que le entregasen las fotografías que tuvieran no pusieron ningún inconveniente en desprenderse de ellas y fueron llevadas a Roma. Que nadie recibió las gracias por estos detalles es bien claro y, lo que es peor, cuando posteriormente estuvo en Zaragoza nunca quiso saber nada de ellos. Todos los recuerdos han servido en parte para las publicaciones que de mi tío se han venido realizando.

Durante las distintas visitas que cursó a Zaragoza vivían sus tíos sacerdotes Carlos, Vicente y con ellos una sobrina prima hermana, Manolita Lafuente, el hermano pequeño de su madre y padrino de su hermano Santiago, Florencio, sus primos Ángel Camo, la viuda de Carlos Camo, José María Albás, hermano gemelo de mi padre, mis padres. Excepto las dos veces que he relatado, jamás tuvo ningún otro contacto.

Pero aún quedan más detalles. En 1951 mi hermano Pascual, al terminar la carrera de derecho, realizó un viaje por Europa y en Roma quiso conocer a mi tío, pero no lo recibió.

Una hija de José María Blanc Iruretagoyena, a pesar de decirle que no utilizaría su mejor derecho en la rehabilitación del título de marqués, cuando fue a Roma con carta de su padre tampoco logró ser recibida.