Manías

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Por Lali Riera, 27 de julio de 2007


Recuerdo cuando se nos decía que permitían dos manías como mucho pero no más y yo no he conocido gente más maniática que ellos. Manías que derivan de cosas que te enseñan y que te las aprendes a tornillo y si hay alguien que no hace “lo que está dicho” te pones nerviosa y te obsesionas con aquello. Se pierde de vista lo fundamental, sólo te fijas en las menudencias. Todo se deshumaniza es “como hay que vivir las cosas”. Te conviertes en una máquina de cosas que debes hacer. Sobre todo externas.

Ni es tu personalidad, ni eres tú, eres lo que te han dicho que debes hacer. Una persona es lo que hace.

Un ejemplo, me hicieron una demostración práctica de cómo se debe abrir una puerta. En tres tiempos, abría, cogía de la manilla de la puerta y cerraba suavemente. Y me dijeron que, mientras, se dice una jaculatoria. Esto se me quedó grabado pero más la cara desabrida de la que hizo la comedia...

Aunque estás mala, cansada, si arrastras los pies eres una vaga, si andas con paso fuerte, estás mal porque haces ruido, si corres no tienes presencia de Dios, si subes la escalera cogiéndote a la barandilla no eres mortificada. Si corres por la calle además de maleducada llamas la atención, si no es que provocas. Te pasas la vida escuchando los pasos para dar la sentencia y distinguir quién es y adónde va. Eso es lo que vives y debes dar ejemplo. Si alguien tiene la poca vergüenza de no vivirlo como está dicho la criticas y te pones nerviosa.

Otra manía la corrección fraterna. Bien está la cristiana que es decir las cosas a la cara, con suavidad o a gritos si conviene, y como Dios manda, si debes o quieres contestar lo haces. Si persisten te callas, miras al cielo y lo dejas a la justicia de Dios. Una “corrección fraterna” del Opus Dei es como todo, machacadora, el número de pasos, bajar los ojos cuando te dicen, no contestar. Se entera medio mundo de tu corrección y si has contestado te vuelven a hacer otra por hacerlo.

¡Cuántas veces se hacen correcciones por venganza, revancha, envidia como le caigas mal a alguien o a una directora te atosigan y te fríen. Qué más da que atosigue, hunda o sea injusta, tú calla y baja los ojos. Se de una que fue acribillada y acabó mal de la cabeza.

Bien está la dignidad y hacer bien las cosas como todo el mundo sabe pero tantas pequeñeces te dejan envarada, te quitan espontaneidad y que no desarrollas tu propia personalidad ni te sientes cómoda.

Como será que si por un descuido rompes por ejemplo un plato, que la preocupación no es el plato sino lo que vienes después. Que debes decirlo a la directora, decirle que has roto un plato, el porqué, escuchar en su caso una reprimenda y pedirle una penitencia. Es decir, que cuando alguien rompe un plato se asusta. No se puede hacer pasar un mal rato por naderías, hacerle sentirse culpable y avergonzado. Eso, por no ser no es ni cristiano.

Está fuera de lo normal y de lo aguantable y es aprueba del aguante psíquico; es que no tienen bastante con hacer la charla y la confesión cada semana, que cada quince días haces la charla con el sacerdote, sino que en el círculo debes hacer la enmendatio. Es decir acusarte públicamente de una falta, puesta de rodillas y esperas la penitencia. Nunca jamás he visto a nadie que la hiciera con agrado. El mal rato que pasas antes y después hace que ni te enteres del círculo.

Cosas externas, rocambolescas que no llevan a nada hay millones. Si no lo haces, mal espíritu y si tú no quieres hacerla te “sugieren” que hagas una. ¡Cómo no va a tener miedo la gente a confesar y a hacer la charla si tienen que inventar porque no saben ya qué decir. Si está todo confundido, se creen más santos porque van más a confesar y cuanta tontería porque es todo control de las personas e insisto en que no existe el secreto sacramental ni el confidencial.

La Iglesia, el concilio Vaticano II sugirió como bueno la confesión cada tres meses, es decir, el Espíritu Santo. Cargas pesadas e innecesarias para todos y no te digo cuando debes hablar con un director, lo primero que se te ocurre es salir corriendo. Quien puede lo hace, los que no esquivan su encuentro y ya cuando no hay más remedio se habla con ellos soñando con que se marchen y el que diga que no, miente. ¡Qué empacho de directores!

Recuerdo que los pasos de la santidad no es seguir los pasos de los directores, sino los pasos de Dios, los que Dios quiere para ti. Y eso sólo lo puedes decir tú y tu alma unida a Dios. Reitero que los directores tienen la manía de ponerse por encima de Dios. Se conceden derechos por encima de la dignidad de las personas y de su conciencia. Aunque dicen lo contrario la práctica es que jamás admiten una equivocación, son Dios.

Manías y manías porque no hay virtud ni orden ni caridad para las personas, imponiéndoles cargas de conciencia de lo que Dios no quiere.

Más manías en el comedor. Saben tantas teorías sobre alimentación están tan bien atendidas y servidas, están tan acostumbradas a comer de todo y todo bueno. Tan calibrado, estudiado, tanto que los menús pasan por varias escalas de directores. Como saben lo que se les pide al personal de servicio, que es mucho, abusan, protestan, piden y se enfadan y eligen sus caprichos. ¿Esta es la pobreza que va hacia la santidad? Es el capricho y la buena vida de las numerarias del OD. Se escudan en que así no echan de menos lo que comen los de fuera. Y ya quisieran los de fuera comer lo que ellas.

Una cosa es tener respeto y veneración y cuidado con las cosas de Dios y lo que le rodea y tiene que ver con el Señor y otra cosa es tantas inclinaciones, genuflexiones “perfectas”, y tantas normas para el oratorio. Que estás más pendiente del reglamento y venerar las indicaciones que se te olvida lo esencial, hablar con Dios. A modo de ejemplo, me lleve un susto porque en plena Misa ví volar una rosa puesta a una imagen de la Virgen y no era correcto, y fue a parar al otro lado del oratorio.

Otra manía muy arraigada es sentirse con el derecho a calificar, clasificar a las personas en cuanto las ven y creen saber el porqué de todas sus reacciones, los porqués, que inventan, conocen hasta sus más profundos pensamientos. Como ellos se creen tan superiores, son como una raza elegida, la más preparada y más perfecta, tienen “derecho” a descalificar, a burlarse de las personas y no sólo de ellas sino de su familia, su casa, sus muebles, sus costumbres… Todo les parece poco, feo, cateto, con poco tono ¡claro, acostumbrados a su nivel de vida, a su tren de vida!

Y no digamos en cuestión de ropa. Que critican a todo el mundo. Desprecian lo que para los demás son joyas, hogares que les ha costado levantar, en los que son felicísimos y les parece un palacio. Son crueles e injustas. A los santos no se les ocurre comparar ni fijarse. Agradecen una piedra donde poner la cabeza. Para ellos sólo existen las almas, no hay ricos ni pobres. Los del Opus Dei, al igual que los ricos, desprecian a los pobres pero para pobres de alma, ellos.

Otra manía y vicio los números. Inculcan muy bien la teoría de que los números es lo que menos importa, menos mal. ¡Si les llega a importar! Cuantísimas horas empleadas en hacer resúmenes de números y propuestas de números de absolutamente todo. Somos todos números, todos los que se acercan al Opus Dei son números y sus actividades son números, están todo el día haciendo recuentos. Números que van a directores de más arriba y de éstos a otros de más arriba. Y como eso es lo que cuenta, los resultados numéricos, y quieren quedar bien, hay competencia entre los centros y hay que hacer méritos se hacen trampas y aumentan los números.

Un vicio es el dinero. Siempre hay que sacar dinero para cosas extraordinarias. Hay reuniones y reuniones para pedir, se aprende a pedir en todos los idiomas, en todos los estilos y antes de pedir se estudia la presa y se prepara muy bien el abordaje. Una vez me empujaron a admitir a una abuela de unos ochenta años, soltera como supernumeraria, se la cuidaba muy bien. Se jugaba la herencia y el dinero que se le sacaba en metálico y en especie. La pobre mujer ya no sabía qué hacía.

Hay una frase que es un cajón de sastre que es “por necesidades de la labor” te trasladas a vivir a otro centro, a otra ciudad, a otro país. Las personas no son cabras, las personas necesitan raíces, estabilidad, cierta seguridad, conocer y ser conocido, querer y ser querido. A ser posible habría que facilitar por la forma de ser, qué afinidades tiene una persona, dónde encaja. Si se pide ir y volver a algún sitio será por algo.

En lugar de pregonar la disponibilidad para el cambio ¿no sería mejor pensar en los instrumentos que en las necesidades inmediatas? He visto a gente ir al médico con síntomas coronarios y depresión, y lo que tenía era que no podía adaptarse. En las épocas en que las numerarias saben que hay más posibilidades de cambio se suben por las paredes.

Cómo se complica la existencia por aumentar los números de fichajes, ¿vocaciones dicen? Porque pertenezcan a la Iglesia no significa que todos los creyentes los acepten. Pueden hacer muchas cosas por estar dentro de la Iglesia, lógicamente no los aceptan, no están conformes con lo que hay dentro. Un papa dijo que el humo del infierno se ha filtrado dentro de la iglesia y parte del humo del infierno que se ha filtrado dentro de la Iglesia es el Opus Dei.

Escribo todo esto para que se sepa la verdad de lo que he vivido, no lo que ellos quieren contar.



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