Más de psiquiatras y pastillas...

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Por Jacintaunzue, 2.02.2007


Me encantó eso de que escribimos en esta web para Denunciar, Desahogarnos y Dar esperanza. Por eso, he aquí mi historia del paso por el consultorio del psiquiatra.

Soy una más de las muchas personas que estando en el opus terminan enfermando de depresión y consumiendo pastillas recetadas por el psiquiatra. Pero como mi psiquiatra se portó muy bien merece ser destacada. Los demás involucrados, directoras, curas, psicóloga, todos fueros similares a los de las otras historias... es decir, patéticos!!!

Un buen día, de un buen año, me cansé de sentirme mal, de dormir mal, de bajar de peso a pesar de comer a cuatro manos, de estar todo el tiempo con la necesidad de moverme, ansiosa e inquieta. Así que resolví tomar al toro por las astas y saqué un turno con mi médica clínica. Llegado el día fui a dirección a comunicar que me iba al médico.. la cara que puso la directora!! “tengo 27 años y puedo ir sola al médico... además se trata de una numeraria!!!!!” Qué manía de ir con perro faldero a todas partes!!! (obviamente que mientras yo viajaba hacia el consultorio, la directora llamó a la doctora por TE y cuando yo llegué me lo dejó saber...) Expuse mis síntomas y salí con una larga lista de estudios clínicos para hacer. Los hice. Volví. Esta vez acompañada por la directora que escuchaba conmigo el veredicto. Desde el punto de vista clínico estaba bien de salud, así que me derivó para hacer un psicodiagnóstico. Me pareció bien que el diagnóstico estuviera a cargo de una psiquiatra y de una psicóloga, ambas numerarias... Y si bien yo no me planteaba ningún cambio existencial en ese momento, se ve que inconscientemente lo estaba preparando porque iba tomando recaudos que tuvieron sentido al final del proceso. Recordé en ese mismo momento que años atrás estando en el cl del centro de estudios la directora y yo estábamos comentando al sacerdote que una de las chicas iba a empezar una terapia con Fulanita... “Huy...Fulanita es una casamentera... la va a convencer de que lo suyo es el matrimonio y va a colgar la vocación!!” Por eso cuando me sugirieron dos numerarias me pareció muy bien, y pensé “así nadie me dice que me lavaron el cerebro!”

Hice mi visita a la psiquiatra y creo que fui con alguien... no lo recuerdo.. pero sí recuerdo que cuando fui a ver a la psicóloga entraron antes a su consultorio la directora y la subdirectora del centro, y estuvieron hablando con ella largo rato... Nunca nadie me comentó el contenido de la conversación... pero sí me llamó mucho la atención que la psicóloga me dijera “yo voy a hacer el diagnóstico, pero no sé si te voy a poder tratar, porque Menganita que es amiga tuya, es paciente mía desde hace muchos años” Y yo pensé “qué tendrá que ver???? Menganita tiene sus problemas yo tengo los míos” Pasados los años, muchos años, le pregunté a Menganita por el significado de semejante comentario (que se repitió durante las 12 sesiones del diagnóstico!!!) y no tenía idea... Ahora sospecho, y moriré con las ganas de tener una certeza, que las benditas directoras fueron con algún cuento de “afectos desordenados” entre mi amiga y yo...

La psiquiatra me había recetado, ya desde la primera visita, un cocktail de remedios... tomaba Litio, otra cosa para contrarrestar los efectos secundarios del mismo, una pastilla para dormir y no recuerdo si algo más. En cada comida sacaba yo mi pastillero y empezaba a tomar diferentes pastillitas de distintos tamaños y colores... Todas esas pastillas las pagaba con mi trabajo y con los descuentos del seguro médico pagado por mi padre. Al principio me sentí muy mal con los cambios químicos... después me acostumbré... pero entré en una etapa de angustia, llantos y agotamiento terrible!! Lo único que me aliviaba era estar fuera del centro caminando por la calle.

Cuando me dieron el diagnóstico (“depresión bipolar endógena” creo recordar) la psicóloga decidió que sí podía continuar el tratamiento conmigo. Fui a almorzar con mi madre y le conté todo. Ahí mismo se paró y partió furiosa rumbo a la Delegación. Pidió ser atendida por la Directora de la Delegación a quien conocía desde sus épocas de supernumeraria soltera. La directora trató a mi madre como si se tratara de una niña de 5 años que no sabe nada de los problemas de los adultos... Yo me sentía dividida entre la lealtad a mi madre y a la directora... Al salir le dije a mi madre que compartía su desacuerdo con el diagnóstico pero que quería seguir con la misma terapeuta. Mi madre insistía “pero ese diagnóstico es un disparate!!!! Bipolar??? Perenganita es bipolar... y lo tuyo no tiene NADA que ver con lo de ella!!!” Y como siempre, mi madre tenía razón...

Yo seguía con mis encargos, mis clases, mis amigas.. pero con un poco más de libertad en materia de horarios... me pusieron en una habitación individual y muchas veces me saltaba la tertulia y me iba a dormir... era muy conciente de estar entrando poco a poco en el túnel de los zombis... en ese mismo cuarto había habitado una numeraria que vivió muchísimos años recluida por la depresión terrible que la azotaba... ahora dormía yo en su dormitorio... y enfrentaba el mismo destino...

Uno o dos meses después de haber empezado con las pastillas estaba dando clase (el tema era la “voluntad humana” lo recordaré siempre) cuando me quedé en blanco!!! Miraba las caras de mis alumnos y sudaba frío del pánico... sabía que toda la información estaba en mi cabeza pero no podía acceder a ella... me disculpé de mis alumnos, tomé mis cosas y me fui... esa misma tarde estaba en el consultorio de la psiquiatra planteándole el asunto, buscando respuestas... Me recibió sin turno previo y como siempre muy bien dispuesta... Le pregunté si estaba al comienzo de un proceso en el que iba a perder la razón o si estaba en lo peor y de ahí en más todo iba a mejorar... Me escuchó y finalmente me dijo “no creo que seas enferma... sí creo que estás atravesando una crisis cuya causa tendrás que descubrir para poder curarte... los remedios que te doy son una ayuda, pero está en vos encontrar la solución” Salí de su consultorio y no había caminado una cuadra cuando me vino a la mente con total claridad la verdad de lo que enfrentaba: la única manera de curarme es irme del opus dei. Y sentí una paz y una confianza como nunca antes había sentido en mi vida... Desde ese día nunca se me fue!!!

La historia de mi salida no viene a cuento (o quedará para otra oportunidad) sólo vale la pena comentar que a los dos meses de volver a la casa de mis padres, la casa de mi infancia, me fui de vacaciones... escalé mil montañas, caminé como un ciempiés, dormí como un lirón y al volver dejé de tomar las pastillas por propia iniciativa... Fui a ver a la psiquiatra y se lo dije. Al principio puso cara de desconcierto, pero enseguida me preguntó cómo me sentía. Le contesté que muy bien, que no necesitaba los remedios para sentirme bien. Entonces me dijo: “te doy el alta... espero que nunca más me necesites, pero si me necesitas, acá estoy!”

Un día me llegó una notita de la secretaria del último centro donde había vivido reclamando el pago de los remedios porque me había excedido en los gastos extraordinarios. Ni le contesté... lo que correspondía decir no era apropiado que lo dijera una dama... además sería inútil...

Seguí con la psicóloga unos meses más... Eso sí, me subió las tarifas de la consulta porque antes me estaba beneficiando de los precios “para la familia”... Y se ve que tenía muchas hermanas en problemas porque al entrar y salir me cruzaba con numerarias y numerarias auxiliares con quien intercambiábamos discretos y rápidos saludos... Cuatro o cinco meses después de haber dejado los remedios le dije a la psicóloga que no iba a volver más... “vos no podés decidir eso! Soy yo quien te da el alta cuando estás curada” “Pues me cansé de vivir en forma reflexiva, todo el tiempo analizando cada reacción para poder comentarla en las sesiones... estoy harta!! Quiero vivir!!! Caminar con mis propios pies... vivir en forma directa y no mediatizada!!! Y sí, si quiero me voy y no vuelvo más!!”

Y nunca más volví... Le pagué y no hubo reclamos esta vez...

Desde entonces muchas veces he vuelto sobre esos lejanos días. Porque creo que es mejor recordar para aprender, que olvidar y negar el pasado. Y me pregunto una y otra vez, porqué la vida de numeraria (bastante cómoda en algunos aspectos como lo señalara Emevecita en su último escrito) me llevó a la depresión, y en cambio la vida dura de “persona normal y corriente” que he tenido fuera de la obra no ha logrado doblarme los pies.... Porque nunca más he tenido esas angustias ni esa debilidad...Nunca más he tenido depresión ni he necesitado remedios... Me lo pregunto con mucha frecuencia, porque ni la bancarrota, ni el exilio, ni la discapacidad de un hijo, ni la pobreza, ni la distancia de los seres queridos han podido debilitarme... y en cambio la vida de numeraria sí lo hizo, al punto de tener que empapuzarme con aditivos químicos...

Mi humilde conclusión (dejo para expertos psicólogos y antropólogos la exposición cabal del tema) es que hay dos factores en la vida del opus que nos enferman:

  1. la falta de vida en conciencia (profundamente tratado en esta web)
  2. la falta de vínculos afectivos personales y reales

Estos dos elementos (amor y libertad) están prohibidos en el opus... bueno.. nadie lo predicará de este modo, pero disfrazado de entrega amorosa a Dios se despojará al individuo de lo más profundo de su vida personal... y como el hombre es un ser complejo y de un equilibrio profundo y sutil, esa “anemia espiritual” deriva en un trastorno físico al que se quiere emparchar con botellitas de contenido multicolor...

Y aquí estamos... los sobrevivientes... rehaciendo nuestras vidas.. con paz en el alma y una sonrisa en los labios... disfrutando de la compañía de nuestros compañeros ex combatientes... compartiendo nuestras cuitas y sosteniendo la esperanza de quienes así lo necesiten... A todos, gracias por estar acá!!!



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