Lo que nace grande es monstruoso y muere

From Opus-Info
Revision as of 17:48, 30 July 2010 by Bruno (talk | contribs) (New page: Por Fueraborda, 30 de julio de 2010 Dejó el fundador escrita esta acertada frase en un punto de ''Camino: “Lo que nace grande es monstruoso y muere”. ''Y si así lo pensaba, ¿por ...)
(diff) ← Older revision | Latest revision (diff) | Newer revision → (diff)
Jump to navigation Jump to search

Por Fueraborda, 30 de julio de 2010


Dejó el fundador escrita esta acertada frase en un punto de Camino: “Lo que nace grande es monstruoso y muere”. Y si así lo pensaba, ¿por qué planificaba que todo en la obra naciera grande?

Me referiré ahora a un solo aspecto: Las sedes de los centros.

Se nos decía que éramos familia numerosa y pobre que no nos diferenciábamos en nada de nuestros iguales. Pero en la práctica veíamos que las casas de nuestros iguales poco se parecían a las sedes de los centros. Los lugares donde viví se me antojaban siempre como el escaparate de una gran tienda de muebles.

En mis largos años en la obra, una de las cosas que más me avergonzaba era pedir dinero. Pedir dinero para alguien necesitado, no me hubiera costado. Pero pedir dinero para un centro… se me caía la cara de vergüenza; pero aún así -lo confieso-, en virtud de la santa obediencia, lo pedía.

Y no lo pedía sólo a quien poseía palacete, casa en la playa y refugio de montaña. No. Lo pedía también, y me acuso de ello, a quien vivía hacinado con sus hijos en un pequeño pisito de un modesto barrio, y se lo pedía aunque carecieran de calefacción, o de ascensor. Se lo pedía a quien nunca había podido cambiar las viejas tapicerías del sofá, y a quien tenía eternas goteras en casa… Daba igual.

La verdadera gente corriente vive donde puede, donde le ha situado la vida. Y en aceptar lo que se tiene sin envidiar al que más posee, está la virtud y el mérito.

Lo normal en una familia joven, es empezar con poco, y en algunos casos, tras años de esfuerzo y trabajo, y urgidos por el aumento de la familia, se pasa a un hogar más adecuado, siempre ajustado al presupuesto familiar, pues bien es sabido que no se puede estirar el brazo más que la manga.

Pero en la obra no. En la obra siempre se estira el brazo más que la manga, porque siempre hay manga de reserva. El truco es muy fácil, otra enseñanza del fundador: “se gasta lo que se deba aunque se deba lo que se gasta”

Y así, los numerarios del opus dei, siempre iguales a sus iguales, viven en espléndidas mansiones que han conseguido con el dinero de almas generosas y engañadas, esos pobres cooperadores y supernumerarios que, creyéndose que Dios se lo pedía, han hecho generosísimos actos de entrega privándose muchas veces de necesidades primarias. Dinero que verán más tarde invertido en los rasos de las cortinas, en los uniformes de las doncellas, en los mármoles del suelo, en las fontanas de los jardines.

Pero lo miran con satisfacción, sin una crítica –que es señal de mal espíritu-, convencidos de que aquel edificio con su presuntuoso mobiliario es lo que nuestro fundador nos enseñó, pues ha de permanecer durante muchas generaciones, ya que la obra durará mientras haya hombres sobre la tierra.

Pero como es cierto que lo que nace grande es monstruoso y muere, la triste situación actual es ésta:

La multitud de grandilocuentes centros que con tan altas miras sobrenaturales se construyeron, se instalaron, se superdecoraron hasta el último detalle sin que faltaran marcos de plata con fotos risueñas de los primeros fallecidos del país a modo de tíos carnales pero sin que nadie les conozca… los amplios pasillos, los múltiples salones de tertulias, las instalaciones para el servicio (que llaman administración), las tristes y cursis salitas destinadas a recibir confidencias… Todo eso, ahora, ¿qué? Pues que nació grande y es monstruoso. Y ahora muere.

Desolador. Se cierran los centros que se abrieron para la eternidad. Se van las personas, sobran pasillos, sobran salones, falta calor.

Nunca supieron ser luminosos y alegres, porque nacieron sin ser hogares. Patético el panorama.

Pero no me duele pensar en los fantasmagóricos centros que van quedando abandonados.

Sí me duele pensar en la pésima inversión realizada con unos medios que surgieron de la generosidad extrema de tantas personas buenas que creyeron así servir a Dios.

El fundador nos animaba a aprovechar la presencia de un cadáver para hacer la oración ante él. De la misma forma espero que, al contemplar ahora el esperpéntico panorama de la extinción de los centros, recapaciten y se pregunten al fin, como dice un buen amigo mío: “Pero todo esto, ¿qué tenía que ver con El Evangelio?



Original