Las técnicas de control mental de las sectas y cómo combatirlas/Estrategias para la recuperación

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Estrategias para la recuperación


Los adeptos tienen tres alternativas básicas para dejar la secta: se marchan, los expulsan (a menudo cuando están «muy quemados» tanto física como psicológicamente), o se les asesora para que abandonen. Pese a que tienen la suerte de poder dejar el grupo destructivo, los ajustes para vivir en el «mundo real» pueden llegar a ser muy difíciles. Si no reciben una información adecuada y el asesoramiento debido después de dejar la secta, las fobias inducidas por el grupo, que conservan en su subconsciente, los convertirán en «bombas de relojería» ambulantes Además, muchos adeptos han vivido durante tanto tiempo sin haber realizado ningún tipo de trabajo normal o vida social, que el proceso de reajuste a la vida adulta se les hace muy cuesta arriba. Hay personas que después de abandonar la secta han vuelto a integrarse en la misma. Si bien, de acuerdo con mi experiencia, estas personas constituyen por lo general la excepción que confirma la regla, demuestran con claridad lo vulnerables que son las personas que acaban de dejar un entorno sometido al control mental.


Los que se marchan

Es indudable que el número más grande de ex miembros pertenece a la primera categoría. Son las personas que han conseguido apartarse físicamente de la secta, pero que no han recibido ningún tipo de asesoramiento. De vez en cuando, conozco a alguno de ellos en alguna reunión y descubro que hay quien, a pesar de que hace años que ha dejado el grupo, aún está luchando con los problemas del adoctrinamiento debido al control mental.

Por ejemplo., en el transcurso de una cena conocí una vez a una mujer que «había salido» de los Moonies. Durante nuestra conversación, me comentó que a pesar de que llevaba más de seis años casada y que era feliz en su matrimonio, sentía un profundo temor a quedar embarazada. Me dijo que no conseguía encontrar una explicación a estos temores porque, desde pequeña, siempre había deseado tener hijos. Ahora había entrado en la treintena y se daba cuenta de que estaba sosteniendo una carrera contra el tiempo para tener hijos, pero seguía sin poder superar su miedo.

Hablando con ella supe que había sido reclutada por los Moonies en 1969, unos doce años antes de nuestra charla, pero que había estado con el grupo tan sólo tres meses.

-Cuando comenzaron a exigirme demasiadas cosas, me fui -dijo. Estaba muy claro que se había despreocupado de la experiencia, pues consideraba que sólo había sido algo fortuito.

-¿Se le ha ocurrido pensar que su miedo a tener hijos puede estar relacionado con su episodio con los Moonies? -pregunté.

En su rostro apareció una expresión de extrañeza. Dijo:

-¿Qué quiere usted decir?

-¿Recuerda si en alguna ocasión, mientras estaba con los Moonies, le dijeron algo respecto a tener hijos?

Ella levantó la cabeza, como si su mirada quisiera perderse en el techo. Después de unos instantes, su rostro enrojeció y lanzó un grito.

-¡Sil ¡Ahora lo recuerdo! -exclamó. Para mi sorpresa, me agarró de los hombros y comenzó a sacudirme enérgicamente,

-¡Recuerdo que me dijeron que sí alguien traicionaba alguna vez al Mesías y abandonaba el grupo, sus hijos nacerían muertos! -afirmó.

Su excitación al recordar el origen de su miedo a tener hijos era tremenda, y yo no podía menos que compartirla. Parecía como si pudiéramos oír el ruido que hacían las cadenas psicológicas que habían encerrado su mente al romperse y caer al suelo.

En aquel momento, advertí que tendría que ofrecerle una explicación sobre la implantación de fobias. Le dije que, a pesar de que ella había estado con los Moonies sólo durante tres meses, sus reclutadores y los encargados del adoctrinamiento habían, conseguido implantar en su subconsciente una fobia que consistía en creer que sus hijos nacerían muertos.

-¿Aunque ya no crea en los Moonies? -me preguntó.

-La mente es capaz de recibir nuevas informaciones y retenerlas para siempre- respondí- Esto es tan válido para las cosas perjudiciales como para las buenas. Tal vez usted pensó que había acabado con los Moonies en el momento en que cruzó la puerta de salida, pero le ha costado doce años localizar y desactivar esa bomba de relojería que le habían puesto en la mente.

Es muy poco frecuente tener una conversación con un ex miembro durante una reunión social y que la charla desemboque en la eliminación de una fobia. Sin embargo, hay un gran número de personas que, como esta mujer, se las tienen que ver con las perjudiciales secuelas de haber pertenecido a una secta. Sus problemas a menudo se agravan por el hecho de que muchos profesionales de la salud mental no tienen los conocimientos suficientes sobre el control mental y no saben cómo ayudar, de una manera eficaz, a las personas que sufren dichas secuelas.

Muchas personas son capaces de marcharse, sobre todo durante las primeras fases del adoctrinamiento. La mujer del ejemplo pudo rebelarse y valerse por sí misma en 1969, cuando los Moonies eran mucho menos efectivos en su adoctrinamiento. Los nuevos reclutas pueden huir de la secta si reciben un exceso de información sobre la doctrina interior, y aún no están en condiciones de asimilaría. Por ejemplo, una mujer a la que yo había reclutado, descubrió que Moon le asignaría un marido durante las primeras semanas de adoctrinamiento y este hecho la enfureció de tal manera que se marchó del grupo. Un hombre se largó en cuanto supo, antes de que nosotros le preparáramos para que lo aceptara, que creíamos que Moon era el Mesías.2

Otras personas se van cuando resultan víctimas de las rencillas internas o los conflictos personales. Por ejemplo, muchísimas personas han terminado hartas y se han marchado porque no podían relacionarse con su superior inmediato y seguirle. Otros, que habían sido miembros durante muchos años, abandonaron al considerar que la política del grupo no se aplicaba justa y equitativamente a todos y que existían un lucha por el poder.

A lo largo de los años, he conocido a docenas de personas que habían abandonados su secta porque ya no podían soportarla más, pero que aún creían en el líder supremo. Existen miles de ex Moonies que no dudan que Moon es el Mesías, pero que simplemente no pueden tolerar la forma en que se dirige a la, secta.

En su interior, continúan esperando que llegue el día en que se modifique la política del grupo para volver a él. Son incapaces de comprender que el grupo está estructurado y se rige de esta manera por voluntad de Moon.

Los expulsados

Me he encontrado con muchas personas que fueron expulsadas de sus grupos, con la justificación aparente de que se rebelaban contra la autoridad y formulaban demasiadas preguntas. Otros habían sido sometidos a tantos abusos que estaban quemados y ya no eran «productivos». Y también los hay que fueron dados de baja por sufrir serios problemas físicos y mentales que requerían un tratamiento demasiado caro, convirtiéndose en un riesgo económico para la secta.

Las personas que han sido expulsadas de una secta destructiva son siempre las que llevan la peor parte de entre todos los ex miembros. Se sienten rechazados no sólo por los adeptos del grupo sino también, en el caso de las sectas religiosas, por el mismo Dios. La mayoría de ellos han dedicado su vida entera al grupo, y han hecho donación de sus ahorros y propiedades al hacer su ingreso. Se les dijo que el grupo se había convertido ahora en su «familia». y que ésta cuidaría de ellos por el resto de sus vidas. Luego años más tarde, se les dijo que no eran capaces de satisfacer las exigencias del grupo y que tenían que marcharse. Estas personas, con sus fobias al mundo exterior, se han visto lanzadas a lo que ellos consideraban como la total oscuridad.

Para muchos de los «expulsados», el suicidio parece ser la única salida real para librarse de sus sufrimientos.3 Nadie sabe cuánta gente se ha matado debido a su participación en una secta destructiva. Personalmente he conocido a tres personas que se suicidaron a causa de su pertenencia a un grupo destructivo.

Entre los que han intentado sin éxito quitarse la vida, hay muchos a los que de manera errónea se les ha diagnosticado una esquizofrenia cuando han sido sometidos a una evaluación psiquiátrica. No se puede culpar a los médicos, carentes de información. ¿De qué otra forma pueden tratar a una persona que pide a gritos que Satanás abandone su cuerpo? ¿Cómo pueden saber que la persona ha estado cantando a toda velocidad para sus adentros durante horas, y que esto le produce un estado casi catatónico?

Uno de mis clientes fue expulsado de una secta que se hallaba bajo el mandato de un gurú después de que su padre amenazara al líder con una demanda judicial y le persiguiera de otras maneras. El joven había sido programado durante seis años en la idea de que abandonar al gurú significaba la locura instantánea. Después de la expulsión ('¡sorpresa!) se volvió locó. Sus padres lo llevaron a un sanatorio mental y los doctores confirmaron que, en su opinión, el muchacho estaba loco, esquizofrénico, para ser más exactos. El joven interpretó el diagnóstico como una prueba de que su líder tenía razón: el que abandonaba al gurú se volvía loco.

En el hospital psiquiátrico comenzó a darse de cabezazos contra las paredes. Le pusieron una camisa de fuerza y fue sometido a vigilancia constante. A nadie se le ocurrió preguntarle por qué hacía eso. Yo descubrí que, en su etapa de miembro, había visitado la India, donde le habían mostrado una piedra en la cual el propio gurú se había dado de cabezazos hasta que, según sus palabras, «logró alcanzar la gran conciencia». En su esfuerzo por reproducir el camino seguido por el gurú, el joven casi estuvo a punto de matarse. Y, para colmo de los colmos, el episodio sólo sirvió para «confirmar» el diagnóstico de que era un esquizofrénico.

Sólo cuando comencé a asesorarle vislumbró por primera vez cómo había sido programado por la secta, y cómo, sin darse cuenta, había reforzado su programación cada vez que recordaba la jerga del grupo y su adoctrinamiento de adepto fiel. Al repetir en su fuero interno las enseñanzas del líder de la secta, continuaba adoctrinándose y retardaba sus progresos durante años.

También debía luchar contra los años de ayuda «negativa» que había recibido de los profesionales de la salud mental durante su «tratamiento». Dijo que algunos de sus doctores habían llegado a manifestar que su participación en la secta había sido una de las cosas más sanas que había hecho en su vida. Uno de ellos incluso le había dicho que leyera libros de la secta. Durante todo el tiempo, se le recordaba a diario que era esquizofrénico.

Una ex miembro con la que trabajé y que había pertenecido a una secta ocultista estaba por completo convencida de que su cuerpo espiritual se desintegraba, y que estaba a punto de morir. Sufría tremendos ataques de ansiedad, sobre todo durante la noche, y sentía agudos dolores en el pecho. Los médicos la habían sometido a innumerables pruebas, y llegaron a la conclusión de que todos los problemas estaban «en su mente». Ella había sido programada por el grupo para autodestruirse si alguna vez lo abandonaba, y cuando estuvo fuera, esto fue exactamente lo que sucedió hasta que fue asesorada.

Cuando las personas que se han marchado o han sido expulsadas no tienen oportunidad de recibir asesoramiento, sus sufrimientos, por lo general, se ven prolongados. Sin embargo, hay muchos que, con la ayuda de familiares y amigos, son capaces de rehacer y progresar en la vida. No obstante, si estas personas no llegan a comprender el control mental y cómo se les utilizó para reclutarlas y adoctrinarías, jamás lograrán disfrutar de una vida tan plena como los que sí lo entienden. Estas personas tal vez consigan dejar en algún rincón de su mente sus experiencias con la secta y olvidarse de ellas. Pero, en algún momento pueden volver a presentarse en sus vidas.

Rick era una de estas personas. Se marchó de los Niños de Dios con su esposa y su tres hijos después de estar seis años con ellos. Transcurrieron cinco años y un día apareció, en el buzón de su casa, un folleto de propaganda de la secta. Todo el adoctrinamiento sectario del que había sido imbuido se puso en marcha al ver la carta del líder, y perdió por completo su control mental. En un momento dado, según sus explicaciones, comenzó a sentir una voz interior que le ordenaba que subiera al primer piso y estrangulara a sus hijos. Por fortuna, no le hizo caso. Rick fue asesorado y, en la actualidad, es un brillante profesor de informática.

Asesorados

Entre las personas que fueron asesoradas para abandonar el grupo, hay muchas que fueron afortunadas, ya que consiguieron la ayuda y la información que necesitaban. Sin embargo, son también numerosas las personas, en particular aquellas que fueron desprogramadas en los años 70 e incluso en los 80, que todavía cargan con el bagaje psicológico vinculado a la secta. El solo hecho de que hayan pasado varios años desde que abandonaron la secta no significa que todos los problemas estén resueltos. Nada más lejos de la verdad.

Ahora se sabe mucho más acerca del control mental y asesoramiento de abandonos de lo que se sabia hace unos años, y hay un número mucho mayor de asesores a los cuales acudir en busca de ayuda. La organización de apoyo FOCUS para antiguos miembros cuenta con grupos en algunas de las ciudades más importantes. Reunirse y hablar con ex adeptos del grupo concreto de cada uno, y de los grupos en general, es una forma muy efectiva para ayudar a la identificación y resolución de los problemas.

Problemas psicológicos de los ex miembros de las sectas

Los ex miembros han descrito una amplia variedad de dificultades psicológicas que aparecieron tras el abandono de la secta. Probablemente, la más común es la depresión que sufrieron durante los primeros meses después de la salida. Es difícil de describir el dolor que se siente al descubrir que te han mentido y esclavizado en un grupo de control mental, descubrir que tu «sueño» es, en realidad, una pesadilla.

Muchas de las personas que he conocido describen la experiencia como si se hubieran enamorado profundamente de alguien a quien dan todo su amor, su confianza y entrega para después darse cuenta de que el objeto de su amor era un mentiroso, y que sólo les estaba utilizando. El dolor y la sensación de haber sido traicionado es enorme.

Otros describen este descubrimiento en términos muchos más gráficos: es como si los hubieran violado espiritual y psicológicamente. La sensación de violación personal es indescriptible. Yo mismo tuve que comprender que todo el amor y la devoción que sentía por Sun Myung Moon y Hak Ja Han como mis «Padres verdaderos» era por completo unilateral. Después de abandonar la secta advertí que yo no les interesaba en absoluto como persona. Si hubiese sido así, hubieran intentado ponerse en contacto conmigo para saber por qué me había marchado. En cambio, fui automáticamente tildado de «satánico» y traidor.

Cuando las personas están deprimidas, tienden sólo a ver el lado negro de las cosas. Su dolor puede llegar a ser tan grande que borra cualquier esperanza de un futuro positivo. Es esencial que los ex miembros acepten y comprendan este dolor y que atraviesen ese período de pena. Al parecer, la mejor manera de ayudarles es conseguir que entiendan que también han conseguido cosas positivas con su afiliación a la secta, y demostrarles de qué manera son ahora más fuertes gracias a la experiencia vivida. También es útil alentarlos para que consideren el episodio desde una perspectiva esperanzadora y útil. Siempre se pueden encontrar ejemplos de personas cuyas experiencias han sido mucho peores que las propias, y que no sólo fueron capaces de sobrevivir sino que triunfaron después del abandono.

Otro problema que se presenta con frecuencia es una tendencia irresistible a continuar dependiendo de otras personas para que les orienten y les digan lo que tienen que hacer. En los grupos donde los miembros viven en comunidad, la mayoría de las decisiones son tomadas por los líderes. A los miembros se les pide que no piensen y que sean obedientes. Esta forma de dependencia fomenta la disminución de la autoestima y retarda el deseo y la capacidad de desarrollo individual.

Una forma específica que adopta este dependencia es la dificultad para tomar decisiones. He trabajado con personas que no sabían qué querían para comer, con qué ropas vestirse, qué libro debían leer, qué película ver, o qué debían hacer con respecto a su educación o empleo. A todos los que han tenido que pedir permiso a sus superiores para hacer las cosas más simples, verse de pronto lanzados al mundo de las responsabilidades personales les puede resultar muy complicado.

Cuando abandoné los Moonies, yo no parecía tener esta dificultad. Mis desprogramadores advirtieron a mis padres que me sería difícil tomar decisiones. Mis padres se sentían bastante confusos cuando salíamos a comer, porque yo no tenía problemas a la hora de escoger los platos que deseaba. Tiempo después me dijeron que habían pensado, de una manera un tanto retorcida, que no había sido desprogramado. Lo que no tuvieron en cuenta fue que yo no había sido un recluta. Yo había sido un líder y estaba habituado a tomar ciertas decisiones sobre mí mismo y con respecto a los demás. Las decisiones de cada día no constituían para mi ningún inconveniente; en cambio, decidir si quería volver o no al instituto era mucho más difícil.

Como sucede con casi todo, la toma de decisiones se hace más fácil con la práctica. Con el tiempo, las personas aprenden a asumir el control de sus vidas. Este proceso puede acelerarse con una dulce pero firme insistencia por parte de los familiares y amigos, a fin de que los ex adeptos tornen sus propias decisiones sobre lo que quieren comer o hacer. Al estimular la autoestima y la confianza en sí mismo del ex miembro, esta dependencia, por lo general, consigue superarse.

«Flotar»: enfrentarse a la identidad de la secta después de abandonarla

Un problema más difícil al que deben enfrentarse los ex miembros es un fenómeno que se conoce con el nombre de «flotar».5 Se puede describir como una experiencia en la cual el ex adepto comienza de pronto a «flotar» en el tiempo, retrocede a la época de su identidad de adepto. He aquí un ejemplo.

Margot Sullivan, una estudiante de 19 años de edad, fue reclutada por Lifespring (Manantial de la vida) en un campamento de verano durante el año 1987. A pesar de que había completado el curso básico y sólo le faltaba un fin de semana para finalizar el cursillo de aprendizaje para líderes, le desagradaban las presiones que recibía para que reclutara nuevos miembros. Por suerte, ella vivía en Maine y no estaba en las proximidades inmediatas del grupo central en Nueva Inglaterra, que tiene su sede en Boston. Esto le permitía una amplia libertad de movimientos, si bien la llamaban casi a diario para mantenerla bajo control. La madre de Margot, ministra metodista, observó los cambios de personalidad de su hija y se sintió tan preocupada que pidió dinero prestado para someterla a una intervención.

Como parte de una investigación realizada sobre Manantial de la vida, la cadena de televisión ABC incluyó en su programa «20/20» una entrevista con el psiquiatra y experto en sectas Dr. John Clark, de la Escuela de Medicina de Harvard. A pesar de que Manantial de la vida mantiene una opinión diferente, el Dr. Clark afirmó durante la entrevista que, a su juicio, dicho grupo practica el control mental y el lavado de cerebro.6 Para Margot, uno de los problemas a que tuvo que enfrentarse, después de la intervención, fue escuchar la música que se emitía por la radio, por ejempío la canción Higher Love interpretada por Steve Winwood, pues le recordaba escenas del entrenamiento. Hay grupos como Manantial de la vida que utilizan la música popular como parte del adoctrinamiento precisamente por esta razón. Crea en el inconsciente del individuo una poderosa asociación que; para poder superarla, se necesitan meses y a veces años si no se posee el asesoramiento adecuado. Muchas sectas utilizan música en el adoctrinamiento porque constituye un fuerte punto de referencia en la memoria.

Este mecanismo de estímulo-respuesta que trae a la mente la imagen retrospectiva o el «flotar» puede constituir un problema muy importante para los ex miembros. El mecanismo se pone en acción cuando el antiguo adepto ve, oye o siente algún estímulo externo o interno que forma parte del proceso de condicionamiento. Este hecho puede llevarlos durante unos momentos a que retrocedan a la identidad de la secta.

Durante el primer año después de dejar a los Moonies, cada vez que oía la palabra «moon» pensaba en «Padre» y me veía sentado a los pies de Moon. Otro ejemplo de este fenómeno me ocurrió más o menos un mes después de dejar la secta. Yo iba en mi automóvil a casa de un amigo cuando de pronto pensé: «¡Este sería un lugar magnifico para recoger fondos!». Tuve que controlarme y recordarme a mí mismo que ya no estaba con los Moonies. Este pensamiento surgió porque, durante los últimos cinco meses de mi pertenencia al grupo, había pasado entre quince y veinte horas diarias conduciendo de un lugar a otro en busca de lugares adecuados para que los adeptos pidieran dinero.

Todas aquellas personas que han pertenecido durante mucho tiempo a sectas que exigían una meditación excesiva, cánticos, decreeing,7 «hablar en lenguas» y cosas por el 'estilo, son proclives, al menos durante un año después de dejar la secta, a sufrir este tipo de episodios involuntarios. Muchos de mis clientes sé han quejado de que, a mitad de una frase, mientras sostienen, una conversación normal, se descubren practicando las técnicas de interrupción del pensamiento que han utilizado durante años. Esto puede ser muy peligroso cuando se conduce un vehículo.

En una ocasión, un ex miembro de una secta bíblica me comentó: «Resulta muy frustrante darse cuenta una y otra vez de que tu mente está fuera de control, sobre todo cuando estoy en una situación estresante. De pronto, descubro que estoy balbuceando mentalmente palabras sin sentido y sílabas ("hablar en lenguas") y que estoy completamente desorientado sobre lo que estaba haciendo».

Si no se comprende qué es el «flotar» y no se trata el fenómeno de forma adecuada, puede dar lugar a que el ex miembro que está deprimido, solo y confuso, vuelva a la secta. Para aquellos que tienen la fortuna de recibir asesoramiento, el «flotar» sólo en contadas ocasiones llega a ser un problema mayor. Sin embargo, para la gente que no comprende el control mental, puede convertirse en una experiencia terrorífica. De pronto, se encuentra uno metido en la mentalidad de la secta, y se ve atormentado por una sensación de miedo y de culpa debido a que han traicionado al grupo y a su líder. Usted pierde el control racional y comienza a pensar de una manera mágica. Con esto quiero decir que uno puede interpretar palabras y hechos personales desde la perspectiva de la secta. Por ejemplo, usted no consiguió el empleo «porque Dios quiere que usted vuelva a la secta», o el Jumbo de Aerolíneas Coreanas que realizaba el vuelo 007 fue derribado por los rusos «porque usted dejó a los Moonies».

Si un antiguo adepto comienza a «flotar», lo que debe hacer es, simple pero firmemente, recordarse a sí mismo que esta sensación ha sido puesta en marcha por algún estímulo, y que la superará. Además, deberá buscar a alguien que comprenda lo que es el control mental de las sectas para poder hablar del tema de forma racional. Téngalo presente: «flotar» es un subproducto natural por haber estado sometido al control mental. Disminuirá con el transcurso del tiempo, y existen técnicas que se utilizan para ejercer un control sobre el mismo.

La técnica más poderosa y efectiva es conseguir identificar el estimulo. Por ejemplo, podría ser una canción, ver a alguien que se parece a un miembro de la secta, o comportarse de una manera asociada con la forma de ser de un adepto. Cuando usted sepa cuál es el estímulo que hace de detonante, puede provocar deliberadamente el estímulo y esta vez asociarlo con algo diferente. Hágalo una y otra vez hasta que se convierta en una nueva respuesta aprendida.

En mi caso, por ejemplo, si yo escuchaba la palabra «moon» (luna) proyectaba mentalmente la imagen de una hermosa luna llena. Me decía a mi mismo: «La Tierra sólo tiene un satélite natural: la Luna». A lo largo de toda una semana me decía sistemáticamente la palabra «moon» y repetía la misma asociación una y otra vez. Me refiero siempre al líder de la secta como Mr. Moon, y no quiero llamarle «reverendo» por ser un título que se ha adjudicado él mismo.

Una ex miembro me dijo que, a pesar de que a ella le encantaba la playa, evitaba ir allí porque el sonido de las olas del mar siempre le recordaba el adoctrinamiento del grupo. A pesar de que hacía ya cinco años que había abandonado la secta, esta asociación todavía le impedía poder disfrutar de algo que a ella siempre le había gustado. Le dije que modificara la asociación. Podía oír el ruido de las olas y programar deliberadamente una nueva asociación que le fuera gratificante. Le dije también que repitiera esta asociación hasta que automáticamente prevaleciera sobre la programación de la secta. Al cabo de unos días estuvo en condiciónes de poder ir a la playa de nuevo.

Superar el «lenguaje cargado»

Sustituir el «lenguaje cargado» de la secta por el lenguaje real suele acelerar la recuperación total de la persona. Cuando yo conseguí eliminar la jerga de la secta que tenía en la mente, fui capaz de volver a mirar al mundo sin tener que utilizar las «gafas» del grupo. El «lenguaje cargado» de la secta había creado pequeños cubículos en mi mente, y cuando yo era adepto, toda la realidad se filtraba a través de ellos. Cuanto más rápido el ex miembro recupera las palabras y su significado real, más deprisa se recuperará.

Cuando yo estaba con los Moonies, todas las relaciones entre los adeptos eran calificadas como un problema de «Cain-Abel» o del «Capítulo 2». El término «Cain-Abel», como ya he explicado antes, se utilizaba para designar a una persona como superior o subordinado a otra. Los «problemas del Capítulo 2» abarcaban todo lo referente a la sexualidad y la atracción que podían sentir los miembros entre sí. Por consiguiente, todas las relaciones personales entraban en una de estas dos categorías.

El error más común que cometen los ex miembros es decirse a si mismos que no deben pensar en las palabras de la secta. La mente no sabe cómo no pensar en algo. El lenguaje está estructurado de forma tal que podamos pensar en asociaciones positivas. Por consiguiente, si usted es un ex miembro, haga una nueva asociación, de la manera que he descrito al tratar el problema del «flotar». Si usted es un ex Moonie y tiene problemas a la hora de relacionarse con alguien, considérelo como un conflicto personal o un problema de comunicación.

La pérdida de poder psicológico

Otro problema bastante frecuente es la pérdida de concentración y de memoria. Antes de unirme a los Moonies, solía leerme un libro de una sentada, y leía unos tres libros por semana. Sin embargo, durante los dos años y medio que pasé en el grupo, prácticamente lo único que leía era propaganda de la secta. Recuerdo la frustración que sentía cuando, después de abandonar el grupo, intentaba leer cualquier cosa que no fuera literatura Moonie. Al principio, conseguir acabar un párrafo era algo imposible. No había manera que dejara de divagar, o bien tenía que buscar en el diccionario el significado de palabras que yo conocía pero que, en aquellos momentos, no podía recordar. Tenía que leer una y otra vez la misma página antes de que los oxidados mecanismos de mi mente comenzaran a funcionar. Cuando miraba viejas fotografías, me tenían que indicar el nombre de personas que conocía o hablarme de cosas que yo había hecho antes de ingresar en el grupo.

Por fortuna, la mente es como un músculo. A pesar de que tiende a atrofiarse por falta de uso, con un esfuerzo puede recuperar su poder. Me llevó casi un año recuperar el nivel que tenía antes de entrar en los Moonies.

Pesadilla, culpa y otros problemas emocionales

Las pesadillas constituyen una buena señal de que el antiguo adepto necesita recibir un apoyo adicional para superar la experiencia de la secta. Estos sueños desagradables provienen de la mente inconsciente que todavía está luchando con los problemas de la participación en el grupo. Algunas de las pesadillas más comunes se refieren a soñar que se está atrapado en algún lugar desconocido, con gente que nos persigue con aviesas intenciones, o estar en medio de una tempestad o en un campo de batalla. Hay ex adeptos que, con frecuencia, comentan que tienen pesadillas en las cuales se ven conversando con los amigos que todavía permanecen en la secta, para convencerles de que abandonen el grupo, mientras ellos les piden que vuelva.

Otro tema muy importante para algunos ex miembros son los sentimientos de culpa por cosas que hicieron en la secta. Algunas personas se vieron implicadas en actos ilegales como la estafa, el robo, la prostitución, y el uso y venta de drogas. He conocido a personas que desertaron de las Fuerzas Armadas porque fueron reclutadas por una secta destructiva, y han tenido graves problemas al reintegrarse a la vida normal.

Por suerte, la gran mayoría de ex miembros a los que he conocido no han tenido nada que ver con actos semejantes. Sin embargo, la mayor parte debe enfrentarse con la culpa que sienten por la forma en que trataron a sus amigos y familiares durante su etapa en la secta. Por ejemplo, algunas persona, cuando su padre o su madre cayeron enfermos, obedecieron las órdenes de los líderes del grupo y se negaron a ir a visitarlos al hospital. Hubo casos en que falleció uno de los padres y el miembro no fue autorizado a ir al funeral, a pesar de que a veces se celebraba a menos de treinta kilómetros de distancia. Puede resultar muy doloroso para una persona abandonar una secta y tener que enfrentarse con todo el caos y el daño emocional causado por su afiliación al grupo.

En los primeros tiempos después de abandonar a los Moonies, yo tenía un increíble sentimiento de culpa por el papel que había jugado como líder. Me culpaba a mí mismo por haber mentido y manipulado a cientos de personas. Sentía que habla dejado que me utilizaran como el «hombre de paja» americano, un monigote en manos de coreanos y japoneses, los cuales tenían en realidad las riendas del poder dentro del grupo.

Otra cuestión está relacionada con los sentimientos que se tienen por los amigos que continúan en la secta. Cuando yo me marché, deseaba con desesperación poder rescatar a los que había reclutado personalmente. Por desgracia, los líderes Moonies, con toda astucia, se ocuparon de enviar a las personas que estaban muy vinculadas a mí a otros destinos lejanos del área de Nueva York. Se les dijo que yo había sido enviado a cumplir con «una misión secreta». Mis «hijos espirituales», las personas a las que yo había reclutado, no supieron nada sobre mi abandono hasta tres meses después. Creo que se les informó sólo porque, en aquel entonces, inicié mis intervenciones en la televisión para hablar en contra de la secta.

Unos seis meses después de abandonar el grupo, regresé al Queens College, donde había fundado una filial de C. A. R. P. y ofrecí una disertación pública sobre las sectas y el control mental en el departamento de psicología. Entre el público se encontraban mis tres mejores discípulos,8 Brian, Wi'llie y Luis. Jomaron asiento y durante más de una hora me escucharon hablar sobre el control mental. Ofrecí ejemplos muy concretos de que les había mentido y engañado con el propósito de reclutarlos. Al finalizar la conferencia, me acerqué a ellos y les pregunté, muy interesado, su opinión acerca de la charla. Willie sonrió y me dijo:

«Steve, no debes olvidarte del corazón del Principio Divino o del corazón del Padre». Me quedé de una pieza. Al parecer, no habían escuchado ni una sola de mis palabras. Recordé cómo, cuando yo era miembro, el señor Kamiyama me había enseñado a «educar a mis hijos espirituales para que fueran fieles, incluso si yo abandonaba el grupo». En aquel entonces, no me había dado cuenta de por qué debía hacerlo, pues no pensaba abandonar la secta. Entonces lo comprendí. Por lo que he podido saber, Brian ha dejado el grupo, y no tengo información acerca de Willie y Luis.

Muchas personas que han estado en sectas partidarias de la curación por la fe tienen que enfrentarse con el fallecimiento de un hijo o un ser querido por haberse opuesto a que recibieran tratamiento médico. El remordimiento que experimentan cuando dejan el grupo no debe volverse contra sí mismo en forma de acusaciones o culpa Tienen que comprender que ellos también han sido víctimas y que hicieron lo que creían correcto en aquel momento.

Otros han tenido que enfrentarse con la ira y el resentimiento de sus hijos, que en algunos casos han sido golpeados, abandonados o sometidos a abusos sexuales, al tiempo que se les privaba de una educación y una infancia normales. Los horrores que han tenido que soportar algunos de estos niños es inimaginable. En algunos grupos, corno los Krishna, separan por sistema a los niños de sus padres y sólo les permiten verlos muy esporádicamente. La secta que lidera el yogui Bhajan algunas veces manda a los hijos de los adeptos a su escuela de la India, separando de esta manera a los niños de sus padres para que su fidelidad se desarrolle sólo hacia el grupo.

Para aquellos que han pertenecido a sectas menos destructivas, la carga emocional sobre los hijos puede dar, en última instancia, un resultado positivo. Esto lo he podido comprobar en el caso de Barbara, que me llamó el año pasado para pedirme ayuda. Me explicó que durante la mayor parte de su vida había pensado que estaba loca, y que, durante una conversación mantenida con un amigo suyo, se había dado cuenta de que el grupo al cual pertenecían sus padres desde hacía diez años, era una secta destructiva. Tenía entonces veintidós años, y había pasado gran parte de su infancia viviendo con su familia en la comuna. Ella y su hermano habían tenido que aprender que todos los sentimientos negativos eran perjudiciales. La tristeza, la ira, los celos, la vergüenza, la culpa y el miedo debían ser evitados y no había que «refocilarse en ellos». Barbara y su hermano, Carl, se sintieron muy aliviados al saber que los problemas que llevaban soportando casi toda una vida no eran síntomas de desequilibrio mental y que con una adecuada ayuda podrían superarlos.

Desde que tenían diez y doce años respectivamente, Barbara y Carl hicieron lo que se les decía y asistieron a las sesiones de adoctrinamiento, pero jamás se encontraron a gusto. Sin embargo, amaban a sus padres y trataban de hacerlos felices. Ahora eran mayores, estaban en el instituto y, tan pronto como descubrieron que el grupo era una secta, decidieron que un ex miembro y yo nos reuniéramos con ellos y los asesorásemos.

Los padres eran personas muy inteligentes y preparadas, y ambos rondaban la cincuentena. El padre ejercía la abogacía, y la madre era maestra de escuela. El hombre había sido reclutado por un viejo amigo de su época de estudiante. Como abogado que era, el padre se mostró, en un primer momento, bastante escéptico, pero, poco a poco, se fue integrando en el grupo. Él y su esposa llegaron con el tiempo a presidir las reuniones de la secta en su ciudad.

La intervención fue un éxito total y la familia está más unida que nunca. Los padres se dedican ahora a ayudar a otros adeptos de la secta a que hagan una nueva evaluación de su compromiso. Varios de ellos han abandonado ya el grupo.

Acosos y amenazas

Otro problema que afecta a algunos ex miembros consiste en acosos, amenazas, intromisiones, chantaje, e incluso asesinato, en particular si la persona decide salir a la luz pública para denunciar a la secta Dado que algunos grupos creen que todo el que abandona la secta es un enemigo, siempre existe el riesgo de ser víctima de un ataque.

Yo he sido amenazado por adeptos de diversas sectas en más de una ocasión, generalmente por carta o por teléfono, pero también personalmente cuando participo en manifestaciones, mítines, o en lugares donde denuncio las actividades de un grupo en particular. Sólo en una ocasión fui agredido físicamente, cuando un Moonie me dio un puñetazo en la cara e intentó empezar Liria reyerta. Yo le miré a los ojos y le pregunté: «¿Es así como será el Reino de los Cielos, silenciando a la oposición?». Lo demandé ante los tribunales y alegó su inocencia. El juez decretó que debía pagarme unas gafas nuevas y le advirtió severamente que se mantuviera apartado de mí. Años más tarde, cuando esta persona abandonó el grupo, se puso en contacto conmigo. Se disculpó por el incidente y me dijo que sólo había hecho lo que le habían ordenado: «Ocúpate de Steve Hassan».

Si bien la violencia contra los ex miembros es poco frecuente, el factor miedo ha impedido a muchas personas salir a la luz pública para narrar sus experiencias. No se dan cuenta de que, una vez contada su historia junto con otras muchas, sería estúpido por parte de la secta tomar represalias, porque sólo serviría para desprestigiarse todavía más. Cuando yo fundé Ex-Moon Inc, en 1979, fue en parte porque me di cuenta de que había mucha más fuerza y seguridad en el número de ex adeptos. La estrategia dio resultado.

También hay algunos grupos más grandes y más agresivos, como la Iglesia de la Cienciología, que se caracterizan por su creencia de que es mejor atacar a los críticos que defenderse de las acusaciones.1 La mencionada secta ha presentado cientos de demandas legales contra ex miembros y críticos, entre los que figuran Pauleife Cooper, autora de The Scandal of Scientology, y Gabe Gazares, ex alcalde de Clearwater, Florida. La mayoría de estas demandas se presentaron sólo con el propósito de acosar y perjudicar económicamente a sus opositores. Hasta cierto punto, su estrategia ha resultado efectiva: la mayor parte de los ex miembros de Cienciología tiene miedo de realizar cualquier acción pública contra la organización.12 Sin embargo, cuando el FBI allanó el cuartel general de la secta, se encontraron documentos que demostraban la ilegalidad de muchas de las actividades de la organización. De hecho, la esposa de Hubbard y algunos de los altos jefes fueron condenados a penas de cárcel.

Problemas en las relaciones íntimas

Los ex miembros que comienzan a vivir en el «mundo real» tarde o temprano tienen que enfrentarse al hecho de que, durante años, sus necesidades emocionales para mantener una relación íntima satisfactoria con otro individuo no fueron nunca atendidas. Por otro lado, la experiencia de que se aprovecharan de ellos mientras estaban en la secta, hace que resulte muy difícil para estas personas correr el riesgo emocional de establecer una relación íntima con otros individuos. Algunos han negado su sexualidad durante tanto tiempo que pueden tener dificultades, incluso fuera del grupo, para superar las inhibiciones que les impiden expresar su sexualidad.

Alguien que no haya vivido integrado en grupos donde permiten a las personas vivir en la sociedad normal, también suele encontrar una perspectiva nueva sobre las relaciones personales después de dejar la secta. Tal vez él o ella han mantenido una relación sexual con un «entrenador» o un líder, que les manipuló, sin respetar en absoluto sus sentimientos. Abandonar una relación semejante es difícil para cualquiera, pero el dolor y la desilusión pueden superarse. En ambos casos, lo mejor es buscar la ayuda de un terapeuta que entienda qué es el control mental.

Maneras de curarse a sí mismo

El soporte informativo y emocional que tiene más eficacia es el que proviene de los ex miembros, En 1986, desempeñé durante un año el cargo de coordinador nacional de FOCUS, un grupo un tanto disperso formado por ex adeptos que deseaban ayudarse a sí mismos y a otros como ellos. Es toda una hazaña coordinar un grupo de personas que han salido «quemadas» de sus propios grupos. Me costó todo un año, después de mi marcha de los Moonies, tomar la decisión de implicarme en un grupo. Lo hice en 1977, cuando volví al instituto y, en este caso se trataba de una organización de asesoramiento para estudiantes.

FOCUS, una organización no-lucrativa afiliada a la Asociación para el conocimiento de las sectas, se sostiene económicamente con las cuotas de 500 dólares al año que pagan los socios; esto significa que el coordinador recibe dinero para pagar parte de las facturas de teléfono, correos y nada más. Es responsabilidad de algunos miembros en diferentes ciudades organizar reuniones cada vez que pueden. Aquí en Boston, gracias a Dean Thornburg, nos reunimos en el sótano de la Marsh Chapél en el campus de la Universidad de Boston. Entre diez y veinte personas aparecen una vez al mes y, durante un par de horas, hablamos de nuestras respectivas experiencias personales, los problemas con los que nos enfrentamos y la manera de curar nuestras heridas.

Una mujer que asiste a las reuniones del grupo FOCUS en Boston se puso en contacto conmigo tras haberme escuchado en un programa de una emisora local. Deborah había pertenecido a una secta de orientación política. Por lo que pude averiguar, se trataba de un grupo de acción social que funcionaba como una secta autoritaria. Había estado con ellos aproximadamente diez años. Un día incumplió una de las reglas de la secta. Había ido a comer sola con una persona ajena al grupo. Como no quería enfrentarse con el líder pues la «reprendería» delante de todos los demás adeptos, llamó a sus padres y les pidió que le enviaran un billete de avión. Pero después tuvo miedo de volver a su hogar y acabó viviendo en las calles de Boulder durante varios meses, hasta que fue capaz de rehacerse y reintegrarse a la sociedad. Cuando me encontré con ella el año pasado, era una mujer que había triunfado en el mundo de los negocios.

A pesar de que hacía ocho años que había abandonado el grupo, jamás habla sido capaz de hablar de su experiencia en la secta hasta que comenzó a asistir a las reuniones de FOCUS. «Siento como si todo esto fuera una gran caja negra, y tengo miedo de abrirla», le explicó a las quince personas que estaban presentes un miércoles por la noche. «Sin embargo, sé que sufro secuelas. Se manifiestan en mi incapacidad para confiar plenamente en mi novio y formalizar nuestro compromiso. Debe existir una relación con lo que he vivido.»

Todos estábamos sorprendidos de la capacidad de Deborah para compartir, durante tanto tiempo, su experiencia con el control mental. Cuando comenzó a hablar del tema, aparecieron grandes lagunas. Cuanto más hablaba, más insistíamos nosotros con nuestras preguntas y estímulos a su memoria. A medida que pasaban los meses, se ponía cada vez más en contacto con lo que le había ocurrido. Durante su permanencia en el grupo había sido sometida a un grado de abuso personal y emocional de una intensidad poco frecuente.

«Estoy muy contenta por haber podido conocer y hablar con otros ex miembros», nos dijo una noche. «Resulta agradable ver a otras personas inteligentes y con talento que han pasado por algo parecido a lo que yo he pasado. Nunca había podido hablar con nadie acerca del grupo sin que me tomaran por loca o enferma.»

Es evidente que formar parte de un grupo de apoyo puede enseñarle a la gente cómo funciona el control mental en las diferentes organizaciones. También permite a los que todavía buscan la forma de solucionar estos problemas, mantener la esperanza de que serán capaces de poder disfrutar de la vida y convertirse en personas felices y productivas. Para la mayoría de las personas que abandonan una secta destructiva, el primer paso es buscar la forma de enfrentarse a la experiencia con el grupo. Entonces, si hay otros puntos o problemas que existían antes de entrar en la secta, también pueden aprovechar la oportunidad para resolverlos.

Cuando busque un grupo de soporte en la zona donde reside, lo mejor es ponerse en contacto con el coordinador de FOCUS para saber la ayuda local existente. En caso de que no haya un grupo FOCUS en su ciudad, inícielo usted mismo. Además, tal vez pueda encontrar un centro de terapia de grupo en la zona, o un grupo en el que le agradaría participar. Si éste es el caso, le recomendaría que aplique a este grupo las mismas preguntas sugeridas para todos los grupos, y que se detallan en el capitulo 6. Sea un consumidor exigente, sobre todo cuando tenga que evaluar al líder del grupo. Durante el primer año de abandono del grupo, la mayoría de ex miembros toman conciencia de que los problemas que tenían antes de ingresar en la secta no han sido resueltos con su afiliación a ella.

Esto puede resultar muy desalentador, porque precisamente la ilusión de convertirse en una persona más sana mentalmente fue uno de los factores que influyeron para continuar dentro del grupo, a veces durante muchos años.

Por lo general, a los que han sido miembros durante años comprender este punto les resulta difícil, Imaginese lo que es entrar en una secta a los 18 años y abandonarla cuando ya se tienen 30. El individuo se ha visto privado de muchísimos años de experiencia en la vida. La década de los 20 a los 30 años, que es la etapa típica para el autoconocimiento y la experimentación, así como para la educación, el desarrollo de la capacidad trabajadora y para el establecimiento de relaciones, se ha perdido.

Algunos de estos ex miembros veteranos comparan su experiencia con las de los prisioneros de guerra que volvieron a casa al acabar las hostilidades en Vietnam. De hecho, el síndrome del estrés postraumático parece aplicarse perfectamente bien a algunos de estos ex miembros. Cuando regresan a casa tienen que ponerse al día de muchísimas cosas. Una persona a la que atendí no había oído hablar jamás del escándalo Watergate, no sabía quien era james Taylor, y ni siquiera tenía conocimiento que habíamos llegado a la Luna y caminado sobre su superficie.

Cronológicamente, la persona tiene 30 años. Psicológicamente, todavía se siente en los 18. Sus amigos de la escuela ya tienen buenos empleos; muchos se han casado, algunos tienen hijos; otros se han comprado su casa y tienen uno o dos automóviles. A los 30, todavía es un inexperto en materia de mujeres y ha estado fuera de contacto con los hechos actuales y con lo que ocurrió en el mundo durante más de diez años. En una fiesta, no tiene mucho de qué hablar, a menos que hable de su vida en la secta, lo que puede aumentar todavía más la sensación de estar metido en una pecera.

Esta persona a menudo siente una aguda sensación de tener que recuperar el tiempo perdido. Esta presión puede ser muy estresante. La realidad es que esta persona ha estado apartada del cuerpo social durante doce años. Debe aprender a que debe tomarse su tiempo para curarse, madurar y desarrollarse. Tiene que reconocer que él tiene su propio camino, su propio tiempo, y que se debe ocupar de sus necesidades y aprender a no compararse con las otras personas.

El padre de un ex adepto supo resumir de modo muy sensato la situación de los ex miembros cuando dijo: «Si a alguien le atropella un camión, se da por supuesto que necesitará tiempo para recuperarse. Nadie espera que, al cabo de una semana, esté en pie y en condiciones de salir y conseguir un empleo».

Cada una de las personas que ha estado en una secta es diferente y tiene sus propias necesidades. Algunas son capaces de adaptarse más deprisa. Otras, que están mucho más traumatizadas, necesitan más tiempo. En el caso de este padre, su hija vivió en el hogar durante el primer año y medio después de dejar la secta. Él no la presionó para que se mudara de casa o saliera a buscar un empleo. Reconocía que ella estaba haciendo todo lo que podía.

Los ex miembros necesitan aprender a confiar de nuevo en sí mismos. Se tienen que convertir en el mejor amigo de sí mismos, como también en su propio terapeuta. Tienen que comprender que no escogieron que se les mintiera y que se abusara de ellos. La culpa no es de ellos. Con el tiempo, a medida que aprenden a confiar en sí mismos y en su propia sabiduría e instintos, se darán cuenta de que pueden volver a confiar en otras personas. Tienen que aprender que no todos los grupos son el demonio en persona. De hecho, la parte positiva de estar integrado en un grupo sano, ya sea religioso, ya social o político, es que uno puede ejercer el control sobre su participación. Usted no tiene por qué permanecer ni un solo minuto más si no le apetece. No tiene por qué callar y culparse a sí mismo cuando no comprende lo que se dice o se hace Puede formular todas las preguntas que quiera. No sólo es lo correcto ¡es también su derecho constitucional!

Aprender la manera de ponerse en contacto con sus emociones y canalizarías de forma eficaz es otro proceso de importancia para los ex adeptos. A menudo, cuando la persona acaba de abandonar la secta, muchas de sus emociones continúan reprimidas. Pero a medida que la persona se ajusta, comienza a sentir vergüenza y desconcierto, después ira e indignación. La persona pasa del «¿Qué anda mal en mí?» a «¡Como se han atrevido a hacerme esto!».

En un momento dado, la persona tal vez comience una búsqueda desesperada para averiguar todo lo que pueda sobre la secta y obtener, de esta manera, todas las respuestas a las preguntas que se plantea. Este un paso muy positivo desde el punto de vista terapéutico. A menudo, la cuestión prioritaria para la persona que acaba de abandonar el grupo consiste en ayudar a rescatar a los amigos que todavía continúan en la secta. Para los adeptos, lo más lamentable de su abandono es perder el contacto con las personas que han llegado conocer y a estimar dentro del grupo. Les resulta muy difícil aceptar, cuando se dan cuenta de ello, que las amistades que consideraban tan firmes estaban condicionadas por su permanencia en el grupo. Un ex miembro puede darse cuenta enseguida de la fortaleza de los lazos del control mental cuando su mejor amigo dentro del grupo se niega a reunirse con él a menos que esté en compañía de otro adepto.

Con el tiempo, cuando todas las preguntas han sido respondidas y todos los problemas vinculados a la secta están resueltos, el ex miembro alcanza un punto de saturación. Ha llegado el momento en que afirma: «¡No van a disponer de lo que me queda de vida!» y comienza a trazar planes para el futuro,

Algunas veces, quedan temas que necesitan de un tratamiento individual ,un poco más extenso. Sarah, que había pertenecido durante diez años a la Iglesia Universal y Triunfante, había sufrido una desprogramación forzosa hacía ya más de cinco años, pero todavía tenía problemas relacionados con la secta. Acepté atenderla durante diez sesiones. La primera tarea que le encomendé fue que escribiera toda su experiencia con el grupo. Esto es algo que recomiendo a todos los ex miembros como un ejercicio destinado a conseguir una perspectiva completa de la experiencia. No había ninguna duda de que era algo que Sarah debía hacer para recuperarse a sí misma

Le sugerí que, al haber estado tanto tiempo comprometida con la secta, le seria más fácil comenzar la tarea si contaba con un esquema. Le dije que cogiera diez carpetas y que las numerara desde 1973 hasta 1983 y que, en cada una de ellas, pusiera doce hojas de papel y las marcara de enero a diciembre. Con este punto de partida, debía comenzar a escribir todo lo que pudiera recordar y tuviera un significado para ella, positivo o negativo. Le aconsejé que no se preocupara si quedaban muchas lagunas; con el tiempo se irían llenando todas.

Para ayudarla a recordar, le sugerí que pensara en los lugares donde habla vivido o que había visitado. Por ejemplo, durante su permanencia en la secta había vivido en varios estados, y había ido de visita a su casa unas cuantas veces. También le pedí que pensara en sus mejores amigos y en las personas que habían sido importantes para ella. Por último debía recordar todos aquellas actividades y sucesos que fueran significativos.

Paso a paso, fue capaz de dejar registrada toda su experiencia, cómo había sido reclutada y las cosas que le gustaban o desagradaban. Pudo señalar sus altibajos como miembro y descubrir los muchos momentos en los que se había sentido muy desgraciada y desilusionada, incapaz de encontrar una salida. Hubo un momento en que había ido a casa de sus padres y les había explicado su situación. La habían llevado a un psicólogo que, por desgracia, no fue capaz de ver que sus problemas estaban relacionados con la secta. Después de pasar dos meses en casa, Sarah volvió al grupo.

El hecho de escribir toda la historia permitió a Sarah analizar la experiencia y conseguir una nueva perspectiva sobre la misma. Ya no tenía que cargar con los sentimientos contradictorios que se mezclaban en su mente. Ahora todo estaba sobre el papel.

Corno parte de su terapia, le expliqué que la persona cuya historia aparecía en las diez carpetas ya no existía. Debía pensar que aquella persona era una Sarah más joven, alguien que había hecho todo lo mejor que había podido. En la época que fue reclutada, no sabia nada sobre las sectas o el control mental. En caso contrario, con toda seguridad jamás se hubiera comprometido.

Hice que se imaginara como una viajera en el tiempo y le pedí que volviera al pasado. Debía enseñar a la joven Sarah lo que era el control mental para poder evitar a los reclutadores de la secta. Le dije que imaginara lo diferente que hubiera sido su vida de no haber estado jamás integrada en el grupo. Esto le permitió comprender que, de haber dispuesto de una mayor información, hubiera podido tener más opciones y evitado el peligro. Más adelante, este ejercicio fue de gran importancia para su terapia.

También le pedí que volviera a experimentar, una por una, las experiencias traumáticas que había sufrido en la secta. Esta vez, en cambio, pudo modificar sus respuestas. Puso de vuelta y media a uno de los líderes delante de los demás miembros, y abandonó el grupo furiosa. A pesar de que ella sabía que sólo se trataba de un ejercicio, le brindó una oportunidad para canalizar sus emociones de forma constructiva y reclamar su dignidad y su poder personal.

Al ponerse en pie y decirle al líder de la secta que se callara, podía abandonar el grupo por su propios medios y evitar el trauma de la desprogramación forzosa. Sarah sabía que, en la realidad, sus padres necesitaban rescatarla. Sin embargo, a través de este procesó, fue capaz de recuperar el control personal sobre la experiencia. Esto era de una importancia vital para que Sarah pudiera seguir adelante con su vida.

Como todas las personas que están en su misma situación, ella necesitaba tomar todas las cosas que habla aprendido y a todas las personas que había conocido y llegado a apreciar, e integrarlas en su nuevo sentido de identidad. El integrar lo viejo en lo nuevo otorga a los ex miembros mucha fortaleza. Son supervivientes. Han sufrido abusos y vejaciones y, a través de la información y la reflexión, son capaces de superar la adversidad.

Al igual que todos los ex adeptos a los que he atendido, Sarah sufría una falta de confianza en sí misma y en los demás y el miedo a comprometerse en una relación personal o un empleo. Al ayudarla a analizar la experiencia vivida en la secta, pude demostrarle que poseía muchos más recursos que la joven Sarah, y que ya no era la misma persona qué había sido engañada y adoctrinada por una secta. Ahora es mayor, es más lista y más sabia. Sabe que en un nivel personal muy íntimo, es capaz de reconocer y evitar cualquier situación en la cual puedan manipularía o utilizarla. Puede tener absoluta confianza en sí misma, y si necesita ayuda, está en condiciones de saber dónde buscarla. Además, no tiene por que sentir miedo ante los compromisos. Ella ya sabe cómo formular preguntas y seguir preguntando hasta quedar satisfecha, y sabe también desconfiar de cualquier trabajo o relación donde tenga que hacer algo que viola sus valores o su ética.

Al igual que cualquier otra persona que haya sufrido abusos o molestias, los ex adeptos necesitan aprender paso a paso a rehacer la confianza en si mismos y en los demás. A su debido tiempo aprenderán a correr pequeños riesgos y a explorar el terreno, No tienen ningún motivo para ir más de prisa si no les apetece.

Centros para ex miembros de sectas

Las personas que necesitan una atención intensiva y a corto plazo disponen en la actualidad de tres centros en Estados Unidos, La integración en cualquiera de ellos es completamente voluntaria y la duración del tratamiento es, por lo general, de dos a cuatro semanas. El más grande y antiguo es el centro llamado Unbound, en Iowa City, Iowá, Fue fundado hace siete años y está dirigido por Kevin Crawíey y Diana Paulina. Tiene su sede en una casa dotada con una excelente biblioteca, vídeos y grabaciones magnetofónicas, y cuenta con una plantilla de ex adeptos que se en cargan del asesoramiento.

El Retreat, dirigido por Paul y Barbára Martin, es una granja privada en Ohio que ha sido transformada en un centro de rehabilitación. Paul es licenciado en psicología y ex miembro de la Great Commission International (Gran Comisión Internacional), una secta bíblica a la que perteneció durante ocho años.13 Pese a ser un centro relativamente nuevo, su biblioteca está muy bien dotada.

La Cook Home Inc., que está en Enid, Oklahoma, pertenece a Betty y jack Cook, y también posee una gran biblioteca. Los Cook rescataron a su hija Shery de El Camino Internacional hace ya varios años, y, desde entonces, se han dedicado a ayudar a otros ex miembros. Betty tiene el grado de master como asesora.

Todos estos centros se financian de forma privada. Las tarifas pueden ser de miles de dólares, pero varían según las necesidades de cada uno. Al considerar estos costes, es importante tener en cuenta que, para algunas personas, la oportunidad de tener un lugar adonde ir durante unas cuantas semanas para recibir apoyo y asesoramiento, no tiene precio. Está muy claro que se necesita ayuda económica para permitir que un número cada vez mayor de ex miembros pueda tener acceso a los mismos. Además, es importante que se creen nuevos centros en otras partes del mundo.

Cuando se trabaja con ex miembros de sectas resulta fundamental buscar un enfoque constructivo. Recuerde siempre que las personas que han abandonado una secta necesitan llevar consigo todas las experiencias positivas como los viajes, la experiencia en ventas, idiomas, autodisciplina, oratoria, etc., e integrarlas en su nueva vida. Al hacerlo se convierten en personas fuertes, tal vez más fuertes que la mayoría. Han pasado por una experiencia poco frecuente que, con un sentido sano de la perspectiva, les servirá para apreciar mucho más la libertad. Los ex miembros de las sectas destructivas son supervivientes. Deben aprender a reconocer su propia fuerza y poder. Si han sido capaces de superar la experiencia de la secta, entonces ya pueden hacer frente a todo lo que les depare la vida.


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