Las técnicas de control mental de las sectas y cómo combatirlas/Comprender el control mental

Comprender el control mental


Cuando pronuncio una conferencia en alguna universidad o instituto, por lo general desafío a la audiencia con la pregunta:

«¿Cómo pueden saber si están sometidos a control mental?».

Después de unos instantes de reflexión, casi todos comprenden que si uno está bajo control mental, le sería imposible saberlo sin la ayuda de otras personas. Además, uno debería comprender muy bien qué es el control mental.

En la época en que yo estaba sometido a control mental, en realidad no entendía muy bien de qué se trataba. Suponía que el control mental guardaba alguna relación con ser torturado en un sótano húmedo con una luz muy fuerte enfocada directamente a mi rostro. Desde luego, jamás experimenté algo semejante mientras estuve con los Moonies. Siempre que alguien me gritaba llamándome «robot sin cerebro», lo consideraba como parte de la persecución habitual. Me hacía sentir aún más comprometido con el grupo.

En aquellos años, no tenía un marco de referencia para el fenómeno del control mental. No fue hasta el momento de desprogramación que me mostraron exactamente en qué consistía y cómo se aplicaba. Dado que yo era miembro de los Moonies y considerábamos al comunismo como nuestro enemigo, estaba muy interesado en las técnicas que los comunistas chinos empleaban para convertir a sus oponentes durante los años cincuenta. No me resistí, pues, cuando mis consejeros me pidieron que leyera ciertas partes del libro del doctor Robert Jay Liffon Thought Reform and the Psychology of Totalism (La reforma del pensamiento y la psicología del totalismo).1 Dado que el libro había sido publicado en 1961, no podía acusar a Lifton de ser anti-Moon.

Esta obra me fue muy útil para comprender lo que me había sucedido en los Moonies. Aprendí que Lifton había identificado ocho elementos básicos en el proceso de control mental que utilizaban los comunistas chinos. Mis consejeros hicieron hincapié en que al margen de lo maravillosa que pueda ser la causa, o el atractivo de sus miembros, si cualquier grupo empleaba los ocho elementos señalados por Robert Jay Lifton, entonces estaba actuando como un medio de control mental. Por fin, fui capaz de ver que la organización Moon utilizaba los ocho elementos: miIieu control o control de la comunicación dentro de un entorno, manipulación mística o espontáneamente planeada, exigencia de pureza, culto a la confesión, sacralización de la ciencia, simplificación del lenguaje, prioridad de la doctrina sobre la persona y abstracción de la existencia. (Véase una descripción más detallada en el Apéndice.)

Sin embargo, antes de que pudiera abandonar a los Moonies tuve que enfrentarme a unas cuantas preguntas de tipo moral. ¿Tiene el Dios en que yo creo la necesidad de utilizar el engaño y el control mental? ¿Es cierto que el fin justifica los medios? Tenía que preguntarme a mí mismo si los medios determinaban el fin. ¿Cómo podía el mundo convertirse en un paraíso si había que subvertir la libre voluntad de los individuos? ¿Cómo sería el mundo si Moon asumía el poder total? Tras formularme estas preguntas, decidí que ya no podía participar en una organización que utilizaba prácticas de control mental. Abandoné el mundo de fantasía en el que había vivido durante años.

Desde que salí del grupo, he llegado al convencimiento de que millones de personas han estado sujetas a un régimen de control mental sin que ni siquiera se apercibieran de ello. No pasa una semana sin que tenga que hablar con varias personas' que todavía sufren los efectos negativos del control mental. A menudo, les proporciona un gran alivio saber que no están solos y que sus problemas vienen de sus relaciones con el grupo.

Tal vez el principal problema con el que se encuentran quienes han abandonado las sectas destructivas es el desmoronamiento de su propia identidad. Hay una buena razón para que así sea: durante años han vivido con una identidad «artificial» que les ha proporcionado la secta. Aunque el control mental de las sectas es algo de lo que se puede hablar y definir de muchas maneras, creo que se comprende mejor como un sistema que desbarata la identidad del individuo. La identidad está formada por elementos tales como las creencias, el comportamiento, los procesos de pensamiento y las emociones, que constituyen un patrón definitivo. Bajo la influencia del control mental, la identidad original del individuo, formada por la familia, la educación, las amistades y, lo que es más importante, las cosas elegidas libremente por la persona, es sustituida por otra identidad, por lo general una que el individuo no habría escogido si no hubiera estado sometido a una tremenda presión social.

El control mental practicado por las sectas destructivas es un proceso social, a menudo relacionado con grandes grupos de personas que lo refuerzan. Se consigue al rodear al individuo de un entorno social donde, para poder funcionar, debe despojarse de su vieja identidad y apegarse a la nueva identidad deseada por el grupo. Cualquier realidad que pudiera recordarle su identidad original -cualquier cosa susceptible de confirmar su anterior forma de ser- es apartada y reemplazada por la realidad del grupo. Aun en el caso de que, al principio, el individuo sólo simule aceptarla, el acto tarde o temprano llega a ser real. Acepta una ideología totalista que, al ser interiorizada, sustituye a su anterior sistema de valores. Por lo general, el individuo experimenta un cambio radical de personalidad y una drástica interrupción del curso de su vida. Este proceso puede ser activado en unas pocas horas, pero habitualmente necesita días o semanas para consolidarse.

Desde luego, todos nosotros estamos sujetos a diario a diversas presiones sociales, las más evidentes en nuestro trabajo. La presión para que se acepten ciertas normas de comportamiento existe en casi todas las organizaciones. Estamos sometidos constantemente a muchas formas de influencia, algunas de ellas obvias e inofensivas (por ejemplo, los carteles de «Por favor, abróchense los cinturones»), y otras más sutiles y destructivas. Así pues, no puedo aseverar firmemente que cuando utilizo el término «control mental» haga referencia específica al extremo destructivo del espectro. En consecuencia, como ya he recalcado antes, el término «control mental» utilizado en este libro no se aplica a ciertas técnicas (por ejemplo, el biofeedback) que se utilizan para reforzar el control personal y estimular la capacidad de elección. Se referirá, en cambio, sólo a aquellos sistemas que pretenden socavar la capacidad de/individuo para tomar sus propias decisiones. La esencia del control mental consiste en fomentar la dependencia y el conformismo, y desalentar la autonomía y la individualidad.

Aun así, es digno de mencionarse que no siempre el propósito del control mental del grupo es malo. Por ejemplo, hay muchos programas de rehabilitación de drogadictos y delincuentes juveniles que utilizan algunos de estos métodos para destruir la antigua personalidad de adicto o criminal. Pero estos programas, por mucho éxito que tengan, están cargados de peligros. Después de que se ha conseguido «quebrar» a un individuo y se le ha facilitado una nueva identidad, también se le debe restaurar su autonomía y su individualidad, un proceso que depende por completo del altruismo y comportamiento responsable de los directores del grupo. Un programa de rehabilitación de drogadictos, Synanon, al parecer ha orientado sus actividades de tal manera que han sido demandados en numerosas ocasiones por atropellar los derechos más elementales de sus miembros.2

Control mental versus lavado de cerebro

Si bien es importante poseer una comprensión general del control mental, no lo es menos conocer aquello que el control mental no es. Por desgracia, cuando la gente común discute sobre el tema, muchísimas veces se utiliza el término «lavado de cerebro» como sinónimo de «control mental». Sin embargo, hoy en día los dos procesos son muy diferentes y no deben ser confundidos. El control mental no es un lavado de cerebro.

El término «lavado de cerebro» lo acuñó el periodista Edward Hunter en 1951. Lo utilizó para describir cómo los militares estadounidenses capturados en la guerra de Corea cambiaban súbitamente su escala de valores y sus lealtades y creían haber cometido crímenes de guerra inexistentes. Hunter tradujo el término del chino hsi nao, «cerebro lavado».

El lavado de cerebro es típicamente coercitivo. El sujeto sabe desde el primer momento que está en manos del enemigo. Se inicia con una clara demarcación de los respectivos roles -quién es el prisionero y quién el carcelero-, y el prisionero no tiene ninguna alternativa. Los malos tratos, e incluso la tortura, se utilizan normalmente.

Tal vez el caso de lavado de cerebro y control mental más famoso de los últimos tiempos en Estados Unidos sea el de Patricia Hearst, heredera de un imperio periodístico. Patty fue secuestrada en 1974 por el Ejército Simbiótico de Liberación (ESL), una pequeña secta política con métodos terroristas. Encerrada durante semanas en una armario a oscuras, fue privada de alimentos y violada. Posteriormente, pareció convertirse en miembro activo del grupo. No aprovechó las oportunidades que tuvo para escapar y participó en el robo de un banco, delito por el cual fue condenada y encarcelada.

Por desgracia para ella, Patty Hearst fue víctima de un juez y un jurado ignorantes.

El ESL quizá tuvo éxito en el lavado de cerebro de Patty Hearst, pero, en general, el método coercitivo no cuenta un porcentaje de éxitos muy elevado. Tan pronto como el individuo se aleja de sus secuestradores y vuelve al entorno familiar, los efectos tienden a desaparecer. El ESL tuvo éxito con Patty Hearst porque le dieron una nueva identidad como «Tania». La convencieron de que el FBI tenía orden de disparar en cuanto la vieran. Creía que su seguridad estaba en permanecer junto al grupo más que en buscar la liberación.

El lavado de cerebro resulta eficaz para conseguir que se acepten exigencias tales como la firma de una confesión falsa o denuncias contra el gobierno. Los individuos que son coaccionados se avienen a realizar ciertos actos específicos para salvaguardar lo que han hecho. Pero estas nuevas creencias no están por lo general bien interiorizadas, y cuando el prisionero escapa del campo de influencia (y miedo) es capaz, casi siempre, de quitárselas de encima.

El control mental, casi siempre, llamado «reforma del pensamiento», es más sutil y retorcido. Quienes lo practican son considerados como amigos o compañeros, de forma que el sujeto no está tan a la defensiva. Inconscientemente, colabora con sus controladores y les suministra información privada sin saber que la utilizarán en su contra. El nuevo sistema de valores es interiorizado en la estructura de una nueva identidad.

En el control mental hay muy poco o ningún abuso físico. Por contra, los procedimientos hipnóticos se combinan con los de dinámica de grupo para conseguir un fuerte efecto de adoctrinación. El individuo es engañado y manipulado -sin amenaza directa alguna- para que acepte las alternativas ordenadas. Las más de las veces, el individuo responde positivamente a lo que le hacen.

No es buena cosa que los medios de comunicación utilicen la expresión «lavado de cerebro» con tanta ligereza. Evoca imágenes de conversión por la tortura. Quienes están en una secta saben que no han sido torturados, así que piensan que aquellos que les critican son unos mentirosos. Cuando yo era miembro de los Moonies, «sabía» que no me habían lavado el cerebro. Recuerdo, sin embargo, la ocasión en que Moon nos dio una charla en la que dijo que una revista muy popular le acusaba de habernos lavado el cerebro. Sus palabras fueron: «Las mentes americanas son muy sucias, están llenas de egoísmo materialista y de drogas, ¡y necesitan un lavado de cerebro celestial!»3 Todos nos echamos a reír.

Una nota sobre el hipnotismo

Si la expresión «lavado de cerebro» se confunde a menudo con «control mental», también el término «hipnotismo» es muchas veces mal interpretado. El empleo de la palabra «hipnotismo» en varias formas es muy común en nuestras conversaciones habituales (muchas veces decimos cosas como «ella le hipnotizó con su sonrisa»). En realidad, la mayor parte de las personas no entienden muy bien lo que es la hipnosis. Cuando se menciona el término, la primera imagen que acude a la mente es la de un doctor barbudo que balancea de la cadena un viejo reloj de bolsillo ante la cara de una persona a quien se le cierran los párpados. Si bien esta imagen es desde luego un estereotipo, apunta al objetivo central del hipnotismo: el trance. Los individuos que son hipnotizados entran en un estado como trance que es fundamentalmente distinto de la conciencia normal. La diferencia estriba en que en el estado consciente normal, la atención se dirige hacia afuera a través de los cinco sentidos, mientras que en el trance la atención se dirige hacia adentro. Uno escucha, ve y siente internamente. Naturalmente, existen varios grados de trance, que varían desde el leve trance normal de soñar despierto hasta los estados profundos en los cuales el individuo pierde casi por completo la conciencia del mundo exterior y es extremadamente susceptible a las sugestiones que se puedan implantar en su mente.

El hipnotismo está relacionado de muchas maneras con las prácticas de control mental antiético de las sectas destructivas. En muchas de las sectas que se definen como religiosas, lo que a menudo se denomina «meditación» no es más que un proceso por el cual los miembros de la secta entran en trance, momento en el que pueden recibir sugestiones que les harán más receptivos para seguir fielmente la doctrina de la secta. Las sectas no religiosas emplean otras maneras de introducir individual o de grupo. Además, como estar en trance resulta por lo general una experiencia relajante y placentera, la mayor parte de la gente desea entrar de nuevo en trance tantas veces como sea posible. Es importante resaltar que los investigadores psicológicos han establecido clínicamente que las facultades críticas de los individuos disminuyen en el estado de trance. Uno está menos capacitado para evaluar la información recibida en un trance que en un estado normal de conciencia.

La capacidad de la hipnosis para afectar a las personas puede ser considerable. Es posible ponerlas en trance en cuestión de minutos, y realizan entonces proezas notables. Quizás el ejemplo más conocido es aquel en que a un sujeto hipnotizado se le clava una aguja muy larga en el muslo y no siente dolor. A un individuo hipnotizado se le puede hacer bailar como Fred Astaire, tenderse entre dos sillas y adoptar la rigidez de una tabla, comportarse como si tuviera las manos «pegadas» a los costados, y cosas por el estilo. Si puede lograrse que realicen semejantes hazañas, lograr que los sujetos hipnotizados crean que forman parte de unos «pocos escogidos» también es fácil de conseguir.

Por lo general, las sectas destructivas inducen el trance en sus miembros a través de largas sesiones de adoctrinamiento. Las repeticiones y el forzar la atención son buenos medios para la inducción de un trance. Si observamos a un grupo en esa puesta en escena, es fácil distinguir cuándo se ha conseguido el trance. Los presentes parpadean y tragan con lentitud, y sus expresiones faciales se relajan y adoptan una actitud vacía y neutra. Con los individuos en semejante estado, los líderes sin escrúpulos pueden implantarles creencias irracionales. Yo he visto a personas de una gran fuerza de voluntad que hipnotizados hacían cosas que normalmente no habrían hecho jamás.

Algunos principios básicos de psicología social y dinámica de grupo

La experiencia política de la segunda guerra mundial, en la que miles de individuos en apariencia normales tomaron parte en proyectos tales como el mantenimiento de lós campos de concentración donde millones de seres humanos fueron asesinados, despertó un considerable interés entre los psicólogos.4 ¿Cómo fue posible que gente que llevaba una vida ordinaria antes de que Adolf Hitler se hiciera con el poder de Alemania, participara en un intento deliberado de exterminar a todo un grupo humano? Desde el final de aquel conflicto, se han realizado miles de experimentos de psicología social que han permitido descubrir las diversas maneras de influir en las personas, ya sea en grupos o individualmente. El resultado neto de estos estudios ha sido la bien comprobada demostración del enorme poder de las técnicas de modificación del comportamiento, la conformidad generalizada y la obediencia a la autoridad. Estos tres factores son conocidos en términos psicológicos como «procesos de influencia». Uno de los descubrimientos más notables de la psicología social es que en nuestros intentos por encontrar la respuesta más apropiada a la situación social, a veces respondemos con información que recibimos de forma inconsciente.

Por ejemplo, una clase de estudiantes de psicología «conspiró» para emplear las técnicas de modificación de comportamiento con su profesor. Mientras éste les dictaba la clase, los estudiantes sonreían y se mostraban atentos cuando él se movía hacia la izquierda de la habitación. Cuando se movía hacia la derecha, adoptaban un aire de aburrimiento y de falta de atención. Al cabo de poco, el profesor comenzó a desplazarse siempre hacia la izquierda, y después de unas cuantas clases daba sus explicaciones apoyado en la pared izquierda.

Y ahora llegamos al punto clave: cuando los estudiantes hicieron partícipe de la broma al profesor, éste insistió en que nada de esto había sucedido, que le estaban tomando el pelo. No le parecía extraño que se apoyara en la pared, y declaró enojado que era su estilo personal de dar las clases, algo que había escogido por su propia voluntad. Era del todo inconsciente de cómo había sido influido.

Desde luego, en circunstancias normales, la gente de nuestro entorno no está conspirando en secreto para hacernos algo. Simplemente actúan más o menos de la forma en que han sido culturalmente condicionados a actuar, lo que a su vez nos condiciona a nosotros. Ésta es la manera, después de todo, en que una cultura se perpetúa a sí misma. En una secta destructiva, sin embargo, el proceso de modificación del comportamiento se monta alrededor de los nuevos reclutas, que por supuesto no tienen ni la menor idea de lo que está pasando.

Si las técnicas de modificación del comportamiento son poderosas, también lo son las influencias de conformidad y obediencia a la autoridad. Un conocido experimento de conformidad realizado por el doctor Solomon Asch5 demostró que los individuos dudan de sus propias percepciones si son colocados en una situación social donde parece que las personas en las que más confía el grupo dan la respuesta equivocada a una pregunta. Otro psicólogo, Stanley Milgram, descubrió en unas pruebas de obediencia a la autoridad que más del 90 % de los sujetos examinados obedecían las órdenes aunque creyeranque al hacerlo causarían así sufrimientos físicos a otra persona. Milgram escribió: «La esencia de la obediencia consiste en el hecho de que una persona llega a verse a sí misma como el instrumento que realiza los deseos de otra persona, y en consecuencia no se considera ya responsable de sus propias acciones».6

Los cuatro componentes del control mental

Está claro que no se puede comenzar a entender el control mental sin reconocer el poder de las técnicas de modificación del comportamiento, así como de las influencias de la conformidad y la obediencia a la autoridad. Si tomamos estos presupuestos de la psicología social como punto de partida, nos será posible identificar los componentes básicos del control mental. A mi modo de ver, el control mental puede entenderse en su mayor parte mediante el análisis de los tres componentes descritos por el psicólogo Leon Festinger, en lo que se conoce como la «teoría de la disonancia cognoscitiva».7 Estos componentes son: control del comportamiento, control del pensamiento y control de las emociones.

Cada componente tiene un poderoso efecto sobre los otros dos: si modificamos uno, los otros dos se modificarán. Si conseguimos cambiar los tres, desaparecerá el individuo. Sin embargo, como resultado de mis experiencias en la investigación de las sectas destructivas, he añadido un cuarto componente que es vital: el control de la información. Si alguien controla la información que recibe un individuo, restringe su libre capacidad para pensar por sí mismo. Yo llamo a estos factores los cuatro componentes del control mental. Y sirven como puntos de referencia básicos para comprender cómo funciona el control mental.

La teoría de la disonancia cognoscitiva no es algo tan intrincado como parece indicar su nombre. En 1950, Festinger resumió el principio básico de la siguiente manera: «Si usted cambia el comportamiento de un individuo, sus pensamientos y sentimientos se modificarán para minimizar la disonancia».8

¿Qué quiere decir Festinger con «disonancia»? En palabras sencillas, se refiere al conflicto que se plantea cuando un pensamiento, un sentimiento o un comportamiento es alterado en oposición a los otros dos. Un individuo puede tolerar sólo una cierta discrepancia entre sus pensamientos, sentimientos y acciones, que en definitiva son los diferentes componentes de su identidad. La teoría de Festinger propone, y numerosas investigaciones han venido a darle la razón, que si uno cualquiera de estos tres componentes se modifica, los dos restantes cambiarán para reducir la disonancia.

¿Cómo se aplica este tipo de «cambio» al comportamiento de los individuos que están en una secta? Festinger buscó un lugar donde contrastar sus ideas en el mundo real. En 1956 escribió un libro, When Prophecy Faik [Cuando falla la profecía], sobre una secta de Wiscosin que creía en los platillos volantes y cuyo líder había predicho el fin del mundo. El líder de la secta afirmaba estar en contacto mental con alienígenas de otro planeta. Los seguidores vendieron sus casas y repartieron el dinero, y en la fecha señalada esperaron durante toda la noche, en la ladera de una montaña, la llegada de los platillos volantes que debían recogerles antes de que a la mañana siguiente un diluvio arrasara el mundo.

Cuando llegó la mañana sin que los platillos volantes hubieran hecho acto de presencia, ni tampoco el diluvio (sólo un torrente de artículos en los periódicos que se burlaban de la secta), se podría suponer que los seguidores estarían desilusionados y enojados. Unos pocos reaccionaron así (miembros marginales que no llevaban mucho tiempo en la secta), pero la mayoría de los adeptos estaban más convencidos que nunca. El líder proclamó que los alienígenas habían sido testigos de su vigilia y su fe y habían decidido perdonar a la Tierra. Los miembros se sintieron más unidos con su líder después de realizar una dramática demostración pública, que acabó en humillación pública.

La teoría de la disonancia cognoscitiva explica por qué se produjo esa mayor identificación. De acuerdo con Festinger, el individuo necesita mantener un orden y un sentido en su vida. Necesita pensar que actúa de acuerdo con su propia imagen y sus propios valores. Si por cualquier motivo su comportamiento cambia, también cambian su propia imagen y sus valores para mantener el equilibrio. Lo importante es saber que las sectas crean deliberadamente las disonancias entre sus adeptos y las utilizan para controlarlos.

Examinemos ahora con un poco más de detalle cada uno de los componentes del control mental.

Control del comportamiento

El control del comportamiento es la regulación de la realidad física del individuo. Incluye el control de su entorno -el lugar donde vive, qué ropas viste, qué come, cuántas horas duerme-así como su trabajo, rituales y otras acciones que realiza.

La necesidad de tener el control del comportamiento es la razón por la cual la mayoría de las sectas prescriben unos horarios muy rígidos a sus miembros. Cada día, una parte importante del tiempo se dedica a los rituales de la secta y a las actividades de adoctrinamiento. También es habitual que a los miembros se les asigne el cumplimiento de unas metas y tareas específicas, lo que restringe su tiempo libre y su comportamiento. En la secta destructiva siempre hay algo que hacer.

En algunos de los grupos más restrictivos, los miembros tienen que solicitar el permiso de los líderes para casi todo. En otros, el individuo es tan económicamente dependiente que sus opciones de comportamiento se reducen de forma automática. El miembro ha de pedir el dinero para el billete de autobús, la ropa o la visita médica, opciones que todos nosotros damos por supuestas. Debe pedir permiso para llamar por teléfono a un amigo o pariente que no esté en el grupo, y se ve obligado a dar cuenta de su actividad a todas horas del día. Así, el grupo controla las riendas del comportamiento, y en consecuencia las del pensamiento y las emociones.

A menudo, el comportamiento se controla mediante la exigencia de que cada uno actúe como grupo. En muchas sectas, las personas comen juntas, trabajan juntas, tienen reuniones de grupo y, en ocasiones, duermen juntas en la misma habitación. Se trata de desalentar el individualismo. A veces se le asigna a la persona un «compañero» que no se aparte de ella, o bien es ubicada en un grupo más reducido de media docena de miembros.

Por lo general, la cadena de mando en las sectas es autoritaria, y fluye desde el líder a través de sus lugartenientes hasta los sublíderes, y de allí a los miembros de base. En un entorno tan bien regulado, todos los comportamientos pueden ser premiados a castigados. Esto sirve a la jerarquía para mantener a sus adeptos fuera de equilibrio. Si un individuo se porta bien, recibirá las alabanzas públicas de sus jefes y tal vez premios o una promoción. Si el individuo no observa un comportamiento correcto, se le acusará y criticará públicamente y se le obligará a realizar tareas domésticas como limpiar los lavabos o lustrar los zapatos de los demás miembros.

Otras formas de castigo pueden incluir el ayuno «voluntario», las duchas con agua helada, permanecer una noche entera de vigilancia, o algunos trabajos de penitencia. Una persona que participe activamente en su propio castigo llegará a creer que lo tiene merecido.

Cada grupo en particular tiene su propia serie de comportamientos rituales que fortalecen su cohesión. Estos tanto pueden incluir particularidades en el lenguaje, posturas o expresiones faciales, como también las formas más tradicionales de representar las creencias de la secta. En los Moonies, por ejemplo, seguíamos muchas costumbres orientales como descalzarnos cuando entrábamos en un centro Moonie, sentarnos sobre los talones y hacer una reverencia cuando saludábamos a los miembros de mayor edad. Practicar estas pequeñas cosas nos ayudaban a sentirnos especiales.

Si un individuo no se comporta con el suficiente «entusiasmo», puede ser llamado por un líder y acusado de conducta egoísta o impura, o de no esforzarse lo bastante. Se le exigirá que emule a un miembro más antiguo del grupo, incluso hasta el extremo de imitar el tono de su voz. La lección más importante que deben aprender es la obediencia a las órdenes del líder. Los líderes no pueden mandar en los pensamientos íntimos de un adepto, pero saben que si gobiernan su comportamiento, el corazón y la mente vendrán a continuación.

Control del pensamiento

El control del pensamiento, el segundo componente de importancia en el control mental, incluye un adoctrinamiento tan profundo de los miembros que éstos interiorizan la doctrina del grupo, incorporan un nuevo sistema de lenguaje, y utilizan técnicas de interrupción del pensamiento para mantener las mente «centrada». A fin de ser un buen miembro, la persona debe aprender a manipular sus propios procesos de pensamiento.

En las sectas totalísticas, la ideología es interiorizada como «la verdad», el único «mapa» de la realidad. La doctrina no sólo sirve para filtrar la información que se recibe sino también para regular cómo se debe pensar sobre esta información. Por lo general, la doctrina, que es absolutista, lo divide todo en «blanco contra negro», «nosotros contra ellos». Todo lo que es bueno está representado por el líder y el grupo. Todo lo que es malo se halla en el exterior. Una gran parte de los sectas totalísticas afirman que sus doctrinas están científicamente probadas. La doctrina se proclama capaz de responder a todas las cuestiones planteadas por cualquier problema o situación. El adepto no necesita pensar por su cuenta porque la doctrina piensa por él.

Es habitual que una secta destructiva cuente con su propio «lenguaje simplificado» de palabras y expresiones. Dado que el lenguaje suministra los símbolos que utilizamos para pensar, controlar ciertas palabras ayuda a controlar el pensamiento. Muchos grupos sintetizan situaciones complejas, las etiquetan, y después las convierten en frases hechas de la secta. Estas etiquetas, que son la expresión verbal del lenguaje simplificado, gobiernan la manera de pensar en cualquier situación.

En los Moonies, por ejemplo, siempre que uno tenía dificultades para relacionarse con alguien que estuviera por encima o por debajo en la jerarquía de la secta, se decía que era un «problema Cain-Abel». No importaba quién estuviera involucrado o de qué problema se tratara, era simplemente un «problema Cain-Abel».

El término en sí mismo dictaba cómo debía resolverse el problema. Cain tenía que obedecer a Abel y seguirle, en vez de asesinarle como estaba escrito en el Antiguo Testamento. Caso cerrado. Pensar de otra manera habría sido obedecer el deseo de Satanás de que el malvado Cain prevaleciera sobre el honrado Abel. Un pensamiento critico acerca de un mal paso del líder no podía atravesar este bloqueo en la mente de un buen adepto.

Las frases hechas dé la secta, o lenguaje simplificado, también levantan una pared invisible entre los creyentes y los advenedizos. El lenguaje ayuda a que los miembros se sientan especiales y distintos de las personas comunes. También sirve para confundir a los recién llegados, que querrán entender de qué están hablando los miembros, y a que piensen que sólo tienen que esforzarse más en el estudio para poder «comprender» la verdad. En realidad, al incorporar el lenguaje simplificado, lo que aprenden es a no pensar. Aprenden que comprender significa creer.

Otro punto clave del control del pensamiento se basa en entrenar a los miembros para que bloqueen cualquier información que sea crítica con el grupo. Los mecanismos de defensa típicos del individuo son reorientados para que defiendan la nueva identidad que le ha proporcionado la secta contra la antigua identidad original. La primera línea de defensa incluye la negación («Lo que usted dice no ocurre en absoluto»), la racionalización («Esto ocurre porque hay una razón muy buena para que así sea»), la justificación («Esto sucede porque tenía que ser así»), y el deseo intelectual («Me gustaría que fuese verdad, así que tal vez lo es»).

Si la información transmitida a un miembro de la secta es interpretada como un ataque al líder, a la doctrina o al grupo, se levanta un muro de hostilidad. Los miembros están entrenados para no aceptar ninguna crítica. Se le ha explicado con anterioridad que las criticas son «las mentiras que sobre nosotros pone Satanás en la mente de las personas», o que son «las mentiras que la conspiración mundial imprime en lo periódicos para desacreditamos, porque saben que estamos por encima de ellos». Aunque resulte paradójico, las críticas al grupo confirma que el punto de vista de la secta acerca del mundo es correcto. La información que reciben no se interpreta correctamente.

Tal vez el método que más se emplea y que resulta más efectivo para controlar los pensamientos de los miembros, es el de los rituales de interrupción del pensamiento.9 Se enseña a los miembros a que interrumpan el pensamiento por sí mismos. Les dicen que les ayudará a desarrollarse o a ser más eficaces. Cuando el miembro de una secta empieza a tener un «mal» pensamiento, utiliza la interrupción del pensamiento para ahogar el «negativismo» y centrarse a sí mismo. Así aprende a aislarse de cualquier cosa que amenace su realidad.

Los diferentes grupos emplean técnicas distintas para interrumpir el pensamiento: concentrarse en la oración, entonar cánticos en voz alta o mentalmente, meditar, «hablar en lenguas», cantar o tararear. Estas acciones, muchas de ellas habituales por su valor y utilidad, son pervertidas en las sectas destructivas. Se convierten en algo mecánico porque el individuo está programado para activarías al primer síntoma de duda, ansiedad o incertidumbre. En cuestión de semanas, la técnica se vuelve innata, se hace automática. De hecho, el individuo a veces ni siquiera se da cuenta de que ha tenido un «mal» pensamiento. Sólo advierte que de pronto se ha puesto a cantar o ritualizar. Mediante la utilización de la interrupción del pensamiento, los miembros piensan que se están desarrollando cuando en realidad sólo se están convirtiendo a sí mismos en adictos. Después de abandonar una secta que emplea exhaustivamente las técnicas de interrupción del pensamiento, la persona atraviesa un difícil proceso de readaptación antes de poder superar el hábito.

La interrupción del pensamiento es la forma más directa para córtocircuitar la capacidad de un individuo para aquilatar la realidad. Además si alguien es capaz de pensar sólo cosas positivas sobre su participación en el grupo, resulta evidente que está enganchado. Puesto que la doctrina es perfecta y el líder también lo es, cualquier problema que surja es asumido como una falta del miembro individual, que aprende a culparse a si mismo y a trabajar con mas ahínco.

El control mental puede bloquear efectivamente cualquier sentimiento que no se corresponda con la doctrina del grupo. También sirve para mantener al miembro de la secta trabajando como un esclavo obediente. En todo caso, cuando los pensamientos son controlados, el comportamiento y los sentimientos también están controlados.

Control emocional

El tercer elemento del control mental, el control emocional, intenta manipular y reducir el alcance de los sentimientos del individuo. El miedo y la culpa son las herramientas necesarias para mantener a la gente bajo control. La culpa es, con toda probabilidad, el arma emocional más sencilla y eficaz que existe para conseguir la conformidad y la sumisión. La culpa histórica (por ejemplo, el hecho de que Estados Unidos lanzara la bomba atómica sobre Hiroshima), la culpa de identidad (por ejemplo, un pensamiento del tipo «No vivo de acuerdo con mi potencial»), la culpa por acciones del pasado (por ejemplo, «Hice trampas en el examen») y la culpa social (por ejemplo, «Hay gente que muere de hambre») pueden ser explotadas por los líderes de las sectas destructivas. Sin embargo, la mayor parte de los miembros de una secta no pueden ver que utilizan la culpa y el miedo para controlarlos. Están tan condicionados a culparse siempre a si mismos que responden con gratitud cada vez que el líder les señala uno de sus «defectos».

El miedo se utiliza para aprisionar a los miembros del grupo de dos maneras. La primera es la creación de un enemigo exterior que te persigue: el FBI te meterá en la cárcel o te matará, Satanás te llevará al infierno, los psiquiatras te aplicarán electroshocks, miembros armados de las sectas rivales te dispararán ó te torturarán, y, desde luego, los desprogramadores. La segunda es el terror a ser descubierto y castigado por los líderes. El miedo a lo que podría sucederte si no haces bien tu trabajo puede ser muy eficaz. Algunas sectas proclaman que el holocausto nuclear o cualquier otra catástrofe sería el resultado de la indisciplina o la negligencia en el compromiso de los miembros.

Para poder controlar a alguien a través de sus emociones, a menudo hay que redefinir sus sentimientos. La felicidad, por ejemplo, es una sensación que todo el mundo desea. Sin embargo, si la felicidad se define como estar cerca de Dios, y Dios no es feliz (como aparentemente sucede en muchas sectas religiosas), entonces la única manera de ser feliz es ser desgraciado. En consecuencia, la felicidad consiste en sufrir para poder estar más cerca de Dios. Tal idea aparece también en algunas teologías ajenas a las sectas, pero en éstas es una herramienta para la explotación y el control.

En algunos grupos, la felicidad estriba en seguir las órdenes del líder, en reclutar el máximo número de individuos o en donar una buena cantidad de dinero. La felicidad se define como el sentido de comunidad que brinda la secta a todos aquellos que disfrutan de una buena posición.

La lealtad y la devoción son, entre todas las emociones, las más respetadas. Los miembros no están autorizados a sentir o expresar emociones negativas, excepto hacia los foráneos. Se les enseña que nunca han de experimentar sentimientos hacia su propia persona o sus propias necesidades, sino que deben pensar siempre en el grupo, sin quejarse jamás. No podrán nunca criticar al líder, pero en cambio deberán criticarse a sí mismos.

Muchas sectas ejercen un control total sobre las relaciones interpersonales. Los líderes pueden decir y dicen a los adeptos que deben evitar a ciertos miembros o que deben pasar más tiempo con otros. Algunos llegan incluso a «recomendar» a los miembros con quién han de casarse, y controlan toda su relación, incluyendo su vida sexual. Hay sectas en las que se pide a los seguidores que nieguen o supriman sus sentimientos sexuales, lo cual se convierte en una fuente de frustración contenida que puede ser canalizada hacia otras salidas, como por ejemplo trabajar con más ahínco. Pero otros grupos, en cambio, exigen la sexualidad, y al miembro que se contiene le hacen sentir egoísta. De una manera u otra, el grupo ejerce el control emocional.

A menudo, se mantiene a los individuos en constante desequilibrio. En un momento dado se les alaba, y al siguiente son insultados. Este mal uso de las técnicas de modificación del comportamiento -recompensa y castigo- crea una sensación de dependencia e indefensión. En algunas sectas, un día puedes estar haciendo relaciones públicas vestido con traje y corbata ante las cámaras de televisión, y al día siguiente estar en otra provincia relegado a hacer trabajos manuales como castigo por algún pecado imaginario.

La confesión de antiguos pecados o de actitudes equivocadas es también un recurso poderoso para lograr el control emocional. Lo cierto es que una vez confesado públicamente, en contadas ocasiones se perdona o se olvida de verdad el antiguo pecado. En el instante en que uno se aparte de la fila, se sacará de nuevo a la luz y se utilizará para manipular al adepto y conseguir su obediencia. Cualquiera que se encuentre en una sesión confesional de una secta debe recordar esta advertencia: cualquier cosa que diga es susceptible de ser y será utilizada en su contra. Este ardid puede llegar incluso al chantaje si no abandona la secta.

La técnica más efectiva para el control emocional es la implantación de fobias, ya mencionada en el capítulo 3. Con ella se consigue que los individuos experimenten una reacción de pánico al pensar en marcharse: sudores, palpitaciones, intensos deseos de evitar la posibilidad. Les dicen que si se marchan se encontrarán perdidos e indefensos en medio de los más terribles horrores; se volverán locos, les asesinarán, se convertirán en drogadictos o se suicidarán. Ejemplos de casos semejantes se narran continuamente tanto en las conferencias como a media voz en los corrillos informales. Es casi imposible que un miembro adoctrinado de una secta llegue a sentir que encontrará alguna seguridad fuera del grupo.

Cuando los líderes de las sectas declaran en público: «Los miembros son libres de marcharse cuando les parezca: la puerta está abierta», dan la impresión de que los miembros son libres de escoger y que sencillamente prefieren quedarse. Sin embargo, los' miembros tal vez no dispongan de la posibilidad real de escoger, porque se les ha adoctrinado para tener fobia al mundo exterior. Las fobias inducidas eliminan la posibilidad psicológica de que un individuo decida abandonar el grupo simplemente porque no es feliz o porque desea hacer otra cosa.

Si las emociones de una persona caen bajo el control de un grupo, acto seguido lo harán sus pensamientos y su comportamiento.

Control de la información

El control de la información es el último componente del control mental. La información es el combustible que utilizamos para que nuestra mente funcione correctamente. Niéguele a un individuo la información que necesita para emitir un juicio acertado y será incapaz de hacerlo. La gente permanece atrapada en las sectas destructivas porque no sólo se le niega el acceso a una información crítica sino que además ha sido despojada del mecanismo interno necesario para procesaría. El control de la información tiene un impacto tan dramático como devastador.

En muchas sectas totalísticas, los adeptos cuentan con un mínimo acceso a los periódicos, revistas y programas de radio y televisión ajenos a la secta. Esto se debe en parte a que están tan ocupados que no disponen de tiempo libre. Cuando leen, por lo general se trata de libros o folletos de propaganda editados por la secta, o de material que ha sido censurado para «ayudar» a los miembros a que se mantengan centrados.

El control de la información también se extiende a todas las relaciones. No se permite a los miembros que discutan entre si nada que sea crítico respecto al líder, la doctrina o la organización. Los adeptos se espían los unos a los otros e informan a los líderes de las actividades incorrectas o de los comentarios. A los nuevos conversos no se les permite que mantengan conversaciones entre sí sin la presencia de un miembro más antiguo que les vigile. Lo más importante es que se les exige que eviten todo contacto con los ex miembros o con quienes se muestran críticos. Se deben alejar sobre todo de la gente que podría facilitarles la mayor cantidad de información. En algunas sectas se llega incluso a leer la correspondencia de los miembros y a escuchar sus conversaciones telefónicas.

Por lo general, la información es fragmentada para que los miembros no obtengan un panorama global. En las grandes sectas, se informa a los adeptos únicamente de aquello que «necesitan saber» para realizar sus trabajos. Así, un miembro de otra ciudad no tiene por qué saber necesariamente que en otro lugar se ha tomado una importante decisión legal, que en la prensa han aparecido comentarios críticos o que una discusión interna está creando desavenencias en el grupo. Los miembros creen, por supuesto, que saben mucho más sobre las actividades del grupo que los extraños, pero al asesorar a ex miembros he descubierto que a menudo son ellos los que menos saben.

Las sectas destructivas también controlan la información mediante la creación de muchos niveles de «verdad». Las ideologías de las sectas tienen doctrinas «exteriores» y doctrinas «interiores». El material exterior es propaganda relativamente suave destinada al público en general o a los nuevos adeptos. Las doctrinas interiores se van desvelando sólo a medida que aumenta el compromiso del individuo con el grupo.

Por ejemplo, los Moonies siempre han declarado en público que son pro americanos y que están a favor de la democracia y la familia. Los Moonies eran pro americanos porque deseaban lo que creían mejor para Estados Unidos: convertirlo en una teocracia bajo el mando de Moon. Pensaban que la democracia había sido instituida por Dios para conceder a la Iglesia de la Unificación un lugar donde organizar una dictadura teocrática. Eran partidarios de la familia porque creían que la «verdadera» familia de todos los seres humanos estaba formada por Moon, su esposa y sus hijos espirituales. Sin embargo, la doctrina interior era -y todavía es- que Estados Unidos es inferior a Corea y debe por tanto someterse a ella, que la democracia es un sistema disparatado que «Dios está eliminando»,'0 y que los individuos deben ser aislados de sus familias «físicas» (en opción a las «espirituales») si son criticas respecto de las sectas.

Un adepto puede creer sinceramente que las doctrinas exteriores no son mentiras, sino tan sólo un nivel diferente de verdad. Al crear un entorno donde la verdad tiene múltiples niveles, los líderes de las sectas consiguen que al individuo le resulte imposible efectuar una valoración final objetiva. Si plantea problemas, le dicen que no es todavía lo bastante maduro para conocer la verdad íntegra, pero que dentro de poco quedará todo muy claro. Si trabaja con entusiasmo, ganará el derecho a conocer los niveles más altos de la verdad.

Pero hay muchos «niveles interiores». A menudo, un miembro avanzado que cree que lo sabe todo aún se encuentra a varios niveles del centro. A los preguntones que insisten en saberlo todo y además enseguida, naturalmente, son reorientados hacia una meta externa hasta que se tranquilizan.

Control del comportamiento, control del pensamiento, control emocional y control de la información: cada una de estas formas de control tiene un gran poder e influencia sobre la mente humana. juntas, constituyen una red totalística que puede manipular incluso a las personas de gran fortaleza mental. De hecho, son precisamente los individuos con mayor capacidad mental quienes más se comprometen y más entusiastas se muestran con las sectas.

No hay ningún grupo que haga todo lo que se describe en este capítulo. He procurado citar sólo las prácticas más comunes y que más se aplican en cada componente del control mental. Existen otras prácticas que seguramente se aplican en determinadas sectas, pero no las he incluido.

Hay prácticas que encajan en más de una de estas categorías. Por ejemplo, ciertos grupos cambian el nombre de sus adeptos para acelerar el proceso de formación de la nueva «identidad de secta». Esta técnica puede catalogarse en cualquiera de las cuatro categorías.

Existen muchas variaciones entre las sectas. Por ejemplo, algunos grupos realizan abiertamente la implantación de fobias; otros son muy sutiles. Lo más importante es el efecto global en el individuo. ¿Tiene o no el control de sus decisiones vitales? La única manera de saberlo es darle la oportunidad de reflexionar, de tener acceso a toda la información, de saber que tiene libertad para abandonar el entorno.

Los tres pasos para conseguir el control de la mente

Una cosa es ser capaz de identificar los cuatro componentes del control mental, pero otra muy distinta es saber cómo se utilizan en la práctica para cambiar el comportamiento de las personas confiadas. A primera vista, los tres pasos del proceso para conseguir el control de la mente parecen bastante sencillos. Yo lo denomino descongelación, cambio y congelación.

Este modelo de tres pasos fue deducido a finales de los años cuarenta de un trabajo de Kurt Lewin,11 y fue descrito en el libro de Edgar Schein Coercive Persuasion [Persuasión coercitiva].12 Schein, al igual que Lifton, también estudió los programas de lavado de cerebro en la China de Mao Tse-Dong a finales de los cincuenta. Su libro, basado en las entrevistas con antiguos prisioneros estadounidenses, es un valioso estudio del proceso. Sus tres etapas conceptuales se aplican igual de bien al control mental no coercitivo como al lavado de cerebro. De acuerdo con su descripción, el descongelamiento consiste en destruir las defensas del individuo, el cambio es el proceso de adoctrinamiento, y la congelación es el proceso de formación y reforzamiento de la nueva identidad.

Las sectas destructivas actuales cuentan con la ventaja de treinta años de investigaciones y técnicas psicológicas desarrolladas desde los tiempos de Mao, con lo cual sus programas de control mental son mucho más efectivos y peligrosos. Los procesos hipnóticos, por ejemplo, han adquirido mucha más importancia en el moderno control mental. Además, las sectas destructivas actuales son más flexibles en sus planteamientos. Están preparadas y son capaces de cambiar su forma de abordar a una persona para adaptarse al perfil psicológico específico del individuo, mediante la utilización del engaño y un lenguaje básico muy elaborado, o el empleo de técnicas como la interrupción del pensamiento y la implantación de fobias.

Examinemos con más detenimiento este modelo de tres etapas para ver cómo el programa va creando paso a paso a un bien disciplinado miembro de una secta destructiva.

La descongelación

Para predisponer a una persona para un cambio radical, lo primero es perturbar su realidad. Sus adoctrinadores deben desorientarlo. Sus marcos de referencia para comprenderse a sí mismo y a su entorno deben ser cuestionados y destrozados. Cambiar su visión de la realidad abatirá sus defensas naturales contra los conceptos que desafían su realidad.

Hay muchísimos métodos para conseguir el descongelamiento. Desorientar psicológicamente a una persona puede resultar muy efectivo. Privarle del sueño es una de las técnicas más comunes y más eficaces para quebrar su resistencia. Además, el cambio de las dietas alimenticias y de los horarios de comida también puede producir un efecto de desorientación. Algunas sectas utilizan dietas bajas en proteínas y alto contenido de azúcar, o una alimentación escasa durante períodos prolongados, para minar la estabilidad del individuo. La descongelación se consigue más fácilmente en un entorno controlado por completo como en una casa aislada, pero también en lugares mucho más accesibles como el salón de un hotel.

Los procedimientos hipnóticos constituyen otra eficaz herramienta para descongelar a un individuo y burlar sus mecanismos de defensa. Una técnica hipnótica particularmente efectiva se basa en el uso deliberado de la confusión para inducir el estado de trance. La confusión es el resultado habitual de presentar de forma congruente cualquier información contradictoria. Por ejemplo, si el hipnotizador dice con un tono de voz autoritario: «Cuanto más intente comprender lo que les digo, menos capaces serán de comprenderlo. ¿Me comprenden?». El resultado es un estado de confusión temporal. Si lo repite una y otra vez puede que al final tenga sentido. Sin embargo, si a un individuo se le mantiene durante el tiempo suficiente en un entorno controlado, y se le hace escuchar un lenguaje que le desorienta y una información que le confunde, lo más normal es que acabe por suspender su juicio crítico y se adapte a lo que él cree que los demás están haciendo. En un entorno así, la tendencia observada en la mayoría de la gente es la de dudar de sí mismos y seguir al grupo.

La sobrecarga sensorial, lo mismo que la privación de sensaciones, también consigue desequilibrar por completo a una persona y hacerla más abierta a la sugestión. Un individuo puede ser bombardeado con datos de una fuerte carga emocional a un ritmo superior al que puede digerir. El resultado es una sensación de estar desbordado. La mente se pone en punto muerto y deja de evaluar los datos que recibe a raudales. El recién llegado puede pensar que esto es algo que ocurre espontáneamente en su interior, pero es el grupo quien lo ha estructurado así de forma intencionada.

Otras técnicas hipnóticas, como el vínculo doble,13 pueden también utilizarse para ayudar a descongelar el sentido de la realidad de un individuo. El doble vínculo fuerza a la persona a realizar lo que desea el controlador manteniendo la ilusión de que puede elegir. Por ejemplo, el líder de una secta puede proclamar: «Todos aquellos que tienen dudas acerca de lo que les digo, deben saber que soy yo quien coloca esas dudas en su mente, para que sepan sin lugar a dudas que soy yo el verdadero maestro». El individuo puede creer o no las palabras del líder, pero las dos posibilidades están cubiertas.

Veamos otro ejemplo del doble vínculo: «Si usted admite que hay cosas en su vida que no funcionan, entonces, si no participa en el seminario, le está dando a esas cosas el poder para que controlen su vida». En otras palabras, el mero hecho de estar allí demuestra que es incapaz de decidir si se queda o se va.

Ejercicios tales como las meditaciones guiadas, las confesiones personales, las sesiones de rezos, los ejercicios gimnásticos vigorosos, e incluso el cantar en grupo, también facilitan la descongelación. Es típico que estas actividades comiencen de forma inocente, pero poco a poco se vuelven más intensas e intencionada conforme progresa el taller de trabajo o el seminario. Casi siempre son realizadas en grupos, lo que implica la falta de intimidad y frustra la necesidad del individuo de estas a solas, pensar y reflexionar.

En esta etapa del descongelamiento, a medida que los sujetos se debilitan, la mayor parte de las sectas les bombardean con la idea de que tienen graves defectos: son incompetentes, están enfermos mentalmente o su espiritualidad es nula. Cualquier problema que sea importante para el individuo, como el bajo rendimiento en los estudios o en el trabajo, el exceso de peso o las dificultades en sus relaciones personales, son exagerados hasta el infinito para probar que uno no vale nada. Algunas sectas pueden ser bastante virulentas en sus ataques personales, llegando con frecuencia a la humillación delante de todo el grupo.

Una vez que la persona se hunde, está lista para la segunda fase.

El cambio

El cambio consiste en imponer una nueva identidad personal -una nueva serie de comportamientos, pensamientos y emociones- para llenar el vacío dejado por la desaparición de la identidad anterior. El adoctrinamiento de esta nueva personalidad se realiza tanto formal (en seminarios y rituales) como informalmente (en compañía de otros miembros, con lecturas y audiciones de grabaciones y vídeos). Muchas de las técnicas utilizadas en la fase de descongelación son también aplicadas en ésta.

La repetición, la monotonía y el ritmo: he aquí las tres adormecedoras cadencias hipnóticas a través de las cuales se realiza normalmente el adoctrinamiento. Los datos se repiten una y otra vez. Si los conferenciantes tienen una preparación más seria, varían en algo sus charlas para mantener la atención, pero el mensaje es siempre el mismo.

Durante la fase de «cambio», todas estas repeticiones se centran en unos cuantos temas básicos. Se les dice a los novicios lo malo que es el mundo, y que los no iluminados no saben cómo arreglarlo. Esto es así porque la gente común carece del nuevo «entendimiento» que ha traído el líder. El líder es la única esperanza para conseguir una felicidad duradera. A los reclutas les dicen: «Tu personalidad es la que te impide experimentar plenamente la nueva verdad». Tus "viejos conceptos" son los que te mantienen sujeto. Tu mente "racional" te impide acercarte a este fantástico progreso. Ríndete. Déjate ir. Ten fe».

Los comportamientos se moldean al principio de forma sutil, después con más determinación. El material que servirá para construir la nueva identidad se suministra gradualmente, pieza a pieza, y sólo se aumenta el ritmo cuando se considera que el sujeto está preparado para asimilarlo. La regla elemental es: «Dile sólo lo que pueda aceptar». Cuando yo era conferenciante de los Moonies, a menudo discutía las tácticas a emplear con los otros conferenciantes. Para racionalizar nuestras manipulaciones utilizábamos la siguiente analogía: «Tú no le darías a un bebé trozos de filete, ¿no es cierto? Tienes que alimentarle con algo que pueda digerir, como las papillas. Bueno, estas personas (los conversos en potencia) son como bebés espirituales. No les digas más de lo que puedan asimilar o se morirán». Si un novicio se enfadaba porque estaba aprendiendo demasiado sobre nosotros, la persona que trabajaba con él se hacía a un lado y dejaba que otro miembro le diera un poco de papilla.

Las sesiones formales de adoctrinamiento pueden ser muy monótonas y rítmicas: una forma de inducir estados hipnóticos. Resulta bastante corriente que la gente se duerma durante estos programas. Cuando yo era conferenciante de la secta, reprendía a las personas cuando se dormían y las hacía sentirse culpables, pero de hecho significaba que estaban respondiendo bien a la hipnosis. Más adelante aprendí que la hipnosis es algo habitual en muchas sectas. Aun cuando se ponga a echar una cabezada, la persona permanece más o menos atenta a la información y es afectada por ésta, al estar sus defensas intelectuales normales con la guardia baja.

Otra técnica muy eficaz para el cambio es la «experiencia espiritual» inducida, que a menudo se consigue de manera por completo artificial. Su amigo más íntimo en el grupo se encarga de recoger toda la información privada del recluta y se la pasa en secreto a los líderes. Más tarde, en el momento preciso, esta información se utiliza de improviso para crear una «experiencia». Tal vez semanas después, en otra ciudad, un líder entrevista al recluta y le habla de pronto del suicidio de su hermano. Como sabe que no ha hablado de ello con nadie de este nuevo lugar, el recluta piensa que el líder ha leído sus pensamientos o que ha sido informado directamente desde el mundo de los espíritus. Se siente sobrecogido y pide perdón por no ser mejor hermano.

Las sectas religiosas destructivas no son las únicas en organizar experiencias «místicas». Un experto en artes marciales y autotitulado «mentalista», que estaba formando su propia secta, pagaba en secreto a unos gamberros para que agredieran a algunos de sus estudiantes en la calle, para intensificar su miedo al mundo «exterior», se entrenaran más y en consecuencia se hicieran más dependientes de él. Un psicoterapeuta (líder de una secta) manipuló a una de sus clientes echándole en cara su incapacidad para seguir la dieta. No le dijo que la había visto horas antes cuando se comía un helado. Ella creyó que el hombre tenía poderes ocultos.

Una técnica bastante común en las sectas religiosas consiste en pedirle a sus adeptos que le pregunten a Dios qué quiere Él que hagan. Les exhortan a que estudien y recen para llegar a conocer la voluntad de Dios. Siempre se insinúa que unirse al grupo es lo que Dios quiere, y que abandonar el grupo es traicionar su voluntad. Claro que si una persona le dice al líder de la secta que Dios le ha indicado que debe abandonar, tal deseo no será aceptado como válido.

Tal vez la persuasión más poderosa es la ejercida por los otros miembros de la secta. Para una persona normal, hablar con un adepto adoctrinado es toda una experiencia. Es muy probable que usted no haya conocido jamás a nadie, amigo o familiar, que esté tan absolutamente convencido de saber qué es lo mejor para usted. Un buen adepto jamás acepta un no por respuesta, porque ha sido adoctrinado para creer que si usted no se adhiere, el culpable es él. Esto genera una gran presión sobre el adepto para que triunfe.

Cuando uno está completamente rodeado por esta gente, la psicología del grupo desempeña un papel muy importante en el proceso de «cambio». Se organiza adrede a los individuos en pequeños grupos específicos (o células). Quienes hacen demasiadas preguntas son aislados enseguida del grupo principal. En los Moonies, organizábamos equipos pequeños al empezar los talleres de trabajo para evaluar a los reclutas. Los dividíamos en «ovejas» y «cabras», y los destinábamos a sus respectivos grupos. Las «ovejas» eran aquellos que estaban «preparados espiritualmente». Las «cabras» eran individualistas recalcitrantes de quienes no se podía esperar que fueran buenos miembros. Si no se les podía «quebrar», su «negatividad» quedaba confinada con toda seguridad en un equipo de cabras donde las ovejas no podían acercarse, hasta que se pedía a las cabras que se marcharan. Más tarde, después de abandonar el grupo, me sorprendí mucho al saber que otras sectas muy distintas a la nuestra hacían lo mismo. Nosotros pensábamos que habíamos inventado la técnica.

Pero el proceso de cambio engloba mucho más que la obediencia a las figuras autoritarias de la secta. Incluye las numerosas sesiones de «participación» con los miembros de base, en las cuales se confesaban los antiguos pecados, se narraban los triunfos del presente y se fomentaba el sentimiento de comunidad. Estas sesiones de grupo eran muy eficaces para inculcar la adhesión, porque el grupo refuerza con energía ciertos comportamientos mediante efusivas alabanzas y reconocimientos, al tiempo que castiga las ideas y comportamientos ajenos al grupo con un silencio helado.

Los seres humanos tienen una capacidad increíble para adaptarse a nuevos entornos. Las sectas destructivas saben cómo explotar esta capacidad. Mediante el control del entorno del individuo, el uso de la modificación del comportamiento para recompensar ciertas conductas y suprimir otras, y la inducción de estados hipnóticos, pueden verdaderamente reprogramar la identidad de una persona. Cuando la persona ha «cambiado», está lista para el siguiente paso.

La congelación

Después de que alguien ha sido quebrado y adoctrinado en el nuevo sistema de creencias, debe ser reconstruido como el «nuevo hombre» (o la «nueva mujer»). Se le debe dar un nuevo propósito en la vida y nuevas actividades que consolidarán su nueva identidad. Una vez más, muchas de las dos primeras etapas son empleadas en la fase de congelación. Los líderes de la secta deben estar razonablemente seguros de que la nueva identidad se halle bien consolidada cuando la persona salga de su entorno inmediato. De este modo, los nuevos valores y creencias deben ser interiorizados por el nuevo recluta.

La primera y más importante tarea de la «nueva» persona es denigrar su anterior personalidad. Lo peor que le puede pasar a la persona es actuar como él mismo, a menos que ésa sea la nueva personalidad de la secta, que está completamente formada al cabo de varios meses. La memoria del individuo se distorsiona, minimizando las cosas buenas del pasado y exagerando los pecados, los fallos, las heridas y la culpa. Los talentos especiales, los intereses particulares, las aficiones, los amigos y la familia deben ser abandonados -preferentemente en dramáticas actuaciones públicas- si entran en contradicción con el compromiso hecho a la causa. La confesión se convierte en otro medio para purgar el pasado e integrarse en la secta.

Durante la fase de congelación se modela el método primario para proporcionar la nueva información. Los nuevos miembros forman pareja con los antiguos, que se encargan de enseñarle los entresijos. El «hijo espiritual» es instruido para que imite en todo al «Padre espiritual». Esta técnica cubre también otros varios propósitos. Mantiene al miembro «antiguo» en la buena senda al tiempo que gratifica su ego, y estimula las ansias del nuevo miembro de convertirse en un modelo respetado para poder él también entrenar a los miembros más jóvenes.

El grupo es ahora la «verdadera» familia del miembro; cualquier otra es sólo su vieja familia «física». Algunas sectas insisten en una transferencia muy literal de la lealtad familiar. Jim Jones no era ni por asomo el único líder de una secta que insistía en que sus seguidores le llamaran «Papá». En mi propio caso, yo dejé de ser Steve Hassan, hijo de Milton y Estelle Hassan, y me convertí en Steve Hassan, hijo de Sun Myung Moon y Hak Ja Han, los autoproclamados «Padres Verdaderos» de toda la creación. A cada momento me recordaban que debía ser un pequeño Sun Myung Moon». Conforme se afirmaba mi nueva identidad, yo quería pensar como él, sentir como él, actuar como él.

Para acelerar la congelación de un individuo, algunas sectas le dan un nombre nuevo. Muchas le cambian su forma de vestir, el peinado, y todo aquello que pueda recordarle el pasado. Como ya he mencionado, muchas veces los miembros deben aprender a hablar una jerga distintiva o lenguaje simplificado de la secta.

Por lo general se ejerce gran presión sobre el nuevo miembro para que entregue sus ahorros y demás posesiones. Esto persigue un doble propósito, además de enriquecer a la secta. Donar los ahorros de toda una vida congela al individuo en el nuevo sistema de creencias. Sería demasiado doloroso admitir el error, y también consigue que la supervivencia económica en el mundo exterior parezca mucho más difícil en caso de que la persona piense alguna vez en abandonar la secta.

El impedirle dormir, la falta de intimidad y los cambios dietéticos se prolongan durante varios meses, y a veces más. Al nuevo miembro se le traslada a algún lugar lejos de su vecindario y de sus fuentes de influencia, incluso en una nueva ciudad donde no ha estado jamás y donde no conoce a nadie. Esto fortalece aún más la dependencia total respecto a las figuras autoritarias de la secta.

Es típico que al nuevo miembro se le asignen tareas de proselitismo tan pronto como sea posible. Las investigaciones realizadas en psicología social demuestran que nada afirma tan rápidamente las nuevas creencias como intentar convencer a otros para que las acepten. Buscar nuevos adeptos cristaliza la identidad construida por la secta en un plazo muy breve.

Algunos grupos se autofinancian mediante la utilización de métodos para recaudar fondos que son arduos y humillantes, como por ejemplo pedir limosna en las calles durante las veinticuatro horas del día. Esta labor se convierte en una forma de glorioso martirio que ayuda a congelar el compromiso con el grupo. ¡Correr de un lado para otro en el aparcamiento de un supermercado vendiendo flores a un precio exorbitante bajo una lluvia torrencial es una eficaz técnica para conseguir que uno crea en lo que está haciendo!

Después de unas cuantas semanas de proselitismo y recolección de fondos en el mundo exterior, el miembro es, por lo general, reenviado a nuevas sesiones de adoctrinamiento. Este ciclo puede repetirse docenas de veces en el transcurso de los años.

Cuando el novicio ya ha pasado el tiempo suficiente con los miembros «antiguos», llega por fin el día en que se puede confiar en él para que entrene a otros recién llegados. De esta manera, la víctima se convierte en victimario, con lo que se perpetúa el sistema destructivo.

Doble identidad: la clave para comprender a los miembros de las sectas

Si tienen libertad para escoger, es de suponer que, las personas elegirán siempre lo que creen mejor para ellas. Sin embargo, los criterios éticos para determinar qué es «mejor» deberían ser propios, y no de algún otro. En un entorno de control mental, la libertad de elección es lo primero que se pierde. La razón para esta pérdida es muy simple: el miembro de la secta ya no actúa por sí mismo. Tiene una nueva estructura de identidad creada de forma artificial por la secta, que incluye nuevas creencias y un nuevo lenguaje. La doctrina de los líderes de la secta se convierte en el único «mapa» de la realidad con que cuenta el nuevo miembro.

El adepto de una secta de control mental está en guerra consigo mismo. En consecuencia, cuando se trata con un miembro, es de suma importancia tener siempre presente que posee dos identidades.

Al principio, identificar estas identidades duales resulta a menudo confuso para los familiares de los adeptos, sobre todo en las primeras semanas o meses después del ingreso, cuando la nueva identidad es la dominante. En un momento dado, el individuo está hablando en la jerga de la secta con un aire hostil o elitista, de sabelotodo. Entonces, sin previo aviso, parece volver a su viejo yo, con sus viejas actitudes y modos de ser. Hasta que, de repente, de nuevo se convierte en un extraño. Este comportamiento resulta muy familiar para cualquiera que trabaje con miembros de sectas, como es mi caso.

Por motivos prácticos, llamo a estas dos identidades «Juan Juan» (cuando Juan, por decir un nombre, es casi «él mismo») y «Juan Secta» (cuando Juan se comporta como un «clon» de la secta). Por lo general, sólo uno de los dos yos ocupa la conciencia cada vez. La personalidad que la ocupa más tiempo es la identidad de la secta. La vieja identidad únicamente se presenta de manera intermitente.

Es esencial que los familiares del adepto se acostumbren a las diferencias entre estos dos patrones de identidad, tanto en cuanto al contenido (de lo que habla el individuo) como a las modalidades de comunicación (la manera de hablar y actuar). Los dos son muy diferentes.

Cuando Juan Secta habla, su discurso es el de un «autómata» o como la grabación de una conferencia de la secta (lo que yo llamo una «cinta sin fin»). Hablará con una identidad y volumen inapropiados. Adoptará la típica postura rígida, con los músculos faciales tensos. A los familiares les llamará la atención el aspecto de sus ojos, vidriosos o fríos, y su mirada, que a menudo parece observar algo situado detrás de los interlocutores.

En el otro extremo, cuando Juan Juan habla lo hace de forma emocional. Será más expresivo y estará más dispuesto a compartir sus sentimientos. Será más espontáneo, y hasta puede mostrar un cierto sentido del humor. Su actitud será más relajada y amistosa, y el contacto visual no parecerá forzado.

Esta cruda descripción de una personalidad dividida puede parecer demasiado simplista, pero es asombrosamente ajustada. Empezar a hablar con alguien y sentir que, cuando estás a mitad de una frase, una personalidad diferente se apropia de su cuerpo, resulta una experiencia estremecedora. Advertir el cambio, y actuar de forma apropiada, es la llave para alcanzar la personalidad real del sujeto y liberarlo de las cadenas de la secta, como describiré en los próximos capítulos.

Pese a los reiterados intentos del adoctrinamiento de la secta para destruir y suprimir la vieja identidad y reemplazarla por la nueva, casi nunca se consigue un éxito total. Las buenas experiencias y los recuerdos positivos rara vez desaparecen del todo, aunque, desde luego, la identidad de la secta intentará enterrar los viejos puntos de referencia y sumergir el pasado del individuo. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, la vieja identidad se rebela y busca caminos para recuperar su libertad. Este proceso se acelera mediante los contactos positivos con personas que no son adeptos, y mediante la acumulación de las malas experiencias vividas en el grupo.

Es la identidad «real», enterrada muy hondo, la que ve y registra las contradicciones, las preguntas y las desilusiones. Siempre me sorprende, aunque pasé por la misma experiencia durante mi desprogramación, que durante las largas sesiones de una intervención, mis clientes sean capaces de verbalizar incidentes negativos muy específicos que ocurrieron en su etapa de miembros de una secta. Las personas son capaces de recordar cosas horribles, como ser violadas por el líder de la secta, o verse forzadas a mentir, estafar o robar. A pesar de que en ese momento sabían que estaban haciendo algo mal, o que se abusaba de ellos, no podían enfrentarse al hecho o actuar en su contra porque la identidad de la secta tenía el control. Era sólo cuando su identidad «real» recibía permiso y se la alentaba a hablar que estas cosas llegaban a la conciencia. Por cierto que una parte esencial del asesoramiento en abandonos consiste en que la persona saque a la luz sus propias experiencias, de forma tal que pueda procesarías.

En mi trabajo de asesor, he visto una y otra vez que la personalidad «real» tiene las claves de lo que hay que hacer para invertir el proceso de control mental. Está claro que la personalidad «real» es la responsable de la aparición de las frecuentes enfermedades psicosomáticas que sufren los miembros de las sectas. He conocido gente que había desarrollado graves problemas epidérmicos, con lo cual se evitaban los agotadores horarios de trabajo y tenían tiempo para dormir. Otros desarrollaban asma o profundas reacciones alérgicas para poder buscar atención médica y ayuda en el exterior. La personalidad «real» se expresa también de otras maneras. Puede ejercer presión sobre la personalidad de la secta para ir a visitar a su familia, poniendo como excusa la necesidad de recoger ropas o dinero, o la de hacer nuevos reclutas. También puede mostrar indicios de que la persona desea ser rescatada cuando habla con familiares o amigos. Diversas familias se han puesto en contacto conmigo después de que su hijo o hija les dijera que no buscaran a un consejero profesional para que les sacara de la secta. Antes de que el adepto formulara tal advertencia, las familias ni siquiera tenían idea de que existía alguien a quien podían pedirle ayuda.

La personalidad «real» también es la responsable de generar sueños temáticos. He conocido a centenares de ex miembros que me han contado que tenían continuas pesadillas durante su permanencia en la secta. Eran los típicos sueños donde aparecían los temas de estar perdido, herido o atrapado. Me han explicado que en sus sueños estaban perdidos en un bosque oscuro, se ahogaban o estaban prisioneros en un campo de concentración.

Algunas personas me han dicho que tuvieron una «revelación» que les indicaba que debían abandonar el grupo. Comentaban que, en aquella época, ellos (con la identidad de la secta) no querían abandonar el grupo, pero que su experiencia «espiritual» era tan poderosa que siguieron las instrucciones y buscaron ayuda. Yo creo que Dios trabaja a través de las personas, y que es capaz de indicarles que abandonen las sectas destructivas.

Mi creencia de que Dios actúa a través de otras personas se basa, en parte, en una de mis propias experiencias. Cuatro años después de que abandonara la secta, por accidente escuché a mi madre que hablaba con otra persona. Ella explicaba: «No se lo cuentes a Steve, pero recé durante un año para que Dios le rompiera una pierna. Yo decía: Querido Dios, no le hagas mucho daño. Sólo el necesario para que podamos encontrarlo y rescatarlo». Me quedé anonadado y le pregunté a mi madre por qué no me lo había contado después de tantos años. Ella me respondió: «No está bien rezar para pedir que alguien se haga daño. No quería que te enfadaras conmigo». Claro que no me enfadé. En cambio, acudió a mi memoria lo que me había dicho uno de los enfermeros cuando me sacaban del interior de la furgoneta: «¡No estás muerto de puro milagro!».

Como hombre de fe, creo que Dios escuchó las oraciones de mi madre. Me rompí la pierna. Creo que en algún nivel inconsciente, mi yo «real» fue influido desde lo alto para que me quedara dormido y me despertara en el momento exacto. Desde luego, no puedo probarlo, pero he oído hablar de otras personas que han sufrido «accidentes» que les condujeron a la libertad.

No importa el tiempo que una persona haya pasado en una secta destructiva, siempre hay esperanzas de poder ayudarla. No hace mucho hablé con una abuela de 85 años de edad que abandonó una secta destructiva de Nueva jersey después de estar quince años en ella. Le brotaban las lágrimas mientras describía lo maravilloso que era volver a ser libre. Yo también lloraba. Sabía exactamente lo que ella quería decir.