Las castas

Por Elcanario, 10.07.2015


Yo fui primero numerario, por poco tiempo, y luego pasé a agregado. En un primer momento no te das cuenta de la trascendencia de ese cambio de situación, conforme va pasando el tiempo ves que has sido degradado. Eso sí, me decían que lo importante era que cada uno estuviera en su sitio y en la vocación a la que por Dios había sido llamado. Eso era una manera de amortiguar el golpe que me habían dado. Era algo así como estar en el lado de los señores y pasar al lado de los criados para servir a los señores...

Cuando decía esto sin la crudeza con la que estoy escribiendo, los directores de las Obra me respondían con toda clase de explicaciones. Unos días se me decía una cosa y otros otra completamente diferente. Yo tengo buena memoria. Recuerdo que en los primeros momentos tras el pitaje de numerario se me decía que los numerarios eran los que gobernaban en el Opus Dei y de ellos dependía que la Obra saliera adelante. No se podía ir a un país nuevo con un agregado o un supernumerario y sí con un numerario. No tiene explicación que si todos hacen el Opus Dei, determinadas cosas solo las pueden hacer los numerarios. Y esto vale lo mismo para hombres que para mujeres. Unos han nacido para jefes y otros para soldados, pero los jefes tratan de aprovecharse de los soldados. Eso es lo que sucede en la supuesta "familia" fundada por San Josemaría Escrivá de Balaguer.

Al principio, se me explicó que para ser numerario había que tener una carrera universitaria y haber hecho un doctorado. Con el tiempo sé de numerarios que no han tenido una carrera universitaria, e incluso ni siquiera aprobaron el examen de acceso a la universidad. Eran los años sesenta del siglo XX. Se inventaron los centros para agregados universitarios. Eso era el centro-apeadero que hubo en la calle Recoletos número 5 de Madrid. A efectos exteriores figuraba como Centro Universitario de Arte y Cultura (CUDAYC). Para atraer a la gente se hablaba de él como una biblioteca que era un buen sitio para estudiar. Yo hice el tonto e iba a estudiar allí todos los días. Gran equivocación, pues empeoré notablemente las notas de mis estudios, con lo que a mis padres les desagradaba mucho. Conozco varios casos de agregados que pertenecían a ese centro, pero nunca fueron a estudiar en él. Se estaba más a hacer un rato de oración o a una merienda que a que cundiera el estudio. En ese apeadero no vivía ningún numerario. El consejo local estaba formado solo por numerarios y vivía en la residencia Tajamar y luego se trasladaron a un centro en la calle Gurtubay número 3. El grupo de agregados con la oblación hecha se trasladaban a Gurtubay 3 para recibir el medio de formación semanal denominado "círculo breve". Los que no teníamos hecha la oblación nos conformábamos con tenerlo en Recoletos 5. Y claro, los de la oblación sí que estaban enterados. Y los que estaban recién pitados se mezclaban con los que teníamos hecha la admisión.

Todo era sistema de castas: los numerarios arriba y más abajo los agregados con fidelidad, los agregados con oblación, los agregados admisión y luego los supernumerarios. Incluso las tertulias que había con el fundador podían ser solo para numerarios mayores o menos mayores. Alguna vez dejaron a algún agregado con fidelidad colarse en esas tertulias. Y luego esos nos transmitían las líneas maestras que había dado el Padre. Para mí que había una situación intermedia: los de la comisión regional o de la delegación eran los que establecían lo que había que transmitir a los que no habían estado en las tertulias. Era funcionar como una secta.

Los agregados no hacían vida de familia nada más que cuando estaban en el centro-apeadero o en las convivencias anuales. Muy pocos eran los que pisaban la residencia de numerarios. Yo tardé seis años en que me invitaran a comer en el centro de numerarios. Tal invitación se produjo cuando hice lo que internamente se denominaba "curso de estudios" de dos meses, una formación intensa que se recibía durante los veranos y que se asemejaba de lejos al centro de estudios de los numerarios, pero sin vivir en ninguna residencia. Eran dos cursos. Eso sí, había una convivencia de quince día en la casa de retiros Molinoviejo, en Ortigosa del Monte, en la provincia de Segovia. Los agregados nos alojábamos en el llamado pabellón con capacidad para cincuenta personas. Había camas con literas por grupos de cuatro. Los numerarios que nos daban las charlas disponían de una habitación individual con baño, mientras que los demás íbamos a cuartos de baño con cuatro duchas y cuatro váteres. El último año éramos tantos que nos tuvimos que alojar en un chalé en el mismo pueblo de Ortigosa del Monte y que había sido bautizado como "La recojoneta" por parte de un sacerdote de la Obra que a los pocos años se fue. Cada mañana cogíamos un coche y nos dirigíamos al pabellón de Molinoviejo para asistir a la meditación y a la misa. Por la noche regresábamos al citado chalé.

Dentro de Molinoviejo estaba lo que se denominaba la "casa vieja" y era la primera casa de ejercicios o retiros que tuvo el Opus Dei. Allí hacían sus cursos anuales los numerarios. Todos ellos disponían de habitación individual con baño. Como los agregados pagábamos menos en el pabellón, nuestra comida no era tan buena como la de los numerarios. Es una prueba más de las castas que existen en el Opus Dei. No solo nos distinguíamos por los baños sino en las comidas. Nuestro menú los días de fiesta era un poco mejor. En el otro lado de Molinoviejo estaba el centro de estudios donde se formaban las numerarias auxiliares. Pasaron los años. Hecha mi incorporación definitiva a la Obra a través de la llamada fidelidad en 1975, me encargué de la atención a los supernumerarios. Pasé a pertenecer a un centro de numerarios existente en la calle Monte Esquinza número 22. Es una residencia de numerarios, que dispone de un apeadero de agregados que entonces estaba en la calle Fortuny 29 y con el tiempo se cerró. Ahora está también en la calle Monte Esquinza, pero en otro número. Cuando llegué, me invitaron a merendar y alguna vez a comer con los numerarios. Si quería podía merendar en el comedor de la casa. Pasado un tiempo, algún numerario me mostró su desagrado porque les estaba comiendo su merienda. Otra señal más de casta. Claro es su casa. Aunque se diga internamente que voy a "casa" cuando voy al centro, la realidad es que el centro es de los numerarios y los agregados éramos de otra casta. En los últimos años, yo le dije varias veces al agregado que llevaba mi charla que esa casa era de otros, no la mía.

El hecho más grave que me sucedió ocurrió en un centro en la calle Infanta Mercedes, donde hay un centro de numerarios. Yo era uno de los agregados que iba por allí para atender a los supernumerarios. Teóricamente yo podía estar en la sala de estar, pero me echó de allí un sacerdote numerario y el director de la casa, que curiosamente no tenía ni los estudios universitarios. Todo ocurrió por hacer comentarios mientras ese numerario veía un partido de tenis por la televisión. Desde las dos veces que me echó, nunca volví a pisar ese lugar. Me quedaba a la entrada de la casa. El mismo sacerdote quiso que entrara otras veces, pero me negué usando algún pretexto. Es una muestra patente de las castas en el Opus Dei.

El sistema de las castas también se extiende a los sacerdotes diocesanos, lo que se denomina agregados y supernumerarios de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Los sacerdotes numerarios, procedentes del laicado de la Obra, también lo son de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Los agregados laicos que son ordenados sacerdotes son llamados coadjutores de la SS+, dicho de una manera abreviada. Los sacerdotes diocesanos reciben dirección espiritual de la Obra y su superior jerárquico es el obispo diocesano. La realidad es que los sacerdotes numerarios funcionan como una casta superior y se permiten darles lecciones cuando la realidad es que los que están verdaderamente en medio de la calle son los diocesanos. Los numerarios solo saben de centros.




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