Las Cartas al Padre

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Por Haenobarbo, 15.11.2006


Con la naturalidad con que mana el agua de una fuente, al igual que la “confidencia”, nació en la Obra la costumbre de escribir cartas al Padre. Es decir, la costumbre de inducir a los miembros a dejar por escrito su modo de ser, sus sentimientos, su manera de percibir la vocación, la labor, el cariño al Padre y la obediencia a los directores y un largo etcétera de datos, que quién escribe va dejando fluir al compás de la tinta indeleble que deja su rastro sobre el papel.

No sé cuando se les ocurriría, pero sin duda muy pronto, y con mucha probabilidad a raíz de algún episodio desagradable, que esas cartas, a mas de ser una pequeña válvula de escape, podían tener otra función distinta y que en muchos casos podrían en el futuro resultar de mucha utilidad...

En condiciones normales, las cartas tienen como objeto fundamental fomentar la unión con el padre, y permitir al que las escribe sentirse oído y saberse un individuo identificable e identificado.

Al comienzo, seguramente el fundador leía las cartas de sus hijos, pero es obvio que con el correr del tiempo, por mas que se diga otra cosa –y en esta web se han publicado ya cálculos matemáticos que demuestran que es imposible que el padre las lea todas – se hizo necesario organizar un sistema de recepción, lectura, clasificación y eventual respuesta a los centenares de cartas que mensualmente llegan de todo el mundo. Carmen Tapia en su libro, afirma que en una época tuvo ese encargo concreto. En la actualidad el encargo se ha dividido por áreas geográficas, con un numerario que hace cabeza y algunos oficiales a su cargo.

Estos, cuando detectan algo que merece la pena tenerse en cuenta, lo destacan, lo pasan al responsable quién a su vez le da el trámite correspondiente.

Algunas veces el interesado recibe, a través de los directores, un comentario que ha llegado de Roma para él sobre lo que ha escrito. Otras veces – y esto es menos frecuente – recibe una carta de alguno de los directores del consejo, contestando – en nombre del padre – su carta. Muy rara vez, el padre contesta unas líneas.

La excepción a esta regla es la carta que el padre escribe a sus hijos que están in articulo mortis, en contestación a la que los directores locales le han animado a escribir al Padre, poniendo su vida en manos de Dios y ofreciéndola por la Obra y por la persona e intenciones del padre. Desde luego, esta carta le es leída al moribundo, al que quizá se le permitirá tocarla y besarla devotamente, para luego guardarla en la comisión regional.

Como sabemos de sobra, las cartas que se le escriben al padre, deben manifestar un talante positivo y alegre, deben evitar – por cariño al padre, al que hay que ahorrar todo tipo de contrariedades innecesarias y menos por nimiedades personales – quejas, reproches, y todo lo que pudiera significar valoraciones negativas. Deben además manifestar el cariño del que escribe, sus deseos de fidelidad, su resolución de luchar a brazo partido si fuera necesario por ser mas apostólico, mas santo, mas entregado.

Pues bien, las dichosas cartas, a mas del objeto ya enunciado, tienen otro objeto fundamental y no menos importante, y es el de servir de prueba, en un futuro improbable para ellos, pero futuro al fin, que todo venía bien entre el sujeto y la prelatura, y que en un momento dado, por razones inexplicables y por tanto solo atribuibles a aquel, todo se vino abajo.

En este contexto, la carta pidiendo la dispensa tiene una importancia capital: los directores tienen instrucciones expresas de conseguir que sean mesuradas, sencillas, agradecidas. Que en la medida de lo posible dejen constancia de los sentimientos de culpa del que la pide por no haber sido fiel, por no querer luchar mas, por volver la vista atrás y levantar la mano del arado. Que por sobre todo manifiesten el agradecimiento del que se va por todo lo que ha recibido, su disposición de ayudar a la obra en todo lo que esté a su alcance y un profundo cariño al padre, al que para despedirse deberá volver a besar la mano todas las veces que sea posible. Nada importa en este momento, que el fundador haya repetido hasta la saciedad que de nada le sirve el cariño del que se va, si ha dejado de amar a Dios en su vocación.

Por eso los directores insisten en leer la carta que pide la dispensa, por eso insisten en que se escriba una y otra vez; por eso las destruyen con violencia, cuando no cumplen las condiciones establecidas; por eso las abren a pesar de que el interesado la entregue cerrada. Aducen que es necesario constatar que el interesado pide la dispensa de un modo jurídicamente correcto, y esto en cierta forma debe ser cierto, pero al mismo tiempo tienen el deber de procurar que la carta dichosa, esté en condiciones de probar, llegado el caso, que el interesado se fue de modo pacífico, por su voluntad, rebozando gratitud y culpa y besando con devoción la mano del padre.

Uno de los grandes obstáculos para una acción que pretenda descubrir, frente a la autoridad competente, lo que una persona ha pasado en la institución, son sus propias cartas y especialmente la carta pidiendo la dispensa.

La obra tiene en sus manos pruebas manuscritas de lo bien que uno se lo ha estado pasando, de los deseos de lucha, de la confesión de sus propias debilidades, de su amor por el padre. Y uno no tiene nada, nada de nada, mas que su palabra: la palabra de un depresivo, de un miserable, la palabra de uno que se cansó de luchar, que no fue sincero, que no aprovechó los medios que la institución le ofrecía y por si fuera poco, que se pasó repitiendo hasta el final mismo, que la obra lo era todo, que la quería con locura, que le debía todo lo que era, de la que le daba un dolor tremendo separarse.

¿Se guardan las cartas? No me cabe la menor duda. No sé si ahora se guardarán en soporte de papel o en soporte informático facsimilar… pero que se guardan, segurísimo!!!!!!

Un consejo? Que nadie se deje presionar a la hora de escribir la carta pidiendo la dispensa. Que la entregue perfectamente cerrada y que cuando le pidan autorización para abrirla la niegue terminantemente. Que además diga, que ha enviado ya una copia a la Santa Sede, a la Congregación de Obispos. Y otra cosa… que la carta sea mesurada, que simplemente pida la dispensa de los compromisos que en su día emitió como lo que haya sido (n,ag, nax) en la Prelatura del Opus Dei (esto muy claramente expresado, no basta decir en la Prelatura), sin manifestaciones de gratitud si es que no se sienten, sin besamanos, y sin mucha rabia, porque junto con los informes del psiquiatra tratante puede ser utilizado para probar locura…….!!!!!!!!!!!

Hay mas detalles sobre las cartas, por ejemplo las que se mandan cerradas, pero esto ya esta muy largo


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