La disputada herencia del pastor Calvo

Una familia madrileña acusa a una fundación ligada al Opus Dei de heredar irregularmente un patrimonio de 4,8 millones de euros

Por JUAN T. DELGADO, EL MUNDO, Viernes, 31 de enero de 2003


En la memoria de los responsables del Centro Académico Romano Fundación resuena el eco de la llamada que recibieron el martes 5 de noviembre de 2002. desde otra punta de Madrid, uno de los dos albaceas de Juan José Calvo Izquierdo, fallecido dos días antes, les comunicaba que el difunto les había hecho herederos del 80% de su patrimonio, valorado en cerca de seis millones de euros (unos 1.000 millones de las antiguas pesetas).

Había caído con anticipo el Gordo de Navidad en la austera sede madrileña de esta fundación, ligada al Opus Dei y dedicada a promover la formación de sacerdotes. Los miembros de su patronato de gobierno aseguran desconocer por completo la identidad de tan generosísimo benefactor, ni mucho menos la manera en que había sido ganado ese dinero -mediante préstamos gravados con intereses de usura-. «Aquí recibimos donaciones todos los días y en muchos casos, proceden de gente con la que nunca nos hemos relacionado», reconoce el gerente de la fundación...

Sí lo habían tratado sus dos albaceas, quienes, empero, dicen no saber los porqués de su última voluntad. Y como su familia tampoco estaba al tanto, los dos confesores del señor Calvo parecen ser las dos únicas personas que podrían aportar algo de luz al caso. Pero el testimonio del recién fallecido está bajo secreto de confesión.

El destino del dinero ha despertado en los familiares del difunto una sospecha que algunos miembros de la fundación interpretan como ambición. Los sobrinos y el único hermano con vida de Juan José Calvo, que murió viudo y sin descendencia, lo desmienten y aseveran que su objetivo no es hincar el diente a la millonaria herencia. «Queremos que se haga justicia», sentencia Santiago Villarroya, sobrino del fallecido.

Para su familia, tan extraño es que el señor Calvo cediera su patrimonio a una institución con la que no tenía relación alguna, como el modo en que multiplicó su fortuna en sus últimos años.«No me imagino a mi tío, profundamente religioso y de una austeridad casi enfermiza, haciendo hipotecas usureras y aprovechándose de gente ahogada por las deudas», confiesa. «Y lo más sorprendente es que no necesitaba el dinero», apostilla, antes de acusar de instigadores a quienes han gestionado la herencia y a quienes se beneficiarán de ella.

A finales de 1993, Juan José Calvo contaba con un patrimonio de 311 millones de pesetas. Siete años más tarde, la cantidad se había multiplicado por dos. Y en el momento de su muerte, la fortuna rondaba ya los seis millones de euros, cifra en la que coinciden tanto la familia como los albaceas.

Austeridad

Durante estos nueve años, el fallecido vivió con lo justo. «No hace mucho que se había comprado su primer televisor en color.Y no se permitía ningún capricho. La religión era lo único en su vida, sobre todo en sus últimos años, tras la muerte de su mujer», comenta Santiago Villarroya. Y añade: «Alguien tuvo que estar detrás para que él se dedicara a ese tipo de actividades».

En su juventud, Juan José Calvo se dedicó al pastoreo en su pueblo natal, Miravete de la Sierra (Teruel). Más tarde ejerció como maestro y tras casarse, se hizo agente de la propiedad inmobiliaria en Madrid. Así amasó sus primeros ahorros.

Años después, ya jubilado, prestó de su propio bolsillo dinero a personas insolventes para obtener créditos en bancos y cajas de ahorro. Y en numerosas ocasiones, los impagos le permitieron quedarse con inmuebles y negocios de toda índole en la capital de España. De ello da fe la pila de hipotecas, cheques y escrituras que el fallecido atesoraba con exquisito orden en su vivienda de la madrileña calle Vallehermoso.

El 9 de abril de 1991, el Centro Académico Romano Fundación se convirtió en el principal beneficiario futuro de la incipiente fortuna y de los esfuerzos de su propietario para engordarla. El 20% restante correspondía a dos congregaciones de monjas de Madrid.

Aquel día, Calvo incluyó a la institución en el que sería su último testamento, lo que implicaba quitar a alguien de la anterior lista de herederos, redactada ante notario en junio de 1985.No podía ser la fundación, puesto que aún no estaba constituida (nació cuatro años más tarde). Los responsables del Centro aseguran ignorarlo y los albaceas recuerdan que su nombramiento se produjo el mismo día que se firmaba el último testamento.

«Alguien no dice la verdad», denuncia Villarroya, mientras enseña la carta que uno de los dos albaceas remitió a su tío el 9 de diciembre de 1990. Cuatro meses antes de firmarse la escritura definitiva, el albacea le comunicaba: «En cuanto al albacenazgo, sigo totalmente a su disposición, por lo que espero sus noticias. Le ruego que me indique si desea que le devuelva la fotocopia del testamento de 26-6-85 o que la destruya cuando reciba la del nuevo».

«Algunas personas estaban al tanto de los cambios que se hacían en la herencia», añade el sobrino del difunto, quien reconoce que presentará la misiva como prueba, si la familia decide finalmente denunciar el caso a la Justicia. «No es justo lo que hicieron con él», concluye. «Le vendieron una butaca en la primera fila del cielo».

Pie de documento reproducido

UNA CONTROVERTIDA MISIVA. Cuatro meses antes de modificar su testamento, uno de los albaceas de Juan José Calvo le comunicaba por carta: «Le ruego me indique si desea que le devuelva la fotocopia del testamento de 26-6-85 o que la destruya cuando reciba la del nuevo». A juicio de la familia, esta misiva (de la que se reproducen el encabezamiento y el penúltimo párrafo) demuestra que el difunto fue instigado para ceder su herencia a la fundación.