Juzgar los hechos y/o juzgar las personas

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Por Elena Longo, 8 de enero de 2007


He leído con interés y atención las ultimas intervenciones relacionadas a La inocencia de los dirigentes del Opus Dei. La mayoría son criticas, contrariamente a la mía, que fué de apoyo, pero me parecieron no sólo interesantes, sino persuasivas, y he seguido interrogandome como es posible que las dos posiciones, casi opuestas, me parezcan ambas acertadas.

Creo que una primera, parcial solución se encuentre en una precisiòn que yo ya tuve la necesidad de subrayar en mi anterior intervención, y que vuelvo a evidenciar, sintetizandola aún más: la aclaración que

La inocencia (...) es la mera y crasa ignorancia del mal, y (...) ni es virtud ni tiene nada que ver con la virtud. Es ceguera”

y no

“sentencia de absoluciòn”.

Es importante darse cuenta de que el termino “inocencia” en este ambito está utilizado no en el sentido en el que estamos acostumbrados a encontrarlo en las peliculas de legal thriller, cuando el juez emite sentencia de inocencia: o sea, reconoce que el imputado ha sido acusado falsamente de un crimen. En las lineas de Jacinto la actuación tanto del fundador como de los que le representan son reconocidas en su negatividad y estàn descritas con palabras y juicios bastante crudos. Voy a dar tan sólo un par de ejemplos, por brevedad, con referencia al fundador...

“(...) Escrivá parece haber sido un hombre de corte aristocrático, de la burguesía aragonesa del XIX, autoritario, de temperamento más bien colérico, y con tendencia al absolutismo, (...) A eso se añadieron unas dotes excepcionales en cuanto a instinto de poder, a capacidad de gestión y organización, a seguridad de conciencia, a capacidad de trabajo y a sensibilidad religiosa, que arrojan el conjunto de factores que favorecen la constitución de un cierto carácter fundamentalista”;

y con referencia a los directores:

“(...) estaban disecando vidas, “vampirizando” almas, cercenando el contacto de los fieles con la realidad, y generando unas condiciones altamente patológicas a las que sucumbían muchos”.

“Inocencia”, como ha sido utilizado por Jacinto, es un concepto que en absoluto borra la negatividad de los actos: es una inocencia que acerca a la inconsciencia de las bestias, y algo grave le debe occurrir a una persona para llegar a esta situación interior. Las acciones que cumple en este estado psicologico pueden ser malas y hasta muy malas, y la sociedad queda con el derecho de defenderse de estas actuaciones. Es una “inocencia” que no les quita la responsabilidad “legal” de sus acciones, pero puede limitar la responsabilidad “moral”. Lo que Jacinto quería defender –según lo entendí yo- es que pueden darse casos en los que estas personas no estàn totalmente capacitadas para darse cuenta de lo que hacen, y por esta razòn muchos siguen actuando como no actuarían si se dieran cuenta plenamente de la valoración de sus actos.

Porque queda muy dificil comprender como tanta gente, que empezó buscando la santidad, pueda seguir cambiando tan radicalmente de sentido existencial. Esto es lo que intentamos explicar, y con este problema hay que medir el valor de las explicaciones que proporcionamos desde nuestros distintos puntos de mira.

Otro enfoque que puede originar esta confusiòn de planes es que se consideran posibles tan sólo dos posiciones opuestas y extremas: el fundador –y con él todos los directores y hasta todos los miembros de “a pié” que pasaron “demasiados” años dentro, segùn la intervenciòn de Agustina- son:

  1. todos inocentes
  2. todos culpables

En realidad yo creo que lo correcto es admitir que habrà de todo: gente que llega a no poder eximirse de responsabilidad por lo grave que su actuaciòn coherente dentro de la instituciòn le lleva a actuar (como señaló muy oportunamente Trinity); gente que no llega -por la multiplicidad de sus condicionamientos culturales, historicos, psicologicos, temperamentales- a salir de su invencible “inocencia” (posibilidad ilustrada por el ensayo de Jacinto); y entre estas dos grandes categorias toda una gama de situaciones con matices muy absortidas entre ellos.

Yo creo que esta es la posición acertada; una posición que he defendido muchas veces en estas paginas, que nos permite condenar sin apelo las actuaciones, los hechos historicos que hemos vivido y comprobado en nuestra piel, trabajar activamente para que estas actuaciones ya no sean permitidas, y al mismo tiempo no juzgar nunca, según una exigencia moral basica e ineludible para todos nosotros, la parte más intima de la conciencia de cada uno, pués no podemos conocer a ciencia cierta en que situación interior se encuentra cada cual.

Y esta postura, vuelvo a subrayar como en otras ocasiones, se basa en el hecho que cada uno somos “seres historicos”. Nuestras potencias –el intelecto, la afectividad, la emotividad y todas estas capacidades “sinteticas” que nacen de la estratificaciòn, en nuestra experiencia, de vivencias distintas y que se indicano con terminos como “equilibrio”, “maduridad”, “discernimiento”...- no logran su plenitud de repente, de un día a otro, a los doce, o a los quince, o a los veinteyunos, o a los treinta años. La experiencia, la sensibilidad, la autocultivaciòn que cada cual opera en sí mismo empujado por factores no facilmente detectables, le hacen llegar a cada cual a niveles de consciencia distintos a lo largo de su vida. Por supuesto, la ley marca unas fechas desde las cuales los individuos son considerados responsables ante la sociedad de sus actos, pero en muchos casos se llega antes de este termino a poseer, en parte o con plenitud, estas capacidades, y en muchos otros casos se llega mucho después, o hasta nunca. El mundo está lleno de padres que no consiguen ver lo que es lo mejor para sus hijos, de parejas que no logran salir de actuaciones negativas y destructivas, de jefes de trabajo que avasallan sus dependientes sin caer en la cuenta de lo que hacen. Y en la mayorìa de los casos, aunque lo equivocado de su actuaciòn sea evidente para los extraneos, ellos no llegan a darse cuenta de eso. Y el algún caso llegan después de tiempo y de trabajar mucho sobre sí mismos para salir de sus acondicionamientos negativos a percibir y a cambiar su postura equivocada, en otros casos nunca.

Además, es equivocado considerar que si una cosa es evidente racionalmente, todos se encuentran capacitados para aceptarla. La libertad se cimienta no sólo encima de los conocimientos racionales, sibo también de la maduridad afectiva y emotiva. Por esta razòn no puedo concordar con Agustina en su analisis. En unas ocasiones en las que hablamos personalmente de nuestras experiencias, yo le dije la invidia y la admiraciòn que siento hacia aquellas personas que no tardaron tanto como yo en darse cuenta de lo equivocado de la vida en la obra. Como escribo en mi “Reconstrucción” con una frase que Agustina misma escogió para presentar mi biografia,

Conozco a personas que, incluso dentro de la Obra, han conservado su lucidez de juicio y que han ido dándose cuenta de la injusticia de las cosas que sucedían allá dentro. Yo he tardado mucho tiempo en recobrar mi juicio. He dejado hacer y he colaborado activamente en mi lavado del cerebro; perdí, quizás por mi culpa, la capacidad de juzgar de manera autónoma según mi conciencia. He hecho y he dejado que me hicieran cosas que ahora me asustan. Mi cuerpo y mi psique reaccionaron antes que mi inteligencia y que la rectitud de mi conciencia. Me juzgan y me juzgo una persona inteligente, sin embargo buena parte de mi vida ha sido una gran estupidez”.

No obstante mis sentimientos de admiración y de envidia hacia otros más despejados y más rigurosos que yo, yo reivindico mi buena fé y mi rectitud a lo largo de todo mi recorrido historico y existencial.

Si miro dentro de mí, estoy cierta poder afirmar que no expongo estas ideas con afán de autojustificación: mi corazón, toda mi interioridad, experimenta paz con respecto a mi pasado. He sentido necesidad, en estas paginas y en un trato personal y directo, de pedir perdón por tantas actuaciones que, con el tiempo, he llegado a percibir como equivocadas, pero con la misma honradez puedo afirmar que, en mis años en la obra, incluso en los de encargo como directora regional, y por largo rato después al salir, ni mi inteligencia, ni mi afectividad, ni otras facultades mías llegaron a percibir lo erroneo de mi vida de numeraria con la gravidad necesaria para meter en tela de juicio todo un sistema que parecía apoyarse en una logica exigente y sobrenatural.

Por otro lado, el haber salido a los 33 años sin un céntimo, sin ninguna experiencia profesional para empezar mi nueva vida en el mundo, sin ningún recurso humano y totalmente estropeada fisicamente e psicologicamente; y el haber conseguido en una temporada discreta, trabajando sobre mi misma y logrando reconstruir una aceptable situaciòn personal no obstante los errores y caidas debida a mi total incapacidad a desenvolverme en el mundo profesional y social, creo que son realdidades que deponen a favor de mi honradez, de mi substancial entereza y de mi falta de compromisos utilitaristicos con el opus.

Y si esta es mi historia, por qué no puede ser el recorrido personal de muchos otros dentro del opus? Porque yo salì tras 18 años dentro del opus y otros tardaron màs? O por qué yo llegué a ser vocal de san Rafael en la asesoría regional y otros llegaron a encargos aún de mayor categoria? Estas hipotesis no las puedo aceptar desde lo que yo, en mi historia personal, he experimentado y aprendido. Y no sólo desde mi historia, sino desde las historias que he llegado a conocer en esta pagina web, en la que me encontrado gente que saliò a los 2, a los 5, a los 7, muchos –como yo: será tan solo una coincidencia?- a los 17/18 años, a los 30... unos cuantos habiendo recubierto todos los matices de encargos internos. Algunos, especialmente interesantes y constructivos en sus criticas, habiendo llegado y permanecido a lo largo de años en la instituciòn como sacerdotes... Por esta razòn, aprovechando del “ámbito de libertad para intercambiar ideas,” que la misma Agustina me brinda, le pido a ella como es posible no admitir la posibilidad de numerosas excepciones cuando dice:

No creo en la “inocencia” de los directores ni directoras. Tampoco en su “ignorancia”. Pero sí creo en su miedo. No creo en la inocencia de los sacerdotes de la obra, numerarios que se han ordenado por obediencia o por “generosidad” pero que no tienen vocación sacerdotal, puesto que si la hubieran tenido, no podrían haber sido admitidos. No creo que tengan ninguna autoridad de ningún tipo para sentarse en un confesionario ni para estar al frente de una parroquia, ni de una diócesis, ni de un dicasterio, ni de un cardenalato. No tienen vocación sacerdotal como tampoco la tuvo Escrivá: “pensé que ordenándome sacerdote podría entender mejor aquellos barruntos”, lo que se puede traducir en “me hago sacerdote y a ver qué pasa”. Instrumentalizan el sacerdocio para ser “eficaces” en el apostolado peculiar de la obra: conseguir que muerdan el anzuelo aquellos que ha decidido que lo muerdan el consejo local, puesto que ellos sólo son instrumentos para secundar las directrices que les llegan via interna. Todo para el bien de una institución, nunca por el bien de las almas. No creo que se les pueda comparar ni estén en igualdad de coherencia con los que dijeron “NO” y se enfrentaron, –con menos estudios teológicos y filosóficos, con muchos menos años en la obra- a poner punto y final a una institución que desborda "sobreabundancia" de incongruencia cristiana..

Pero especialmente cuando afirma “Y los directores y directoras, ni son inocentes ni son ignorantes, simplemente tienen miedo a “salirse de la barca”.

Conociendola, y con el respeto y el cariño que le llevo y que le renuevo, creo màs bién que se le escapó un poco mano en la enfasi literaria, porqué sería suficiente leerse los nombres de los que firman las intervenciones en “Tus escritos” o en “Libros silenciados” para darse cuenta de que la mayoría pertenecen, por sus caracteristicas, a los que no le perdona no haber visto, con la misma rapidez y la misma claridad, en que se habían metido. Repito: no es suficiente que

Los directores y directoras de la obra (...) han tenido acceso a la mayoría de los documentos internos que les son vedados a los que no han llegado a ocupar ningún puesto de dirección. Y han tenido su formación elitista de casta. Es un cuerpo dispuesto “en orden de batalla”, no para combatir al enemigo exterior, sino para "adocenar" a sus subordinados

pués la libertad no brota sólo del conocimiento, sino también –y sobre todo- de la madurez afectiva, de la autonomia psicologica y del equilibrio caracterial, facultades todas que son seriamente obstaculadas y a menudo impedidas en la vida cotidiana dentro de la obra.

No, yo no creo que una tan masiva perseverancia de tantos en una situación inmoral como la que se vuelve la vida en la obra dentro de poco tiempo se pueda explicar con una generalizada “conversión a la maldad” como la de la que hablamos. Creo que, como decía anteriormente, hay de todo: gente que no puede de menos que enterarse y que aposta su vida, al final, al poder que le otorga mantener su sitio dentro de la institución; gente que no llega a enterarse, que no logra meter de forma significativa los hechos unos a lado de otros hasta que se vuelvan significativos y que, a menudo sufriendo, sigue dentro convencida de hacer la voluntad de Dios; y muchos que se encuentran en un camino –que para unos será más corto y por otros más largo- de toma de conciencia que los llevará, cada uno con su tiempo, a alejarse de la obra. Y hay directores y sacerdotes como los descritos por Normandia. En una dirección parecida me parece que va, aùn en su severidad, la intervención de Tlin , con su hipotesis final sobre el purgatorio del fundador y de sus colaboradores .

Pero, sobre todo, que más da? Es realmente importante decidir si algunos son o no culpables, y cuanto? No es mejor dejarlo a la conciencia de cada uno y a Dios, y nosotros, respetando las conciencias, a juzgar los hechos, las vivencias, actuar, como mejor sabemos, con nuestros testimonios, con nuestras profundizaciones, con nuestros estudios y trabajos para facilitar la toma de consciencia de todos, fuera y dentro del opus, y facilitar el camino de liberaciòn interior de todos?

Yo prefiero continuar con mi actitud de los comienzos de mi camino de “Reconstrucción”:

Y no escribo esto para juzgar o para repartir culpas a mí o a los demás, sino para asumir más eficazmente la responsabilidad de mi cambio y, quizás, evitar que otros pasen por las mismas experiencias

y facilitar que todos, en cualquier circustancia se encuentren, puedan rectificar y cambiar orientamento facilitados por no sentirse juzgados por quien no tiene derecho. Lo demás, es asunto suyo y de Dios.

Y esto, por cierto, sin escaparse de las consecuencias de sus actos frente a la sociedad.

Aprovecho para agradecer a Jacme su sugerencia a “despojarse del miedo a perder las muletas de la llamada “ortodoxia”” que me pareciò especialmente sugerente. Y pido perdon a todos por haberme alargado tanto.



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