Irse "en buen plan"

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Por Magencio, 21 de diciembre de 2005


Hace bastante tiempo leo con interés lo que publica la web, sin embargo de lo cual es la primera vez que escribo. En parte porque no creo tener nada nuevo que decir, aunque se que la experiencia de cada uno es absolutamente personal e irrepetible. Pero bueno, acá estoy y la idea de escribir me surgió por una conexión mental de varias cosas que se han ido publicando en los últimos meses y por ese documento, carta o como se quiera llamar que se presentó en la Santa Sede.

El tema es, que significa para la Obra “irse en buen plan”. En mi caso particular, parece que me fui “en mal plan” y de eso me enteré de casualidad, cuando hace ya algún tiempo, alguien que me conocía, contó como de pasada que al averiguar por mi a alguien de la organización, le había contestado que me había ido “en mal plan”.

Yo no tengo conciencia de haberme ido de esa forma. Lo mío fue hablado, con quien correspondía, con calma pero con firmeza: sencillamente me iba porque estaba hasta el gorro, porque llevaba años trabajando a contrapelo en algo que ni era lo mío ni me gustaba y no había manera de hacer entender a nadie que no daba más; porque tenía a mi cargo un puñado de numerarios con graves problemas de inestabilidad emocional, incluidos el subdirector y el sacerdote del cl (consejo local), quienes se suponía que debían echarme una mano y en quienes debía apoyarme en mi encargo de gobierno, porque estaba harto de empujar a un grupo de supernumerarios que no iban a ninguna parte y porque no quería dar un solo sablazo más, para seguir construyendo edificios, casas de retiro, colegios, residencias, mientras los numerarios eran absolutamente desatendidos en sus necesidades más elementales de afecto, salud, descanso, situación profesional, etc. Todo esto dicho con calma, sin estrépito y absolutamente en buen plan.

Del mismo modo rechace la asistencia psiquiatrita que se me ofrecía, el cambio de región que también se me ofrecía, la posibilidad de dejar lo que estaba haciendo y hacer lo que me diera la gana (para eso no necesitaba seguir dentro) …. Todo sin levantar la voz, sin gestos airados, sin amenazas ni insultos….en fin, creo yo que en buen plan.

Escribí la dichosa carta. Recordé antes de hacerlo, que el fundador repetía una y otra vez, que a él no le interesaba que le dijeran que lo querían, cuando le escribían pidiendo la salida, así que resolví escribir una carta de muy pocas líneas, solicitando claramente lo que debía solicitar: la encabecé con los tratamientos debidos a un obispo prelado, el nombre del susodicho, y un amable y sencillo Padre (no puse simplemente Monseñor, porque me pareció un desaire innecesario). Y como el tema del amor al padre importaba poco cuando al parecer se había dejado de amar a Dios, la concluí, para que no quedara duda alguna: “con un inquebrantable amor a Dios”, fulano de tal.

Cuando la entregué me dijeron que eso era impresentable, que yo le debía mucho a la Obra, que me habían formado, vestido, alimentado, y que sobre todo durante todos esos años yo había recibido el cuidado y el cariño solícito del Padre y que eso debía quedar reflejado en la carta. Con mucha calma replique que en todo caso había habido una mutua compensación porque yo había pagado mi formación puntualmente, había pagado mi comida, mi vestido, mi habitación y que si sacábamos cuentas en todo eso me había excedido y que sin embargo no pedía restitución alguna de lo pagado de más, y que en cuanto al cariño y cuidado recibido del padre, yo había sido igual de cariñoso y solicito no solo con su persona, sino con la de todos los miembros de la obra con los que había tenido algo que ver y aun con los que jamás había visto y nunca vería incluso con los ya difuntos, así que tampoco veía necesario hacer contabilidades económicas ni de cariño en una carta que solo tenía por objeto cumplir una formalidad, que esa tal como estaba escrita llenaba perfectamente.

Todo esto lo cuento, porque el tema de irse “en buen plan” pasa simplemente por dejar un documento escrito, que ellos puedan mostrar, por ejemplo a las autoridades vaticanas, en el que conste el profundo agradecimiento del que se va hacia la Obra, lo demás los tiene sin cuidado. De ahí la insistencia de los directores en hacer repetir las cartas que no cumplen, además de los puramente técnicos, esos requisito.

Si en este momento quienes han recibido el famoso documento de denuncia, preguntan a las autoridades de la Prelatura que pasó con los firmantes, seguro que en muchos casos podrán presentar las famosas cartas llenas de sentimientos de gratitud y amor al Prelado: esos se fueron en buen plan y no se sabe por qué protestan ahora.

No se trata pues de que queden como cooperadores, ni que vayan a medios de formación, ni de que no escriban en la web. Eso sin duda es una muestra más del buen plan. Lo realmente importante es que dejemos un testimonio escrito y firmado de nuestro puño y letra, de que así como pedimos la admisión repletos de ideales y de amor de Dios, nos vamos a pesar nuestro, porque flaqueamos, porque egoístamente retiramos la mano del arado, de que solo hemos recibido cosas buenas, de que estamos agradecidísimos, de que derramamos lágrimas al besar por ultima vez y de modo epistolar la mano del Padre, etc.etc.etc.

Cuando me avisaron que me habían concedido la dispensa, me dejaron muy en claro que el prelado expresamente había indicado que no había necesidad de que se me agradezca los años pasados en la Obra, como es lo que se acostumbra, eso si nunca por escrito, seguramente porque yo en mi carta no había sabido dar las gracias.


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