Informe sobre el Opus Dei/Sobre el modo de vivir la pobreza

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Sobre el modo de vivir la pobreza

1.- Ciertamente nuestro espíritu nos lleva a vivir una pobreza total en grado heroico. Pobreza que no consiste en no tener, sino estar desprendidos; en gastar lo que sea razonable en cada momento; etc. Por eso, todos los de Casa deberían ayudar según todas sus posibilidades -no con todo su dinero-a sacar adelante las labores. Ese espíritu se ha formalizado en una praxis inadecuada y además en una casuística asfixiante, de todos conocida, que reseño brevemente a continuación.

Por un lado, los supernumerarios se limitan a hacer una aportación, que de hecho la inmensa mayoría de las veces no responde a lo que significa sacar una familia adelante. Y su modo de vivir la pobreza no responde, en absoluto, a lo que es una virtud heroica; basta con ver los coches que tienen, casas de recreo, etc.

Por otro lado, los numerarios (y agregados) no deben tener ningún dinero; por eso, entregan físicamente todo el dinero, y luego reciben de la Obra todo lo que necesitan para sus gastos ordinarios y extraordinarios (consultando previamente éstos, pues son los directores quienes lo deciden), incluidos los profesionales (compra de ordenador o libros), familiares (ayuda a su padre), etc.


2.- Este modo de vivir la pobreza hace que un numerario no sea un ciudadano corriente junto a los demás, puesto que no vive como un cristiano heroicamente sobrio, sino como un numerario: nada tiene y todo lo recibe. Por eso, un ciudadano normal da a su padre lo que éste necesita, no una institución.

El modo en que un numerario debe vivir la pobreza es tan extraño, que cuando se explica esta virtud de puertas afuera, no se dice cómo se vive realmente (se da todo, y se recibe de la Obra lo que se necesita), sino que se dice que un numerario "primero" cumple con sus obligaciones sociales, familiares..., con su sostenimiento... y "luego" aporta al sostenimiento de las labores. Por eso, me parece ocultamiento de la verdad, falta de transparencia -por no decir hipocresía- lo que se escribe en un libro oficialmente aprobado. "Los Numerarios y Agregados, una vez satisfechas las obligaciones fiscales, económicas, sociales o familiares que les incumban y atendido -en conformidad con su condición profesional, pero con sobriedad y desprendimiento- su sostenimiento personal, dedican a las labores apostólicas los honorarios o ganancias que obtengan por su trabajo" (Varios, "El Opus Dei en la Iglesia", pp. 290-291)

En una palabra, si un numerario es un ciudadano corriente, es él y no la Obra quien ha de cumplir las obligaciones económicas y quien ha de prever el modo en que afrontará las posibles obligaciones futuras que razonablemente le puedan surgir. En consecuencia, pienso que no es la Obra quien ha de mirar para el futuro de cada uno, sino que responsablemente el interesado ha de tener los seguros, etc. convenientes. Ya sé que esto es más caro, pero está en juego el espíritu de la Obra, que prevalece sobre el interés económico.


3.- Entre paréntesis, querría hacer una observación marginal sobre el modo en que actualmente se viven las cuestiones económicas. Dado que los numerarios sólo tienen los seguros de enfermedad, vejez, etc. obligatorios, sucede a veces, que al enfermar, tienen que recurrir a clínicas privadas, pues la estatal no funciona. A la hora de pagar las facturas, es el Centro -cuando no el mismo interesado- quien ha de correr con los gastos. Lo cual origina situaciones de escasez económica que repercute sobre los demás del Centro: no puede uno comprarse un coche porque no hay dinero -realmente no lo hay porque se están pagando las facturas del hospital-, etc. Si es la Obra quien se hace cargo del futuro material de un numerario -y no el mismo interesado--, debe ser la Comisión o la Delegación quien corra con los gastos que se originen, no el interesado o el Centro.


4.- Otro aspecto de la praxis general sobre la pobreza es que está regida por una total desconfianza sobre la capacidad de decisión del interesado y su fortaleza para obrar rectamente. La lista de "controles" externos de los numerarios es no pequeña: no se tienen tarjetas de crédito o las guarda el secretario, se firma un papel vendiendo el coche al comprarlo, no se tienen cuentas bancarias o -si no hay más remedio- se tienen entre varios y sólo en casos extremos el interesado solo, pero, en este caso, el secretario guarda los cheques, de los cuales algunos están firmados; cuando el interesado va a sacar dinero, ha de firmar el cheque delante del secretario poniendo la cantidad que se va a sacar, etc.

En esta misma línea, se puede abrir un capítulo especial que se refiere a las consultas, que ya he mencionado. Si un numerario debe consultar todo gasto extraordinario, no se puede decir que sea un ciudadano corriente, ni que goce en lo social, profesional, familiar, de la misma libertad que sus iguales. Así, por ejemplo, no sé cómo se puede justificar que uno sea igual a los demás y sea no el interesado sino la Obra quien acude en ayuda de los parientes necesitados. Igualmente, como compaginar ser un profesional idéntico a los demás y tener que consultar si uno contrata a una secretaria o pone un estudio para poder trabajar mejor. Nótese que, en Casa, no se dice que el numerario ha de pedir consejo sobre estos temas, sino que ha de someterse a lo que le digan los directores.

Se podrían seguir añadiendo montones de detalles formalizados, que el director utiliza como criterios para decidir en concreto, pensando que eso es el espíritu de la Obra: no se hacen regalos a parientes, o no se utilizan los que se reciben, etc.; o de sobriedad: no tomar bebidas alcohólicas fuertes, etc.


5.- Resumiendo, en la sociedad en que vivimos, sin dinero no hay libertad; y quien controla los gastos, es el que manda, los demás simplemente se someten. Todo eso, unido a los criterios formalizados, me parece que es más propio de frailes que de gente de la calle. Más de una vez he visto que la praxis y el régimen de la pobreza de un numerario era "formalmente" más estricta que la de un fraile. Por eso me parece que el modo de vivir la pobreza en la Obra contradice notablemente nuestro espíritu de libertad y de ser iguales a los demás.