Hijos en el Opus Dei/El dulcísimo precepto

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HIJOS EN EL OPUS DEI


EL DULCÍSIMO PRECEPTO

Querer a un hijo no es obligarlo a vivir con nuestras verdades sino ayudarle a que pueda vivir sin nuestras mentiras.

El dulcísimo precepto, así llamaba el fundador del Opus Dei al cuarto mandamiento del Decálogo. Afirmaba una y otra vez que honrar al padre y a la madre jamás fue para los socios del Opus Dei una obligación sino más bien algo que éstos realizaban gustosamente, un dulcísimo precepto. ¿A qué se debe el que este estribillo sea de los más manidos por parte de los miembros de la Obra? ¿Por qué necesitan recurrir con tanta frecuencia a este "cliché" del fundador? ¿No será quizá porque este mandato es el de más dudoso cumplimiento por parte de los socios, especialmente por parte de los numerarios? Personalmente conozco el caso de muchos padres que han sido abandonados por sus hijos en momentos en que realmente los necesitaban para ir a atender las necesidades "espirituales" de su auténtica familia en el Opus Dei. Un ejemplo manifiesto de esta forma de actuar es el del propio fundador:

El fundador del Opus Dei dejó a su madre enferma en Madrid, como escribió quince años después, para ir a Lérida para dar un curso de retiro a sacerdotes diocesanos.

-No conocía la gravedad porque los médicos no pensaban que la muerte de mi madre fuera inminente, o que no pudiera curarse. Ofrece tus molestias por esa labor que voy a hacer, pedí a mi madre al despedirme. Asintió, aunque no pudo evitar decir por lo bajo: ¡Este hijo...!

A mitad de los ejercicios... vino con la cara demudada el obispo administrador apostólico, que hacía también los ejercicios, y me dijo: "Don Álvaro le llama por teléfono. Padre, la abuela ha muerto, oí a Álvaro." (Bernal, Salvador: Mons. Josemaría Escrivá de Balaguer. "Apuntes sobre la vida del Fundador del Opus Dei". 1976. Ediciones Rialp.)

Es llamativo cómo los directores del Opus Dei explican la anécdota anterior a los ya numerarios sin mencionar que el fundador desconociese la gravedad de la enfermedad de su madre. Todo lo contrario: sostienen que Escrivá de Balaguer eludió deliberadamente acompañar a su madre en los últimos momentos porque para cualquier socio de la Obra siempre es más importante su "familia espiritual" que su "familia de sangre". Fue esta misma razón la que impulsó al sucesor de Escrivá, don Álvaro del Portillo, a actuar de manera similar.

Alberto Moncada nos habla de esta distinción entre familia espiritual y de sangre en su libro "Historia oral del Opus Dei":

Con frecuencia muchos ponían de relieve la diferencia entre la familia espiritual y la natural, sobre todo cuando algunos padres y madres de numerarios empezaron a resentirse de la actitud secretista de sus hijos. Con la petulancia de la poca edad, muchos subrayaban la incomprensión de esas familias de sangre, a las que algunos, de broma, llamaban "familias de palo". (Moncada, Alberto: "Historia Oral del Opus Dei". 1987, Editorial Plaza & Janés. Pág. 185.)

Es muy difícil, por no decir imposible, compaginar esta actitud con la doctrina predicada por Jesucristo. Éste criticó ásperamente la forma de actuar de los fariseos, que descuidaban las obligaciones para con sus progenitores en aras de sus más elevadas "aspiraciones espirituales", como se relata en el Evangelio de San Marcos:

Y les decía: En verdad que anuláis el precepto de Dios para aferraros a vuestra propia tradición. Porque Moisés ha dicho: Honra a tu padre y a tu madre, y el que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte. Pero vosotros decís: Si un hombre dijere a su padre o a su madre: Corbán, esto es, ofrenda sea todo lo que de mí pudiera serte útil, ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre, anulando la palabra de Dios por vuestra tradición que se os ha transmitido, y hacéis muchas otra cosas por el estilo. (Mc. 7, 8-12.)

¿Qué otra cosa, sino un calco de esta misma realidad farisaica, es la actitud de la "generosa Prelatura Opus Dei" cuando exige a sus miembros entregar allí todo su dinero eludiendo el compromiso de atender las necesidades de los parientes "quizá pobres" de los socios, como se menciona literalmente en el punto 24.3 del "Código de Derecho Particular" de la Obra?

Con los parientes, quizá pobres, de los fieles, sobre los que se ha hablado en el párrafo precedente, la prelatura, que es semejante en su caridad y generosidad, prevé que nunca de esto puede derivarse ninguna obligación jurídica.

Los directores del Opus Dei inducen deliberadamente a los jóvenes numerarios a transgredir su tan cacareado "dulcísimo precepto" cuando los invitan a que oculten a sus padres su condición de socios de la Obra. El padre Vladimir Felzmann, actualmente en la oficina del cardenal Hume, pero durante veintidós años miembro del Opus, ha explicado cómo

se aconseja a los jóvenes miembros a no hablar de su vocación a las familias hasta que estén "maduras", ¡y eso lleva años! (Testimonio recogido por la revista "Tiempo", 11-17 de abril de 1988, pág. 16.)

Un testimonio parecido es el de la señora S. Morrey, recogido en la revista Catholic Pictorial de Liverpool:

...Le dijeron a su hija que no informase a sus padres que se había incorporado a la Obra hasta que lo pudieran entender. Ellos os harán conocer la adhesión de vuestra hija cuando cumpla los dieciocho años, demasiado tarde para emprender una acción legal al respecto. (Catholic Pictonal, 29 de noviembre de 1981.)

Un miembro del Opus Dei, Andrew Byrne, en el periódico Daily Mail del 14 de enero de 1984, reconocía que:

En algunas ocasiones, cuando un adolescente dice que quiere incorporarse, nosotros le advertimos de que no se lo diga a sus padres. Esto es porque los padres no nos entienden...

John Roche argumenta la razón para este secretismo:

el fundador afirmaba con frecuencia que cada nueva vocación era una "llama temblorosa" que había que proteger para que no se extinguiese. Esta protección también se extiende al período inmediatamente anterior a aquel en el que el muchacho "pita". (Roche, John: The Clergy Review, diciembre de 1985, pág. 356.)

El autor del presente libro fue también conminado a no revelar a sus padres su condición de numerario hasta el mismo día en que les manifestó que se iba a vivir a un centro del Opus Dei.

Ese día, con 17 años, mi director espiritual me indicó que ya había llegado el momento de abandonar a mis padres e irme a vivir con ellos.

-Esta tarde le dirás a tus padres que les dejas.
-Pero si ni siquiera saben que soy numerario.
-No importa, así matamos dos pájaros de un tiro. Cuando se lo digas intenta mantenerme informado.
-¿Y si no me dejan salir de casa?
-No importa, yo estaré debajo de la ventana de la habitación de tu cuarto esperando que dejes caer una nota diciendo qué tal te ha ido. En cualquier caso, yo y un sacerdote de la Obra estaremos mañana dentro de la boca del metro para que nos informes.
-¿,Y si mis padres me mandan a estudiar a Norteamérica?
-No te preocupes. En la mayoría de las grandes ciudades tenemos centros y siempre habría alguien que te fuese a buscar al aeropuerto...

Aquella tarde, desde mi ventana lanzaba, bastante preocupado, la acordada nota de papel...

Una manera sencilla de que los padres conozcan si su hijo es socio numerario del Opus Dei es averiguando si éste se ducha con agua fría todas las mañanas. Si lo hace, es prácticamente seguro que es numerario. Si, además, rehúsa ir al cine o a hablar de noviazgo, tal posibilidad estará plenamente confirmada.

El Opus Dei utiliza diversas estrategias para ir alejando cada vez más al neófito de su familia.

Primeramente se instará al joven numerario a permanecer en el club la mayor parte del día, luego se le pedirá que pernocte en él algunas noches, posteriormente se le dirá que en Nochebuena y otras festividades típicamente familiares deberá permanecer con su auténtica familia que es la Obra; en otras ocasiones, con el fin de probar su fidelidad a la institución se le requerirá para "las labores apostólicas" precisamente cuando tenga que asistir al matrimonio, funeral o bautizo de alguno de sus allegados. Tratarán de convencerle de que no veranee con su familia y que pase esos meses con el Opus Dei, pagando, por supuesto, los gastos de la estancia. Con el fin de conseguir este dinero presionarán al joven para que diga a sus padres que se va a hacer un curso de inglés a Gran Bretaña, o que va a un campamento de arqueología, a un curso intensivo de economía, etc. Durante esta temporada de aislamiento, todo el bagaje de programación opusdeísta se descargará sobre el adolescente y, en muchos casos, se le tratará de convencer de que abandone definitivamente la casa de sus padres.

A continuación relato mi propia experiencia en este sentido.

Durante los últimos meses del curso el director de mi centro me estuvo convenciendo para que preparase una estrategia para no tener que ir con mis padres de vacaciones y poder hacer, así, el denominado curso anual.
-Diles que te vas a Inglaterra a perfeccionar el inglés.
-Pero... ¿Tú crees que se van a tragar esa historia? ¿Piensas que no van a llamarme por teléfono?
-Bueno, haz lo que quieras pero ya sabes que este verano te vienes con nosotros.
-De acuerdo, lo intentaré.

Poco después un íntimo amigo me propuso ir a la casa de sus padres en la costa, a pasar el verano. Yo le tomé la palabra pero le dije que sólo iba a estar un día. Luego regresaría a una residencia de la Obra donde haría el curso anual. De esa forma mis padres creerían que ese mes estaba con mi amigo, cuando en realidad me encontraba a pocos kilómetros de ellos.

Así que un primero de julio partía en tren dispuesto a llevar a cabo aquella farsa. Llegué a mi destino y compré el billete de regreso para el día siguiente. Después mi anfitrión me recibió calurosamente y pasé la noche en su chalet. Me levanté temprano y escribí varias cartas dirigidas a mis padres para que mi amigo las fuese echando al buzón poco a poco, cuando me hubiese ido. A su vez, telefoneé a unos familiares lejanos que residían en aquella ciudad para saludarlos y así evitar la ocasión de que fuesen ellos los que quisiesen venir a verme. Esa mañana mi amigo me enseñó los sitios más importantes de la ciudad, cuyos nombres apunté cuidadosamente en mi agenda para saber responder a mis padres cuando éstos me preguntasen. Me fotografié junto a los monumentos importantes, teniendo la precaución de cambiarme de camisa cada vez para que pareciese que las fotos no las había hecho en el mismo día. Después llevé a cabo otras estrategias, que omitiré por no aburrir al lector, cuya única finalidad era despistar a mis padres y allegados.

El trago peor venía por la tarde. Tenía que convencer a los padres, hermanos y servidumbre de mi anfitrión, a quienes acababa de conocer, de que si me telefoneaba algún familiar le dijesen que había salido a dar una vuelta con mi amigo y que luego yo les llamaría. Después tendrían que poner una conferencia a la residencia de la Obra para avisarme de cada llamada que realizasen mis padres o familiares. Así que hablé al respecto con los padres de mi amigo. Creo que fue la vehemencia que imprimí a mi discurso la que les hizo acceder a tan curiosas y, por otra parte, comprometedoras proposiciones. Hice lo mismo con sus hermanos, aunque uno de ellos no tuvo reparos en manifestar su clara animadversión por el Opus Dei. Sin embargo, el hueso más duro de roer era la cocinera. Así que, cuando nos presentamos ante ella, fue mi amigo quien tomó la palabra en primer lugar.

-Mire. Mi amigo ha tenido un hijo "de penalti" con una chica de aquí y por eso se va a vivir con ella estos días. Le rogaría que si telefonean sus padres les diga que su hijo se encuentra con nosotros. Luego notifíqueme de la llamada.

La mujer parecía petrificada.

-No le haga caso, está bromeando -añadí inocentemente-. En realidad me voy a unos ejercicios espirituales.

Con esa "aclaración" terminé de arreglar la situación. La cocinera me miró con desdén en tanto que asentía forzadamente a la proposición de mi amigo. Posteriormente me enteré por mis propios padres de que, cada vez que telefoneaban, se ponía esta buena señora y con voz entrecortada sólo sabía repetir:

-Yo no sé nada, no me pregunten que no sé nada.

Aquella misma tarde mi amigo me presentó a los chicos y chicas de su pandilla. No encontré ninguna excusa aceptable para no ir con ellos al cine aunque los numerarios lo teníamos expresamente prohibido. Aquella tarde me lo pasé francamente bien. Posteriormente todos me acompañaron a la estación. Subí al tren y, mientras éste se alejaba, me invadió una profunda inquietud y tristeza. ¿Era el engaño la manera de actuar de un cristiano? ¿No eran acaso más transparentes y sinceros todos aquellos amigos que había conocido y a los cuales Dios no había llamado para ninguna vocación específica? ¿Eran quizá gratuitos todos los malos tragos que estaba pasando? Pensando en todo esto me quedé dormido. A la mañana siguiente mi "director espiritual" me esperaba en la estación. Cogimos un coche y nos dirigimos al chalet donde tendría que realizar el curso anual. Durante dicho curso anual asistí, con escaso aprovechamiento, a las clases de teología, latín, catecismo y espíritu de la Obra que se impartían. Digo con escaso aprovechamiento porque el estrés de vivir en una continua situación de engaño me impedía concentrarme en el estudio. Durante el transcurso de dichas clases todo el mundo permanecía en silencio absteniéndose de formular ninguna pregunta hasta que hubiesen finalizado. Después no había mucho tiempo para preguntar. Me llamó la atención la interpretación rigurosamente literal que se hacía de los textos bíblicos, incluso de los que son claramente alegóricos. como el de Adán y Eva, llegando los profesores de teología a proscribir teorías tan absolutamente demostradas como la de la evolución de las especies.

De vez en cuando me telefoneaba desde la costa la madre de mi amigo diciendo que mis padres habían llamado preguntando por mí. Entonces yo, por mi parte, telefoneaba a mis padres con un pañuelo tapando el auricular para que pareciese que estaba hablando desde muy lejos. Estos continuos embustes eran totalmente opuestos a los principios que mis padres, desde pequeño, me habían inculcado, así que acudí contrito a la confesión para pedir perdón a Dios y prometerme a mí mismo no seguir cultivando esa forma de actuación:

-Mentir a tus padres para preservar tu vocación al Opus Dei no es ningún pecado -me explicó el sacerdote de la Obra.

Cada cuatro días, aproximadamente, venía a verme el director de mi centro, con el expreso propósito de convencerme de que, tras ese mes de supuesta estancia en el chalet de mi amigo, tendría que volver a casa, siendo capaz de enfrentarme a mis padres para decirles que me iba otro mes, esta vez a la residencia donde actualmente me encontraba. De esto a abandonar definitivamente a mis padres sólo había un paso. Así, fue transcurriendo el tiempo hasta que un día, al telefonearles, me dijeron:

-Bueno, ya va siendo hora de que vuelvas a casa.
-Sí, mañana pensaba regresar.
-Te iremos a recoger a la estación. ¿Sabes a qué hora llega tu tren?
-Mira, mamá, mejor no os molestéis en ir a recoger a la estación. Sé ir perfectamente a casa desde allí.
-De acuerdo. Entonces hasta mañana. Buen viaje.
-Hasta mañana.

Al día siguiente el director de mi centro me dio las últimas instrucciones:

-En vez de ir a casa de tus padres mejor será que quedes con ellos en otro sitio. Así no te podrán retener cuando les digas que te vas. ¡Ah! Y por otra parte, las maletas se quedan aquí. Si te preguntan tus padres dónde están ya sabes lo que les has de responder.

Así que no tenía otra salida que enfrentarme a mis padres.

Quedé con mi madre en una cafetería, tras haberme acompañado el director del centro prácticamente hasta la misma puerta. Mi madre, tras saludarme cariñosamente, me preguntó dónde estaban las maletas y de esa manera tuve que contarle todo lo convenido con mi director.

Tras mi discurso se quedó petrificada y, con un enfado mayúsculo, quiso que fuésemos a hablar inmediatamente
con el director del centro. Cuando llegamos, éste nos abrió la puerta y mi madre le pidió explicaciones.

-Mire usted-contestó el director-. Su hijo llegó esta mañana aquí con unas maletas diciendo que quería apuntarse a un retiro espiritual; yo no tengo nada que ver con ello. Creo que es bastante mayor para asumir la responsabilidad de sus propias decisiones.

-Y ¿dónde están las maletas?
-Pues, como nos dijo que se las llevásemos adonde iba a celebrarse el retiro, allí se encuentran.

Por la tarde mi padre se enteró de todo el tejemaneje y telefoneó al director del centro exigiéndole la devolución de mis maletas. Este último, sin ningún escrúpulo, amenazo a mi padre manifestándole las influencias que poseía en el ámbito judicial. Al final, tras un considerable esfuerzo se pudieron recuperar las maletas.

Si el muchacho no tuviese más remedio que ir de vacaciones con sus padres se le visitará periódicamente allí donde vaya para que los contenidos ideológicos que paulatinamente se le han ido inculcando no se desvirtúen a través del trato con personas ajenas a la Obra.

Este paulatino proceso de conversión, este "Síndrome de Estocolmo" es, en el Opus Dei, anterior al alejamiento definitivo de sus progenitores, de forma que el joven pensará que es él el que se va por su propia voluntad. Serán los propios padres y afectados los que, sin eufemismos, califiquen de secuestro lo que el Opus Dei ha realizado con sus hijos:

"El Opus Dei ha secuestrado a nuestra hija Conchi." Los guardias civiles del pueblo de San Vicente (Alicante) no podían dar crédito a sus oídos cuando un matrimonio de conocidos comerciantes locales acudió a primeros de enero con tan insólita acusación. La denuncia, sin embargo, no prosperó, porque Conchi tiene 18 años recién cumplidos, es mayor de edad según la ley y sus progenitores ya no tienen patria potestad sobre ella...

-Nos dicen que es mayor de edad para hacer lo que quiera -se lamenta su madre-, pero yo digo que a mi chica la hicieron de la Obra antes de los 18 años, siendo menor. Si nosotros lo hubiéramos sabido a tiempo... (Testimonio recogido por la revista Tiempo, 11-17 de abril de 1988, pág. 11.)

Este guarismo, el 18, es y será para tantos padres de numerarios el número nefando que les recordará la pérdida de uno de sus hijos, como ocurre en el caso siguiente:

El pasado mes de mayo, la directora del Club Montealegre, de Oviedo, uno de los más de cien que el Opus mantiene en toda España, recibió un requerimiento notarial a través del cual los padres de una chica de 17 años que frecuentaba el club le exigían que se abstuviera de mantener toda relación con su hija, negaban validez a cualquier voto que la hija menor hubiera podido hacer y advertían que no atenderían económicamente las necesidades de la joven en el caso de que se fuera con el Opus Dei.

-No sirvió de nada -explica el abogado que llevó el caso-. La chica ha cumplido ya 18 años y se ha ido de casa de sus padres, vive en Valladolid, en un centro del Opus, y estudia la carrera que le han indicado sus superiores de la Obra. (Testimonio recogido por la revista Tiempo, 11-17 de abril de 1988, pág. 13.)

Continuemos con una reflexión acerca de la edad a que un joven puede ser admitido como numerario. En las Constituciones de 1950 se habla de una edad mínima de quince años:

Serían admitidos inválidamente como numerarios en el instituto:

a) los que, desertando de la fe católica, se adhieren a una secta acatólica
b) los que todavía no hayan cumplido quince años de edad. (Constituciones de 1950, punto 36.)

Sin embargo, cuando el Opus Dei fue erigido en Prelatura Personal por la Santa Sede tuvo en contrapartida que aumentar esta edad a los 17 años:

Para que alguien sea admitido a la Prelatura se requiere: 1.0 que haya cumplido al menos diecisiete años de edad. (Codex Iuris Particularis Operis Dei.)

Pero, como popularmente se suele decir, quien hace la ley hace la trampa y actualmente muchachos de quince años de edad tienen el convencimiento de ser auténticos numerarios del Opus Dei y viven como tales aunque sean llamados numerarios aspirantes.

Veamos cómo aleccionaba el fundador a uno de estos adolescentes:

-Oye, ¿cuántos años tienes?
-Quince, padre.
-A tu edad, tampoco yo era del Opus Dei, ni sabía lo que era el Opus Dei... ¡ni existía el Opus Dei! (...) Yo tenía las mismas inquietudes tuyas. A tu edad, más o menos, cuando las pasiones empiezan a removerse y le tiran a uno de la ropa, por aquí, por allá y por el otro lado, y la vista se va, ¡barrunté el Amor! No me pongo colorado para decírtelo: éstos no se enteran. Estamos tú y yo solos. Yo tenía tu edad cuando barrunté el Amor; y di un cambiazo, con la gracia del Señor. No es que antes fuera malo. ¿Quién sabe si no estás barruntando tú el Amor? (El Siervo de Dios Josemaría Escrivá de Balaguer, Fundador del Opus Dei. Hoja informativa N.0 8.)

Veamos, por otra parte, cuáles son los "piadosos argumentos" que, según los directores del Opus Dei, justificarían estas "vocaciones" tan prematuras:

¿Por qué dudar de que, así como hay jóvenes que son "capaces" de llevar una vida de pecado, de prostitución, de extorsión o de violencia, haya otros que también sean "capaces" de todo lo contrario, es decir, de amar a Dios, de entregarse, de vivir la pureza? No me cabe en la cabeza por qué los jóvenes en la adolescencia, lo quieran los padres o no, han de tener derecho... a dejar de asistir a las clases de religión y no hayan de tener la posibilidad de decidirse por servir a Cristo y a su Iglesia. Esta época, la adolescencia, no es un dato arbitrario: la Iglesia sabe, por larga experiencia, que, por lo general, un cristiano adolescente es capaz de reconocer el modo y la esencia de una vocación divina y seguirla. En muchas vidas de santos jóvenes o de santos que recibieron la llamada divina cuando eran aún muy jóvenes encontramos como común denominador la lucha de los padres contra esa vocación, una lucha a veces brutal e incluso insidiosa. Parece, sobre todo (y tenemos numerosos ejemplos desde santo Tomás de Aquino hasta nuestros días), que la decisión de los jóvenes de aceptar el celibato "por el Reino de los Cielos" (Mt. 19, 12) provoca en algunos padres un serio rechazo y, en ocasiones, incluso aversión e ira. Los jóvenes que toman esa decisión experimentan enseguida, y además en el ambiente que les es más querido, que el seguimiento de Cristo no es un paso cómodo, sino que incluye siempre el compartir Su suerte. Qué oportunas son, por eso, unas palabras de monseñor Escrivá, quien, en cierta ocasión decía: "Os he de decir en primer término que los años no dan ni la sabiduría ni la santidad. En cambio, el Espíritu Santo pone en boca de los jóvenes estas palabras: super senes intellexi, quia mandata tua quae sivi (Ps CXVII, 100); tengo más sabiduría que los viejos, más santidad que los viejos, porque he procurado seguir los mandamientos del Señor..." (Berglar, Peter: "Opus Dei. Vida y Obra del Fundador Josemaría Escrivá de Balaguer": 1987, Ediciones Rialp, págs. 207-208.)

El anterior texto desvía la atención del lector de las auténticas razones por las cuales muchos padres se oponen a la incorporación de sus hijos al Opus Dei. Una de estas razones es la desestabilización del equilibrio familiar que se produce cuando, por las razones que sean, un hijo se toma "las de Villadiego". Sí a uno de los hijos se le permite llegar tarde a casa, pernoctar fuera, abandonar el hogar por ir al club del Opus Dei, etc., entonces ¿por qué no van a tener el mismo derecho los demás hermanos? He podido observar cómo en muchas familias donde hay hijos pertenecientes al Opus Dei aparecen gradualmente, y por rechazo, actitudes de visceral desprecio por el cristianismo en los demás hermanos. Son familias donde se aprecian marcadas diferencias ideológicas que, lejos de ser fruto de un sano pluralismo, son el producto de la reacción ante el integrismo de uno de los miembros y la causa de continuos conflictos entre ellos. Otra razón por la que los padres se oponen a que sus hijos permanezcan en el Opus Dei es que las continuas obligaciones que estos muchachos han de cumplir y el auténtico estado de estrés en el que viven les impiden rendir en sus estudios. A este respecto he podido recoger algunos testimonios:

Algunos médicos se asombran del estrés que padecen tantos chicos y chicas del Opus, pese a que su dedicación principal es el estudio, y de que todos insisten en la alegría de la entrega. "El estrés es una consecuencia, entre otras causas, del fingimiento constante ante el exterior -acota un universitario recién salido-. Yo, por ejemplo, en los primeros tiempos, fui aconsejado por mi jefe a decir a mis padres que por las tardes me iba a estudiar a una biblioteca, cuando en realidad iba al club del Opus. Y para hacer esta mentira compatible con mi propio sentido de la honestidad, cada tarde me dirigía a la biblioteca y estaba allí cinco minutos antes de marcharme al club. Esas pequeñas torturas cotidianas te van estresando y sólo al salirme, y después de consultar a un psiquiatra, recuperé mi tranquilidad mental. Hace poco leí el reciente libro de Steven Hassan "Las técnicas de control mental de las sectas", y me recordó muchas de las cosas que pasaban en la Obra." (12. Congreso Mundial de Sociología. Ponencia presentada por Alberto Moncada el 13 de julio de 1990 en la Universidad Complutense de Madrid, dentro del comité de investigación de Sociología de la Religión bajo el título "Sectas Católicas: El Opus Dei".)

El Opus Dei es implacable a la hora de provocar la crisis vocacional cuando cree que alguien está preparado para ello; ni la inminencia de los exámenes finales ni las súplicas de los padres los harán cejar en el empeño. Conozco personalmente tres casos en Inglaterra en que se arruinaron carreras por esta razón. (Roche, John: The Clergy Review, diciembre de 1985, pág. 356.)

Durante estos dos años de teórica formación profesional de mi hija -continúa el padre de Conchi- nunca he conseguido ver unas notas, jamás, por mucho que las he reclamado. (Testimonio recogido por la revista Tiempo, 11-17 de abril de 1988, pág. 13)

Es significativo lo que le sucedió al señor Mosquera, un podólogo de Barcelona que acudió a la Jefatura Superior de Policía de Vía Layetana para denunciar el caso de su hija María Pilar. La joven se había ido a Viena, a estudiar música, mientras trabajaba como chica au pair en casa de una familia del Opus, y había sido sometida a un verdadero acoso por parte de gente de la Obra, que, según ella, la perseguían e incluso allanaron su domicilio y le boicotearon los exámenes como forma de presión.

-Me atendió un sargento de la Policía Nacional muy amable -explica Mosquera-, y cuál no sería mi sorpresa cuando, tras explicarle mi historia, me dijo: "¡Qué me va usted a contar!, yo tengo una hija de diecinueve años que por poco me la vuelven loca los del Opus. No la dejaban ni a sol ni a sombra, le han hecho incluso perder el curso." (Testimonio recogido por la revista Tiempo, 11-17 de abril de 1988, pág. 13.)

Sin embargo, si el joven neófito va a un colegio del Opus Dei se le procurará la necesaria "ayuda" para que vaya pasando de curso. En estos colegios, cuya relación sería prolijo enumerar, se asigna a cada alumno un preceptor o tutor. Este, normalmente, trata de ganarse la confianza del alumno y en muchas ocasiones le recomendará que acuda a algún club de la Obra donde existe una sala de estudio en la que podrá estudiar mejor. A pesar de todo, la labor de proselitismo la realizan principalmente los compañeros de clase numerarios, bajo la atenta y discreta supervisión de los preceptores en continuo contacto con los clubs. Esta discreción es mucho más relativa en los colegios donde se imparte formación profesional, que suelen ser las auténticas sementeras de las numerarias sirvientes. Es el caso una alumna que provocó en su día un gran revuelo en los medios de difusión españoles, como se recoge en la siguiente crónica de uno de los diarios de este país:

Para los padres se trata de un lavado de cerebro realizado a una niña cuando aún era menor de edad. La madre, María Broch, ha explicado a este diario que todo empezó cuando el matrimonio decidió que su hija, que entonces tenía quince años, iniciara estudios de hostelería en el centro Albella. "Allí la seleccionaron y empezaron a captarla para la Obra", señala.

Poco después de iniciar los estudios, y tras un viaje a una residencia del Opus Dei en Londres, la joven, relata la madre, empezó a comportarse de forma extraña. "Mi sorpresa fue grande cuando le vi un corte en la pierna, junto a la ingle. Ella me dijo que se lo había realizado de forma accidental, y se lo curé, pero después descubrí que aquello era la señal de un cilicio."

A pesar de las suspicacias, los padres no quisieron oponerse al interés de la joven y dejaron que participara cada vez más en las actividades paralelas que el centro dependiente del Opus Dei desarrollaba para las alumnas escogidas. Durante una de aquellas actividades, cuando la joven tenía dieciséis años, realizó un viaje a Roma para visitar la tumba de monseñor Escrivá de Balaguer y ser recibida en audiencia por el Papa.

Después de aquel viaje, la joven comunicó a sus padres que quería irse a vivir con la Obra porque "habían aceptado su ingreso en el Opus Dei como numeraria auxiliar. Dicho en nuestro idioma: criada de los directivos de la Obra", explica la madre. La joven confesó a sus padres que a los dieciséis años había hecho su primer compromiso con el instituto religioso y "tenía mucho miedo de no cumplirlo". A pesar de sus temores y de los consejos maternos, la alumna entró como interna en el centro El Vallés para continuar sus estudios de hostelería.

Durante meses, afirma la madre, la joven había sido "bombardeada con cartas donde todos le explicaban que rezaban por su vocación" y en las que se le decía que había sido escogida por la Obra para desarrollar una importante tarea. Aquellas influencias hicieron que la alumna se comportara "como un robot diciendo todo lo que querían que dijera". Para María Broch, el Opus Dei ha sometido a su hija a un proceso de "proselitismo sectario que induce al servilismo y hacen que las niñas acaben trabajando como perros adiestrados para los miembros de la Obra".

En un intento desesperado por recuperar a su hija, Nicolás Sáiz llegó a encerrarse durante un día en el centro de El Vallés. De aquella acción sólo consiguió promesas que la dirección del centro nunca llegó a cumplir...

Las estrechas relaciones que el padre de la alumna mantiene con destacados miembros de la Iglesia católica provocaron que el caso llegara a oídos del arzobispo Narcís Jubany. El cardenal dirigió una carta personal a la alumna en la que le pedía que reflexionara de forma libre sobre su vocación espiritual. La carta, según los padres, fue censurada por la dirección del centro, que sólo mostró a la joven una parte del escrito. ("El Periódico", enero de 1990.)

No es el primer caso en que un ministro de la Iglesia católica se preocupa por las estrategias de reclutamiento de nuevos socios por parte del Opus Dei. Recogemos a continuación otro caso mencionado en un rotativo español:

El caso de la participación de obispos en estos problemas que surgen entre padres e hijos es, según diversos testimonios, bastante habitual. Los prelados intentan la conciliación, ya que la prelatura forma parte de la Iglesia católica. En este sentido, la familia de un miembro del Opus -que había entrado en contacto con la Obra a los catorce años- se dirigió cuando éste ya era mayor de edad a la autoridad eclesiástica de su diócesis, el arzobispo Elías Yanes (Zaragoza), y al presidente de la Conferencia Episcopal española, cardenal Angel Suquía. La familia estaba preocupada porque su hijo utilizaba cilicios.

Carta de Suquía:

En la respuesta del presidente del episcopado, fechada el 19 de septiembre de este año, se decía: "Poco o nada puedo hacer sobre el asunto", y recomendaba reflexión y el diálogo familiar. La carta de Elías Yanes, de abril de 1988, era más explícita. El arzobispo reconocía que las afirmaciones del padre coincidían con otras ya recibidas y afirmaba que había tratado el problema con la Obra. La oficina de información del Opus Dei en Barcelona difundió ayer una nota en la que anuncia que se reserva "el ejercicio de acciones legales ante algunas informaciones que afirmaban que el Obispado de Barcelona investigaba los centros de formación del Opus". ("El País", sábado 16 de diciembre de 1989, pág. 38.)

Idéntica preocupación manifestó el cardenal Hume cuando publicó, el 2 de diciembre de 1981, una serie de "Pautas para el Opus Dei dentro de la diócesis de Westminster":

He hecho saber a los responsables del Opus Dei en este país lo que considero que son las debidas recomendaciones para la futura actividad de sus miembros dentro de la diócesis de Westminster. Ahora quiero hacer públicas estas cuatro recomendaciones. Cada una de ellas emerge de un principio fundamental: que los procedimientos y actividades de un movimiento internacional, presentes en una diócesis particular, pueden muy bien tener que ser modificados con prudencia a la luz de las diferencias culturales y costumbres locales legitimas y normas de la sociedad en la que dicha corporación internacional pretende trabajar.

Estas consideraciones no deben ser tomadas como una crítica a la integridad de los miembros del Opus Dei, ni de su celo al promover su apostolado. Las estoy haciendo públicas para salir al paso de inquietudes comprensibles y para fomentar la crítica ortodoxa dentro de la diócesis.

Las cuatro recomendaciones son las que siguen:

  1. Ninguna persona de menos de dieciocho años debería ser autorizada a tomar ningún voto ni obligación a largo plazo con el Opus Dei.
  2. Es esencial que los jóvenes que quieran unirse al Opus Dei traten primero el asunto con sus padres o tutores legales. Si excepcionalmente hay buenas razones para no dirigirse a sus familias, estas razones deberían, en cada caso, ser discutidas con el obispo local o con su delegado.
  3. Aunque se admite que los que se unen al Opus Dei aceptan los deberes y responsabilidades propios de los miembros, se debe poner cuidado en respetar la libertad del individuo: primero, la libertad del individuo para unirse o dejar la organización sin que sea ejercida una presión indebida; segunda, la libertad del individuo en cualquier etapa para escoger a su director espiritual, tanto si el director es miembro del Opus Dei como si no.
  4. Las iniciativas y actividades del Opus Dei dentro de la diócesis de Westminster deberán llevar una clara indicación de su patrocinio y dirección.

Recoge el libro de Michael Walsh "El mundo secreto del Opus Dei" que un joven que ingresó en el Opus Dei a los diecisiete años afirmó después que, cuando planteó la cuestión de la declaración del cardenal, se le dijo que eran simplemente pautas, no reglas, y que, por tanto, la Obra no estaba obligada a seguirlas. (Michael Walsh: El mundo secreto del Opus Dei. 1. edición, 1990. Plaza & Janés, págs. 177-179.)

El lector puede fácilmente intuir que si en el Opus Dei no se respetan las relaciones paterno-filiales, mucho menos se respetarán las relaciones de amistad o noviazgo. Si una persona tiene la suficiente dosis de "cabeza, corazón o buena pinta" y además sus padres tienen dinero, se le encaminará directamente hacia la categoría de socio numerario, no a la de supernumerario, como cabría esperar por tener una relación de noviazgo con otra persona. A continuación recojo un relato que ilustra esta manera de proceder:

Un ejemplo de sus aviesas tácticas es la historia de Antonieta (omito nombres y algunas circunstancias a petición de la familia interesada). Muchacha de reconocida inteligencia y brillantez, conoció, y se hizo novia, de un joven de la ciudad de Monterrey, romance vivido en unas vacaciones. Antonieta regresó al Distrito Federal y aquél prometió escribirle con urgencia y continuidad. Al principio cumplió, pero luego, inexplicablemente, sus cartas eran más espaciadas y menos emotivas. La última coincidió con una enfermedad penosa y larga de Antonieta. Abatida por la enfermedad, sonó el timbre del teléfono: una voz que se identificaba siempre con el nombre de Alejandro pedía hablar con Antonieta para darle informaciones del novio. Así una y otra vez. A ella nunca le pasaron las llamadas, porque la familia ignoraba quién era el tal Alejandro... Alejandro resultó ser un sacerdote secular, del Opus Dei, que un buen día se apareció en la casa de Antonieta y se identificó como tal. Llegó para hablar con Antonieta. Le explicó, con palabras tranquilas y pausadas, que su novio era un muchacho con vocación religiosa; que ella debería comprender y, si en verdad lo quería, tendría que demostrárselo y olvidarlo y resignarse con "espíritu cristiano".. El sacerdote, además; invitó a Antonieta a un "centro recreativo para muchachas católicas", cuando estuviese restablecida, para que se distrajera un poco. Como se trataba de un sacerdote, los padres accedieron a que Antonieta fuera a una casa del Opus en la colonia Clavería. La muchacha, que contaba entonces con dieciséis años, empezó a asistir, primero los sábados, posteriormente sábados y jueves, luego los lunes, jueves y sábados. Después toda la semana. Hasta que un día avisó a sus padres que se iba a vivir a una de las casas del Opus Dei. Trataron de disuadirla inútilmente: su mente había sido programada para no aceptar razones. Ingresó en la Obra. Profesó los votos de pobreza, castidad y obediencia; alcanzó el grado numerario.

La familia comentó que, debido a su probada inteligencia, fue comisionada por la Obra para formar, en un país centroamericano muy cercano a México, una filial femenina. Y desde hace veinte años Antonieta es directiva de esa filial que se encuentra en constante expansión. Asimismo, Antonieta es un recuerdo incomprensible y entristecedor para su familia. Los medios del Opus Dei son malignos, maléficos y mefistofélicos. (Jean Saunier: El Opus Dei. Con un apéndice sobre el Opus Dei y la enseñanza en México por Walter Beller Taboada. Primera edición. México, D.F., 1976, Ediciones Roca. Págs. 250-251.)

Son numerosísimos los casos de proselitismo salvaje documentados periodísticamente y muchos más los no documentados hasta ahora. Por esta razón, y para no aburrir al lector, he relegado algunos casos aparecidos en la prensa al apéndice 2 de este libro.

Personalmente recomiendo a los padres que crean que sus hijos han sido víctimas de un lavado de cerebro por parte del Opus Dei, que no intenten disuadirlos por la fuerza. Con ello sólo conseguirán bloquear el diálogo y acentuar más sus convicciones. Téngase en cuenta que el rechazo de los progenitores se concibe en el Opus Dei como un síntoma de predilección divina, como el sello característico de las "vocaciones" auténticas, según vimos en una cita anterior. Por otra parte, jamás hemos de menospreciar o criticar al joven como persona. Tenemos que comprender que lo defectuoso en el joven es la programación que se le ha incorporado, no el individuo; en terminología informática, el software, no el hardware. La forma más adecuada de ir resolviendo el problema es:

  1. Conocerlas características de la programación opusdeísta, que es en definitiva lo que, entre otras cosas, pretendemos con este libro. Reunir la documentación más relevante sobre el Opus Dei y sus técnicas de programación, libros, folletos, recortes de periódico, etc., y dejarlos, incluso junto a publicaciones pro-Opus, en un lugar de la casa accesible para el joven, pero no tan a primera vista que note que el asunto está preparado para que él lo vea.
  2. Los progenitores han de examinar su propia programación para ver si no están apoyando, con su comportamiento diario, algunas de las facetas de la programación de la Obra que se analizarán posteriormente, como la falta de amor y confianza hacia uno mismo, el autoritarismo, el menosprecio de las potencias sexuales de la persona, las actitudes discriminatorias hacia la mujer, el absolutizar el bien y el mal, el vivir sólo cara al exterior dejándose manipular continuamente por la opinión ajena, el legalismo a ultranza, el "culto al superior", etc. También han de analizar si, al margen del ambiente de estrés que se crea en las familias cuando un hijo pretende irse a vivir al Opus Dei, existen otros motivos de tensión añadidos en el seno del núcleo familiar que agudicen los deseos de independencia del joven.
  3. La manera mejor de atajar definitivamente el problema es acudir a una de las asociaciones de asesoramiento e información que se mencionan en el apéndice 3, aunque es recomendable intentar antes el siguiente remedio "casero":

Hay que buscar una persona "madura y equilibrada" dentro o fuera de la familia, pero en todo caso ajena al núcleo habitual de convivencia familiar, con quien el joven tenga una especial confianza. Esta persona ha de estudiarse bastante a fondo la información proporcionada en este libro, sobre todo la que damos en los siguientes capítulos, cotejándola con otros (ver bibliografía). Es interesante incluso tener a mano el principal libro del fundador, Camino, para ver "en su salsa" las citas que realizo acerca de él. Con este bagaje de conocimientos, ha de intentar acercarse a las posiciones del muchacho iniciando con él unas conversaciones de amigo a amigo, acompañándole si cabe al centro del Opus Dei en alguna ocasión. El muchacho entonces intentará captar a nuestra persona de confianza. Si esta persona ha asimilado el contenido de este libro, difícilmente va a "picar en el anzuelo" que le tienda el joven o los otros socios de la Obra.

Aprovechando, por ejemplo, alguna circunstancia favorable que se presente, como una de estas visitas, se intentará establecer ese diálogo inocente y confiado con el joven, dando a entender que se está interesado por el tema. Nuestra persona de confianza se pondrá, en principio, del lado del joven y le manifestará no comprender del todo la actitud de sus padres. Luego le dirá que le encanta hablar con él y que desea fijar un día a la semana para mantener con él estas charlas. Durante la charla se han de plantear cuestiones que vayan mostrando al muchacho la incoherencia de los planteamientos de la Obra, y las técnicas que utiliza para conquistar adeptos. Esta reprogramación no es cosa de un solo día ni puede exigírsele al muchacho que abandone la Obra de inmediato. Si el Opus Dei no escatima recursos ni tiempo para programar a un joven, dedicando muchas horas semanales al trato directo y personalizado con cada uno, menos lo deben escatimar sus padres si quieren no perder a uno de sus hijos. Cuando se empiece a notar en estas conversaciones que el joven empieza a pensar por sí mismo, por la espontaneidad y naturalidad de sus contestaciones, entonces habrá que desvincularle durante una temporada del ambiente en que habitualmente se mueve. La mejor manera de conseguirlo es organizando un viaje. Durante este viaje nuestra persona de confianza profundizará más en las raíces de la supuesta vocación del muchacho. Antes del viaje los padres habrán preparado unas cartas dirigidas a todos los principales responsables del Opus, de la Iglesia, etc., diciendo que si la Obra no deja en paz a su hijo/a adoptarán las medidas legales necesarias y difundirán su situación en los medios de comunicación. Estas cartas habrán de llegar a su destino durante el viaje. A la vuelta el Opus habrá dejado temporalmente en paz a vuestro/a hijo/a.

Al final de este capítulo vuelvo a explicar, más detalladamente, lo anterior con un ejemplo práctico.

d) Aunque con los hijos se haya de actuar con mucho tacto y suavidad, ello no quiere decir que los padres no deban, desde el principio, "guardarse las espaldas" a nivel legal para evitar que los muchachos(as) se escapen de casa antes de que tengan la mayoría de edad. Estas estrategias jurídico-legales no tienen por qué ser conocidas ni por los hijos ni por la Obra hasta que llegue el momento oportuno. Mediante el asesoramiento de un abogado se puede impedir que los hijos pernocten en un centro o lugar de retiro de la Obra hasta que tengan la mayoría de edad. Otra de las cosas que ha de hacerse es poner una denuncia en la comisaría más próxima, y enviar una carta vía notarial al Defensor del Pueblo y otras autoridades civiles si los padres advierten que el Opus Dei inflige el artículo 205 o el 486 del código penal (obviamente, estos artículos estarán renumerados o parcialmente modificados con la reciente reforma del Código Penal español) o los artículos 12 y 20.2 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de laONU.

Algunos de estos artículos rezan de la siguiente manera:

Artículo 205 del Código Penal
Incurrirán en pena de prisión menor:
1.0 Los que por medio de violencia, intimidación, fuerza o cualquier otro apremio ilegítimo impidieran a un miembro o miembros de una confesión religiosa practicar los actos de culto que profese o asistir a los mismos.
2.0 Los que por iguales medios forzaren a otro a practicar o concurrir a actos de culto, o a realizar actos reveladores de profesar o no profesar una creencia religiosa, o a mudar la que profesare.

Artículo 486 del Código Penal
Se castigará con arresto mayor y multa al que "indujer"e a un menor de edad a que abandonare la casa de sus padres, tutores o encargado de su persona.

Artículo 12 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU
Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques.

Artículo 20.2 de la Declaración Universal de Derechos Humanos de la ONU
Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación.

¡Cómo contrasta esta declaración con el "compelle intrare", es decir "obligadlos a entrar" (Crónica IV, 1971) y la "santa coacción" (Camino, puntos 387, 394, 398 y 399) con las que el fundador animaba a hacer proselitismo.

En relación con el artículo 205 del Código Penal, podríamos genéricamente entender como apremio ilegítimo cualquier estrategia de lavado de cerebro de las que se mencionan en este libro y son consideradas como tales por especialistas en la materia. De manera más restringida, se podrían considerar como apremio ilegítimo posibles actuaciones de los responsables de los clubes para retener a los jóvenes o sus pertenencias en contra de la voluntad de sus padres, como en el caso de la retención del equipaje citado anteriormente. No es la primera vez que se repite esta misma escena.

Éste fue también el caso de una muchacha, de nombre Sarah, que decidió abandonar el Opus Dei y quiso recoger sus pertenencias. Nos lo narra su madre, la señora Williams:

La dejamos sentada en nuestro coche con unos amigos. Tuve que entrar y decirle al director de la residencia que mi hija se marchaba. Cuando les pedí su maleta y sus ropas se negaron a dármelas. Por casualidad encontramos la maleta de Sarah y empacamos su ropa. Cuando nos íbamos una de las profesoras salió y cuando vio a Sarah en el coche le advirtió: "Sé por qué te vas y tú también lo sabes pero no se lo diremos a tu madre", como si nuestra hija hubiese cometido algún crimen. Era como correo negro. Yo sé que mi hija no tenía nada de qué avergonzarse. (Fergal Bowers. The Work: "An Investigation into the History of Opus Dei and how it operates in Ireland Today". 1989, Poolberg Press Ltd., pág. 83.)

En cuanto al artículo 486, hemos de señalar que su importancia estriba en que se penaliza la mera inducción al abandono del hogar, no el abandono en sí, con lo cual este artículo puede haber sido transgredido por la institución miles de veces, al menos tantas como numerarios lo han sido antes de la mayoría de edad. Es evidente que aquí se da un claro conflicto entre la legislación civil y la eclesiástica, que permite que haya numerarios menores de dieciocho años cuando según los estatutos de la Obra el ser numerario conlleva la determinación de vivir en los centros del Opus. ¿O es que a los numerarios menores de edad no se les informa de todo lo que implica el serlo con lo cual lo que se transgrede es el artículo 205 por omisión de información? Y es que la legislación eclesiástica en este ámbito, mientras permanezca como hasta ahora, choca frontalmente con la civil. Con cualquier numerario menor de edad aparece el conflicto de que cuando no se ha transgredido el artículo 205 se transgrede el 486 y viceversa. La única vía de solución para la Iglesia y para la Obra sería el aumentar la edad de ingreso en el Opus Dei al menos a los dieciocho años y aun así sobre el "apostolado" de este grupo seguiría pendiendo la espada de Damocles del artículo 205 del Código Penal.

e) Por otra parte, recomiendo a los padres que hablen con algún sacerdote de confianza y le expliquen su caso. Seguramente se asombrarán al constatar cómo el mismo sacerdote les hablará de otros muchos casos con incluso mayor gravedad que el de su hijo.

A continuación expongo un ejemplo ficticio bastante ilustrativo, que engloba casos verídicos tratados por mi y que pretende ilustrar el tipo de actuación que los padres han de llevar a cabo.

Pedro era hijo único y buen estudiante en uno de los colegios que el Opus Dei tiene en Barcelona. Él y su madre, Teresa, fervorosa católica que había enviudado recientemente, se trasladaron a esta población desde su pueblo natal para cumplir uno de los deseos de su difunto esposo: educar en condiciones a Pedro. Para el muchacho, que había vivido siempre en un medio rural, el ir a Barcelona significaba la apertura hacia la civilización. Ávido de nuevas experiencias y conocimientos, era capaz de destacar en sus estudios a la par que fomentar la amistad y camaradería con sus compañeros.

Un día esta señora se presentó en mi casa acompañada de una persona a quien yo había asesorado. Me contó que desde hacía un año el comportamiento de su hijo había cambiado de una manera radical.

"Se ha vuelto más reservado y manifiesta un irracional deseo de independencia. Dice que cuando tenga dieciocho años se va a largar de casa. En ocasiones tiene el rostro rígido y la mirada perdida. Las espontáneas manifestaciones de cariño que antes me prodigaba se han vuelto más artificiales. Y muchas veces cuando le miro retira su mirada como si quisiese ocultar algo. No habla más que para alabar al preceptor que en el colegio le habían asignado. Que si Luis Miguel por aquí que si Luis Miguel por allá. Que es un muchacho excepcional, que ha hecho una de las carreras más difíciles en la universidad de Navarra. Hasta que me harté.., y sin decir ni pío a nadie le cambié de colegio por uno que está en las afueras. Su extraño comportamiento continúa. Ahora cambiaron sus hábitos de estudio, etc. Se levanta a las cinco y media de la mañana para estudiar porque, según él, está superagobiado en el nuevo colegio. Dice que tiene que ir a estudiar a una biblioteca porque en casa no tiene todos los libros que necesita y así puede consultar las dudas con los compañeros. Curiosamente, su rendimiento académico ha disminuido. Cuando he ido a hablar con la tutora del nuevo colegio ésta me ha dicho que le parece que mi hijo está bastante estresado, que no tiene un círculo sólido de amigos y que da la impresión de que va como picoteando amistades aquí y allá sin que ninguna cuaje. Dice que parece como si tuviese una doble personalidad, campechana por una parte e introvertida por otra. Comenta que dejó de asistir a las clases de religión y en vez de eso se tira una hora sentado en las gradas del polideportivo escribiendo en una especie de agenda.

Ahora le ha dado por ir a jugar al fútbol los sábados cuando antes lo odiaba. Llega normalmente con la ropa de deporte manchada de barro. Me dice que se ducha tras los partidos. Sin embargo la toalla la trae totalmente seca. Si, como creo, no va a jugar al fútbol, ¿adónde va? Yo creo que a un club del Opus. El verano pasado, cuando fuimos a la playa, mi hijo recibía correspondencia de un amigo suyo del que no me había hablado antes. Intrigada por esas cartas, me permití leerlas y cuál fue mi sorpresa cuando todas tenían un contenido semejante y, por cierto, bastante extraño.

Estimado Pedro:
¿Qué tal te va por la costa? Supongo que bien. Aunque seguro que no tanto como nosotros, que nos lo estamos pasando "panchin" en el curso anual de artes marciales. Supongo que no te olvidarás de dedicar todos los días un rato a la mujer de tu vida. Seguro que con sus consejos podrás pescar buenos salmonetes. También te recomendamos que, para encender cada día mejor la barbacoa, prendas el fuego durante media hora por la mañana y media por la tarde. Para hacer buenos guisados ya sabes que hay que poner fuego, cardos y buena pesca para que los salmonetes piten. ¡Ah!... y como farolillo rojo que eres ya sabes que las buenas recetas no se dicen a nadie. Un abrazo de todo corazón.
Luis Miguel

Siempre he tenido la mosca detrás de la oreja sobre el significado de esas cartas... El nombre de quien las firmaba era el mismo que el del preceptor del antiguo colegio. Mi hijo no tenía novia y tampoco le daba ni por pescar ni por hacer barbacoas. Fue anteayer cuando me di cuenta que la anterior era una carta en clave, pues encontré en el cuarto de mi hijo un papel que ponía:

Pescar= hacer apostolado
Salmonetes= amigos
Barbacoa= vocación
La mujer de tu vida = la Virgen
Fuego = oración
Cardos = mortificación.

(Estas expresiones eran en clave. Sin embargo, otras pertenecen a la jerga propia del Opus Dei, cuyo glosario aparece en el apéndice.)

No era la primera vez que había oído de labios de una madre cómo su hijo los estaba engañando en aras de su "maravillosa vocación", ni tampoco el que se recurriese a este tipo de curiosas estrategias. Tras tranquilizar un poco a esta mujer le dije que su problema tenía solución pero no inmediata.

Le dije que hacia falta mucho esfuerzo y comprensión, pues a fin de cuentas su hijo era un individuo programado. Nuestra conversación continuó de la siguiente manera:

-¿Cuantos años tiene su hijo? ¿Qué curso hace?
-Tiene diecisiete y hace 3° de B.U.P.
-Bueno, pues entonces debemos empezar hoy mismo a trabajar, pues cuando cumpla dieciocho seguramente se irá de casa. Usted le ha prohibido a su hijo repetidamente el ir al club del Opus. ¿No es así?
-En efecto.
-Bueno, pues siga por ahora en su papel de "dura", aunque no olvide que a partir de hoy esta actitud ha de ser sólo un papel, sin actitudes poco premeditadas o viscerales. ¿Hay algún pariente o amigo de su confianza, que sea responsable y maduro, con quien su hijo tenga una cierta afinidad o empatía?
-Sí, un primo suyo llamado Jaime al que hace mucho que no vemos porque ha estado una temporada en el extranjero... pero que acaba de llegar de allí.
-Estupendo. Me gustaría que se pusiese en comunicación con él y le cuente lo de Pedro. También querría que, en el plazo de una semana se pasasen usted y su sobrino Jaime a verme. Le voy a entregar este libro que he escrito para que usted y Jaime se lo lean. También le entrego unos cuantos recortes de prensa en relación con el Opus para que lo deje en algún sitio donde su hijo los pueda ver. Asimismo le recomiendo que compre el libro "Las técnicas de control mental de las sectas", de Steven Hassan, donde podrá darse cuenta del parecido que tienen los modos de captación del Opus con los de sectas como la Moon.
-¿Es que usted cree que mi hijo es como esos que van cantando por la calle con la cabeza rapada? Mi hijo es católico como yo, y el Opus Dei, aunque me lo está haciendo pasar muy mal, pertenece a la Iglesia católica.
-Mire, lo que define a una secta no es la ideología ni el que esté reconocida o no por la Iglesia. Es precisamente el modo de captación, la explotación del joven y el engaño al que le someten a él y sus padres.
-Bueno, pues entonces me lo pensaré. Adiós.

Cogió los papeles, cerró la puerta y se fue sin decir mas. Pensé que no la volvería a ver. En ese momento me acordé de la responsabilidad que tienen todos los padres con este problema de realizar un autoexamen para saber si su comportamiento no habrá facilitado la captación de su hijo o hija. Sin embargo, a la semana vino con su sobrino Jaime y nada más llegar se excusó de la salida de tono del otro día.

-Bueno, ahora que estamos los tres vamos a hacer el siguiente plan, por favor, tomen nota:

"En primer lugar, Teresa, tienes que posibilitar que tu hijo y tu sobrino Jaime se vean con cierta periodicidad. Mientras tanto, tú, Jaime, léete el libro que el otro día le di a tu tía. Cuando hayas quedado varias veces con Pedro, inicia con él alguna conversación sobre algún tema profundo como la vida después de la muerte, la ausencia de ideales en la juventud de hoy, el compromiso en las relaciones de pareja, etc. Manifiesta una actitud comprensiva y abierta. Si surge el tema Opus no seas intransigente ni trates de disuadirle. Más bien hazte cómplice de Pedro, manifestándole que te gusta conocer a personas que toman opciones poco ortodoxas en su vida. Pregúntale cuál es la actitud de su madre hacia el Opus y dile que, aunque ella opine así, tú estás dispuesto a escuchar las razones de los demás como quieres que los demás escuchen las tuyas. No conviene, en esta primera conversación, profundizar mucho más en el asunto y es preferible cambiar aquí de tema.

"Como ves, Teresa, Jaime va a hacer el papel de bueno y tú continuar con el de "dura" al principio, teniendo en cuenta, como te dije, que esto ha de ser sólo un papel, sin visceralidades. Incluso Jaime tiene que aparentar que está un poco en contra de ti. Esta polarización de posturas es conveniente al principio, pues ya sabes que los adolescentes tienden a ir, en ocasiones, en contra de lo que dicen sus padres, arrimándose enseguida a quienes favorecen esta actitud. Poco a poco, y a lo largo de dos meses irás suavizando tu postura.

"Mientras tanto, tú, Jaime, dejarás que Pedro intente captarte. Si te has leído antes la información que te he dejado (el lector la encontrará en los sucesivos capítulos del libro) estarás suficientemente vacunado para no temer que te coman el coco los del Opus, si no, es preferible no emprender esta aventura. Cuando Pedro intente captarte, y si no al cabo de cinco encuentros, le dirás que tienes algunas dudas sobre esos temas profundos de que antes habíais tratado y quieres mantener con él una serie de conversaciones para que él mismo te asesore. Es importante que estas conversaciones sean periódicas (aproximadamente ocho días entre una y otra), que se realicen a lo largo de dos meses como mínimo y versen sobre los temas que se exponen en los sucesivos capítulos de este libro, intercalando entre ellas temas menos serios. ¡Ojo! No se trata de sentar cátedra ni de convencer a Pedro de nada. Se trata de ir preparando el terreno para posteriores actuaciones. En estas conversaciones es preferible escuchar antes que hablar y plantear cuestiones para que Pedro las vaya pensando a lo largo del día antes que hacer afirmaciones categóricas. Dile que lleve a su oración diaria los temas que se han planteado en vuestra conversación. Así tendrá una ocasión para reflexionar sobre los mismos. Al cabo de una período largo de mantener estas conversaciones, aprovechando cualquier temporada de vacaciones, sería muy bueno que los tres os fueseis con un viaje organizado, en autobús, por Europa. El quitaros de en medio una temporada evitará que Pedro vaya a contar a su director espiritual cada cosa que tratéis con él. De entre todas las opciones de quitarse de en medio, la opción del viaje organizado en autobús me parece la mejor, pues en toda Europa hay centros de la Obra y el viajar en autobús impide permanecer mucho tiempo en cualquier ciudad. Tú, Teresa, ponte en un asiento bastante alejado del de tu hijo y del de Jaime, que irán juntos, para que así no haya ninguna posibilidad de que puedas escuchar sus conversaciones. Jaime, tú has de aprovechar éstas para preguntarle cosas sobre las aficiones y amistades que tenía antes de entrar en el Opus, extiéndete en hablar con él sobre su vida pasada y las cosas a las que ha renunciado al ingresar en la Obra, sin mencionarla al principio explícitamente. Pregúntale si salía con alguna chica o tenía planes de hacerlo, quiénes eran sus amigos, si sigue manteniendo esas amistades o por el contrario las ha perdido. Si las ha perdido, pregúntale por qué. Intenta hacer, en definitiva, que él vuelva a encontrarse con aquel Pedro que era antes, un Pedro sin problemas, sin estrés, con amigos, etc. Hay que conseguir que se deleite con estas imágenes de su vida pasada, instándole a que las rememore vívidamente. Pregúntale acerca de los proyectos que, cara al futuro, tenía antes de ingresar en la institución. Extenderos también en esto. Formúlale la siguiente pregunta: Si hubieras sabido en aquella época todo lo que ahora sabes sobre la Obra, ¿habrías ingresado en ella? Lo que pretendemos con muchas de estas preguntas es anclar una parte de su yo en zonas experienciales alejadas de la Obra, a la par que le ayudamos a contemplar su vida con una cierta perspectiva. Dile que tú estuviste en una asociación cristiana llamada... invéntate un nombre..., que era de la siguiente manera... y le empiezas a contar las cosas que hay en el libro que te he dejado pero aplicándolas no al Opus sino a la asociación en la cual se supone que estuviste. Este enfoque indirecto, haciendo que las actuaciones del Opus las vea el muchacho como si perteneciesen a otra asociación, facilita el diálogo considerablemente sin que el joven se vea violentado. Una vez que el joven mencione la Obra podrás hablar con él sobre el tema. Pregúntale acerca de su "vocación al Opus Dei", cuáles eran sus expectativas al entrar y si estas expectativas se han cumplido, si se siente más o menos libre que antes y por qué. Habla también con él acerca de las relaciones que mantiene con su familia y si siempre han sido como en la actualidad. Dile que supones que el Opus Dei, como cualquier institución en que hay seres humanos, tendrá algún defecto. Invítale a enunciar tres defectos que según su criterio tiene la Obra. Pregúntale qué tipo de circunstancia o hecho podrían hacerle abandonar el Opus Dei y si cree que el miedo a reconocer que en un momento dado tomó una decisión errónea le haría desistir de su decisión. Pregúntale si es libre para abandonar el grupo o, si en el caso de que lo intentase, sufriría algún tipo de presión para disuadirle, y si una vez tomada esta decisión podría seguir manteniendo relaciones con ellos. En cualquier pregunta instale suavemente a que explique el porqué de sus respuestas, manteniendo un tono de curiosidad e interés. Nunca lo hagas de forma inquisitiva. Al día siguiente de esta conversación es interesante que te excuses ante él por haberte entrometido, quizá demasiado, en su vida. Su contestación te ayudará a saber hasta dónde ha calado en él el contenido de la misma. Al día siguiente harás otra evaluación de la trayectoria de Pedro diciéndole que le resultará duro estar tantos días alejado del Opus Dei. Los capítulos posteriores de este libro te ayudarán a saber qué decir en cada momento. De vuelta a España puedes dedicarle el conocido libro de Anthony de Mello S. J. titulado "La oración de la rana", de la editorial Sal Terrae, con el que puede realizar su, no por mucho tiempo, normativa "lectura espiritual".

-Bueno, y a todo esto yo ¿qué he de hacer? -dijo Teresa.

-Si queréis obtener un resultado más seguro, has de enviar, por conducto notarial, una serie de cartas a todos los responsables del Opus Dei en tu ciudad, así como al Defensor del Pueblo y a todos los representantes eclesiásticos posibles, incluido al Papa, denunciando la situación de tu hijo y prometiendo dar cuenta a los medios de difusión de la misma. Esto has de hacerlo unos días antes de vuestro viaje. Cuando volváis te prometo que serán los propios directores de tu hijo los que le inviten a volver contigo. Tu hijo, normalmente, no se enterará que tú has enviado esas cartas pues el Opus Dei, para conservar su ya deteriorado prestigio, no querrá confesar el haberlas recibido.

-Creo que con todo lo que nos has dicho -señala Jaime- la situación mejorará, pero... ¿y si no funciona o yo no diese la talla? ¿Qué otra baza podríamos jugar?

-En primer lugar he de decirte que lo anterior funciona prácticamente siempre. Si por casualidad no diese el resultado esperado, acudid a cualquiera de las asociaciones con mucho rodaje en estos temas que figuran en el apéndice. Si en un país determinado no existiese ninguna organización de este tipo, aprovechad el viaje para visitar alguna. No obstante, pienso que la mejor estrategia es no quemar los mejores cartuchos hasta el final, siguiendo todos los pasos que os he indicado. Además, si en último término tenéis que recurrir a una de estas asociaciones, el muchacho irá mejor preparado si habéis hecho todo lo anterior. A esta regla hay varias excepciones: la primera es que vuestro hijo estuviese a punto de acabar el último año de colegio, a punto de cumplir dieciocho años o ya viviese en un centro del Opus Dei.

El ejemplo anterior ha de ser leído con calma e interiorizado por los padres. Lo que importa no son los hechos descritos ni la secuencia exacta en que se realizan, sino el estilo de actuación que lo sustenta. Obsérvese que se requiere la colaboración de otra persona afín al muchacho, que hay que establecer unas bases comunes de diálogo compartidas tanto por esa persona como por el joven, que conviene reconducir el diálogo sin brusquedades a momentos felices pasados ajenos al Opus Dei, que es recomendable utilizar la estrategia del "camuflaje" para hablarle del Opus sin que el muchacho se violente, comentándole que uno estuvo en otra asociación parecida, que es necesario orientar el diálogo desde una perspectiva cristiana confrontando la doctrina predicada por Jesucristo con la predicada por esta asociación, que se debe intentar buscar un lugar y una ocasión adecuados para entablar estas charlas lejos de la influencia del Opus (porque si no el muchacho contará todo lo hablado a su director del Opus Dei) y que el mandar una carta notarial a diversas autoridades eclesiásticas y de la Obra hará que el Opus Dei deje de importunar al muchacho durante una temporada (al menos hasta los diecisiete años), etc.

El relato anterior narra un modo de actuación eficaz cuando el hijo aún no se ha ido a vivir al Opus Dei. ¿Pero qué han de hacer los padres si el muchacho ya está viviendo allí?

En primer lugar, y aunque parezca duro, no darle dinero en metálico sin que exista la certeza de su correcto empleo. Si no, ese dinero pasará directamente a ser "administrado" por el Opus Dei. En cualquier caso, y mediante un abogado, se abrirá una cuenta bancaria para que el joven pueda utilizarla en casos de extrema necesidad como en el de tener que costear una gravosa operación quirúrgica o pagar un billete de avión para regresar a la casa de sus padres. Este dinero no se le dará al joven sino que se pagará el gasto directamente mediante una transferencia bancaria. A pesar de esta posición de firmeza ha de intentar mantenerse una actitud cordial y de respeto para con el muchacho, intentando que haya una continuidad en las relaciones, bien mediante carta, bien por visitas o bien vía telefónica, cuidando que el joven no se sienta agobiado ni perseguido.

El estilo que ha de impregnar estos contactos periódicos se ejemplifica en la siguiente carta de una madre a su hija:

Eres mi hija. Estoy convencida de que cualquier hijo mío tiene sus propios recursos para salir adelante en la vida. Tengo plena confianza en ti. Sé que, a pesar de nuestras diferencias, continuaremos relacionándonos y queriéndonos siempre. No estoy de acuerdo sobre tu actual compromiso pero sé que significa algo para ti. Como eres una persona inteligente estarás sacando provecho de él, pues de lo contrario lo habrías dejado. Si decides que este compromiso no satisface tus expectativas no te importe romperlo. Si esa ocasión se presentase estaría deseosa de ayudarte a explorar otras opciones. Si no, nos seguiremos queriendo como hasta ahora. (Melton J. Gordon y Robert Moore: "The Cult Experience: Responding to the New Religious Pluralism", Nueva York, 1982. Pilgrim Press, págs. 114-115.)

Si los padres creen conveniente que el joven se entreviste con algún especialista en sectas y no saben cómo hacerlo, temiendo la ruptura de esta continuidad en las relaciones, una de las maneras de lograrlo es la siguiente. En primer lugar se convocará al muchacho mediante la excusa de un acontecimiento familiar importante o la necesidad de tener su firma en un documento o escritura. Si está lejos se le mandará un billete de ida y vuelta para garantizarle que no se le va a retener en contra de su voluntad. Posteriormente se presentará al especialista como un amigo íntimo y éste, tras evaluar la viabilidad de iniciar una determinada actuación, la iniciará, la pospondrá o hará lo que crea conveniente según su experiencia en esta materia, intentando, como es de suponer, no violentar al muchacho y mantener un clima de diálogo. Si el muchacho accede en permanecer algún día más en casa de sus padres evaluando su compromiso, quizá por primera vez lejos de la influencia de la Obra, muy bien, si no se irá tras una corta pero fecunda estancia con sus progenitores.

Suponiendo que el Opus Dei estuviese maliciosamente bloqueando cualquier contacto con el muchacho, se procederá a convocarlo mediante un escrito de habeas corpus intentando hacer comprender al joven que ésa era la única posibilidad de, ya no invitarle a salir de la institución, sino meramente relacionarse con él.

En cualquier caso, si la situación se complica es mejor ponerse en contacto con algunas de las organizaciones que figuran en el apéndice, con mucha experiencia acumulada durante años de asesoramiento.


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Ser o no ser Hijos en el Opus Dei Autoprogramación versus autodesarrollo