Habrá justicia?

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Por Segundo, 2.12.2009


Algo está cambiando en el Opus Dei. Según las versiones aparecidas en la web y confirmadas de modo categórico por algunos numerarios argentinos se ha modificado un aspecto de la práctica de la dirección espiritual. A partir de los nuevos y sorprendentes avisos los directores no podrán ventilar cuestiones de conciencia –denominadas de “fuero interno”– de los miembros de la Obra. En pocas palabras, el último enamoramiento de un numerario o la infidelidad matrimonial de un supernumerario ya no pueden ser objeto de ese cotorreo de conventillo que son las reuniones de los consejos locales. Dado el desvarío que es la dirección espiritual en el Opus Dei el cambio es mínimo.

Es archisabido que la autocrítica no forma parte de la cultura institucional del Opus Dei de modo que el cambio anunciado sólo puede ser consecuencia de factores externos, es decir, todos los caminos conducen a Roma. De ser así es evidente que han comenzado a preparar el ambiente por si las cosas empeoran como sucedió con los Legionarios de Cristo.

Puestos en esta hipótesis, más de dos décadas en la Obra me permiten imaginar la conducta de las autoridades de la Obra frente a una eventual investigación por parte de la Santa Sede. Harán lo que saben hacer: disimular, engañar, crear cortinas de humo, juegos de disfraces; todo un cotillón preparado para que nada cambie sencillamente porque las cosas son como las ordenó el Fundador y no como a la Iglesia y al Papa de turno se le ocurren.

De modo especial, defenderán la costumbre de la charla fraterna; derogar la misma o modificarla de modo sustancial es perder control sobre las personas, perder ese particular tipo de control en el Opus Dei es perderlo todo.

Si hay investigación las autoridades del Opus temerán que los funcionarios de la Santa Sede se abran al testimonio de los numerarias/os, agregadas/os y supernumerarias/os que abandonaron la Obra, salvo que sean ellos mismos los que indiquen a quienes escuchar. Sobre este aspecto ada mejor que repetir la experiencia que tanto resultado dio en la canonización de Escrivá: callar las voces que quienes opinan distinto. Pondrán el grito en cielo si a alguien se le ocurre la idea de designar un Obispo perteneciente a países como España, Méjico, Argentina, Italia, Brasil para escuchar testimonios de quienes formaron parte durante años de la institución. Hablar sólo con las autoridades del Opus Dei y no con los damnificados es tan lógico como ver a las enfermeras de la Cruz Roja cuidando a quienes bombardearon la ciudad y no a sus víctimas.

Otro tema clave es la transparencia. Hacer pública una corrección a las prácticas de la Obra implicaría un golpe certero a la imagen de perfección institucional. Esto sí que sería algo insufrible ya que en el Opus Dei no hay lugar para los errores de la institución, esas cosas quedan para la Iglesia y las organizaciones menores que la integran, en la Obra sólo hay pecados personales.

Una investigación realmente a fondo puede correr el velo del Opus Dei y advertir el daño que está causando y que por cierto debe reparar, pero para ello quienes estén a cargo de la misma deberán estar, como diría Marguerite Yourcenar, con los ojos abiertos y me permito agregar bien abiertos.



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