Por qué me he ido del Opus Dei después de tanto tiempo

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Por Eilad, 24/01/2024


He de reconocer que jamás de los jamases se me hubiese ocurrido escribir lo que voy a poner a continuación, y mucho menos publicarlo abiertamente en una página web. Pero es lo que tiene salir del opus tras 48 años. Queda uno emocionalmente desequilibrado, y quizá luego me arrepienta de haberlo enviado, pero en este momento creo que lo necesito.

Por qué me hice del opus

Me parece que hacer un resumen de mi vida inicial hará que se entienda mejor lo que voy a contar a continuación...

Desde el punto de vista familiar, a mi madre le diagnosticaron una equizofrenia paranoide cuando yo tenía dos años, aunque esto lo supe con seguridad cuando, teniendo yo ya 60 años, vi un informe médico suyo. Mi padre no supo sobrellevar bien la situación y bebía. Como se puede entender, la vida en la familia era complicada. Una de mis escapatorias de esta situación era el cine, que me gustaba mucho. Por esa época, había muchas películas con familias felices que a mí me emocionaban. Quizá por eso, desde muy pequeño, se fue generando una ilusión muy grande en mi corazón que consistía en casarme, querer mucho a mi mujer, y formar una familia feliz. Era solo un deseo (con la edad se ve que no basta desear para que las cosas se cumplan), pero ese deseo tenía una fuerza inmensa dentro de mí.

Desde el punto de vista religioso, con unos ocho años, por un malentendido en una confesión –pensé que había cometido un sacrilegio, aunque no fue así–, tuve una experiencia intelectual (nada de místico, ni de visiones pero muy real) en la que sentí que me iba a ir al infierno, y ya no tenía remedio. Fue tan intensa que recuerdo el lugar e incluso el nombre de la calle en que sucedió. Eso me llevó a dejar la práctica religiosa. Duró varios años. Poco antes de cumplir los 14 pasó otra cosa que no sé explicar. A veces me viene a la cabeza lo del Evangelio: "si alguno me ama, mi Padre le amará, y vendremos a él...". El caso es que noté como si Dios entrase en mi vida. La consecuencia fue que, sin ningún tipo de formación religiosa, ni de ayuda ni de consejo, toda mi vida comenzó a cambiar. Antes iba con mis amigos, mayores que yo, y lo que buscábamos era, en una expresión que no me gusta, "darse el lote" con las chicas, aunque yo todavía era muy pequeño para eso. Comencé a distanciarme de esta actividad que mis amigos seguían haciendo, a confesarme con frecuencia y a cambiar mi modo de pensar, pero no era yo: era esa voz (por poner algún nombre) que se me metió dentro. Un ejemplo de cómo funcionaba. Vi un vecino que tenía una mujer guapísima que se dedicaba a mirar desde el balcón a otra mujer también guapa. En mi conciencia ese hecho hizo que decidiese que debía ser fiel en el amor a mi mujer hasta el final. Y así muchas otras cosas.

Esa ilusión de casarme y formar una familia siguió creciendo entre los 15 y 17 años. De esto tengo constancia escrita porque llevé un diario –que conservo–, durante bastante tiempo. Un suceso también importante para comprender lo que sigue fue el siguiente. Justo después de que Dios entrase en mí, hice un pacto con Él: "yo me confieso, y Tú haces que apruebe la reválida (de cuarto)". Pero se me olvidó confesarme, y fui con pavor al examen. Es la única vez en mi puñetera vida que me han suspendido en un examen. Ese verano me confesé, y aprobé sin problemas en septiembre.

Una idea que también servirá para explicar la clave de mi relación con el opus. Hace unos años, en las convivencias de san Gabriel, me parece, se puso un vídeo de un supernumerario mexicano que había sido secuestrado por un tiempo largo, y que contaba su experiencia. En un momento determinado contó que sus captores tuvieron misericordia de él y le dijeron que si quería algo. Él pidió un whisky. Y le dieron uno bueno, con hielo, y tenía unas ganas tremendas de tomárselo. Pero sintió como una moción interior, como si Dios le pidiese: "ofrécemelo". Y al final tiró el whisky por el sumidero, y cuenta este supernumerario que desde entonces sintió una gran paz. La historia que voy a contar sobre mi vocación se parece a esto, pero sin la paz.

Comienzo con la historia. Escrivá iba a pasar por el colegio mayor donde yo vivía, aunque al final no vino. Lo que sigue, que pongo en cursiva, es imaginación mía. Me imagino que el de san Rafael llegó diciendo que, para tener contento al padre, lo mejor era presentarle un conjunto de vocaciones. Lo que en mi época se llamaba "agitar el cocotero". Vieron todas las listas de gente, y, entre otros, me tocó también a mí. Me plantearon si quería ser del opus. A mí nunca se me había ocurrido algo semejante. Por cortesía, les dije que, en todo caso, de los que se casaban. Ese fue mi error, si no hubiese sido cortés, y les hubiera mandado a la mierda (con perdón), y hubiese dicho la verdad directa: que no me interesaba, no estaría escribiendo esto. Me insistieron hasta la saciedad. Ahora que he visto lo del "love bombing", es exactamente lo que hicieron conmigo: todo tipo de convivencias, e incluso, cuando vino un personaje a dar una conferencia, me invitaron a ir con él a comer al restaurante Cándido en Segovia (un restaurante que era famoso en toda España en aquella época).

A mí no me atraía nada ni el opus ni su mensaje; tampoco sabía mucho, porque nunca me interesó. Sí que siempre me ha atraído el trato con Dios, y esto es verdad, que en la obra, como en otras instituciones de la Iglesia, se fomenta (no voy a entrar en si es un trato muy farisaico o no). Me dieron algo a leer. El único libro en que encontré una descripción de cómo era el opus fue el libro de Conversaciones, y no me pareció mal, por varios elementos: organización desorganizada, no vivir como religiosos, formación y luego libertad para hacer lo que quieras. Estas tres ideas, como probablemente saben todos los lectores de esta web, son falsas. Pero yo me las creí. De todos modos, aquí muchos dicen que se hicieron del opus porque la idea era buena y les atrajo el mensaje, pero este no fue en absoluto mi caso.

Mi planteamiento fue: estos señores me dicen que tengo vocación para el opus, cosa que no sé, pero si fuese así, eso exige dejar la gran ilusión de mi vida. Y me pasó lo del whisky. ¿Soy yo capaz, si Dios me lo pide, de abandonar la mayor ilusión de mi vida? ¿Puede mi amor a Dios llegar hasta ese extremo? Mis pensamientos cuando me bombardeaban con que yo tenía vocación iban por esa línea. Incluso se me ocurrió que, si Dios me estaba pidiendo todo, quizá podía hacerme jesuita, porque tenía un amigo en la facultad que era jesuita, y que parecía normal (no llevaba hábito ni nada de eso). Con esto quiero decir que nunca me planteé la cuestión como una vocación específica a algo, sino como mostrar mi amor a Dios dándole todo (si me lo estaba pidiendo). En una de las convivencias un numerario contó cómo sus padres habían aceptado su vocación. Eso no me interesó, pero sí la idea de que sus padres eran felices, y comenzó a rondar mi cabeza otro pacto: "¿eres capaz de entregar tu gran ilusión a Dios para que tus padres se quieran?" Ahí fue cuando me vino el sí (yo no sabía en ese momento que la situación de mis padres se debía a la esquizofrenia de mi madre). Y de hecho el "pacto" con Dios que me llevó a pedir la admisión fue "me hago del opus si Tú te ocupas de mis padres". Esto lo recuerdo con nitidez absoluta, porque además en las varias ocasiones en que me planteé irme, me venía a la cabeza.

Hay un artículo de Hans Uhr von Balthasar llamado "Vocación" (lo encontré aquí), donde al final dice "Dios quiere un donante alegre, aun cuando el don se convierta quizá más y más en una cruz; si falta la alegría primordial del dar generoso (como la gente que escoge el camino de los consejos o del sacerdocio porque es más difícil, lo que en el fondo es ambición), entonces la vocación no es auténtica". Yo creo que no lo hice por ambición, sino por demostrar a Dios que era capaz de dar toda mi vida si Él me la pedía. Pero lo que siempre estuvo ausente fue "la alegría primordial del dar generoso", y esto no solo lo conté en la dirección espiritual una vez, sino que no he dejado de contarlo en toda mi vida en el opus. Pero estaba esa frase del "no al Tabor sino al Calvario" que usaban continuamente. Siempre he visto mi vocación como una faena que Dios me ha hecho. Al leer ese artículo de von Balthasar, después de tantos años, caigo en la cuenta de que parece evidente que mi vocación no fue genuina.

Recuerdo que Javier Hernández-Pacheco (q.e.p.d), al que alguna vez ha mencionado Jacinto Choza, fue el que me dijo "esto es para toda la vida". Sé que no es su culpa. Pero esta fue la mentira que provocó que haya estado tanto tiempo en el opus. Al pedir la admisión ya tenía una edad, sabía lo que hacía, y lo hice pensando que hacía una promesa a Dios con esa frase como base, de modo que pensaba que, si dejaba el opus, incumplía mi promesa hecha a Dios. Y esta mentira, porque esa frase ("esto es para toda la vida") no era verdad y lo sabían, es lo que más me duele y me cabrea, porque ha sido la razón para quedarme sin la vida que quería. Para decir la verdad debía haberme dicho: "Si dices ahora que sí, ese sí no es definitivo, sino que tendrás 6 años y medio, al menos, para ver si esto es lo que Dios te pide, y tendrás 7 ocasiones al menos para –si ves que no es lo tuyo– decir que no". Porque ni a la obra, ni a ninguna institución de la Iglesia, le debería interesar que entrase gente sin condiciones ni vocación. Jamás se incentivaba a que –en cada renovación– cada uno discerniera si era lo suyo o no. En cambio, lo que se decían era que, si no se renovaba, se hacía traición a Dios (y se suponía que esa afirmación sobre ser traidor, como todo lo que venía a través de los directores, venía de Dios).

Si me hubiesen dicho la verdad, mi compromiso con Dios no se hubiese hecho definitivo en mi conciencia desde el principio, sino que el compromiso hubiese sido discernir si aquello era para mí; y con toda seguridad hubiese dicho que no al primer o segundo año. Pero, al pitar dije que sí a Dios –que no a la obra–, y en mi conciencia ya tenía un compromiso con Dios para toda la vida porque me habían mentido en el inicio. Me tomé muy en serio aquel compromiso con Dios, a pesar de ver repetidamente que la obra no era mi sitio: nunca he querido incumplir mi palabra, y menos la que he dado a Dios. No tenía ni idea de cómo funcionan las cosas de la Iglesia, ni las de los religiosos, ni nada, y actué con la hipótesis –completamente falsa, como ahora veo– de que lo que me decían en la obra venía de Dios: al decir que sí, me estaba –ya– comprometiendo de por vida. Siempre he querido ser fiel a mis promesas y más a las que le hago a Dios.

Una prueba de que el opus no me atraía nada fue que, tras pedir la admisión, le dije al director que no quería ir al centro de estudios. Los que venían a veces del centro de estudios me parecían seres muy raros, y pensaba que ese no era mi sitio y que no iba a encajar en ese ambiente. Pero al final fui al centro de estudios. Mis recuerdos de qué cosas contaba en el centro de estudios sobre mi vocación los tengo confusos, pero por lo que recuerdo creo que es fácil deducir que les dije que pensaba que no era mi sitio. Recuerdo con nitidez una respuesta que me dieron a mis dudas: "Dios no se equivoca". Otro elemento que recuerdo claramente es que, al irme a la mili, los del centro de estudios no se enteraron, aunque no solo se lo había dicho, sino que un subdirector me llevó él personalmente al cuartel. Al aparecer, tras tres semanas de ausencia, por el centro de estudios, mi nombre no figuraba en ninguna lista, tuve que dormir en invitados donde no había manta y cogí un resfriado tremendo, o una gripe, que luego tuve que aguantar en la mili sin ningún tipo de paliativo. Esto –pienso– es también una muestra de que creían que me había ido, y que sabían cuál era mi opinión sobre mi pertenencia al opus.

¿Por qué he estado tanto tiempo (48 años) en el opus?

Si no queréis seguir leyendo, podéis quedaros con un resumen: "por mi estupidez".

Que yo no servía para el opus lo he tenido claro siempre. Toda mi vida he sido un vago, responsable, pero vago. Tenía muy buenas notas no porque fuese muy listo, que, como se ve por lo que estoy contando, no es verdad, sino porque acerté con la carrera. Era como estudiar inglés siendo ya nativo inglés. Todo lo que se estudiaba allí (una carrera difícil y técnica) era como si ya lo supiese de antemano. De hecho, mis notas mejoraron en el centro de estudios donde no se podía estudiar absolutamente nada con tanto viaje y tanto lío.

No tenía ninguna inclinación a hacer apostolado, y mucho menos proselitismo. La única vez que hablé a alguien para pitar fue cuando estaba en el centro de estudios, porque me dijeron, en una convivencia en Torreciudad, que le hablase a un chico. El chaval me preguntó qué se hacía en el opus, y yo le conté todo de pe a pa. Me dijo inmediatamente que no. Cuando el cura que me había dicho que le hablase me dijo que le contase qué había pasado, y se lo dije, me habló del "plano inclinado". A mí aquello me pareció idéntico a mentir, y desde entonces –y han pasado muchos años– jamás he vuelto a hablar a alguien para pitar.

¿No me planteé nunca irme? Sí que me lo planteé varias veces. Pero estaba la promesa que hice a Dios. Yo esperaba que en el opus me echasen. Aunque en las sucesivas incorporaciones los 19 de marzo, cuando se daba esa charla previa, nunca se decía que era una cuestión de discernimiento, sino de fidelidad, no era tan estúpido como para no ver que, si no renovaba, estaba fuera. Pero la promesa inicial basada en la mentira que he mencionado era lo que me retenía. Recuerdo que en la condición "Tú cuidas de mis padres", fui incorporando sucesivamente a mis hermanos con un "también de mis hermanos".

La verdad es que aquí debería contar muchas más cosas, y quizá las cuente más adelante, pero no quiero hacer esto demasiado largo. Solo mencionaré un detalle que puede hacer comprender cuál era mi situación. Estando de secretario en un centro de mayores, vino –como adscrito–, porque era amigo del director del centro, un numerario que estaba en la cuerda floja. Recuerdo que en una reunión del consejo local, me salió del alma lo que yo pensaba: "quizá este chico no se va porque prefiere que le digan que se vaya" (en realidad el chico se fue, y el director del centro también). Me miraron un poco raro, pero solo estaba reflejando lo que me pasaba a mí. Yo quería irme del opus, pero no estaba dispuesto a romper la promesa a Dios que hice en su momento. Esperaba, por la misericordia de Dios, que los del opus me echasen. Pero no sucedió.

Quiero añadir también que el no irme de la obra no era por estar ligado a la institución por trabajo, porque, aunque trabajaba en una obra corporativa, era funcionario desde los 23 años, y podía volver siempre que quisiera a mi puesto de funcionario (por motivos que no voy a explicar aquí, no me afectaba la limitación a 10 años de la excedencia) con un sueldo bastante razonable.

¿Por qué me he ido del opus?

Después de que saliese el decreto del Papa "Ad Charisma tuendum", nos dijeron que leyésemos los estatutos y que hiciéramos comentarios. Como ya he comentado soy vago, pero responsable, y no lo hice cuando debía hacerlo, pero lo hice después. Empezaron a saltar algunas alarmas. Ya siempre que leíamos el catecismo de la obra en los cursos anuales se me hacía evidente que la obra no era mi sitio. Pero leer los estatutos por primera vez aumentó este sentimiento con fuerza, también por incoherencias claras en puntos importantes. La pregunta "¿Qué hago aquí?" volvió a planteárseme con fuerza. Aun así, no me hubiese ido, pero decidí dejar de vivir en un centro en cuanto tuviese oportunidad. Luego comencé a enfadarme porque no se decía nada de lo que estaba sucediendo. Y decidí buscar información por internet. A veces en los artículos de opuslibros se supone que todos los del opus leen esa página web. Pero no es verdad, quizá en mi caso porque el opus no me interesaba demasiado: lo que había dentro de la obra era repetición siempre de lo mismo que ya era muy sabido. Yo entré en la página por primera vez en la primavera de 2023. Naturalmente me interesó todo lo que allí se decía por lo novedoso. Algunos artículos me parecieron un poco exagerados, pero lo que me interesaba realmente era la cuestión jurídica que era lo que buscaba.

Cuando, creo que a finales de mayo o comienzos de junio del 2023, leí la frase: "Los socios del Opus Dei no son religiosos, pero tienen un modo de vivir –entregados a Jesús Cristo– que, en lo esencial, no es distinto de la vida religiosa", en mi corazón sentí "estoy fuera". Esa frase era contraria al modo en que me explicaron y entendí la condición con la que se hacían todas las incorporaciones: "con la condición de no ser religioso", que para mí era equivalente a no vivir como un religioso (lo que indica que no me había enterado de que estaba viviendo como un religioso después de 48 años de vivir como uno). Verla así crudamente escrita desde 1941 fue un shock. Aun así, romper mi promesa inicial me costaba, y seguía con la idea de seguir en el opus pero vivir por mi cuenta.

Pero sucedió algo que, por la misericordia de Dios, ha hecho que mi promesa quedara sin valor. No voy a contar aquí qué es, porque es doloroso, pero sí la consecuencia: yo tengo que cuidar necesariamente de mi madre, ya Dios se ha quitado esa responsabilidad que pacté con Él y me la ha dejado a mí, y por lo tanto para mí es claro que quedo liberado de la promesa que le hice. Me he ido sin ningún tipo de remordimiento, me siento liberado directamente por Dios del compromiso que me ha tenido atado a una institución que no era mi sitio. Creo que he sufrido muchos daños, sobre todo el de perder la oportunidad de vivir la vida que quería. La mayor responsabilidad en mi caso que le adjudico al opus es, aparte de las mentiras iniciales que dicen para conseguir nuevos prosélitos –que es lo que más me ha afectado–, no haberse dado cuenta de que la obra no era lo mío. Fue evidente para mí desde el principio, y supongo que también para los directores. Por qué no actuaron en consecuencia no lo sé. Y por qué no me fui yo ya lo he dicho: estupidez.

Me imagino que quien lea lo que he escrito llegue a la conclusión de que mi estupidez es supina. Y es verdad. Pero también se llega a otra conclusión: mentir en temas tan serios como los de la vocación (diciendo que algo es para siempre, cuando no lo es) puede destrozar vidas, y quien sea responsable de esto supongo que deberá dar cuentas a Dios. De todos modos, hay algo que me consuela. Por lo que he contado al principio sobre lo que me pasó con 8 años, siempre he leído la escritura buscando cómo puede llegar uno a salvarse. Pienso que es verdad lo que dice: "Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad". Y me parece que el Evangelio está lleno de pistas de cómo salvarse, desde las bienaventuranzas al juicio final (pienso que aquí entra gran parte de la humanidad que cuida de sus hijos, sus padres, sus esposos, sus amigos). Incluso los ladrones entran, haciéndose amigos con las riquezas injustas. Hay muchas más que no voy a mencionar. En mi caso me queda la esperanza de que la misericordia de Dios me aplique lo de "el que pierda su vida por Mí la encontrará", porque esto es lo que me ha sucedido.



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